Los mayores plagas ni siquiera salen a las calles

Cada semana ciertos ciudadanos emprenden alguna cruzada de intolerancia extrema.En los últimos días de diciembre, el enojo estaba concentrado en los damnificados que «ocupan las calles y plazas», «ensucian todo», «derrochan el agua potable» y «raterean en las casas». En enero, la mirada estuvo puesta en los cuidacoches, que «exigen un pago, cuando el espacio es público», «son unos extorsionadores», «delincuentes». Y ahora la emprenden contra los limpiavidrios que son «violentos», «te ofrecen un servicio que no requeriste» y «te amedrentan».

En síntesis, para ciertos sectores, estos tres grupos humanos y otros que cada tanto salen al tapete, son haraganes (con y sin hache, dependiendo de la formación ortográfica del opinante), impresentables, vividores, delincuentes. Para otros, nostálgicos de un pasado idealizado cuando se podía dormir con las ventanas abiertas y no había ningún tipo de carencia del cuerpo ni del alma, el país de maravillas está estropeado por los mayores plagas, que son estas personas que se buscan la vida como mejor pueden. Nada tiene que ver con la ineptitud de los gobiernos para manejar los dineros y planificar.Y así, cuando la furia crece, los políticos sanateros aprovechan para lanzar medidas populistas que agradan a esta casta ñembo privilegiada a la que le encanta prohibir, cerrar, clausurar, encarcelar (a los otros, por supuesto).Este tipo de propuestas nada originales van desde la eliminación de grupos humanos, mediante una ordenanza, ley, decreto o cualquier otro tipo de papel que se convertirá en letra muerta, hasta la creación de hogares, escuelas, reformatorios, casas de salud mental y demás donde esconder a los molestosos.A veces se iluminan y ofrecen crear programas y cursos de capacitación a través de organismos que no tienen ganas ni tiempo de capacitar a nadie. Tampoco falta quien propone un apoyo económico, que resulta escandaloso para los correctos que se olvidan de que en este país se subsidia a todo el mundo: sojeros, ganaderos, arroceros y hasta a los transportistas que no paran de cometer abusos desde que empezó a circular el primer ómnibus en Asunción, allá por los años 40.Tal como están las cosas, los plañidos de una parte de la población van a seguir; la resignación de otros continuará y la violencia crecerá. Mientras, los ciudadanos que pagan impuesto inmobiliario, tasas especiales, IPS, IVA, patente, renta, peajes, habilitación para conducir, precinta, caridades varias y todos los tipos de contribuciones posibles continuarán en las mismas: abonar en caja y plaguearse en las redes sociales, pero nunca, nunca, nunca demandar a los verdaderos y auténticos mayores plagas del Paraguay.

Por Lupe Galiano

http://www.ultimahora.com/los-mayores-plagas-ni-siquiera-salen-las-calles-n967600.html

19 comentarios en “Los mayores plagas ni siquiera salen a las calles”

  1. QUÉ HACER CON LOS LIMPIAVIDRIOS

    Andrés Granje

    El gobierno nacional y la Municipalidad de Asunción piensan reconvertir a los limpiavidrios enseñándoles oficios diversos de tal forma que puedan dedicarse a actividades más productivas y dignas. A través del Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP) se los capacitará en plomería, electricidad o albañilería, para luego conseguirles empleo con salario mínimo y seguro social. Esto trascendió luego de una reunión entre el ministro de Trabajo, Guillermo Sosa y el Presidente de la Junta Municipal de Asunción Hugo Ramírez. El secretario de Estado explicó que hay tres niveles para lograr el objetivo: el primero es de la educación y comunicación, el segundo consiste en los incentivos y facilitación de los procesos de formalización y, por último, están las multas y sanciones para quienes violen este proceso.

    En realidad los limpiavidrios representan el rostro descarnado de la miseria y la pobreza extrema que en ocasiones desde los sectores oficiales quieren disfrazar o maquillar con subterfugios o eufemismos, cuando la realidad grita las paupérrimas condiciones de miles de jóvenes y niños hijos de la inequidad y la injusticia social. Partimos de una premisa muy sencilla nadie va desear para sí ni para sus hijos la penuria y la humillación de tener que mendigar en los cruces semafóricos unas cuantas monedas para la subsistencia familiar. Es probable que luego la estadía en la calle haya sentado costumbre y la costumbre crea leyes en el sentido que muchos de ellos ya están a gusto en la calle Y no conozcan otra forma de vida y se sientan a gusto en esta situación de ignominia y humillación permanente en que viven.

    Por eso es auspicioso que el gobierno nacional y la Municipalidad de Asunción se preocupen y vean la forma de ejecutar lo más pronto posible la reconversión de los limpiavidrios, que no son solamente muchachones como en principio, hoy día existen mujeres y niños, es decir la familia completa que viven en esta situación de precariedad absoluta, condenados al infortunio y la falta de oportunidades, sin posibilidades a acceder a beneficios tan elementales como la salud o la educación, esta situación extrema debe ser solucionado en corto tiempo, basta ya de discursos y discusiones sobre el tema es la hora de poner mano a la obra de otra forma la explosión social se puede dar en cualquier momento con consecuencias mucho más grave para el país.

    Sabemos que un emprendimiento de esta naturaleza significará una importante erogación económica para las arcas del estado, pero seguir en este estado de marginalidad permanente, en que lo informal se enseñorea de toda la actividad en la capital y las principales ciudades del país tiene consecuencias más dolorosas y un costo infinitamente mayor que lo pueda resultar de esta inversión social a realizar.

    Sabemos que para llegar al objetivo primero hay que vencer la resistencia o convencer a los mismos que serán beneficiados con el proyecto y que en la actualidad están en la calle, sucede que muchos ya asimilaron esta forma de vida y les resulta difícil tener que abandonarlo, comenzar de nuevo, aprender un oficio, someterse a una disciplina que ahora no lo tienen, sin embargo, esta deuda social se debe liquidar cuanto antes.

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  2. Iguales desde la línea de partida

    Por Pablo Noe

    Juan camina por la calle sin rumbo fijo. Hoy tuvo un día difícil y aunque pudo rescatar algunas monedas para engañar el estómago, sigue pensando cómo hacer para completar la jornada sin tener que pasar hambre otra vez, una realidad que debiera ser absolutamente ajena para un chico de solo 10 años. De repente detiene sus pasos, observa absorto como José está feliz jugando al fútbol en su casa. Esa pelota nueva le enamora. Desea tenerla en sus manos, poder acariciarla con los pies para celebrar un gol y abrazarse con la gloria.

    En un instante despierta de sus sueños escuchando un pedido de ayuda. Es José quien le ruega que le acerque el balón, que escapó y llegó a la calle. Juan no lo piensa dos veces, corriendo va al encuentro de ese preciado elemento. Lo alcanza, disfrutando de ese instante como si fuera eterno. Sin mucho trámite, muy a pesar suyo, porque le hubiera gustado que el momento fuera más extenso, cumple con su compromiso, lo devuelve a su dueño, quien con una sonrisa agradece ese gesto. Juancito continúa con sus pasos que lo llevan a hacia ningún lugar.

    La sociedad es un colectivo en el que convivimos entre todos. Los que más tienen y los que más padecen. Los que desde niños deben cumplir con la infausta tarea de trabajar para comer y los que tuvieron la suerte de nacer en una cuna de oro. En medio de estos extremos existen un montón de clasificaciones que son infinitas. Lo innegable es que en el Paraguay la desigualdad muestra su rostro en todas partes.

