Libros sobre la Triple Alianza

Mariscal López se llama un shopping. Mariscal López se llama una avenida. Estas fueron algunas respuestas a la encuesta sobre lo que se sabía en la calle acerca de la Triple Alianza. Por supuesto, hay personas que saben más y personas que quieren saber más; para ellas, la Feria del Libro, inaugurada en Asunción el jueves pasado, tiene mucho material de lectura.

Para limitarme a los libros relacionados con la guerra, mencionaré el del joven y talentoso Claudio Fuentes Armadams, La maldición del legionario, recién publicado por Tiempo de Historia, que también ha publicado Colombia ante la Guerra del Paraguay contra la Triple Alianza, del investigador veterano Ricardo Scavone Yegros, y la compilación de testimonios de excombatientes de Liliana Brezzo, La Guerra del Paraguay en primera persona; allí pueden encontrarse las declaraciones auténticas de Bernardino Caballero, Patricio Escobar y otros sobrevivientes, gracias a la labor de esa activa investigadora y difusora de la historia regional que es la doctora Brezzo.

Otros testimonios de los contemporáneos, necesarios para comprender aquellos años, son los publicados, bajo la dirección de Milda Rivarola, por la editorial Servilibro: los escritos del polémico y brillante Juan Silvano Godoi, el coronel uruguayo León de Palleja (caído en combate), y el comandante argentino Bartolomé Mitre; también Memorias de Guillermo Stewart (Intercontinental), médico inglés de la familia López, editadas por su descendiente Yolanda Stewart.

El brasileño Francisco Doratioto presentó su Introducción a la Guerra del Paraguay (Intercontinental), una obra útil para quienes quieren informarse sobre el punto y también para quienes, teniendo lecturas, desean tener a mano un resumen de los acontecimientos bélicos y de sus antecedentes.

Doratioto, con la argentina María Gabriella Quiñones y otros destacados escritores americanos que tenemos el agrado de recibir, participará en un seminario sobre la guerra el día 3 de mayo, a partir de las 18.30. El norteamericano Thomas Whigham, conocido por su exhaustiva obra de tres tomos sobre la contienda, no pudo venir al Paraguay, y por eso optó por aparecer en la feria mediante una teleconferencia.

Calumnia: La historia de Elisa Lynch y la Guerra de la Triple Alianza (Editorial Taurus), escrita por dos compatriotas de Elisa, Michael Lillis y Ronan Fanning, se ofrece a un precio razonable, así como la Cartografía explicada de la Guerra de la Triple Alianza, de Alfredo Jaeggli y Arturo Bordón.

Dentro del espíritu de integración que caracteriza la feria, Manduarã ha publicado la Memoria del Sexto Encuentro Internacional sobre la Triple Alianza, y la Universidad Católica el libro de Luc Capdevila, Una guerra total: Paraguay 1864-1870.

En la feria hay más de lo que puedo decir dentro de este limitado espacio, y que las personas interesadas pueden descubrir visitándola. No está de más señalar las ventajas de la comunicación e intercambio cultural entre los países del continente, que nos permiten acercarnos a una comprensión más cabal de la Guerra de la Triple Alianza; conocer el pasado es el modo de evitar su repetición. Siento no disponer de más espacio para referirme a los excelentes libros de arte y literatura ofrecidos en la feria.

Por Guido Rodríguez Alcala

http://www.ultimahora.com/libros-la-triple-alianza-n987801.html

 

4 comentarios en “Libros sobre la Triple Alianza”

  1. El otro mejor amigo

    Por Lourdes Peralta

    La vida moderna nos estresa; hay que cumplir con las imposiciones sociales y vivir como mejor podamos. Por eso es necesario tomar aire fresco, y una de las formas es a través de la lectura. El 28 de abril se ha inaugurado en nuestra ciudad la Feria del Libro 2016, que se extenderá hasta el 8 de mayo. Según leemos en las noticias, hay movimiento; la gente se acerca a buscar, a mirar, participa de alguna manera.

