Violencia juvenil y debilidad institucional

El episodio de violencia estudiantil perpetrado el viernes pasado en el Colegio Nacional, en el cual unos pocos alumnos mayores decidieron conformar una patota para obligar a otros a cortarse el cabello, llevando a cabo atentados contra la dignidad y la libertad de algunos de sus compañeros, acabó en medidas punitorias asumidas por las autoridades de la institución, respaldadas por el Ministerio de Educación y Cultura, consistentes en la suspensión de siete de ellos y la expulsión de cuatro, sanciones a las cuales siguieron otro acto de fuerza de los afectados, que decidieron resistirse dentro del predio de la institución, debiendo ser desalojados por la fuerza o poco menos.

Estos hechos podrían parecer triviales en sí mismos si desde otra óptica más amplia se observa el desorden que parece inundar nuestra sociedad en general, pero reflejan algo más profundo y preocupante, cual es que algunos jóvenes que apenas están saliendo de la adolescencia, provenientes de familias integradas, con acceso a una educación formal de buen nivel relativo, se comporten igual a gamberros o patoteros que carecen de esas ventajas.

Esta grotesca manifestación de conducta vulgar y violenta contrasta mucho con las condiciones de existencia de estos estudiantes, citadas anteriormente, disociación que obliga –o debería obligar– a reflexionar con mucha preocupación acerca de los verdaderos orígenes de la perturbación psicológica en ciertos grupos e individuos del sector juvenil de nuestra sociedad.

Si la violencia es perpetrada por chicos de barrios marginales la explicación que suele darse de ella invariablemente incurre en el simplismo de atribuir la fuente de todo a la pobreza y las carencias familiares y de educación. Se repite este aserto y la discusión acaba, con lo que se da paso a otra suposición: la de que cuando las condiciones socioeconómicas y culturales mejoren, automáticamente estos males desaparecerán. En este esquema explicativo elemental, por consiguiente, los victimarios quedan exculpados al considerárselos a ellos también víctimas de un sistema social y político defectuoso e injusto.

Pero cuando las mismas anomalías como la agresividad, la inconducta, el desprecio por las reglas y la desadaptación social se manifiestan en grupos de jóvenes que nunca padecieron las carencias de los marginales, entonces la famosa hipótesis de localizar las causas de todo mal social en ese mítico “sistema” aludido cae por su base.

Algún factor o factores más reales y concretos están fallando en nuestro país en el caso de los jóvenes que se salen de línea sin los motivos clásicos aparentes. Tal vez estos males tengan otra base oculta en el pésimo funcionamiento general de la institucionalidad que permite los vacíos de autoridad y la impunidad, como efectos de la negligencia de quienes tienen que mantener el orden público y hacer respetar las normas de convivencia.

Veamos más detalladamente este caso de los estudiantes del Colegio Nacional. La madre de una de las víctimas de la agresiva patota declaró que “…agarraron a mi hijo, le metieron al centro (local del centro de estudiantes), le cortaron el pelo y le amenazaron de muerte. Son 81 las víctimas de estos chicos”. Esta señora recurrió a una comisaría, donde el propio comisario le expresó que “tenía que sacarle nomás del colegio a mi hijo porque siempre ellos (los agresores) resuelven con sus contactos”. ¡Qué gran consuelo de parte de la autoridad!

Se diría que en el consejo de ese comisario están contenidas casi todas las explicaciones de las causas del caso bajo comentario. Por de pronto, lo que más rápidamente resalta es la impunidad, el mal general del país. Estos estudiantes de conducta desviada hacen lo que quieren porque sus actos no tienen consecuencias. Hay gente mayor con influencias que les dan respaldo y, con eso, los envalentonan.

No menos destacable en este episodio es la notoria debilidad que padecen las autoridades a cuyo cargo está el manejo del orden en nuestro país. Resulta que para obligar a comportarse debidamente a un grupo reducido de jóvenes estudiantes insubordinados, el director del colegio tuvo que pedir auxilio nada menos que al ministro de Educación y Cultura, al Ministerio Público y a la Policía. Tres instituciones que, se suponen de la más alta jerarquía orgánica del Estado, tampoco se atrevieron a intervenir directa y eficazmente. En efecto, el ministro, a su vez, tuvo que presentar una acción de amparo para obtener una orden de desalojo judicial.

Francamente ridículo.

Se supone que en una sociedad donde las leyes y las instituciones se respetan por principio, no por excepción, la Policía tiene que actuar inmediatamente ante la simple denuncia y reclamo de un director académico, decano, rector o como sea el título del cargo superior que la institución educativa posea. Pero aquí resulta que para resolver un caso menor, como el de este episodio del Colegio Nacional, el pobre director tuvo que ejecutar una larga parábola, que llegó hasta las cimas de dos Poderes del Estado, a fin de conseguir una medida correctiva elemental.

¡Qué triste papel hacemos en este país con nuestras débiles autoridades, perezosas, burocráticas, ineficientes, al extremo de tener que sacudir todo el aparato estatal para corregir la mala conducta de media docena de adolescentes!

Así que, por una parte, debemos preocuparnos por la posibilidad de que la conducta juvenil desviada hacia la agresividad o la ilicitud en general se agrave, dadas las facilidades que existen para el efecto; y, por otra parte, que la flacidez de nuestro sistema correctivo general y el de nuestras autoridades, en particular, hagan decaer tanto el respeto hacia las instituciones que una mayoría, harta de todo esto, en un momento dado decida actuar por su cuenta, en cuyo caso tendríamos que comenzar a emplear otra palabra temible: anarquía.

Podemos imaginar qué nos depara el futuro en este país si, con el transcurrir del tiempo, chicos como estos que fueron sancionados recientemente llegaran a convertirse en políticos o en jefes de cualquier institución pública.

El vacío de autoridad, la debilidad institucional, la ineficiencia de los funcionarios y sus mandos, la prepotencia basada en la influencia política y la impunidad general constituyen los grandes males subyacentes hoy en día en nuestra sociedad. Ameritan que la cuestión sea tratada muy seriamente.

http://www.abc.com.py/edicion-impresa/editorial/violencia-juvenil-y-debilidad-institucional-1518850.html

17 comentarios en “Violencia juvenil y debilidad institucional”

  1. Conjugando la barbarie

    Copar, cortar, cerrar, bloquear, ocupar… Estos –y muchos otros- son los verbos conjugados hoy por los sectores trogloditas y regresivos de la sociedad que no conocen otro lenguaje que el empujón, el copamiento, el insulto, el avasallamiento y la provocación que equiparan a protesta pública.
    Antes de utilizar los mecanismos institucionales de reclamo prefieren la algarada, el tumulto, la revuelta, en suma, porque en su torcida comprensión del ejercicio de un derecho confunden garrote con ley y la calle con los estrados judiciales. Y ni siquiera somos originales en esta práctica cavernícola. La estamos copiando de verdaderos maestros en la materia que son los argentinos, doctorados en la ciencia de colapsar ciudades, impedir el funcionamiento de instituciones y convertir el día a día de ese país en un verdadero infierno invivible.