    En donde no se puede seguir admitiendo que exista una diferencia tan marcada es en el punto inicial de todo esquema que pretenda construir un destino mejor para todos: la educación. Así como Juan y José viven realidades absoluta y radicalmente diferentes, el sistema educativo paraguayo exhibe un amplio menú de opciones que resulta preocupante. No se debe permitir un abanico tan amplio, en el que los que nada tienen sufren de privaciones inadmisibles, y los que poseen mayores recursos estén a años luz de distancia.

    En nuestro país sufrimos al ver instituciones educativas en condiciones indecentes y miserables dentro del sistema público. Seguimos encontrando escuelas sin condiciones mínimas de infraestructura edilicia, con bibliotecas pobres y desactualizadas. Muchos maestros deben establecer metas académicas incluyendo en su esquema los problemas sociales de sus estudiantes, como punto de análisis para intentar alcanzar objetivos semestrales. La merienda escolar que aparece en los primeros meses y después desaparece misteriosamente del menú estudiantil. Condiciones en las que estudiar más que un derecho se convierte en una aventura.

    En frente a esta realidad están las instituciones del sistema privado que ofrecen un sistema de mejor calidad, en donde el alumno tiene más elementos para desarrollar su potencial, preparándose para los desafíos de la sociedad del conocimiento y del mundo globalizado. La diferencia esencial radica en la profundidad de la billetera de quien pueda financiar una mejor educación para sus hijos.

    Nefasto es para este análisis intentar igualar para abajo a todos. Lo ideal sería que el Ministerio de Educación y Cultura encabece un proceso en el que las políticas públicas tengan objetivos claros y en donde no se negocie la calidad educativa bajo ninguna perspectiva. Debemos alcanzar acuerdos sociales en donde los puntos comunes sean factores que nos empujen a trazar un rumbo claro al que queremos arribar como colectivo social.

    Las diferencias cualitativas profundas no pueden seguir sosteniéndose de ninguna manera. Tenemos que entender que en el país vivimos en conjunto y que con diferencias y semejanzas, la línea de partida debe ser igual para todos. Es innegociable seguir lucrando con el futuro de nuestros hijos, ya sea robando recursos de instituciones estatales o lucrando con propuestas privadas que tienen como objetivo real la generación de ganancias y no una educación de calidad. Los objetivos educativos para construir un Paraguay mejor deben estar claramente establecidos y no quedar al arbitrio del mercado o frustrados por la voracidad de algún oportunista de turno.

    Si no entendemos que esta es la piedra angular en donde debemos sostener los esquemas de transformación que eliminen las desigualdades, estamos repitiendo fórmulas perniciosas que nos están empujando hacia una sostenida mediocridad, en la que todos salimos perdiendo.

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  3. Amamos el plagueo

    Por Sergio Noe
    Plagueo es una palabra deliciosamente paraguaya, que según el Diccionario de la Real Academia, es «hablar interminablemente de las desdichas propias». Es un clásico de nuestra cultura quejarnos de todo, contando a medio mundo la insatisfacción que sufrimos ante los productos en mal estado de una marca, el sinsabor del maltrato en los servicios estatales, el accionar de los políticos de turno, entre otros más.

    Somos un pueblo conformista en algunos aspectos, que ama sufrir y que sobrevive para contarlo. Y también somos propensos al plagueo y proclives a la inacción y la desidia. Nos encanta (amamos, diría) quejarnos en la vida real y en las redes sociales. Tiroteamos contra todos: contra la línea del transporte inservible, contra el político que no rindió cuentas y contra mil cosas más.

    Sin embargo, seguimos subiéndonos todos los benditos días al mismo bus destartalado y votando a aquellos impresentables que no nos representan y que no les interesa si viajamos bien o no, si vamos a una escuela decente, si contamos con un trabajo digno, y ni qué decir, de un estilo de vida de calidad.

    Esperamos que explote la bomba o que alguien muera para darnos cuenta de que nuestros plagueos, si no superan la mera catarsis o el desahogo en Facebook, no valen para nada. Tampoco quiero desestimar el poder de la palabra, el diálogo y el debate, herramientas necesarias para construir una democracia tan postergada en Paraguay.

    Librarnos de las injusticias y la corrupción que nos sofoca por todas partes no será fácil. Considero que cada uno de nosotros tiene su cuota de responsabilidad en este cambalache y debe tomarlo como un compromiso personal salir del pozo, empleando todas las vías que la democracia nos brinda para hacer valer nuestros derechos. Reitero. No es fácil.

    Desde el sufragio responsable –sin la venta de nuestro voto– hasta el compromiso de estudiar nuestras leyes, denunciar los abusos que sufrimos, asociarnos, manifestarnos en las calles, involucrarnos en la vida comunitaria que nos toca de cerca, ser parte de una comisión vecinal, ser contralores en una cooperativa o simplemente radicar denuncias ante las autoridades competentes, por citar algunos ejemplos, ya estamos poniendo el granito de arena y caminando hacia el justo ejercicio de nuestra conducta cívica, muy saludable e ineludible para fortalecer nuestra frágil democracia.

    Pero seamos sinceros. No somos hombres de compromiso. Amamos el plagueo. Especialmente adoramos desahogarnos en Facebook –y me refiero particularmente a los plagueos improductivos– y postergamos, por dar un ejemplo, nuestra visita a la Secretaría de Defensa del Consumidor. «Es una pérdida de tiempo», decimos. Y seguimos escribiendo nuestras desdichas en Facebook. Y así, por ejemplo, en vez de generar estadísticas fiables de los malos servicios recibidos, damos un paso marcha atrás para construir la democracia.

    Antes de concluir este artículo, le pido un favor. Piense antes de escribir en Facebook y dé un paso adelante para construir democracia con acciones y no solo con palabras. ¡Hechos por favor! Gracias.

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  4. Nuestra pobreza natural

    Somos el país pletórico. Cómo puede ser que luego de tanto robo sistemático todavía esta tierra siga dando riquezas y más riquezas. Los recursos no se agotan nunca, nos parece. La impresión que tenemos es que somos una nación en cuyo corazón crece el cuerno de la abundancia. Pero en realidad eso no es cierto.

    Somos el país del aguante. Esta tierra lo que sí da en abundancia son hombres y mujeres bien acostumbrados a vivir mal. Es decir, no se vive si no se sobrevive creyendo que eso es la vida. Entonces, ante tan mala calidad de vida, elevamos la mirada al cielo agradeciendo que Dios ahorca pero no mata. Agradecemos que a veces amanezcamos con un mendrugo de pan para llevarlo a la boca.

    La abundancia natural de la que hablábamos no tiene sentido si también abundan los pobres. ¿Qué sentido tiene producir tantos alimentos si tenemos millones de famélicos? ¿A qué alegrarnos cuando el quebranto es nuestra segunda piel? Los indigentes en general luchan día a día para salir de tal condición. Aquellos que afirman que ellos son felices así y prefieren tal situación a una mejor se equivocan, un árbol les impide ver el bosque, hacen un paso inductivo falso a partir de una simple impresión. Ningún miserable quiere la miseria.

    Pero la primera riqueza, aquella que se fija en los recursos naturales, en la feracidad de la tierra, proviene de una materialidad que no depende de nosotros en principio. Es decir, la naturaleza ya estaba ahí puesta. En todo caso, la acción humana puede con el tiempo arruinar tal fertilidad. En general, solemos sentirnos afortunados y afirmamos cosas como que esta nación es bendita por no tener tsunamis, volcanes ni terremotos. Las crecidas de los ríos y las tormentas son una clase de desastre más bondadoso, decimos.

