“No tiene precio”

No estamos hablando de joyas, propiedades, residencias suntuosas, etc. En este caso la expresión “no tiene precio”, tiene un toque dramático. Se refiere a los cultivos de renta que en esta época acostumbran a cosechar las familias campesinas que viven a “lo ymá”, es decir con muchos productos de alimentación en la chacra, con verduras, mandioca, con un hato de vacas, con chanchos, con gallinas, las infaltables guineas que son como un adorno del rancho, porque nadie sabe para qué sirven, etc.

Estas mismas familias campesinas, merced a un trabajo durísimo, lograron hacerse poco a poco de una parcela de tierra más o menos razonable y a lo largo de todo el año se dedicaron a un cultivo que les diera algo de dinero, no solamente para comer, sino para la vivienda, la ropa, las medicinas, para comprarse un pequeño tractor con el cual ir mejorando los rendimientos, etc.

En la zona de Paso Yobai, se instalaron varias procesadoras de yerba que alentaron a los pequeños productores a dedicarse a este cultivo. Los primeros años los precios fueron magníficos. Todo el mundo entusiasmado, la yerba era buena, los precios ídem, las “fábricas” compraban toda la producción, etc.

De este modo creció considerablemente la cantidad de familias que se dedicaban al producto y las hectáreas de magnifica “ilex paraguayensis” se extendieron considerablemente.

Fueron buenos años. Quedó un poco de platita para ir más adelante. Pero, ocurre lo de siempre. La bonanza terminó. Es tiempo de cosechar y cuando iniciaron los contactos para entregar las verdes hojas en las “fabricas” les dijeron, como apesadumbrados, preocupados, por la suerte de los mismos, falsamente, claro,… “este año la yerba no tiene precio”. Entonces ellos replicaron: “Pero aunque sea páguennos el precio del año pasado”. La respuesta final rotunda y desalentadora. “No hay caso”.

¿Qué hacer ahora? Esperar, sin esperanzas. Las hojas de la yerba se vuelven más livianas, cuando pasa el tiempo de cosecha. Luego, está llegando el frío y el trabajo se hace a mano, rompiendo las ramitas. Llevan todas las de perder. Hasta que finalmente tendrán que transigir. Vender la carga por “chauchas y palitos” y volver a empezar…volver a empezar…volver a empezar…hasta que tiren todo por la borda y vengan a engordar los cinturones de pobreza de la capital.

El maíz que también sembraron como rubro de renta, tiene el mismo destino. Con el agravante de que este sí que se pudre en la chacra. Si no hay silos, o depósitos adecuados, como no los hay, por lo menos en poder de los paraguayos que apenas sobreviven en un pedazo de su tierra, entonces tampoco hay esperanzas.

En las cercanas fincas de los menonitas sojeros y agroexportadores, que “o yagarrapá”, brillan a la luz de sol los silos y depósitos donde las mieses esperan su mejor momento para ser comercializadas.

En realidad, el libreto de “tumbar los precios”, cuando llega la cosecha, es harto conocido por las familias campesinas de esas zonas del país, donde prácticamente no llega la mano amiga, protectora, del gobierno.

Así, los acopiadores y empresarios inescrupulosos se ganan un dinero vil, a costa del sudor y la sangre de tantos compatriotas humildes.

El MAG trabaja arduamente por acercar una solución a este drama. Pero no es suficiente. Deben emplear mano dura y proveer los elementos necesarios para que nadie se aproveche de estos humildes y trabajadores paraguayos que luchan en rincones más alejados del país.

La yerba de Paso Yobai, debe volver a tener un buen precio…

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4 comentarios en ““No tiene precio””

  1. La asignatura pendiente del Gobierno

    Cesadas las protestas y marchados los manifestantes, es hora de que el Gobierno haga sus cuentas. Y no nos referimos a de dónde saldrá el dinero para enjugar los intereses condonados y los nuevos préstamos concedidos a productores –los reales y de los otros- fallidos que cayeron en mora, acumulando pasi­vos incobrables.

    Más bien nos estamos refiriendo a si se está haciendo un cua­dro de situación que permita a los gestores de la política agraria –si es que la hay- saber la causa de un fallo tan masivo. Algo le está diciendo al Gobierno el hecho de que alrededor de 70.000 pequeños productores no hayan sabido administrar el dine­ro que les prestó el Crédito Agrícola de Habilitación y hayan fracasado en su intento de subir un escalón en su categoría de productores.