    Y aquí es necesario hacer una salvedad para evitar confusiones. Una cosa es ejercer el derecho al reclamo y otra muy diferente la pataleta por la causa menos heroica del mundo. La manifestación del 23 de octubre de 1931 frente al Palacio de Gobierno tuvo como objetivo poner en primer plano el delicado asunto de la ocupación del Chaco por parte la Bolivia de entonces. Ochenta y cinco años más tarde, cuatro “aventajados” alumnos del Colegio Nacional de la Capital cerraron la institución, sede del emblemático Centro 23 de Octubre, porque fueron sancionados disciplinariamente. Los manifestantes de la preguerra del Chaco ardían en patriotismo ante el ultraje territorial. Los “cuatro gatos” de anteayer protestaban ante una suspensión, por lo que decidieron clausurar la entrada al colegio e interrumpir su funcionamiento. ¿Se entiende la desmesura del medio utilizado en el reclamo?

    Esto ocurre cada vez con mayor frecuencia ante cualquier motivo, por pedestre que sea. Si una injusticia desborda la paciencia popular es entonces cuando la casa o la oficina le quedan chicas al ciudadano que necesita la calle para desparramar su disconformidad. Pasa cuando los precios suben sin control o la inseguridad derriba puertas y se mete en la intimidad de los hogares para destruir familias y provocar tragedias. En esos casos, ¿quién puede criticar el mal humor popular, sobre todo cuando es acicateado tanto por acción como por omisión de la autoridad pública?

    Lo malo es cuando la legitimidad del reclamo ciudadano es devaluada por tonterías que nada significan, o cuando está movida por intereses que representan a muy pocos pero que sin embargo son capaces de obturar la vida pública clausurando un cruce central de avenidas y paralizando toda una ciudad. En París, Tokio o Nueva York tal despropósito se saldaría con gases lacrimógenos, infantería antimotines y un puñado de detenidos. Y nadie osaría decir que tales urbes responden a modelos antidemocráticos. Lo que sí tienen presente sus autoridades es el valor de la pérdida de tiempo medida en dólares o euros la hora, concepto que nuestros copiones de la militancia troglodita no quieren, o no les interesa, comprender.

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  2. La justicia del linchamiento

    Por Carolina Cuenca

    Una alumna es maltratada en el colegio por un profesor y los padres proponen llamar al canal tal para que todo el mundo se entere y así presionar la salida del mismo; alumnos encierran a sus profesores, varios de ellos acusados de corrupción, los incomunican durante horas y tienen más visibilidad mediática que cualquier otra actividad cultural o académica del año; unos chicos hacen bullying a sus compañeros de menor edad en el cole y la cosa se filma. Primera premisa, «se mediatiza, luego existe». ¡Qué gran poder le damos los ciudadanos a la mediatización! Segunda premisa, no importa tanto el fondo de los problemas, sino que ganen los buenos. Claro, la masa decide quiénes son los buenos y punto. Tercera premisa, las instituciones están desacreditadas al máximo. ¿Qué viene luego? Quizás un linchamiento. Porque cuando reina la impunidad, el sentido de justicia se deforma. Lo único que clama el corazón es una satisfacción por el camino que sea, aparece la ira con cara de héroe pero con su violencia solo se convierte en nuestro lado oscuro.

    No nos engañemos. No hay justicia en la mentalidad del linchamiento. Solo desquite. Y ya bastaría, si no fuera porque así no damos ni un paso adelante.

    La justicia es un factor humanizante de la convivencia. Es necesaria como la paz y la libertad. Nos rebelamos ante su ausencia. Nos empobrece su manipulación. Pero nunca está fuera de nuestros esquemas e ideales. Ni siquiera los mafiosos viven sin cierto sentido de justicia. Pero, cuidado, si los caciques de la tribu –y la prensa es parte del consejo que guía la aldea global de nuestro tiempo– miran para otro lado ante los abusos de sus protegidos, peor aún, apoyan el linchamiento como método justiciero, no se quejen luego de caer como víctimas de sus propias recetas.

    No hay justicia sin sano discernimiento, sin legítima defensa, sin deseo de bien. Amigos, ¿por qué no miramos un poco más allá y revisamos por dentro de dónde viene la situación actual en cuanto a la injusticia? Veremos que es la gran deuda del poder, pero también nuestra gran deuda social. Los paraguayos somos hijos de gente de bien y nos debemos a nosotros mismos la posibilidad de reencontrar un camino más humano que el linchamiento y la venganza, porque tan humano como el enojo son la inteligencia y el uso de la voluntad para el dominio propio.

    La virtud todavía no ha muerto entre nosotros, es solo que no es tan mediática como el vicio, se aleja de la masificación, vivifica y unifica el ser, marca el grado de civilización. No somos orcos, somos personas y como tales tenemos que reconstruir el tejido moral del que hablaba el finado monseñor Rolón. Eso requiere el coraje de ir contracorriente cuando la masa solo quiere desquite.

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  3. Botellazos y un feroz “cero”
    17 septiembre, 2016
    Por Jorge Paredes

    Me viene a la memoria este refrán “Estudia y no serás cuando crecido juguete vulgar de las pasiones y esclavo servil de los tiranos”. Lo escuchaba decir a un profesor en la época de la dictadura cuando a nadie se le permitía pensar o expresar sus ideas y mucho menos protestar.

    Luego se vino el golpe en el año 1989 y empezó a soplar vientos de cambio. Se empezó a utilizar más la palabra democracia, incipiente aún, pero estaba en boca de todos, aun en los que sostenían la dictadura.

    Desde el año 1992, con la nueva Constitución Nacional ya se instaló la libre expresión, la libertad de la manifestación y otras libertades que no se gozaban durante el gobierno dictatorial.

    En ese tren, entre el año 1994 hasta 1996 apareció “Enriquito” como viceministro de la Juventud. Sus amigos y cercanos lo llamaban cariñosamente así. En aquel tiempo “Enriquito” me parecía un tipo muy democrático. Se involucraba mucho en la actividad de la juventud. Claro, es hijo de un perseguido político en la época stronista.

    Luego fue diputado, intendente de Asunción y ocupó otros cargos. Finalmente, fue nominado como titular del Ministerio de Educación y Cultura. En esos primeros días de haber asumido como titular del MEC a “Enriquito” se lo vio entre los estudiantes como “uno más”. Incluso chateaba con ellos vía WhatsApp.

    Pero ahora, con la protesta estudiantil para reclamar más plata para Educación “Enriquito” nos salió con cierto aire de dictadorcillo. Amenazó con el “cero” y con poner “ausente” a los alumnos que tomen parte de la movilización, y a los docentes con el “descuento”.

