Los colorados escombros quieren recuperar sus viejas prebendas

Los colorados escombros quieren recuperar sus viejas prebendas

Algunos presidentes de seccionales coloradas y otros dirigentes autodenominados “de base” se inquietan y remueven contra el novel gobierno por el hecho de que, a su sesgado criterio, no está nombrando suficiente cantidad de correligionarios para los cargos públicos que apetecen. Tal como se presentía, por consiguiente, algunos viejos escombros prebendarios del Partido Colorado reclaman su participación en el festín político que ellos creen debe seguir forzosamente al triunfo electoral.

Pero sucede que fue bajo el eslogan de la “unidad nacional” que su partido ascendió de la llanura al poder. Durante la campaña se mostraban cambiados, abiertos de mente y participativos. Una vez ganada la elección, imaginaban, y querían, que todo volviese a ser como antes: el Estado para el partido, el país para ellos. A criterio de estos retrógrados, el presidente Horacio Cartes no designó la suficiente cantidad de colorados en los cargos hasta ahora distribuidos, de acuerdo a la expectativa que abrigaban. No les agrada que para ocupar muchos de los puestos apetecidos –donde se maneja dinero– hayan sido designados técnicos sin color de pañuelo a la vista.

Es natural que lo que a la mayoría de la gente agrada –ver menos políticos en funciones gubernamentales y más profesionales de perfil técnico– no les caiga nada bien a estos viejos escombros. Durante décadas, ellos –o sus padres– vivieron mamando de las ubres del Estado con el pretexto de ser “buenos colorados”. Se enriquecieron, se hicieron influyentes, “mandaron” y se enviciaron con todo eso, llegando a convencerse de que los cargos públicos constituyen el botín natural del ganador y que les corresponde a ellos, en nombre de su partido, distribuirse las prebendas.

Sin embargo, para su disgusto aparece alguien que demuestra suficiente coraje como para desafiar esas corrompidas creencias heredadas de la dictadura de Stroessner y retomar el rumbo correcto, yendo hacia la manera cabal de concebir la función política, sin sectarismo ni criterios tribales. Es lógico, por tanto, que la respuesta de los reaccionarios sea de irritación y desaprobación.

Pero, en contraste con ellos, por fortuna, la ciudadanía respalda plenamente esta nueva manera de entender la atribución gubernamental que las autoridades recientemente electas están manifestando desde del poder legítimo. De hecho, la predisposición a superar el arraigado vicio del prebendarismo partidario que mostró el candidato Horacio Cartes, durante su campaña electoral, fue su mayor carta triunfal, pues mucha gente lo votó por este único y esperanzador motivo.

De modo que si a algunos presidentes de seccionales y dirigentes “de base” no les agrada el rumbo que está tomando el Gobierno en los nombramientos para las funciones públicas, tendrán que recordar que este ha sido precisamente el principal factor del éxito electoral de su partido y que, por tanto, ellos deberían mostrar más respeto por las decisiones que se van tomando dentro de ese marco.

Por su parte, la ciudadanía debe expresar su repudio a estos escombros sobrevivientes de nuestro ignominioso pasado político. Estas mentalidades cavernarias no deberían siquiera animarse a manifestar públicamente sus viciados conceptos y su malsano apetito de poder. Pero lo hacen; quizás porque creen que son muchos más los que todavía siguen pensando así y que, poco a poco, lograrán conformar una fuerza de opinión suficientemente arrolladora como para obligar al gobierno de Cartes a volver a las viejas prácticas pervertidas del clientelismo de tipo stronista.

Los colorados que ya no piensan de ese modo, los que pertenecen a la era democrática, los que tienen presente y conocen las causas históricas por las que su partido fue cinco años a la llanura, también deben manifestarse con la fuerza moral que les da su condición de políticos no salpicados por el pasado ignominioso, deben expresar su repudio más enérgico a estos viejos escombros que continúan concibiendo el ejercicio del poder como la repartija de bienes y privilegios realizada por una reducida banda de capos partidarios.

Los medios de comunicación masiva deberían estar llenos de expresiones de rechazo a estos prebendarios, porque es la única manera de que se enteren –evidentemente, todavía no lo hicieron– de que ya no serán interlocutores forzosos de los gobernantes ni referentes ineludibles a la hora de nombrar funcionarios para los cargos de alta responsabilidad política.