    ¿Qué falló? ¿Fue el clima? Miles de otros productores frutihor­tícolas salieron adelante y llevaron sus productos al mercado. Incluso los ha habido que exportaron a Argentina, como es el caso de los bananeros que están producien­do una fruta de ex­celente calidad, muy apetecida sobre todo en el gran mercado bonaerense.

    ¿Fueron los precios? Nunca los tomates, los pimientos, la lechu­ga, la cebolla y otros géneros de consumo diario masivo tuvie­ron precios tan altos como actualmente. Es cierto que el contra­bando sigue abriendo enormes agujeros en la producción nacio­nal. Los productos nacionales están, fue­ron cultivados y cosechados. Auténticos productores hicieron su tarea presentando artículos en general de muy buena cali­dad. Es el Estado el que falla en proteger su mercado contra el contrabando masivo. Pero ese es otro tema.

    ¿Faltó asistencia técnica? Entonces, cómo hacen los que traba­jan sus parcelas con altos rindes y buena calidad competitiva. ¿Porqué unos pueden y otros no?

    ¿Faltaron créditos? Ya se ve que no. Los que marcharon por Asunción durante tres semanas dijeron representar –según sus líderes- a unos 70.000 productores que pedían condona­ción. Eso quiere decir que dinero hubo y si no rindió los frutos esperados es porque algún otro factor fue el responsable.

    Esta es la asignatura que el Gobierno, a través de sus organis­mos competentes, debe rendir en los próximos meses. Noso­tros, por nuestra parte, seguiremos haciéndonos preguntas: ¿El Estado entrega dinero a ciegas, sin asegurarse de que el re­ceptor sea realmente agricultor? El hecho de vivir en el cam­po no convierte en productor a cualquiera. Y el que tiene esa vocación, no saldrá adelante sólo con dinero sino se lo asiste tecnológicamente y se asegura de que producirá lo que el mer­cado necesita y con la calidad que demanda. ¿Tiene cada desti­natario de un crédito una noción básica de administración? Son preguntas el Gobierno deberá hacerse antes de seguir con esta práctica de repartir dinero sin saber si lo recuperará. Dinero de todos, hay que recordar.

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  2. Competitividad solidaria

    Hace poco más de un año se realizó en San José de Costa Rica una conferencia internacional sobre un tema poco frecuente en el debate: “Competitividad cooperativa y economía digital en el marco de la economía social solidaria”. Un planteo si no inédito, por lo menos con un abordaje que se desprende del tradicional antagonismo “economía de competitividad ver­sus economía de solidaridad”. En los ambientes académicos, muchos especialistas se preguntan cómo acercar ambos ex­tremos. ¿Es posible intentarlo, vale la pena?

    “Una sociedad dispuesta a llevar el individualismo y la com­petición -como normas de sociabilidad- hasta sus últimas consecuencias, acabaría en poco tiempo. Alguna solidaridad, alguna interacción desinteresada y altruista es indispensa­ble para el progreso de cualquier sociedad”, estima Ladislau Dowbor, profesor titular del Departamento de Posgraduados de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, en las áreas de economía y administración. El académico pone en contra­punto una sociedad que “se tecnifica a ritmo acelerado, copa inmensas áreas para especulación inmobi­liaria, monocultivos extensivos y ganade­ría a gran escala”. El resultado –añade– es que el mundo rural está siendo privado de su función produc­tiva y expulsado hacia megaasentamientos urbanos “generando una demanda insa­tisfecha que se tras­lada del campo a la ciudad”. Uno de los subproductos no deseados de este proceso es el crecimiento de la economía informal. El Brasil de principios de la década ostentaba una población económicamente activa de 100 mi­llones de integrantes, el 40% de los cuales medra en el sector informal. La siguiente pregunta que surge es: ¿cómo abordar esta transformación demográfica –la urbanización acelerada- sin alimentar la precariedad y la informalidad de sus actores?

    En la conferencia de Costa Rica enunciaron una fórmula que permite tener una idea de la dirección que debieran tomar de aquí en más los complejos abordajes económicos con compo­nente social: promover el accionar conjunto de empresas coo­perativas, Gobierno, universidades, instituciones financieras y organizaciones no gubernamentales, para aprovechar las ventajas competitivas de las cooperativas y lograr una inte­gración a la economía digital dentro de un marco de economía social solidaria. Es probable que se trate de un nuevo lenguaje a partir de un interrogante básico: ¿Es posible ser solidaria­mente competitivo? Las cooperativas incursionan hoy en el branchless banking (banca sin sucursales), el uso de platafor­mas digitales, los pagos móviles y el comercio electrónico en general, herramientas financieras que ya utilizan y muy bien, las cooperativas en el Paraguay.