    Con esto, “Enriquito” se gana su primer “feroz cero”. Tal vez para defender a un gobierno nacional que tampoco se interesa mucho por la educación, como los otros gobiernos que pasaron. Ayer, esos mismos jóvenes con quienes chateaba les lanzó botellas de agua porque le perdieron la confianza. También le dedicaron el cántico “Riera basura, vos sos la dictadura” por su provocación.

    Del “wasapeo” se pasó al botellazo. Duró poco la confianza.

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  4. Rol de los padres

    Por Rafael Montiel

    La violencia estudiantil desatada en el estadio municipal Dos Bocas de San Ignacio, Dpto. de Misiones, así como otros episodios a nivel país, debe llamar la atención de las autoridades educativas y de los padres de familia. Uno de los eslabones más importantes que falla en el proceso de la educación son los padres de familia, quienes en su mayoría, salvo honrosas excepciones, no cumplen sus roles como principal educador y socializador de sus hijos.

    Papá y mamá son responsables directos de la formación de los niños y adolescentes. La familia es la primera escuela educadora y formadora donde se aprenden valores, como el respeto, tolerancia, afecto, comprensión, amor filial, unidad, responsabilidad, incluso trabajo y reglas de convivencia.

    Si bien la escuela es el segundo hogar y los maestros tienen una misión tan importante, la familia es la principal institución educadora. Los padres, además de brindar protección, alimentación, vestimenta y salud, tienen la enorme responsabilidad de ser guía, orientador y formador de sus hijos. Si no cumplen sus roles, la sociedad se encamina hacia la violencia, la intolerancia y la falta de entendimiento. Estos desvalores sumados a los vicios de alcoholismo y drogadicción puede convertir a la comunidad en un ambiente hostil, lleno de conflictos sociales incontrolables.

    Además de la permisividad, donde todo raya en la delincuencia, se promueve el libertinaje sin ninguna responsabilidad penal ni social. Los padres no pueden desobligarse de la misión de ser guía y orientador de sus hijos; están obligados a brindarles lo que necesita un ser humano para crecer y educarse para que en el futuro sean personas útiles a su familia, la sociedad y la Patria. La familia debe acompañar la educación académica de sus hijos; establecer horarios de estudios para el aprendizaje y dialogar con sus vástagos, aunque haya rebeldía sin causa propia de la edad biológica.

    La educación es una tarea compleja que requiere de la cooperación de todos los estamentos sociales, pero el mayor peso recae sobre los padres.

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  5. Pichones de machos violentos

    Por Ilde Silvero

    Los hombres aficionados a la violencia intrafamiliar no vinieron del infierno montados en llameantes dragones. En realidad, las personas adictas a golpear y denigrar a los demás, principalmente a mujeres y niños, aprendieron tales hábitos en el hogar, en la barra de amigos y en el colegio. Por eso es tan preocupante lo que pasó esta semana en el Colegio Nacional de la Capital, donde algunos alumnos de los últimos cursos siembran el terror entre sus compañeros adolescentes.

    Alumnos mayores, incluso con 18 años cumplidos, admitieron que es una “costumbre” en tal colegio encerrar a los de menor edad en el local del centro de estudiantes, despojarlos de sus uniformes y raparles la cabeza “para que tengan aspecto varonil”. Luego, les derraman agua y les tiran al patio para que todos se burlen de los humillados de turno.

    Ciertos padres justificaron tal salvajismo y claro abuso de menores (bullying) argumentando que “son cosas de los chicos”, “así siempre fue aquí”, “es la tradición del CNC”, etc. Como los principales cabecillas fueron expulsados del colegio, una de las madres reaccionó airadamente asegurando que su hijo “no hizo nada” y que “todos los chicos luego deben usar el pelo corto, como los cadetes”.

    Lamentablemente, mucha gente no es consciente de que los maltratadores de mujeres y abusadores de menores no adoptan tales conductas porque un día amanecieron pirevai. La personalidad de estos delincuentes se fue formando de a poco, iniciándose en la casa y luego en el colegio.

    Las primeras “lecciones” de cómo ser un hombre violento se aprenden en la intimidad del hogar. Hay niños que crecen sin que nadie les ponga límites, les diga que no cuando debe ser no y ante el menor lloriqueo o pataleta, les dan lo que quieren. El chico maleducado empieza a creer que él siempre tiene la razón y todos los demás deben cumplir sus deseos. También adquiere el hábito de insultar o golpear a los más chiquitos pues sabe que nadie le dirá nada por ello.

    Ya en el colegio, el pichón de abusador va perfeccionando su método de acoso a los más débiles. Los prepotentes forman una claque y empiezan a burlarse, tomarles el pelo y humillar a los más tímidos e indefensos. Les ponen apodos peyorativos, les hacen zancadillas, les comen sus meriendas y, como el caso del CNC, les obligan a raparse la cabeza.

    Cuando estos jóvenes, formados al estilo varonil, como cadetes militares, llegan a tener parejas e hijos, sus hábitos de prepotencia y abuso no desaparecen. De hecho, no conocen otro modelo de vida que el de imponer siempre su voluntad y castigar físicamente a quienes no satisfacen sus deseos, aunque sean sus familiares íntimos.

    La educación no se reduce a sumar 2 más 2 ni saber escribir “mamá me ama”. La genuina formación implica aprender a vivir en sociedad, respetar a los demás, proteger a los más débiles, servir a los necesitados, dialogar con quienes piensan diferente y jamás recurrir a la violencia para imponer caprichos personales o grupales. No olvidemos nunca que si creamos cuervos, algún día nos comerán los ojos.

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  6. Emergencia desatendida

    Por Rolando Niella

    El diccionario de la Real Academia define la palabra ‘emergencia’: “Situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata”. Es esta la tercera acepción, pero es la que nos interesa en este caso, porque nadie puede negar que el estado de las escuelas públicas realmente constituye un desastre, un peligro y requiere atención inmediata.

    Ya no se trata solamente de que la pobreza de infraestructuras dificulte la enseñanza y el aprendizaje, sino sobre todo de techos y paredes que se desploman, un día sí y otro también, poniendo en peligro la integridad física de los estudiantes. Solo un azar afortunado o algún milagro ha evitado hasta el momento que haya heridos graves o inclusive víctimas fatales. Declarar Emergencia de Infraestructuras Educativas fue una de las primeras medidas que tomó el actual ministro de Educación, Enrique Riera, tras pactarlo en una reunión con representantes de los estudiantes secundarios, nada más asumir el cargo, el 9 de mayo de este año. Estamos pasando mediados de setiembre y el Congreso Nacional aún no se ha tomado la molestia de tratar la ley correspondiente.

    Tampoco es que el Ministerio de Educación haya demostrado ser muy eficiente: diez de los catorce lotes de licitación para reparación de escuelas fueron declarados desiertos, así que las refacciones tendrán que esperar al año que viene; pero al menos en el Ministerio hubo reacción: sustitución de los funcionarios responsables y preocupación ante la demora que produjo este fracaso de la adjudicación de obras.