Esto es lo que está ocurriendo y lo que la opinión pública celebra. Mejor estaría, sin embargo, que la aprobación de las primeras medidas gubernamentales no sea solo de tímida complacencia, sino que la ciudadanía manifieste su satisfacción y apoyo a este tipo de decisiones que buscan poner fin a reprobables prácticas de un pasado ignominioso. Y que al mismo tiempo, haga callar a estos presidentes de seccionales y dirigentes del Partido Colorado que se muestran dispuestos a debilitar a sus propios gobernantes, con tal de hacerles retomar el mal camino, el viejo sendero del sectarismo prebendario.

http://www.abc.com.py/edicion-impresa/editorial/los-colorados-escombros-quieren-recuperar-sus-viejas-prebendas-611873.html

17 comentarios en “Los colorados escombros quieren recuperar sus viejas prebendas”

  1. ¡Quién no los conoce!

    Seccionaleros colorados del Alto Paraná manifestaron su preocupación ante la posibilidad de que sean dejados de lado en el momento de los nombramientos para cargos públicos en esta región del país. Estos se reunieron con el senador Arnoldo Wiens, quien a la vez notó a sus correligionarios “dolidos y confundidos” y les pidió que tengan paciencia, dando así una oportunidad al presidente Horacio Cartes de mostrar los resultados que tendrán sus decisiones.
    La mayoría de los colorados está disconforme con algunas designaciones, ya que no fueron para miembros de la ANR. Los colorados alegan que “han trabajado mucho” para que su partido vuelva al poder, y que ahora vienen “otros” y se quedan con el puesto, que según ellos, les corresponde. Por su parte, que el jefe de Estado afirma que los más capaces serán elegidos para ocupar los distintos cargos, lo que es bastante justo.
    Por un lado puede ser hasta razonable el pedido de los dirigentes de seccionales. Después de todo, la tarea del político es trabajar para acceder al poder y luego administrar los recursos públicos. Es lo que debe pasar en cualquier sociedad civilizada. Sin embargo, la experiencia nos ha demostrado a los paraguayos el lamentable manejo que hicieron los colorados de los bienes públicos y sobre todo los famosos seccionaleros. Los colorados estuvieron 60 años de forma ininterrumpida gobernando el país, tanto en dictadura como en democracia y la administración de los políticos colorados en las funciones públicas no fue diferente. En todos esos años se encargaron de vaciar las arcas del Estado, de colocar a sus amigos sin ningún mérito en puestos claves, fortalecieron la cultura de la corrupción y otras tantas atrocidades que destruyeron a la sociedad paraguaya. Todavía hoy seguimos pagando las consecuencias de esos malos manejos. El Partido Colorado fue sacado precisamente del poder por la ciudadanía cansada de la corrupción, el amiguismo y los manejos de los caudillejos que se creen dueños de la cosa pública y que con ella pueden privilegiar a sus parientes, amigos, amantes y correligionarios.
    Es seguro que en las filas del Partido Colorado hay profesionales honestos y capaces, nadie puede dudarlo, pero debido a los antecedentes todavía muy cercanos y porque los dirigentes partidarios no se preocuparon de brindar una imagen diferente, los pedidos de los presidentes de seccionales reciben el rechazo de la opinión pública. Esta experiencia debe servir a todos los partidos para que siga depurando sus cuadros, porque la ciudadanía cada vez será más exigente con los políticos criollos y ya no permitirá que se sigan rifando los recursos públicos.
    Es de esperar que los ministros del nuevo Gobierno demuestren realmente eficiencia, idoneidad y honestidad en sus funciones, para no defraudar la confianza y el apoyo que les está otorgando la ciudadanía.
    – See more at: http://www.vanguardia.com.py/v1/index.php/component/k2/item/8302-%C2%A1qui%C3%A9n-no-los-conoce#sthash.8Hm3HSmP.dpuf

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  2. El enojo de los Estado jára

    Los dirigentes de base del Partido Colorado están muy molestos por la composición del Gabinete del presidente Horacio Cartes. No solo porque no han incidido en ella, sino, sobre todo, porque no les permitirá maniobrar como antes para manejar todo tipo de cupos. Desde puestos de trabajo, hasta licitaciones.

    Cartes armó su equipo con alto grado de prescindencia de los dirigentes del Partido Colorado. Frustró así la pretensión de estos de seguir manteniendo el tradicional esquema clientelista de premiar a sus operadores políticos con cargos dentro del Estado. O bien, ubicarse ellos en los puestos directivos de la función pública, que es lo mínimo.

    Aunque se esfuerzan por no explicitar lo que realmente pretenden, que es el reivindicar la autoridad que creen ganada para involucrarse en la conformación del equipo que acompañará en los próximos 5 años a quien, también ellos, ayudaron a llegar donde está. Quieren seguir siendo los que imparten la bendición sobre los candidatos que escoge el mandatario para los cargos de confianza.