    Pero la abundancia que me preocupa es la segunda. Esa que produce pobres por doquier. Creemos que son parte también del paisaje natural y ese es el gran error. Los seres humanos tenemos tal o cual condición por acciones sociohistóricas que luego vamos reproduciendo. Por cuestiones genéticas tenemos un fenotipo determinado, pero nacemos pobres por una mala gestión política o porque otros compatriotas han robado históricamente.

    La pobreza humana no es natural. Si hay pobres es porque algo no funciona en la sociedad. Es porque el Estado está infiltrado por traidores, por mentirosos que han prometido algo y han hecho lo contrario. La solución a la pobreza debe venir de políticas públicas eficientes que solo serán tales si se combate la corrupción y la impunidad de aquellos administradores públicos que colaboran con ella. El voto es una de las armas que tenemos. La otra es la participación directa como ciudadanos.

    Sergio Cáceres Mercado

    http://www.ultimahora.com/nuestra-pobreza-natural-n967310.html

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  5. No toda la culpa es del “limpiavidrios”
    Por Mariano Nin

    La calle es un infierno. Escucho en la radio que el termómetro frente a un shopping marca 52 grados, puede ser, el calor es insoportable. Una mujer con un bebé en brazos se acerca a pedir monedas. Detrás de otro vehículo un limpiavidrios tira un chorro de agua sobre el vidrio de un vehículo y comienza una discusión.

    El chico mira con odio al conductor que accionó su limpiaparabrisas en señal de protesta. Tiene unos 20 años y mucha rabia contenida. El conductor chorrea sudor y sigue con los insultos, mientras el limpiavidrios, impasible, busca otra víctima. Desde un colectivo destartalado la gente se amontona para mirar por la ventana. Es el tema de conversación, un cambio de luces, y todo vuelve a repetirse. Una y otra vez.

    Es como una pequeña lucha de clases propiciada por la falta de políticas públicas que generen menos desigualdad y más compromiso. Si a un chico se le frustra el acceso a la educación apuntará su supervivencia a la calle y si el Estado no vela por sus derechos, entonces, ese chico renegará de las leyes y la convivencia, solamente para sobrevivir. Solo 60 de cada 100 alumnos alcanzan la secundaria, dejando expuestos a los menos favorecidos.

    Es parte del problema. Hace poco el representante de los limpiavidrios decía que casi todos los limpiavidrios son expresidiarios, desnudando otro problema no menor: la falta de un programa de reinserción social que les permita mínimamente ganarse el sustento.

    Pero la violencia, esa si es responsabilidad del limpiavidrios. Los demás, tampoco tienen la culpa. Así, por más negociaciones y programas gubernamentales que se pongan en práctica, la situación no va a cambiar. Los que tienen que cambiar son los funcionarios corruptos a quienes les pagamos el sueldo para desarrollar mecanismos que nos permitan vivir en paz e igualdad… a todos.

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  6. El problema de los cuidacoches

    En los últimos días el actual Intendente de la ciudad de Asunción ha anunciado reiteradamente que se encuentra desarrollando un proyecto que contempla alternativas laborales para los cuidacoches y limpiaparabrisas. La actividad de los cuidacoches constituye un flagelo que ha ido en permanente crecimiento en los últimos veinticinco o más años y que no pasa de constituir una simple extorsión para quienes estacionan sus vehículos en la vía pública.

    La proliferación de estos avivados se debió fundamentalmente a la omisión culpable de los gobiernos municipales y de la policía que nunca se han animado a enfrentar el problema, fundamentalmente por las implicancias electorales que cualquier medida represiva pudiera generar.

    Esta grave situación que afecta a gran parte de los ciudadanos que son víctimas de esta grosera extorsión, exige que el gobierno central y también la intendencia municipal, adopten medidas concretas para acabar con estos grupos que se han atribuido la propiedad y el derecho de explotación de las vías públicas.

    Lo que hacen los cuidacoches y limpiaparabrisas es un delito, y la policía, la intendencia municipal y el ministerio público, no pueden seguir mirando para otro lado mientras los ciudadanos son víctimas de estos delincuentes. Es hora de adoptar medidas que restituyan la seguridad y den protección a los miles de ciudadanos que asisten a sus lugares de trabajo, a un espectáculo deportivo o artístico, a un centro médico o realizan cualquier otra actividad en varios sectores de la ciudad.

    Ahora bien, la sola persecución penal a estos extorsionadores no constituye una solución ideal, ya que se deben encontrar y desarrollar urgentes programas que permitan ofrecer verdaderas alternativas laborales a estos grupos.

    El problema es complejo por lo que deben descartarse por completo las recetas de contenido populista. Una alternativa es organizar a los cuidacoches y limpiaparabrisas en cooperativas multiactivas que ofrezcan diversos tipos de servicios, como de plomería, electricidad, construcción, etc. Esto requerirá acuerdos con el Servicio Nacional de Promoción Profesional para que imparta diversos cursos de artes y oficios, cada vez más difíciles de conseguir en la ciudad. El éxito de esta solución pasa necesariamente por la firme e intransigente decisión de las autoridades de no permitir que los cuidacoches y limpiaparabrisas sigan desarrollando impunemente sus actividades extorsivas a la vista de la policía nacional y de los agentes fiscales. Debe tenerse presente que una actividad lícita, difícilmente generará los mismos recursos que los que se recaudan amenazando y extorsionando a los propietarios de los vehículos que se estacionan en la vía pública. Si no hay rigurosidad por parte de las autoridades, los programas que pretendan ofrecer alternativas laborales estarán destinados irremediablemente al fracaso.

    Es el momento de que los ciudadanos exijamos a nuestras autoridades respeto y protección. Ya no se puede consentir que algunos se beneficien atormentando a la gente con el ofrecimiento de servicios no requeridos, que no tienen derecho de explotar y que no pasan de constituir un delito claramente previsto y castigado por el Código Penal. En este sentido, no hay ninguna diferencia entre la extorsión de los cuidacoches con la actividad de los motochorros, peajeros o los asaltantes de bancos. Esto es así aunque algunos dirigentes sindicales defiendan a los cuidacoches, limpiaparabrisas y también a los peajeros, criticando lo que tradicionalmente denominan “criminalización de los reclamos sociales”.

    Oscar Germán Latorre

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  7. El sueño de una ciudad sin los limpiavidrios

    Por Gustavo A. Olmedo B.

    La Junta Municipal de Asunción aprobó ayer la ordenanza que prohíbe la permanencia y el trabajo de los limpiavidrios en las calles de la ciudad. Sin dudas, la respuesta a un justificado reclamo ciudadano, al que habría que sumar el problema de los cuidacoches, quizás hasta más grave que este, si consideramos las denuncias de violencia registradas con aquellas personas que, en la mayoría de los casos, con prepotencia se adueñan de los espacios públicos.

    Pero sería de estúpidos pensar que una ordenanza municipal puede solucionar un problema tan complejo como este, resultado de una serie de factores sociales, culturales y políticos por todos conocidos.

    Y el intendente Mario Ferreiro tiene razón al afirmar que de nada valdría aprobar esta normativa sin un pacto «político, social y financiero» con el Gobierno central que permita crear las condiciones necesarias para que estas personas, que necesitan educación y trabajo, puedan tener alternativas válidas y reales.