    En cambio, la Cámara de Senadores ni siquiera se ha tomado el tiempo de tratar el proyecto de ley, como si la educación, la salud y, eventualmente, la vida de estudiantes y docentes careciera por completo de importancia. Es una vergüenza para el Parlamento y para los partidos políticos que entronizaron como legisladores a estos señores.

    En cierto sentido, uno puede entender, aunque no justificar ni comprender, que un cuerpo legislativo carezca mayoritariamente de la conciencia necesaria para dar importancia a la educación; pero ningún ser humano es tan necio o tan ignorante para no conocer el valor de la salud, la integridad física y la vida de las personas. Solo una total insensibilidad puede explicar que lleven más de cuatro meses sin aprobar una ley tan importante y tan urgente.

    ¡Cuándo van a dar los legisladores la importancia prioritaria debida a la educación! ¡Cuándo van a demostrar algo de sensibilidad y a tener en cuenta el futuro de los chicos o la angustia de los padres que envían a sus hijos a escuelas y colegios que son trampas mortales, donde solo es cuestión de tiempo para que ocurra una tragedia irreparable!

    Lo que todos estamos viendo, y muy claramente, es un desprecio supino por la educación, una insensibilidad inaudita, una falta absoluta de interés en el bienestar de las personas, especialmente por la salud y la vida de los niños y jóvenes escolares, y una despreocupación total por los sectores de menores recursos, que son los que están obligados a enviar a sus hijos a esas peligrosas ruinas a las que da vergüenza llamar escuelas y colegios.

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  7. Colorida democracia
    18 septiembre, 2016
    Por Fernanda Robles

    En medio de la marcha de estudiantes secundarios, me tocó escuchar el discurso de una representante del Colegio Nacional de la Capital, que entre llantos describía que a pesar de la difícil situación que está viviendo en su colegio, y las advertencias del ministro, decidió ir a la plaza a gritar que quería una mejor educación. De fondo se escuchaba a otros miles aplaudiendo, levantando banderas y carteles de colores que llevaban como insignia todas sus reivindicaciones.

    Nací en democracia, pero nunca la sentí como ahora. Cuando cursé la secundaria era alumna de un colegio donde la directora era lo más parecido a lo que conocía de la historia de la dictadura. Debíamos ir perfectamente uniformados, camisas sin arrugas, mocasines lustrados, con la cabellera impecablemente recogida con goma blanca, uñas cortas y nada de coquetería; en la fila debíamos entonar el himno con fuerza sin salir de la línea.

    Y pobre del que no cumpla con estas reglas. A los 12 años, en plena pubertad, aprendimos una clase de disciplina, pero no de libertades.

    Tuvieron que pasar años para que una generación se despierte y reclame derechos. Esta es esa. No solo nos muestran cómo enfrentar las actitudes dictatoriales de algunas autoridades, nos muestran el camino para mejorar, para cambiar el país. Ellos son el futuro, y saben lo que quieren.

    No les importó las advertencias. Salieron de las aulas, marcharon por las calles, y con gritos expresaron mil emociones. Alegría por el despertar, pero tristeza por las carencias que sufren, rabia e impotencia por tener que llegar a estas instancias para que los escuchen.

    Así como no tuvieron miedo a esa cantidad de policías, y a la actitud desafiante del ministro Enrique Riera, nosotros no tengamos miedo a pedir lo que falta.

    El año pasado ya nos dieron una clase sobre democracia, ahora nos dieron una clase de refuerzo. No nos volvamos a dormir, no nos olvidemos de los pasos para el cambio, no nos quedemos con discursos y mesas de diálogo, no paremos hasta ver el cambio.

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  8. Ratas sin colas
    19 Sep 2016

    Por Alex Noguera

    Ponerle la cola al burro es un clásico juego infantil que antaño se practicaba en los cumpleaños y que hoy, con tanto internet, quedó en el olvido. Consiste en vendar los ojos a los participantes, darles vueltas para desorientarlos, y luego –por turno– pinchar la cola en un dibujo colocado en la pared.

    Una versión de este inocente juego se dio el viernes con la marcha de secundarios. Los invitados fueron unos 10.000 y el agasajado recibió botellas de agua de regalo. Todos estaban desorientados. Primero: el cumpleañero recibió el “gigantesco cero” que había prometido para otros, pero el baño de bendita agua le hizo abrir los ojos. Segundo: los invitados debían comportarse y no descontrolarse porque con esa actitud no generan aliados, que son lo que necesitan. Los que analizan a profundidad los sucesos sospechan que en algún lugar un despechado no invitado quedó con las costillas doloridas a causa de la risa por la ridiculez con que se desarrollaron los hechos.

    Dejando de lado esa visión y retomando la realidad, la jornada del viernes debería ser objeto de lástima. Los jóvenes idealistas hicieron una admirable demostración de fuerza y organización, desafiaron “al sistema” y convocaron a miles de descontentos… pero se tomaron con el animal equivocado. No era en el sector de los orejas largas, sino a los de cola más fina donde debían reclamar.

    Históricamente la educación fue un problema en Paraguay. Ya el doctor Francia obligaba a que todos supieran leer, pero no a debatir; luego de 1870 ni siquiera ya hubo aulas. Durante 35 años Stroessner sólo destinó 1% del PIB a educación y recién después del golpe de 1989 esta inversión sufrió incremento. Pero el país demoró un cuarto de siglo para superar un 3,7% y finalmente este año alcanzó un histórico 4,1%.

    “Si se le cayese siquiera media teja del techo de su casa, y con mucha más razón sobre alguno de sus hijos, al día siguiente un séquito de albañiles estaría subsanando el peligro, sin embargo, si es para reparar aulas el trato es desigual”.

    Podemos ver el vaso medio lleno y presumir que República Dominicana apenas destina 2,2% a educación, o Perú 2,8% y Panamá 3,5%; u observar el contenido medio vacío con Colombia que llega al 4,4% o Chile y Uruguay que se anotan 4,5%, México 5,2%, Brasil 5,8%, Argentina y Costa Rica 6,3%, e incluso los bolivianos que dan cátedra con 8,7%. Y acá, mientras la Unesco recomienda una inversión de 7% y los alumnos exigen esta causa nacional, las aulas se caen a pedazos, incluso hiriendo a niños, que son hijos de algún paraguayo.

    Cinco meses transcurrieron desde que aquel 5 de mayo Marta Lafuente “se hiciera a un lado”. Asumió Riera y las negociaciones desembocaron en que el 11 de mayo se presentara el proyecto para declarar emergencia en la educación pública. Recién el 1 de junio Diputados aprobó el proyecto de ley y pasó al Senado.