    Trabajar los beneficios de la lectura es una de las materias pendientes y más importantes que debemos asumir, no solo maestros, sino también los padres y adultos en general. No debemos cansarnos de insistir en explotar esta capacidad en otros. Antiguamente, heredábamos los libros; nos los íbamos pasando entre hermanos, pero cada libro era un desafío y descubrimiento propios. Los que pasamos por esa época solemos enfadarnos cuando vemos a los niños y adolescentes inmersos por demás en la tecnología; sin embargo, enojarnos es batallar contra el mundo en el que esos chicos nacieron. Para ellos, un libro impreso no guarda un valor especial, incluso no les resulta un material familiar. Por el lado contrario, para nosotros que crecimos con “el libro de verdad”, las versiones digitales, libro electrónico, ciberlibro o, en inglés, “e-book” nos resultan incómodos y limitados.

    Lejos de polemizar en vano contra una generación que existe y tiene elementos y maneras diferentes de leer, lo que debe preocuparnos como formadores es qué leen y cómo lo hacen, es decir, nuestra experiencia para orientarlos en el contenido. El otro día leía unos comentarios debajo de la película “El Señor de las Moscas”; un chico escribía: “Sirve la película, yo hice el trabajo práctico del colegio sin leer el libro”.

    Atentos también con las fábricas que trabajan al por mayor, con ciertos autores, cuya producción ya he visto incluso en supermercados, apilados como latas de tomate.

    Sabemos que nuestra historia revela crudos datos, y el atraso que sufrimos no es fácil de superar. Aquella expulsión política de intelectuales, de maestros, se siente, décadas después, en el pobrísimo nivel educativo que sufrimos como sociedad.

    Sin embargo, la necesidad, la alegría de aprender es una fuerza que no debe ser menospreciada.

    Aunque aprendemos a leer a los 5, 6 años, la labor continúa de adultos con la interpretación, la selección dentro de la diversidad de textos.

    Las preguntas hacen bien en soledad y compañía: “¿Cómo y cuándo se adquiere el hábito de la lectura?”, “Si nunca leí, ¿con qué libro puedo empezar?”, “¿cuántos libros debería leer por año?”, “No logro sentir nada cuando leo una novela”. Todas y cada una son indagaciones para nuestra clarificación interior; luego, si lo deseamos, siempre hay maestros o gente lectora que puede asesorarnos. Permítanme decirles, además, que cuando se adquiere el “vicio” de leer, los propios autores nos van mencionando a otros con los cuales seguir hacia el infinito.

    Leer es una de las formas más accesibles de llegar a este y otros mundos, estratos, estadios.

    Aprovechemos la Feria del Libro. Seguro hay un buen amigo esperándonos. “Ante ciertos libros, uno se pregunta: ‘¿quién los leerá? Y ante cierta gente: ‘qué leerán?’ Y al fin, libros y personas se encuentran” (André Gide).

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  2. Vencer a la ignorancia
    07 May 2016

    Las sociedades requieren de manera constante apostar por el conocimiento. Solo así podrán fortalecerse y mejorar las condiciones de vida, objetivo principal de cada una de ellas. Sin cultura no habrá progreso. Para que exista progreso, se debe vencer a la ignorancia.

    Llegamos a nuestro siglo con increíbles inventos que están a disposición del hombre, pero es hasta ahora, para muchos, el libro el mejor de todos, incluso por encima de la rueda, porque es el que transporta ideas y el pensamiento de una generación a otra, permitiendo mantenerlos de por vida, aportando conocimiento.

    La Feria Internacional del Libro Asunción 2016 que se desarrolla hasta este fin de semana en el Centro de Convenciones Mariscal López, con el lema “Leer abre un mundo de encuentros”, es una buena excusa para analizar la importancia de la lectura en un país como el nuestro.