    A todos nos gustaría que por ley podamos eliminar a los pobres y solucionar todos los dramas que afectan a esta castigada ciudad capital; pero no es así. Sacar a los limpiavidrios de las calles, muchos de ellos, niños y jóvenes, incluso con bebés en brazos, es una necesidad imperiosa, pues se están violando derechos humanos fundamentales, pero es necesario ser realistas y saber que la cosa no acabará con multas y una simple normativa.

    Aquí lo positivo es que los concejales «por fin han tomado nota» de las quejas y dramas existentes y buscan intervenir de alguna forma. Pero esto no sirve más que como un puntapié inicial.

    Si bien la ordenanza contempla capacitaciones para estos trabajadores informales, a través del SNPP y empresas privadas, está claro que la Comuna capitalina no tiene capacidad alguna para enfrentar esta compleja problemática en las condiciones actuales; es más, ni siquiera puede resolver el tema de la recolección de basura en el microcentro.

    ¿Y qué harán cuando esta gente salga de igual manera y no tengan para pagar los 20 o 70 jornales mínimos de multa? ¿Acaso van a enviarlos a todos a la cárcel? Sin un trabajo conjunto con las instituciones del Estado, así como la creación de un equipo técnico multidisciplinario, con objetivos concretos, plazos reales, financiación, apoyo familiar, etcétera, esta propuesta será «letra muerta», un sueño sin sustento.

    Esta coyuntura debería aprovecharse para profundizar seriamente sobre esta problemática y sus protagonistas, seres humanos con dignidad; víctimas de la explosiva mezcla de pobreza, falta de educación y familias destruidas.

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  8. Prohibido ser pobre

    Por Miguel H. López |

    Sencillamente de idiotas es la decisión de 11 concejales de Asunción ayer en la Junta: prohibir la existencia de limpiavidrios.

    Aquellos compatriotas que por falta de posibilidades laborales limpian parabrisas en las esquinas por monedas, deberán esfumarse, desaparecer junto con sus necesidades y miserias, desde el 1 de abril próximo (si el intendente Mario Ferreiro, en el plazo de 15 días, aprueba la ordenanza).

    La normativa, aún no promulgada, no solo prohíbe la actividad sino que impone severísimas sanciones. Aparte de condenas previstas en el Código Penal, quienes osen transgredir deberán pagar entre 20 (G. 1.400.000 aproximadamente) y 70 (G. 4.900.000 aproximadamente) jornales mínimos. Si por miserables –de extrema pobreza– y falta de trabajo se dedican a limpiar parabrisas de sol a sol, ¿cómo podrían pagar semejantes montos?

    El colorado Daniel Centurión, ideólogo de la ordenanza, dijo: «Estamos comprometidos a que no haya más limpiavidrios en las calles y a no perpetuar la mendicidad».

    Con lógicas similares y peligrosamente disparatadas, el mundo se volvió menos habitable en distintas épocas de la historia. Lastimosamente siempre hubo y habrá personajes mediocres que llegan al poder para representar a la gente y terminan acometiendo los peores delitos sociales pensables, sin hablar de las idioteces e imbecilidades propias de quienes no conocen de nada, pero presumen saber de todo, incluyendo de cómo y de qué manera debe vivir la gente, cuando que ni sus vidas son capaces de ordenar.

    La eliminación de limpiavidrios es una burrada del tamaño de Júpiter, porque se originan en la inequidad social. Es similar al disparate del presidente Cartes que hace unas semanas dispuso por decreto el combate y la eliminación de la corrupción.

    Si todo esto fuera lógico y congruente, qué fácil sería erradicar la pobreza, las enfermedades, los problemas ambientales, el histórico drama agrario y los malos colorados. Con ordenanzas, decretos o leyes, algún parlamentario o autoridad tarambana podría convertir este sofocante pozo llamado Paraguay en un país de maravilla. Demasiado disparate –hasta criminal, a veces– fluye últimamente de la cabeza de muchos «gobernantes» centrales, municipales o departamentales. Y la gente que acompaña estas ideas, como mínimo, es cómplice.

    El drama de fondo en este caso no son los limpiavidrios, sino la indolencia de una sociedad permisiva, conservadora, que no reclama a quienes deben generar reales oportunidades a la gente; y de los gobernantes de turno que tienen la obligación –sin opciones– de hacer que cada habitante tenga cubiertas sus necesidades básicas en condiciones de dignidad. Japoína.

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  9. Lobos disfrazados de corderos
    feb 26, 2016
    El tema de limpiavidrios en los últimos días, la polémica eterna de los cuidacoches y los vendedores ambulantes que pretenden subir a buses climatizados son los rostros más conocidos de un grave problema social que es la pobreza en Paraguay. Pero no solo la pobreza en términos económicos, sino de lo que implica la carencia de dignidad humana e iniciativa de personas, que buscan la salida más fácil a los dramas que les toca en el transcurso de sus existencias.

    Si analizamos la situación de fondo, existe una realidad insoslayable, las carencias de miles de familias que sobreviven en una sociedad desigual. Sin embargo, el verdadero inconveniente que debemos superar es la miserable manera en la que los actores de la élite política se aprovechan de esta realidad para intentar sacar rédito sin pensar en alternativas de solución reales que pudieran marcar un nuevo destino al país, incluyendo a la gente en ese esquema.

    Las posiciones tibias, las declaraciones volátiles, que intentan acomodarse al público, sin demarcar posturas firmes, son las que más perjudican este escenario. Es momento de ser claros, y que las actitudes queden delimitadas correctamente para que el ciudadano pueda entender quién es quién en este tema. No alcanza con intentar satisfacer a un grupo al que se le deben favores, por el simple hecho que son los que garantizan el cargo político que ocupan esas autoridades coyunturalmente.

    No podemos seguir pensando que con la ley iremos cambiando y moldeando conductas. Tampoco podemos permitirnos seguir ignorando la legislación vigente y con excusas que son insuficientes, seguir tolerando la violación de las mismas. No se puede pretender que bajo el razonamiento de la necesidad como justificación para todo se creen categorías ciudadanas que rompan con el esquema de igualdad ante la norma que debemos respetar en una República que pretende ser seria.

    Otro punto que es fundamental para derribar con este esquema pernicioso es apuntar la mira hacia quienes son responsables directos de esta situación, quienes están al frente de las instituciones que deben velar por el interés general de la mayoría. Esos que se legitiman con la voluntad popular expresada en el voto libre, pero que al momento de llegar al poder, ignoran la voz de quienes los pusieron en ese sitio de privilegio para llenarse de prebendas, como fin último de su interés político.

    Estas autoridades, que pierden respaldo popular por su endeble manejo al frente de los entes, son lobos disfrazados de corderos, que en lugar de optar por las alternativas más complicadas, que apunten a una soluciones racionales y sustentables de los problemas, también caen en el esquema de apuntar a la salida más rápida y fácil. Se olvidan de su compromiso con la ciudadanía y buscan todos los recursos para eternizarse en el poder, o blindarse, llenando sus alforjas al salir del mismo.

    Es tiempo que los ciudadanos de bien comprendan que solamente con la actitud participativa que interpele a quienes buscan engañar al pueblo se puede construir un país mejor para todos. Si seguimos pasivos mirando cómo nos mienten y con el agravante que lo hacen en nombre de los más necesitados, lo único que conseguiremos es seguir en el atraso, la mediocridad y la pobreza. Una pobreza, entendida desde esa visión amplia, que traspasa los límites de la condición monetaria y bucea en lo profundo del ser humano, que por esencia busca la trascendencia.