    Este tardó más de dos meses, exactamente 72 días, para que el 11 de agosto aprobara el proyecto de ley con la modificación de “interés nacional” lo que antes era “situación de emergencia la infraestructura de las instituciones educativas”. Parece una burla, una afrenta.

    De entre las miles de fotos que recogió la prensa durante la manifestación del viernes, hay una en la que se lee “Sacaron las ratas de don vito. Faltan los del Congreso”. Con errores ortográficos, esa expresión refleja mejor que cualquier botella de agua dónde realmente está el problema.

    Supongo que a cualquiera en el Parlamento si se le cayese siquiera media teja del techo de su casa, y con mucha más razón sobre alguno de sus hijos, al día siguiente un séquito de albañiles estaría subsanando el peligro, sin embargo, si es para reparar aulas el trato es desigual.

    La jornada del viernes debería ser objeto de lástima: en el cumpleaños todos tanteaban pinchar la pared, en tanto un solitario cartel proponía cambiar el tipo de cola para que el clásico juego infantil tuviera sentido. Mientras, un invitado ausente reía a carcajadas. ¿Quién le pone la cola a la rata?

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  9. Amenazas, provocación y botellazos
    19 septiembre, 2016
    Por Santiago González

    No deja de asombrarme cómo el ser humano es capaz de cambiar su forma de ser y de actuar de un momento a otro lo que constituía su cualidad principal. Hace exactamente un año los estudiantes tomaban las calles exigiendo que la corrupción salga de las aulas, que los libros y los útiles escolares lleguen a las escuelas y que el compromiso sea aumentar el PIB para educación.

    Mientras la crisis aumentaba con escuelas caídas la ministra Lafuente seguía sin interpretar la necesidad de dialogar y dar claras señales de solución a los problemas. Tan incapaz fue Lafuente de escuchar los genuinos reclamos de los estudiantes que terminó renunciando a su cargo como única salida para destrabar el conflicto.

    A raíz de todo este movimiento Enrique Riera se convirtió en ministro de Educación. Él mismo destacó la importancia de jóvenes movilizados exigiendo sus derechos y peleando por mejores condiciones.

    A un año parece que la amnesia le jugó una mala pasada el ministro Riera. Toda esa capacidad de diálogo terminó en una amenaza que a 24 horas de la nueva movilización estudiantil advirtió sobre medidas disciplinarias para aquellos que salgan a las calles a pedir 7% del PIB para la educación.

    ¿Qué le pasó al ministro? ¿Olvidó el camino por el cual llegó hasta esa oficina? ¿Acaso puede lo urgente esperar? Derrotado por estudiantes que no cedieron ante el cuco del castigo salió a provocar a secundarios que cometieron el error de caer en el juego y reaccionaron con una violencia injustificable arrojando botellas de agua a Riera.

    Desde el primer momento admiré la capacidad de diálogo de Riera pero lo último que hizo solo me hace verlo como un falso oportunista que nos engañó con un perfil que hoy está muy alejado de su forma de actuar ante los secundarios.

    Ojalá el ministro pueda ponerse a la altura del momento que vivimos, que deje de asumir el rol de provocador y que entienda que lejos de amenazar es tiempo de dialogar para construir entre todos.

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  10. Reclamo juvenil

    Los estudiantes secundarios, que protagonizaron una vez más una manifestación, solicitan mayor asignación de recursos para la educación. Los jóvenes salieron nuevamente a las calles, ante el incumplimiento de las promesas del ministro de Educación, Enrique Riera, quien cuando asumió el cargo, logró ganarse la simpatía de los estudiantes y había generado mucha aceptación de la ciudadanía por su apertura para el mejoramiento de todo lo que se refiere a infraestructura escolar.
    La situación de la educación en nuestro país nunca estuvo en la agenda de los políticos. Si lo colocaron fue solamente para el discurso populista y para aprovechar mejor los recursos destinados a ese sector para beneficios particulares. Si en la dictadura la educación estaba sometida a los designios del dictador, en democracia está supeditada a los intereses de caudillejos analfabetos y voraces, quienes con total desparpajo groseramente se enriquecen robando la merienda a los niños y construyendo locales escolares precarios y sobrefacturados, poniendo en peligro la vida de los niños.
    Los negociados con la merienda escolar constituyen los robos más vergonzosos para la sociedad paraguaya, pero lo más escandaloso es la complicidad de los fiscales, igual o más corruptos, quienes dejan impune esta calamidad.
    Paraguay sigue siendo en toda América Latina uno de los países con menor inversión en educación. El reclamo de los estudiantes es que se llegue al 7 por ciento del PIB en inversión. No existe otro camino para el desarrollo del país. La única vía es la educación, si seguimos soportando el subdesarrollo es precisamente porque nuestros gobernantes nunca priorizaron este aspecto tan sensible para nuestra sociedad.
    Es saludable que los jóvenes sigan insistiendo con movilizaciones para lograr las transformaciones requeridas para el sector educativo. La clase política saca ventajas de la ignorancia de nuestro pueblo, porque puede seguir manteniendo sus privilegios, con una ciudadanía sometida que no cuestiona y solamente agradece las migajas que los sinvergüenzas distribuyen, presentándose como generosos y benevolentes.

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  11. Las causas profundas del conflicto educativo

    El conflicto de la educación se está agravando porque se habla mucho de la rebelión estudiantil y poco de sus causas profundas. Tampoco se buscan soluciones creativas y, si fuera necesario, excepcionales, al problema educativo, ni siquiera a sus aspectos más obvios e inmediatos, como las ruinosas infraestructuras o la mala calidad de la enseñanza.

    Lo primero que hay que tener claro es que el problema no es que los estudiantes estén en rebeldía. Por el contrario, los estudiantes están en rebeldía porque la educación es un problema. Un problema que tiene raíces muy profundas, causas arraigadas y enquistadas en el sistema político y administrativo de nuestro país.

    No hay conciencia verdadera, no hay convicción real de la importancia de la educación y, en consecuencia, no hay preocupación sincera por la calidad de la educación ni voluntad política de hacer lo necesario para mejorarla. Cuando las autoridades hablan de “priorizar la educación”, se escuchan solo palabras sin contenido, que no pueden trasmitir una convicción de la que carecen.

    No tiene conciencia del valor de la educación el Poder Ejecutivo. No tiene conciencia institucional del valor de la enseñanza el propio Ministerio de Educación, que está más bien organizado para la política que para administrar la educación, de manera que cambiar ministros no es suficiente para lograr que la maquinaria ministerial funcione como debiera.

    Tampoco tienen conciencia del valor de la educación el Congreso Nacional y las fuerzas políticas que lo integran, como han demostrado ampliamente al no tratar durante meses el proyecto de Ley de Emergencia Educativa. Ni qué decir tiene que carecen de preocupación por la educación las Gobernaciones y las Municipalidades, que mayoritariamente malgastaron o malversaron el dinero de Fonacide.