    Es común escuchar que a la gente no le gusta leer y que esta supuesta inacción es lo que hace que transitemos en una sociedad con escaso recurso intelectual y de razonamiento. Algunos estudios han descrito que además del poco apego a la lectura, aseveración que parece ser cierta, la preocupación también está en el bajo nivel de comprensión. Es decir, se lee poco y, para peor, buena parte de los que leen, no comprende lo que está leyendo.

    Un país que pretende desarrollarse no puede pensar en avanzar sin el aporte de su sociedad en todos los campos, incluido indudablemente el del razonamiento, que hará que los debates sean verdaderamente provechosos y no simples repeticiones de posturas muchas veces radicalizadas más por el sentimiento que basadas en la razón.

    A pesar de los errores cometidos en el área, Paraguay atraviesa un proceso de fortalecimiento en su sistema educativo, que en lo que respecta al razonamiento para leer la realidad, tiene sus primeros resultados en la reacción, sobre todo de la franja joven. El reclamo de los estudiantes secundarios y universitarios para una mejor educación es una muestra que ese pensamiento crítico se ha instalado, probablemente de manera incipiente aún, pero es un avance significativo en las libertades de pensamiento, expresión y manifestación.

    Debemos tratar de entender cuáles son las razones por las que se afirma que “al paraguayo no le gusta leer”. Una de ellas puede ser el mismo sistema educativo que –si bien con avances– aún tiene resabios del aplicado por décadas durante el período autoritario en el que pensar prácticamente no estaba permitido, y sobre todo si era diferente al sistema. La mayoría de los docentes que hoy están a cargo de la enseñanza son resultado del anterior sistema, por lo que hasta es entendible el bajo nivel general que existe en la educación en todos sus niveles.

    Otra razón de esa afirmación puede estar sustentada en el acceso a los materiales de lectura. En esta era en la que un sector puede darse la comodidad de tener en sus manos dispositivos móviles con miles de oportunidades de lectura, gran parte de la población sufre la incapacidad estatal para dotar hasta en las propias instituciones educativas públicas materiales básicos. La situación económica, además, incide de manera drástica para el acceso a textos. Para muchos, comprar un libro es un lujo que no pueden darse.

    No se debe tratar de tapar la incapacidad general en ofrecer mejores condiciones para lograr una sociedad con mayor conocimiento y pensamiento crítico. El peor enemigo de toda sociedad es la ignorancia. Si como país deseamos avanzar para salir del subdesarrollo económico es imprescindible sustituir viejos esquemas en la educación y destinar los recursos necesarios para vencer no solo la pobreza económica, sino también la mental.

    El Estado debe esforzarse en fortalecer la educación, esa es su responsabilidad. Pero el ciudadano no puede esperar que por obra de magia logre conocimiento. Debe leer, no hay otra forma. Nadie lo hará por él.

    La lectura es contagiosa, por lo que si cada uno decidiera empezar a agarrar un libro de seguro esa costumbre se expandirá como una cura que, con seguridad, vencerá a la ignorancia.

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  3. Pueblo sacrificado sin cabeza
    31 mayo, 2016
    Por Carlos Franco

    El escritor brasileño Juan José Chiavenato sostiene en su libro “Genocidio Americano, la guerra del Paraguay” que los primeros mandatarios de nuestro país, Gaspar Rodríguez de Francia y Carlos Antonio López, con sus luces y sus sombras hicieron un estupendo trabajo consiguiendo que el Paraguay se convierta en una de las potencias de Sudamérica, que como todos sabemos luego fue derrumbada en la Guerra de la Triple Alianza.

    Chiavenato relató que, el paraguayo en la época colonial y pos-independencia se caracterizó por ser sacrificado, honesto y trabajador, valores que llevaron a la nación a convertirse en un lugar próspero.

    Pero el escritor apuntó que uno de los atenuantes que llevaron al país a la guerra y casi exterminio fue, la ausencia de la clase dirigente, tal vez uno de los mayores errores primero de Francia y luego de López. El dictador perpetuo, como su cargo lo dice, se encargó personalmente de administrar solo la República, mientras que López se rodeó de colaboradores extranjeros para gobernar.