    Para construir una comunidad rica, debemos valorarnos, saber que somos dignos de un mejor manejo de los recursos que genuinamente nos pertenecen y que quienes están administrándolos, lo hacen bajo nuestra atenta vigilancia. De lo contrario, nunca nada va a cambiar.

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  10. LIMPIAVIDRIOS

    Andrés Granje

    La Junta Municipal de Asunción aprobó por 11 votos a favor y 7 en contra la ordenanza que prohíbe la actividad de los denominados limpiavidrios desde el 1 de abril próximo. Ahora, el Ejecutivo comunal deberá aprobarlo o rechazar la normativa. Si Ferreiro aprueba la ordenanza, desde el 1 de abril ya no debería haber limpiavidrios en las calles de Asunción. Hubo dos dictámenes, el segundo que pedía el rechazo de esta ordenanza fue presentado por el edil Rodrigo Buongermini, que no fue aceptado. El Concejal Daniel Centurión proyectista de la ordenanza aprobada, explicó que a partir de la aprobación de esta ordenanza, el Ejecutivo municipal tiene 15 días para expedirse sobre esta normativa que veda la actividad de los limpiavidrios.

    Muchos piensan que esta ordenanza en el caso que fuera aprobada por el Intendente Ferreiro, será de cumplimiento imposible, porque no existe forma de sacar a este ejército de trabajadores informales que se adueñaron de las esquinas asuncenas y que realizan estas actividades no apreciada por los automovilistas, mientras haya pobreza en el país. Esta actividad más que un trabajo concertado entre las partes aparece como una imposición de uno de los sectores el prestador del servicio que sin autorización lo hace y luego con prepotencia exigiendo el cobro de la prestación. Se podrá argumentar y con razón que cuando el hambre golpea las tripas y vísceras de los desahuciados, no existe pudor y menos remilgos a la hora de presionar para pedir monedas, lo que es denigrante y decante y lastima a todos por igual.

    Se afirma igualmente que si se quería sacar a los limpiavidrios de la calle, no hacía falta ninguna ordenanza adicional, ya que existen leyes muy claras que prohíben estas actividades y se sabe que en la prelación de las leyes una ley está por encima de una ordenanza y consecuentemente la policía, fiscales y jueces tienen los medios legales para sacar a los jóvenes de esta actividad. Sin embargo como la policía no actúa sino en caso de acontecimientos importantes como fechas patrias, asunción de un nuevo presidente, visita de mandatarios extranjeros que asisten a cumbres o reuniones importantes, entonces la policía guarda a los limpiavidrios y vendedores por un tiempo hasta que de vuelta retornen a sus países los visitantes.

    La medida no nos parece desacertada, ya que en las esquinas siempre al lado de las personas que trabajan honestamente limpiando vidrios están los pilluelos amigos de lo ajeno que en el menor descuido cometen pequeñas sisas que generan un estado de inseguridad constante sin que la policía impida que esto acontezca. Dios quiera que se efectivice una parte importante de la nueva ordenanza donde se habla que estos jóvenes serán capacitados por el estado y la municipalidad en oficios productivos donde después pueden conseguir los fondos para la mantención de sus familias. Lamentablemente mientras hayan las asimetrías sociales y la mala distribución de la riqueza en el país seguirán pululando los limpiavidrios y personas que se dedican a subempleos y la mendicidad como forma de ganarse el pan cotidiano.

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  11. El verso de la ordenanza “mágica”

    Por Gabriela Báez

    “Esos molestos limpiavidrios. Más que trabajadores son chantajistas”, decía una señora que viajaba frente a mí en el colectivo. Esa opinión es la de muchos otros ciudadanos que están hartos de que se les imponga un servicio que pasó de ser opcional a obligatorio. Me incluyo en esa línea. Nadie puede amenazarte con destruir partes de tu auto ni decirte malas palabras solo por negarte a que te limpien el parabrisas.

    Sin embargo, pese a todo, me parece sensata la decisión tomada por el intendente de Asunción, Mario Ferreiro, quien anunció que rechazará la ordenanza que, como por arte de magia, pretende prohibir limpiavidrios en las calles. Un simple papel no va a solucionar la cuestión de fondo. Con una ordenanza no se acaba la mendicidad ni la pobreza. Si así fuese, deberíamos usar también esta vía para eliminar todos los problemas sociales, no solo este.

    Si se les prohíbe a ellos limpiar parabrisas pueden ocurrir dos cosas: muchos van a salir directamente a robar o van a migrar hacia otras ciudades. No tienen muchas alternativas. Es necesario ser más inteligentes y buscar una alternativa mejor, integral. Por ejemplo, hacer un censo de la gente que se dedica a ese rubro y ofrecerles cursos de oficio para que puedan trabajar dignamente sin la necesidad de salir a la calle. Ojo, considero que la vía no es el subsidio. Ellos necesitan puestos de trabajo. Es fácil que caiga plata de arriba y dejar de trabajar, la idea no es esa.

    Abramos los ojos, apoyemos ideas claras y factibles, veamos el problema en su totalidad y no superficialmente. Porque con esta lógica, debemos hacer ya nomás las ordenanzas que prohíban el dengue, la pobreza y la violencia. Y sí, es igual de descabellado lo que quieren hacer con los limpiavidrios.

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  12. Esconder el drama social bajo la alfombra

    Por Andrés Colmán Gutiérrez –

    En 1983 se produjo una de las mayores crecientes del río Paraguay y los pobladores humildes de la Chacarita tuvieron que migrar obligadamente desde las zonas inundables hasta el sector alto de Asunción. Un grupo numeroso se instaló sobre Yegros, detrás de la sede de la Universidad Católica, en busca de refugio en precarias chozas de hule y cartón.

    El panorama de la improvisada villa miseria le molestó al dictador Stroessner, que cada mañana pasaba por allí, en su trayecto desde Mburuvicha Róga hasta el Palacio de López. Entonces decidió solucionar el problema: ordenó al intendente de facto, Porfirio Pereira Ruiz Díaz, que levante una colorida y alta mampara cerrando la calle, para tapar la visión del lamentable caserío.

    Aquella especie de muralla de Berlín fue famosa en la época. Ya nadie veía a los pobres, por lo tanto la pobreza no existía. Pero detrás de la colorida muralla se seguía tejiendo el descontento social que años más tarde le costaría la caída al propio dictador.

    Lo que hizo Stroessner es más o menos lo mismo que pretenden hacer ahora una mayoría de los concejales de Asunción y San Lorenzo, con respecto el controvertido tema de los limpiavidrios.

    Prohibir a través de una ordenanza la actividad de los informales que simulan limpiar parabrisas en los semáforos, como estrategia de sobrevivencia, es solo tratar de esconder el drama social bajo la alfombra. Es como ponerle una curita a la herida, sin tratarla previamente. La herida seguirá agravándose y el cuerpo seguirá enfermo. Es cierto que la existencia de los limpiavidrios incomoda a un amplio sector de la ciudadanía. Es una presencia extorsiva en las calles, pero también es la expresión de una problemática más profunda, que no se diluirá con apenas sacarlos por la fuerza de las calles.

    He cuestionado al intendente Mario Ferreiro por sus vacilaciones en el caso Karina, o por la desprolijidad con que manejó las desvinculaciones laborales de los supuestos planilleros en la Comuna, pero comparto su postura de no ceder al resabio populista y dictatorial de los concejales, solo por ganarse la simpatía de una mayoría superficial y poco tolerante ante la realidad social. Que un político, a veces, esté dispuesto a perder popularidad por no traicionar principios, es algo loable.