    No tiene conciencia del valor de la educación el Poder Judicial, que no ha tomado medida serias ante el despilfarro y la malversación del dinero de la educación y que parece más propenso a evitar las denuncias, ralentizar los procesos y mirar hacia otra parte, ante sucesos tan graves como escuelas ruinosas o derrumbadas o ante descaradas malversaciones y docentes fantasmas.

    No tienen conciencia del valor y la importancia de la educación las propias autoridades académicas, que con poca vergüenza y ninguna autocrítica, ven caer año a año la calidad educativa en todas las mediciones internacionales de resultados académicos, tanto en la primaria como en la secundaria y la universidad, pero se vienen oponiendo a cualquier intento serio de reforma.

    Ni siquiera todos los docentes que, con sus sueldos insuficientes y sus horarios desproporcionados, son tan víctimas de la falta de conciencia del valor de la educación como los estudiantes (pero que, como hemos visto ocurrir en la UNA, dicen que apoyan a los estudiantes pero votan en contra), parecen tener conciencia de la necesidad de una verdadera y profunda reforma educativa.

    Por supuesto que en todas esas instituciones y estamentos habrá excepciones meritorias, pero las excepciones no son ni lo bastante numerosas, ni lo suficientemente poderosas para resultar realmente significativas. Inclusive la ciudadanía hasta hace poco estaba como anestesiada ante el problema educativo; aunque por fortuna ahora está tomando real conciencia del valor de la educación, gracias precisamente al enorme impacto que está teniendo la rebelión estudiantil.

    Va para un año que esta situación de protestas y de medidas de fuerza, de instituciones educativas paralizadas y protestas sistemáticas se mantiene sin que se vean síntomas de solución. Por supuesto, la tensión se agrava porque el enojo de los estudiantes crece y su paciencia se agota.

    El resultado es el que todos conocemos: Todas las carreras de la Universidad Nacional están en paro. Cada vez más estudiantes secundarios se suman a la rebelión y apoyan medidas de presión cada vez más fuertes. De hecho, si los escolares de la primaria no están también en rebeldía es solo porque no tienen la edad suficiente y no porque les falten motivos.

    Retomando el principio de este artículo: el problema no es precisamente la rebeldía estudiantil; el problema es la educación, es la falta de conciencia de su importancia, es la poca voluntad política y académica de reformar profundamente el sistema educativo.

    Hay que dejarse de tonterías, dejarse de escusas, dejar de decir “no hay dinero” (porque para robar sí hay), dejar de decir “no se puede” y conseguir el dinero y buscar creativamente la forma de poder. Eso es lo que se debe hacer ante una catástrofe como es hoy por hoy la educación, eso es lo que se hace ante una emergencia. Eso es lo que no se está haciendo y por eso los estudiantes siguen en rebeldía.

    Por Rolando Niella

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/las-causas-profundas-del-conflicto-educativo-1522155.html

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  12. No se pueden negar exámenes por deudas en los colegios

    Los casos de estudiantes a quienes se les niega rendir los exámenes finales por situaciones de mora en las cuotas de varios colegios privados y subvencionados, además de ser una clara violación legal, constituyen una situación perjudicial para muchos jóvenes, a quienes se les expone al riesgo de perder el año lectivo por una situación reiterativa, que debería ser mejor manejada por los propios padres de familia, por las autoridades de los colegios y mucho mejor controlada por el MEC. Los traumas a los que se somete a los alumnos, además de perjudicar su rendimiento, generan una innecesaria carga negativa para un sistema educativo en crisis.

    Solo cuatro de cada diez estudiantes están al día con sus cuotas mensuales en los colegios privados y privados subvencionados de Asunción y el área metropolitana, según datos de la Asociación de Instituciones Educativas Católicas del Paraguay (Asiec). Es decir, se registra una mora del 60% en la mayoría de las instituciones.

    Ante esta situación, nuevamente se denuncian casos en que las autoridades de varios colegios buscan prohibir que los alumnos que adeudan sus cuotas puedan rendir los exámenes finales, en clara violación a la Ley 3587 “De protección de la niñez y de la adolescencia en el ámbito educativo privado”, que establece claramente en su artículo 2: “En caso de cuotas y aranceles vencidos e impagos por parte de los responsables, las instituciones educativas no podrán: 1. retener las libretas de calificaciones, de exámenes parciales o finales; 2. hacer público el estado de cuenta de las cuotas y aranceles educativos; y, 3. hacer decaer los plazos de las cuotas y aranceles educativos no vencidos”.

    La falta de pago de las cuotas y aranceles vencidos solo habilita a la institución a dar por rescindido el contrato de prestación del servicio educativo y demandar el cobro judicial de las cuotas y aranceles vencidos, más los intereses moratorios legalmente admitidos, según la legislación.

    Sin embargo, cada año se denuncian casos de alumnos a los que no se permite rendir los exámenes finales y corren el riesgo de perder el año lectivo, sin contar los traumas que esta situación genera en los jóvenes.

    Esta situación reiterativa, claramente ilegal, debería ser mejor manejada por los propios padres de familia, por las autoridades de los colegios y mejor controlada por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC).

    Debe haber un sinceramiento de los padres , quienes muchas veces, por querer aparentar una determinada imagen ante el entorno social, envían a sus hijos a colegios con un alto costo de cuotas y servicios, los cuales realmente no pueden pagar y caen en una situación de mora que luego no pueden alcanzar a cubrir, causando un mayor daño a los alumnos.

    De igual manera, las autoridades de los colegios deben asumir que la educación es principalmente un servicio social, antes que un negocio y deben facilitar instancias de diálogo con los padres de familia, para buscar formas de solución que no impliquen asumir medidas drásticas, que además son ilegales, como impedir que concluyan el año lectivo.

    Igualmente, el MEC debe proceder a un control más estricto sobre lo que está sucediendo y aplicar las debidas sanciones previstas a los colegios que incumplan la ley, pero además debe abrir canales de diálogo y negociación con los padres de familia y directivos de colegios, para hallar una solución que beneficie a todos. Los traumas a los que se somete a los alumnos, además de perjudicar su rendimiento, generan una innecesaria carga negativa para un sistema educativo en crisis.

    http://www.ultimahora.com/no-se-pueden-negar-examenes-deudas-los-colegios-n1038344.html

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  13. Transformaciones en la educación pública deben iniciarse de inmediato