    Chiavenato señaló que si el Paraguay contaba con dirigentes podía tener una visión de lo que estaba ocurriendo y tal vez podría evitar la guerra o tener una mejor estrategia, para enfrentar a los vecinos que venían preparando la contienda sigilosamente.

    El pasado está vinculado al presente y también al futuro, desde su origen nuestro país padece el mismo problema que sufre hasta hoy en día. Políticos hay en abundancia, pero no tenemos dirigentes preocupados por los problemas sociales y que en verdad representen a la ciudadanía, de hecho, prácticamente no los tuvimos en más de 200 años de independencia, solo sanguijuelas egoístas que se dedicaron a robar el dinero del pueblo ocupando cargos públicos.

    Es una pena, pero las conclusiones de Chiavenato no están alejadas de la verdad, teniendo en cuenta toda la historia del Paraguay, que siempre fue un pueblo trabajador y honesto, pero sin cabeza que nos dirija hacía el progreso.

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  4. La capitalidad y la indolencia de los luqueños
    Por Luis Verón

    El 19 de febrero de 1868, a las 03:15 am, la escuadra aliada forzó el paso del meandro del río Paraguay en Humaitá.

    Pese a sufrir serios desperfectos producidos por los cañones de la batería Londres, tres acorazados y tres monitores de la escuadra brasileña pudieron avanzar aguas arriba y fondearon al norte de la fortaleza paraguaya.

    Este pasaje echó por tierra la inexpugnabilidad de Humaitá, mito que detuvo a la flota enemiga desde los primeros meses del conflicto. El conocimiento del paso de Humaitá por los buques brasileños obligó al Consejo de Notables reunidos en Asunción a desocupar la capital paraguaya, convirtiéndola en una posición militar, cuyo bombardeo, en caso de no rendirse, fue ordenado por el marqués de Caxías.

    El 21 de febrero, el vicepresidente Domingo Sánchez recibió la noticia del paso de los acorazados por Humaitá y convocó un consejo de notables, para deliberar sobre los últimos acontecimientos y decidir qué hacer.

    Respondiendo a la convocatoria del Gobierno, acudieron a casa de Gobierno –actual Centro Cultural de la República– ministros, clérigos, militares y otras personalidades, quienes luego de intensos cabildeos, resolvieron declarar punto militar a Asunción y Luque capital provisoria.

    En la noche del 22 de febrero, el vicepresidente Sánchez y los funcionarios, se trasladaron en tren a Luque, nuevo asiento del Gobierno. Esa misma noche, a las 22, el vicepresidente ordenó que fuera evacuada inmediatamente la población civil asunceña y trasladada a Luque u otras ciudades del interior del país, para ponerse a salvo del ataque y bombardeo de la flota aliada.

    “En todas las calles –de Asunción– se veía un hormigueo de gentes que con grandes atados en la cabeza se dirigían hacia el camino de la Recoleta –la actual avenida España–. Y así tenían que marchar porque a tan alta horas de la noche nadie podía contar con elementos de transporte.

    Todas aquellas pobres familias amanecieron bajo los corredores de los ranchos y bajo los árboles de la Recoleta, Trinidad y San Lorenzo del Campo Grande”, relató don Manuel Ávila, protagonista y testigo de aquellos sucesos.

    En días más, se conmemoran los 150 años de la declaración de la ciudad de Luque como capital de la República en el marco de la guerra que el Paraguay sostuvo contra la Tríplice conformada por la Argentina, el Brasil y el Uruguay.

    Conversando con connotados luqueños, me contaron que dicha fecha pasará sin pena ni gloria, pues a las autoridades municipales de la ciudad no les importa en lo más mínimo y que, tal vez, algunos grupos y entidades culturales, podrían hacer algún recordatorio. ¡Una lástima! Si era un partido de fútbol, tal vez movía más patriotismo.

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