    Coincidimos en que hay que hallar una solución a la presencia de los limpiavidrios, cuidacoches y otros personajes de la degradación urbana, pero ello solo será posible si buscamos juntos una manera más real de superar la miseria, la corrupción, la ignorancia, la exclusión social… Un proceso en el que debe involucrarse no solo la Municipalidad, sino también el Estado y toda la sociedad civil.

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  13. El drama social de los limpiavidrios y cuidacoches

    La propuesta de prohibir la actividad de los llamados limpiavidrios en esquinas y cruces semafóricos de Asunción y otras ciudades ha despertado una inmediata controversia. Estas personas –que se dedican a lavar los parabrisas de los vehículos con agua jabonosa y un escurridor de mano a cambio de dinero– se encuentran, junto a los cuidacoches, en el centro de un debate ciudadano que lleva ya muchos años y que cada cierto tiempo recobra vigor. Los que vivimos en Ciudad del Este bien sabemos cómo actúan estas personas, cuya presencia indeseable en las calles se hace cada vez más notoria.
    El repudio ciudadano proviene del comportamiento agresivo y extorsivo que muchas de estas personas tienen al ofrecer sus servicios y cobrar por ellos. No es inusual además que tomen represalias contra aquellos que se resisten a pagar o que cuestionan el monto. Vehículos rayados o abollados, vidrios rotos y robos y hasta ataques físicos suelen suceder en tales circunstancias.
    La gran cantidad de casos como estos justifica plenamente la prevención que muchos ciudadanos tienen hacia limpiavidrios y cuidacoches. Estas conductas son desde luego completamente inaceptables y deben ser combatidas con la mayor energía por las fuerzas de seguridad.
    Precisamente, el papel de la Policía es fundamental en esta problemática. Buena parte de la ciudadanía percibe que existe connivencia entre los extorsionadores y los agentes policiales, ya que a la hora de mantener el orden o no se dejan encontrar o no actúan con la debida celeridad.
    Ahora bien, sería necio negar que detrás de esta situación se encuentra un problema social auténtico. Limpiavidrios y cuidacoches no son sino partes de una amplia economía informal que gira alrededor de un eje: la calle. Allí se cruzan actividades diversas –vendedores, malabaristas callejeros, mendigos– y dramas de todo tipo –niños en situación de extrema vulnerabilidad, adicción a drogas, ancianos en situación de abandono, etc–. La resolución de estos dramas sociales no vendrá de la mera coerción: prohibiendo la presencia de ciertas personas o de determinadas actividades en la calle.
    Es preciso castigar las prácticas extorsivas y los ataques a los bienes y las personas, pero cualquier proyecto que busque una salida de fondo debe incorporar también un programa de inserción laboral. La realización de un censo y un relevamiento preciso de datos es una condición previa para legislar acerca de cualquier tema, lo mismo que las consultas y el debate con los ciudadanos.
    De igual forma, talvez resulte de utilidad también la experiencia de otros países en esta materia. Intentos de ordenar, por ejemplo, la actividad de los cuidacoches se ha producido en México y en Uruguay. En ambos casos, las normativas parten del reconocimiento de tres hechos: la calle es un espacio público que no puede ser “privatizado”; nadie puede ser forzado al pago por un servicio que no solicitó y la tarifa por el servicio debe ser voluntaria. Es de esperar que las autoridades avancen en un plan que desactive definitivamente un foco de permanente tensión y conflicto en nuestras ciudades.

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  14. Festival de disparates

    El intendente de Asunción, Mario Ferreiro, hace bien en rechazar la ordenanza aprobada por la Junta Municipal, por la cual “se prohíbe” la actividad de los limpiavidrios en las calles. No se puede prohibir lo que no es ilícito, como limpiar parabrisas, ni es un órgano comunal el que está facultado para implementar una medida de esta naturaleza. Esto correspondería, en todo caso, al Poder Legislativo, lo que por cierto resultaría irrisorio, pues sería lo mismo que declarar ilegal la mendicidad y la pobreza extrema. Pero Mario también se equivoca e incurre en un reverendo disparate al proponer como “alternativa”, según el portal hoy.com. py, un subsidio a las personas que se dedican a dicho quehacer, pues si recurrimos a la vía del absurdo su propuesta se desmoronaría con algunas pocas preguntas. Por ejemplo, por qué subsidio solo para ellos? Por qué no a las mujeres que piden limosnas con un bebé en brazos o a los chiquitos que en las mismas bocacalles venden caramelos? Por qué ya no a todos los desocupados de una vez, para no incurrir en discriminaciones? Y claro, una última, de dónde saldrían los recursos para un programa de esta envergadura?

    Mario dice que “la ciudadanía no debe asustarse al plantearse un subsidio a los limpiavidrios” e indicó que “países de Europa actualmente dan la ayuda monetaria a los refugiados sirios”. Y vuelve a meter la pata. En primer lugar, porque no somos Europa, valga la perogrullada, ni menos el país de dicho Continente que él cita, Alemania, en donde efectivamente existe no solo un subsidio a los Sirios, sino también un seguro de desempleo.

    Además, resulta de muy mal gusto comparar la realidad de los limpiavidrios, que desde luego no es nada fácil, con la de aproximadamente 250 mil sirios que tuvieron que huir de su país como ratas por tirante, Siria está enfrascado en una cruenta guerra civil, en donde solo recibían tiros y bombazos, provenientes del dictador Bashar Al Asad, Al Qaeda, el Estado Islámico y cuanto grupo terrorista existe, además de los proveniente de la aviación de los EE.UU, Francia o Rusia. Es una crisis humanitaria de dimensiones colosales que no tiene parangón, ni siquiera con las condiciones lacerantes en las que sobreviven los palestinos en la Franja de Gaza, sometidos brutalmente por el Estado sionista de Israel.

    Tal como se abordó la discusión, parece un debate entre locos. La Junta Municipal de Asunción se irguió en Poder Legislativo y el intendente adopta un discurso político que nada tiene que ver con su cargo, sino más bien, con el de un jefe de Estado o, al menos, un parlamentario o dirigente partidario.

    Son claras cuáles son las intenciones de unos y del otro. Los primeros, ganarse el apoyo de los asuncenos, que no sienten la menor simpatía hacia los limpiavidrios, entre los que, a decir verdad, existen no pocos patoteros. Pero es populismo de muy bajo nivel, porque, al decir de Mario, lo que plantean “es de imposible cumplimiento”. Y de éste, empezar a forjar su figura como la de un “estadista” que supuestamente ve la problemática más de conjunto, con alta sensibilidad social, etcétera, etcétera.

    Lo que los concejales y el titular de la comuna capitalina deberían hacer es bastante menos complicado: centrarse en aquellos problemas de Asunción que son de su incumbencia. En otras palabras, ubicarse y no actuar como simples “metiches”, que ponen al desnudo una dosis importante de ignorancia, al protagonizar lo que bien puede calificarse como un festival de disparates.

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  15. Hostilidad urbana

    Por Pedro Gómez Silgueira

    Desde sus orígenes, las ciudades exigen normas de convivencia y pautas de comportamiento para el bienestar general. De un tiempo a esta parte, lo que menos sienten los ciudadanos en las calles es tranquilidad. Movilizarse libremente de un punto a otro –tal cual lo garantiza la Constitución Nacional– se está convirtiendo en la excepción y no la regla.