    El año lectivo en escuelas y colegios de la República entró en su recta final. El año que se cierra deja algunas razones para abrigar esperanzas con respecto al futuro cercano de la educación media. La “toma de colegios” de parte de estudiantes en reclamo de una mejor educación demuestra que existe un genuino y positivo interés de la actual generación de estudiantes en su formación y en la gestión de los recursos destinados a ella.
    El protagonismo de los estudiantes es saludable –siempre que se mantenga en un plano constructivo y de tolerancia–, ya que sin la activa participación de este estamento y de los docentes será muy difícil concretar los cambios que la educación paraguaya necesita con urgencia. Otro punto que es necesario destacar del año lectivo que concluye es la serie de reuniones que el Ministerio de Educación impulsó con diferentes sectores de la sociedad –empresarios, profesionales, organizaciones civiles, promotores culturales, etcétera– con miras a introducir cambios y mejoras en los contenidos y programas de estudio.
    La participación de estos grupos en este campo –promovida por el propio MEC– es fundamental para construir una educación ajustada a las características y necesidades de nuestra economía y sociedad.
    Es necesario también cambiar los paradigmas desfasados y los vicios arraigados en lo más profundo de las instituciones y del proceso educativo: es necesario encarar una renovación cultural en escuelas y colegios. Este cambio debe comenzar por lo más simple: se debe aumentar sustancialmente la cantidad de días de clase al año.
    Paraguay se encuentra entre las naciones con la menor cantidad de horas de clase en el continente, con cerca de 750 horas anuales. Esta cifra está muy por debajo de lo sugerido por la Unesco para los países en vías de desarrollo, para los cuales lo ideal es 1.000 horas de clases al año, como mínimo. En las más prósperas naciones asiáticas –en las que el desarrollo económico y social se apoyó en una educación de calidad– la cantidad de horas de clase alcanza incluso las 1.600 horas, el doble que Paraguay.
    Muchos de los cambios en la educación que tanto reclama la sociedad serán inevitablemente graduales. Existen otros, sin embargo, que pueden ser aplicados en el futuro inmediato, incluso el año entrante. La calidad en la educación –un concepto que, afortunadamente, viene siendo repetido por sectores crecientes de nuestra sociedad– debe comenzar con un paso muy sencillo: lograr que nuestros niños y jóvenes pasen más tiempo estudiando y aprendiendo en las escuelas y los colegios.
    Este y otros cambios menores pueden ser introducidos ya a partir del 2017. Es importante considerar la educación de calidad como una política de Estado, es decir, con continuidad en el tiempo y sentido estratégico y libre de las presiones coyunturales. Pero también es esencial iniciar sin más demoras las transformaciones tantas veces postergadas.

    http://diariolajornada.com.py/v6/category/editorial/

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  14. MARCHAS DOCENTES
    Andrés Granje
    Gremios docentes convocan a movilizaciones masivas en todo el país y anuncian cierres de rutas en diversos puntos en la mañana de este lunes, lo que se está cumpliendo, para acompañar el estudio del Presupuesto General de la Nación para el 2017. Con la medida de fuerza, los docentes exigen una vez más una ampliación presupuestaria con la que esperan iniciar con el pago de salario básico profesional del educador. Según el acuerdo logrado con el estado, los maestros de grado, una vez que exista presupuesto, pasarán a ganar G. 3.000.000 por turno. Actualmente perciben por ese trabajo G. 1.824.055. Además, los catedráticos que hoy cobran G. 18.425 por hora pasarían a G. 27.000. En el caso de los directores de escuela que hoy perciben 1.950.000 por turno y pasarían a ganar G. 4.000.000.
    Esta es una promesa que en su momento el Ministro de Educación Enrique Riera y el de Hacienda Santiago Peña hicieron a los gremios que hoy nuevamente adoptan esta medida de fuerza, que intranquiliza a todo el país, más teniendo en cuenta que se entra en el periodo escolar definitorio donde los niños empiezan con las pruebas finales, momento de saber cuánto han aprovechado el año escolar. Sin embargo deben distraerse como consecuencia de las huelgas y movilizaciones de los educadores que claman la jerarquización de la profesión y un mejor salario que les permitan vivir con cierto decoro y dignidad, aparte se trata de promesas formuladas después de arduas negociaciones con el sector oficial.
    Sabemos que el sueldo docente dentro del escalafón de los funcionarios públicos calificados, médicos, ingenieros, economistas y arquitectos que prestan servicio al estado es de lo más bajo, sin embargo esta situación no va a cambiar hasta que no se destine mayores recursos a la educación en el Paraguay, ese ocho por ciento del producto interno bruto por el que claman los gremios y la ciudadanía consciente en general, que es el monto que los países más atrasados del Mercosur invierten en educación, sin embargo nosotros estamos aún lejos de esa cifra y consecuentemente si no existe dinero para el arreglo de techos de escuelas o aulas más seguras, fondos para la investigación universitaria menos habrá para pagar un mejor salario a los docentes.
    Pero sucede que fruto de la politiquería barata de la clase gobernante de prometer y no cumplir, se viene el reclamo, las movilizaciones y las huelgas de los docentes en una etapa muy sensible del año escolar, esto es cíclico años tras años se vive esta etapa de intranquilidad y turbulencias cuando se aproxima fin, de año que es el momento en que se trata el tema presupuestario en el congreso.

    Esta situación genera malestar de la ciudadanía que en su primera reacción y viendo las consecuencias negativas para los estudiantes condena la actitud de los docentes tratándolos de irresponsables, aprovechadores y chantajistas por los reclamos que consideran inoportunos, sin pensar que de otra forma estas promesas jamás serán cumplidas y la educación paraguaya no mejorará nunca, sin no se da mayores erogaciones presupuestarias desde el gobierno para el sector.

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  15. Volcar grueso de recursos públicos a la educación

    El Banco Mundial presentó recientemente un informe verdaderamente lapidario acerca de la situación de la educación paraguaya en materia de infraestructura básica y de preparación docente. Un diagnóstico que cuenta con el aval técnico de una entidad internacional de la importancia del Banco Mundial debe ser tomado muy en cuenta por las autoridades nacionales.
    El documento señala que el nuestro es uno de los países con mayores carencias en sus locales escolares en lo que atañe a acceso al agua potable, disponibilidad de baños y conexión telefónica. Existe además un marcado déficit en salas de computación, laboratorios y espacios dedicados a la enseñanza de artes.
    Conviene repasar un poco los números –alarmantes– que proporciona el estudio en cuestión. Apenas el 11% de los locales escolares urbanos cumple con las exigencias básicas dispuestas por las normativas en vigencia. Este porcentaje se reduce al 1% en el caso de las escuelas ubicadas en zonas rurales.
    En 1999, el Paraguay invertía el 5,1% del PIB en educación, monto que bajó al 3,6% en la actualidad. Esta reducción en la inversión del Estado en educación va a contramano de la tendencia en el resto del continente. A primera vista además parece estar compensada por la creación del Fondo Nacional de Inversión Pública y Desarrollo (Fonacide), una conclusión falaz, ya que los recursos de este Fondo son gestionados hoy en día a través de los gobiernos municipales.
    Paralelamente, el presupuesto asignado al Ministerio de Educación para el mantenimiento de escuelas y colegios fue suprimido una vez que se instituyó el Fonacide.
    Un Estado que, por una parte, reduce su inversión en materia de educación –en los renglones más elementales, hay que recordarlo– y, por otra parte, permite un verdadero carnaval de privilegios y dinero público, es un Estado que no será viable en el mediano plazo. Un Estado que destina ingentes recursos a sostener un aparato gigantesco, lleno de recomendados, operadores políticos y otra clase de parásitos, y niega baños y agua potable a la mayor parte de las escuelas, es un Estado que debe ser transformado de raíz.
    La clase política, los legisladores, las autoridades, los funcionarios tienen el deber de cuidar hasta el último guaraní del Estado paraguayo y no derrocharlo en tan irritantes como indebidos beneficios para unos pocos. Los recursos públicos, recaudados a duras penas, pertenecen a todos los paraguayos y deben ser administrados con mesura y con un alto sentido de patriotismo, poniendo como prioridad la educación y la salud.
    Si el Paraguay aspira a algún futuro es indispensable desterrar los privilegios corporativos y sectoriales y volcar el grueso de los recursos públicos a la educación, desde universidades nacionales hasta programas de becas para estudiantes, pasando por institutos de formación docente y centros de enseñanza técnica. Esa es una política de Estado que espera la ciudadanía.