    ¿Es ese el camino? El tiempo lo dirá. Por el momento, la “so­lidaridad competitiva” está en tubo de ensayo y su consoli­dación será cuestión de tiempo, siempre y cuando se agregue otro ingrediente: la inclusión, para que la informalidad ceda en lugar de crecer.

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  3. Es posible un nuevo país rico y sin mendigos

    Por: Telmo Ibáñez

    Se suma a la soja y la carne, la mandioca como uno de los principales productos de exportación de nuestro país para alimentar al mundo. Con estos tres productos en el país no puede haber ni un solo niño mendigo, solo resta planificar y democratizar la distribución de la abundante riqueza que se evidencia en las estadísticas.

    Nuestro país últimamente mejoró sus ingresos, principalmente con la producción récord de la mandioca, soja y carne; sin embargo, a nivel nacional y más aún en el interior se agudizan las críticas por el bajo ingreso económico, estos comentarios colisionan con las estadísticas.

    Para los críticos no se observa ni el más mínimo mejoramiento en la calidad de vida, pero los analistas económicos subrayan que somos cada vez más ricos, pero pareciera que la riqueza no llega al pueblo campesino, de donde proviene por ejemplo la mandioca y medianamente de acuerdo a la agresividad de éstos la soja y la carne.

    A partir de la implementación de una gran variedad de programas denominados de complemento nutricional, encarados con rubros por el Ministerio de Educación y Cultura, los gobiernos departamentales y los municipios, pareciera que éstos carecen de seriedad y de diagnósticos efectivos o pragmáticos.

    Tanto en la merienda como en el almuerzo escolar la distribución de los alimentos se realizan por la cantidad de alumnos matriculados, muchas veces con números ficticios, en otras sin discriminar la verdadera necesidad de los alumnos de las respectivas instituciones. No todos necesitan del complemento nutricional, por el contrario hasta requieren de una moderada planificación alimentaria para evitar la obesidad.

    No es igual la necesidad de alumnos de instituciones educativas de la periferia y la zona rural con los de escuelas privadas o subvencionadas, que reciben las mismas asistencias nutricionales, un capítulo especial se debe desarrollar en la zona rural, donde las entidades públicas y privadas deben encarar programas para enseñar a consumir, verduras y frutas, así como su previo cultivo para un efectivo aprovechamiento.

    Si se encaran seriamente los programas de complemento nutricional, en nuestro país no pueden existir tantos niños desnutridos y con ello mejorará la salud y la educación de éstos que se sustentan en una buena base alimenticia, característica histórica que se valoran en los textos históricos, a su vez podrán asegurar un futuro para vivir dignamente.

    No se debe separar el programa de complemento nutricional y mucho menos en el sector rural, con la prevención de enfermedades desde la parasitosis, bronquiales y estomacales con la elaboración de medicamentos naturales que abundan en el campo.

    Así como exportamos en gran escala la soja, la carne y la mandioca, son fáciles de adquirir en la zona rural coco, maní, chía, sésamo y el Ka’a He’ê o miel de abeja como la de caña de azúcar. La leche vacuna como caprina, así como los productos frutales en especial los cítricos que se pudren en las fincas que previenen las enfermedades bronquiales que abundan en el invierno.

    Por un lado los escolares podrán recibir una alimentación ideal y sus padres importantes recursos económicos para revertir la difícil situación que alegan y en poco tiempo podremos hablar orgullosos del nuevo Paraguay, con una población satisfecha y sin mendigos en la vía pública.

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  4. EL CRIMEN DEL ORO
    El NY Times publica en tapa el drama de la tribu Yanomami en Amazonas, donde sufren un exterminio por la extracción ilegal, y han diezmado a la población poniendo en riesgo el medioambiente, y miles de vidas.
    La misma versión que «Paso Yobai», con sus negociados, entregas., traiciones, despojos, extracción ilegal, violencia, contaminación y poderosos políticos tras el botín, envenenando a toda una población, lejos de la justicia y de Dios. @chiqui_avalos

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