    Con el agobiante calor de estos días, Asunción se ha convertido en una ciudad llena de obstáculos para caminar y para conducir. Los viandantes motorizados, o los de a pie, solo aumentan un tremendo estrés.

    Las avenidas y accesos principales se han convertido en escenarios de atascos por las interminables obras de desagües y reparaciones. El automovilista que no conoce los puntos conflictivos debe abrirse paso por calles adyacentes como en un laberinto por el pésimo estado de las vías de rodadura y la falta de señalización adecuada.

    Para empeorar la situación el pavimento es repuesto a lo chambón, sin arte ni esmero, dejando barquinazos que solo golpean los vehículos junto con el rosario de baches.

    Para los empantanamientos en la maraña vehicular asuncena también contribuyen los apagones que dejan fuera de servicio los semáforos.

    Y hablando de semáforos, ahora son los focos de otra tormenta, la de los limpiavidrios. Se supone que limpiar parabrisas en las calles debería ser una actividad momentánea y de emergencia hasta encontrar un trabajo digno. Sin embargo, en Asunción se ha convertido en una nueva “profesión” o un “servicio” compulsivo para los usuarios.

    Si a lo largo de una avenida existen diez semáforos hay que pagar la limpieza diez veces, caso contrario el auto puede resultar con rayones o golpes. ¿Qué diferencia hay con los cuidacoches que prácticamente ya se adueñaron de la Costanera, donde estaban prohibidos? ¿Cómo es posible que en Encarnación se haya podido evitar este acecho y en Asunción no hay control?

    Esta semana se ha multiplicado la polémica en las redes sociales y los medios de comunicación. Aterradores testimonios contrastan con la realidad que pintan los limpiadores de vidrios y las autoridades municipales que defienden su permanencia en las calles.

    Se argumenta que no tienen más de segundo grado de estudios y que en su gran mayoría poseen antecedentes. Los afectados amenazan que si se les prohíbe la tarea van a robar celulares y carteras, cuanto menos. Es decir, mejor tenerlos sueltos entre la gente que haciendo alguna actividad lícita.

    Las instituciones deben ponerse de acuerdo y dar una solución definitiva que debe empezar por prohibir la actividad. Ese debe ser el punto de partida para seguir con una capacitación para lograr un trabajo digno. Y aunque represente menos ingresos para ellos en principio, es el costo de ser ciudadano. Solo así Asunción dejará de exhalar tanta hostilidad urbana.

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  16. Cuidacochólogos

    Por Adrián Cattivelli –

    De golpe y porrazo en Asunción todos nos volvimos cuidacochólogos y limpiavidriólogos. Cada uno, parapetado en su trinchera, disparó a mansalva contra su oponente, en una trifulca pródiga en insultos y descalificaciones.

    Quien más quien menos se volvió experto en derecho penal, normativa municipal e interpretación de los fenómenos sociales. En realidad, lo que ha demostrado este ridículo enfrentamiento –pequeño por el número de personas que lo generan– es nuestra profunda intolerancia.

    Está claro que cien años de gobiernos autoritarios han dejado una profunda huella en nuestra cultura. En el fondo, podría decirse que todos tenemos un pequeño Stroessner en el espíritu. Y ese monstruito aflora en la primera ocasión de confrontación, ya sea por los más conspicuos y nobles ideales éticos o por un partido de fútbol sin ninguna trascendencia.

    Llevada a su extremo, esa es la misma intolerancia que acabó el fin de semana pasado con la vida del joven Elías Gabriel, al salir de un estadio. Sin mayor rubor, su asesino afirmó con sangre fría: «Le maté porque perdió mi club y se rió de mí».

    Y me vino entonces a la memoria aquella frase del genial Augusto Roa Bastos, cuando señaló que la dictadura stronista nos había hecho más daño que la Guerra contra la Triple Alianza, porque esta última acabó con la población, pero la primera terminó con el país, que es peor.

    «Yo tendría que aceptar que esta sociedad nuestra es una sociedad enferma. Nosotros estamos muy destruidos por dentro», reflexionaba Roa, en una memorable entrevista que el querido Antonio Pecci le realizó, allá por 1992.

    Efecto principal de esa devastación es, pues, a no dudarlo, la intolerancia, la incapacidad de afrontar un debate sobre un tema espinoso sin aludir a nuestros lados más bajos, sin apelar a esa especie de necesidad de exterminar no el argumento del prójimo, sino al prójimo mismo.

    Lo peor de la cuestión es que quizás desde los medios de comunicación no se ha ayudado demasiado a relativizar los temas, a ubicarlos en su justa dimensión, sino que se ha echado más leña al fuego, legitimando así los desbordes de las voces que llamaron a suprimir toda divergencia.

    Esto es, en gran medida, lo que nos convierte en un país poco plural, con una democracia tan poco madura. Porque, al fin de cuentas, las instituciones no están formadas por hombres distintos a lo que somos nosotros mismos, sino que son el reflejo de lo que hemos construido a lo largo del tiempo y que ahora es preciso deconstruir.

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  17. Trabajo para limpiavidrios
    Feb 28, 2016
    Enrique Vargas Peña

    Aunque sea difícil de creer para mucha gente, la izquierda paraguaya y demasiados políticos de los partidos tradicionales (Asociación Nacional Republicana –ANR– y Partido Liberal Radical Auténtico –PLRA–) sostienen y mantienen el mismo discurso cuando tratan de justificar actos que benefician a sus clientelas, actuales o potenciales.

    Creo que el intendente de Asunción, Mario Ferreiro, está muy cerca de caer en la tentación de sumarse a ese juego perverso en el tema de los limpiavidrios, clientela potencial del Partido del Movimiento al Socialismo –PMAS– y, de hecho, ya anunció el veto de la ordenanza del concejal Daniel Centurión (ANR) que prohíbe la actividad de estas personas, aprobada por todos, menos por los partidos que son la base de sustentación legislativa de Mario (PLRA, Partido Democrático Progresista –PDP– y alianzas del PMAS).

    Este discurso puede sintetizarse en que los supuestos pobres tienen derecho, por ser pobres, a violar las leyes y, encima, a recibir ayuda como condición para dejar de violar las leyes (http://bit.ly/1KSblgl) (http://bit.ly/20WH8yC).

    Parece necesario recordar a todos los políticos prebendarios que trabajan en formar o consolidar clientelas que todos los paraguayos somos iguales ante la ley según lo confirman el Artículo 46 de nuestra Constitución (“Todos los habitantes de la República son iguales en dignidad y derechos. No se admiten discriminaciones. El Estado removerá los obstáculos e impedirá los factores que las mantengan o las propicien. Las protecciones que se establezcan sobre desigualdades injustas no serán consideradas como factores discriminatorios sino igualitarios”) y su Artículo 47 (“El Estado garantizará a todos los habitantes de la República: la igualdad para el acceso a la justicia, a cuyo efecto allanará los obstáculos que la impidiesen; la igualdad ante las leyes; la igualdad para el acceso a las funciones públicas no electivas, sin más requisitos que la idoneidad, y la igualdad de oportunidades en la participación de los beneficios de la naturaleza, de los bienes materiales y de la cultura”).

    Hasta donde puedo entender ambos artículos de nuestra Constitución, ellos no autorizan a nadie, ni a los pobres, a incumplir las leyes y prohíben al sector público establecer discriminaciones que afecten el principio de la igualdad.