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  16. La dimensión marginada

    Por Jesús Montero Tirado

    La educación escolar y superior deben contribuir más para el desarrollo personal integral, la calidad de vida, la convivencia y la paz.

    Nuestro sistema educativo y consecuentemente los diseños curriculares que planifican estrategias para los procesos de educación y de enseñanza-aprendizaje, siguen inspirándose explícita o implícitamente en la filosofía de René Descartes (1596-1650).

    El dualismo de Descartes separó radicalmente razón de emoción, la mente y el espíritu del cuerpo y la materia. Propuso que academia y ciencia se ocupen de estudiar e investigar la materia y dejó a la Iglesia el campo del espíritu. Reconoció, como la mayoría de los filósofos y antropólogos, que el ser humano tiene esencialmente la dimensión espiritual, pero consideró que esta dimensión no era objeto de la ciencia.

    Este pensamiento ha sido superado filosófica y científicamente hace tiempo, y desde diversas ciencias se evidencia su error, como ha demostrado el famoso neurólogo A. Damásio con sus investigaciones divulgadas en “El error de Descartes” (1994). La neurología está en condiciones de demostrar que la conciencia de la propia existencia no viene del pensamiento (Descartes decía “Pienso luego existo”), sino de la emoción; no existe dualismo radical entre razón y emoción, entre mente y cuerpo, entre espíritu y materia.

    Si el psicólogo Howard Gardner ha reconocido que hay inteligencia espiritual, aunque no logró demostrar neurológicamente en qué parte del cerebro se activa (La inteligencia reformulada, 2001), el neurólogo y físico Richard Davidson, poco después ha demostrado qué neuronas se activan durante las vivencias espirituales y ha divulgado su investigación en su libro “El perfil emocional de tu cerebro” (en castellano, 2012).

    Fritjof Capra en “El Tao de la Física” (1975) deslumbra al comparar los conceptos de la física moderna (cuántica) con los de la mística de todas las épocas.

    El Dr. Leandro Sequeiros, comentando el libro de A. Moya: “Biología y Espíritu” dice que “desde el ámbito de las ciencias de la naturaleza empieza a hablarse de la espiritualidad como una dimensión de la realidad viva. Y eso a pesar de que el cientifismo reduccionista defiende la superioridad de las ciencias de la naturaleza sobre las humanidades. Esta postura sin embargo ha sido superada por Stephen Jay Gould y Edward O. Wilson. Ahora el genetista Andrés Moya, Presidente de la Asociación Española de Biología Evolutiva reflexiona sobre el tema y se sitúa en el diálogo, abierto hace medio siglo”.

    Coincide con la firme postura del científico y epistemólogo Ken Wilber en su investigación sobre “El espectro de la conciencia” y su conclusión sobre “Los tres ojos del conocimiento” y “El ojo del espíritu”. A todos ellos se suman los psicólogos de la “Psicología transpersonal”,(Maslow, Grof, Assagiolioli, Goleman…), los filósofos del Personalismo (Mounier, Lacroix, Nedoncelle), Therése Brosse en su obra “Conciencia-Energía” donde aporta las bases científicas del holismo, que concibe al ser humano en su totalidad y es “pionera del paradigma admitido en la ciencia actual, “la conciencia universal de naturaleza energética” que está por encima de los dos niveles considerados hasta ahora los únicos constituyentes del ser humano: el [sicológico y el fisiológico”. Finalmente entre los científicos que reconocen e investigan la dimensión espiritual, recuerdo a los pedagogos de la “Educación holística (Yuste, R. Gallegos…) y el consenso en la historia de la antropología (salvo el pequeño grupo del materialismo radical) en el reconocimiento de la dimensión espiritual del ser humano.

    ¿Qué argumentos puede haber para que nuestro sistema educativo y sus diseños curriculares marginen esta dimensión esencial, constituyente del ser humano? ¿Cuál es la ventaja de amputar esta dimensión en la educación?

    Cuando prescindimos de nuestra dimensión espiritual somos incapaces de vivir la trascendencia, impedimos encontrar el sentido último de nuestra vida (Viktor Frank), nos paralizamos en lo inmanente, quedamos ciegos para la contemplación estética, la ética y la moral se reducen a deontologías funcionales, la mística no encuentra espacio ni siquiera en la vigencia del amor, la religión se convierte en organización, normas y ritos estériles, la unidad humana y cósmica es solo fantasía.

    Sin desarrollo de la dimensión espiritual perdemos el potencial de la mayor fuente de energía, que enciende y trasciende todo nuestro ser y le pone alas hacia la liberación, el auténtico amor, la belleza, la unidad y la paz.

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  17. PADRE (?) Y COBARDE
    La violencia nunca es la respuesta. Es inaceptable que un padre del Colegio Santa Clara agreda físicamente a un joven durante el Intercolegial del Colegio San José. Los eventos deportivos deben ser una oportunidad para fomentar el respeto y el juego limpio. #NoALaViolencia @davortmen
    Jugaban María Auxiliadora vs. Santa Clara. Hubo un altercado propio de un partido de fútbol, cuando el padre de un jugador del Santa Clara ingresa y agrede a un jugador del María. Le mete un rodillazo en la espalda. Lugar: León Condou
    Impresionante como reina la brutalidad en todas las esferas. Los Colegios son también responsables de la seguridad de los chicos en este tipo de eventos. ¿Con qué tranquilidad dejaremos a nuestros hijos asistir a estos eventos? Ojalá se tomen medidas contra este, «padre de familia». A traición y de espalda cualquiera es fuerte.
    Esas «élites» están llenas de gente de alta sociedad pero de dudosa procedencia. Qué vergüenza. Así construimos una sociedad con mucha ira, intolerancia y violenta. En este país vale todo… no existe la justicia.

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