    La actividad de los limpiavidrios es irregular, aunque no extorsionen, aunque no coaccionen, por varias razones: Recaudan pero no tributan legalmente compitiendo deslealmente con los trabajadores formales del sector limpieza de automóviles e incurren en varias conductas tipificadas en el Código Penal (por ejemplo producir obstáculos o manipular vehículos ajenos, reduciendo considerablemente su seguridad para el tránsito –art. 216– o impedir parcialmente el funcionamiento de instalaciones que sirvan al transporte público alterando cosas que sirvan para su funcionamiento –art. 218–).

    La Policía Nacional está obligada desde 1992 a prevenir (“ Del lat. praevenīre. 2. tr. Prever –Ver con anticipación. Conocer, conjeturar por algunas señales o indicios lo que ha de suceder. Disponer o preparar medios contra futuras contingencias–, ver, conocer de antemano o con anticipación un daño o perjuicio. 3. tr. Precaver, evitar, estorbar o impedir algo. 6. tr. Anticiparse a un inconveniente, dificultad u objeción. 7. prnl. Disponer con anticipación, prepararse de antemano para algo”) estas conductas (Art. 175 de nuestra Constitución), pero no lo hace, generando así el indicio de que los responsables policiales obtienen beneficios indebidos por incumplir con sus obligaciones, indicio que se ve en cada esquina pero nunca jamás estudiado por el Ministerio Público integrado por fiscales nombrados por políticos prebendarios.

    Mario alega que no puede promulgar la ordenanza de Dani Centurión sin antes generar oportunidades laborales a los limpiavidrios, lo cual implica permitirles seguir violando las leyes “hasta que se les encuentre trabajo”.

    Pero, entonces, la pregunta es si Mario Ferreiro o los intendentes que le antecedieron en el cargo hicieron algo para generar fuentes de trabajo en Asunción.

    Hay algunos elementos que nos permiten decir que no han hecho absolutamente nada: Asunción es hoy la ciudad más cara del Paraguay para establecer negocios que generan fuentes de trabajo legítimas.

    Las tasas son las más caras, los servicios públicos los más costosos, la infraestructura es muy mala, la burocracia es la más engorrosa. No hay razón alguna por la que los emprendedores del Paraguay, que son los que verdaderamente generan fuentes genuinas de trabajo, quieran venir a instalarse a Asunción.

    De hecho, desde 1991 en adelante, Asunción se ha despoblado de habitantes y de empresas, lo cual puede notar cualquiera que lea los censos, excepto el inexistente del 2012 que fue un robo organizado por el que nadie está preso. El desempleo es rampante y la Municipalidad es la culpable.

    Lo es porque lo único que desde 1991 hasta hoy han generado desde el municipio son estipendios para operadores políticos, hasta llegar a la friolera de ocho mil “rubros” presupuestarios en la Municipalidad para la clientela de los políticos. La concejala Fabiana de Sánchez lo explicó muy abierta y claramente a la 9.70 AM (http://bit.ly/1XRfz9K).

    Lo es porque la Municipalidad apostó a otorgar monopolios mediante contratos que no benefician a los asuncenos y que solamente beneficiaron a sus signatarios, como el monopolio inconstitucional otorgado a Ivesur para la inspección técnica vehicular, violando el Art. 107 de nuestra Constitución, para imponer costos exorbitantes a una ciudadanía que prefirió huir en masa antes que someterse.

    La inspección técnica vehicular la puede realizar cualquier taller con instrumentos adecuados, como ocurre en Estados Unidos, pero Martín Burt prefirió establecer un monopolio, a sabiendas de que era inconstitucional. Y los políticos que integraron las sucesivas juntas municipales apoyaron y apoyan la continuidad del monopolio.

    Claro, una municipalidad que establece monopolios inconstitucionales y que debe financiar más de ocho mil rubros de clientes políticos disfrazados de funcionarios no puede generar ni un solo puesto de trabajo genuino. Impide que los emprendedores se establezcan y debe expoliar a los contribuyentes para financiar a sus ocho mil conchabados.

    Voté por Mario porque creí que iría a destruir ese esquema perverso. No quiero creer que me equivoqué. No quiero creer que no lo quiere destruir sino que como todos sus antecesores desde Carlos Filizzola pretende aprovecharse de él, a costa de los contribuyentes y de la igualdad.

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  18. Me tienen podrido
    29 febrero, 2016
    Por Santiago González

    Estoy podrido de estar pendiente del retrovisor en cada semáforo, estoy podrido de salir de casa verificando si tengo monedas para evitar que me rayen el auto, luego de ser sorprendido con un chorro de agua en el parabrisas del vehículo, estoy podrido del “a la vuelta patrón” que termina en una fuerte discusión, cuando en verdad no me sobran monedas.

    Estoy podrido del dinero extra que tengo que calcular cada vez que voy a ir a la universidad, a hacer un trámite, a un cumpleaños, a una obra de teatro, a un concierto ni que decir. Estoy realmente podrido de la discusión del “pagame ahora”, “te pago a la vuelta”, “es adelantado”, “yo no tengo la culpa si le pasa algo a tu coche”.

    Estoy seguro que mis enojos son los enojos de muchos de ustedes. Por supuesto que, estamos podridos de salir a las calles y, además, de todos nuestros problemas cotidianos, tener que enfrentar otros que se deben estrictamente a la inacción de las instituciones. Sí, dije a la inacción de las instituciones y no a la falta de normas.

    En Paraguay, 3.000 abogados se insertan por año al mercado laboral, por cada ingeniero que se gradúa hay 5 abogados. Nos encanta reducir todo a lo jurídico y al final dejamos de notar que, la solución está en nuestras narices. No puedo creer que exista una ordenanza que pretenda multar a limpiavidrios y si no los multa mandarlos a la cárcel. Disculpen, pero es casi tan estúpido como Portillo presidiendo la comisión de lucha contra el narcotráfico del Congreso.

    El problema no es el limpiavidrios, pero es la violencia a la que nos someten en los semáforos, a que actúen como peajeros a la vista de todos. El problema tampoco es el cuidacoches porque hay algunos que lo que hacen es lavarme el auto y con gusto termino pagando; el problema pasa por los que extorsionan.

    Las leyes están redactadas y lo que hay que hacer es cumplirlas. Acá hay que encarcelar violentos y extorsionadores. Cumplan con su trabajo y hagan que perdamos el temor a salir a las calles. Muchos estamos podridos de los limpiavidrios y los cuidacoches. Yo estoy podrido de la manera en la que pierden el tiempo discutiendo ordenanzas con temas que hace rato están resueltos en la ley.

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  19. Toda esta «furia colectiva» está dada porque internet está a mano de cualquiera, ahora cualquiera tiene sistema de t.v por cable. (Hasta los damnificados! -eso sí, gratis). El punto es que ahora la gente tiene más poder adquisitivo, por eso se animan más. Y me alegra que haya unidad. El pueblo unido jamás será vencido. Jaja suena a a los famoosos «campesinos sin tierra» 😀 El que estas personas no salgan a la calle, es temporal, el pueblo por fin está dejando de callarse, y esa generación de tontos -perdón, pero se callan los abusos y eso es ser tonto- está reconsiderando su punto de vista y gracias a los jovenes es que estamos dejando de callar, porque de que el país tiene recursos económicos lo tiene para solucionar cualquier problema! El tema es que no quieren trabajar y quieren comer toda la plata y la solución es sencilla LA UNIÓN, hace la fuerza. El pueblo fácilmente toma las riendas y manda sobre TODOS hasta sobre el «honorable congreso» y súper trabajadores de las entidades públicas jajajaja.

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