    Con una profunda actitud de pelota jára, los presidentes de seccionales se consideran propietarios de las instituciones públicas. Por consiguiente, también se sienten en calidad de disponer de los cargos, porque así ha sido hasta ahora en que, aparentemente, se produjo un punto de inflexión, justamente por la forma en que el presidente escogió a sus colaboradores, enfatizando la idoneidad y formación, antes que la militancia partidaria.

    Con la práctica que defienden los dirigentes de base, fracasado los gobiernos colorados anteriores, y la efímera administración liberal reciente, para dar respuestas inteligentes y oportunas a los problemas, porque desde los partidos impusieron ministros y titulares de entes públicos, sobrevalorando el activismo partidario, antes que otras cualidades indispensables para administrar el Estado. Cuántos altos funcionarios de dudosa honorabilidad, honestidad y capacidad hemos padecido en los últimos años.

    Los dirigentes de base reclaman, pero a la vez, dicen que apoyan al presidente de la República. Expresan un sí no sustentable en el tiempo. Un sí que en cualquier momento puede transformarse en un rotundo no, si consiguen más aliados dentro del partido y aprovechan cierta vulnerabilidad que demuestre Cartes.

    Las lealtades concebidas como moneda de cambio, como sucede en los dos partidos tradicionales, sirvieron por muchos años a llenar el Estado de funcionarios incompetentes y, sobre todo, voraces a la hora de administrar los recursos públicos.

    http://www.ultimahora.com/el-enojo-los-estado-jara-n717152.html

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  3. Al viejo estilo colorado

    Algunos diputados —y, con seguridad, también algunos senadores— colorados se creen los tetâ jára del momento, al viejo estilo de la Asociación Nacional Republicana de molde omnipotente.

    Se creen con derecho a todo.
    ¿Por qué? Porque, najeko, le ayudaron a Cartes a sentarse en el sillón de los López en el Palacio de Gobierno.
    Es el caso de un diputado —cuyo nombre era celosamente guardado por sus “protectores”, por no decir cómplices— que se mueve con la convicción de que su coloradismo es una credencial para que todos le abran las puertas. Y, acto seguido, satisfagan su pedido, aun cuando el mismo pretenda pisotear las vías institucionales.
    El legislador de marras solicitó una audiencia con el presidente del Instituto de Previsión Social (IPS), el no colorado, cuyo nombre había sonado como candidato a ministro de Educación y Cultura, Hugo Roig.
    Iba a pedirle una cama de terapia intensiva para un familiar enfermo.
    Y como la máxima autoridad del IPS no le dio audiencia, enojado, buscó aliados para interpelar en la próxima semana al que osó ignorarlo.
    El que exhibió la cara ante este caso fue el diputado Pedro Aliana, representante del Ñeembucú, ex gobernador de ese departamento.
    Le recordó a Royg que está en el IPS gracias al Partido Colorado. Lo que quiso decirle, al estilo político yma, desaggiornado, es “aníke reñembotavýtei… cháke, cháke”.
    Aliana y el generador del mbaipy parten de la antigua premisa kolo’o de que quienes cuentan con algún poder —dado por elección o por nombramiento— son los propietarios de la nación. Y que, desde esa concepción, a los demás solo les queda acatar.
    ¿En virtud de qué ley, que no sea la no escrita de una consuetudinaria práctica de abuso de poder, un diputado tendría que tener privilegios en el IPS o en cualquier otra institución pública?
    Su pariente, como todo asegurado común y corriente, debía ceñirse a las reglas actualmente vigentes en el IPS. Ha opáma.
    Los diputados que planean destituir a Royg por haberse “portado mal” con uno de la cofradía, podrían hacerle un favor al país y cambiar su anacrónico chip, de tufo dictatorial, por uno que esté más cerca de la norma democrática del respeto a las instituciones.

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  4. Una pelea de modelos

    La lista de personas designadas para las distintas instituciones del Estado que decidió Horacio Cartes (aún incompleta) mereció diversas reacciones. Para los colorados ortodoxos (por darles algún nombre), es una afrenta. Para quienes apuestan al nuevo modelo de “modernización” ¿y purga? en el partido fue una buena noticia. Más allá de decepciones y expectativas la cuestión es: ¿Cartes está decidido a mantener a este equipo contra viento y marea cuando comiencen los problemas? ¿O serán simplemente fusibles que pronto comenzarán a saltar y a probar otra cosa?

    No es un dato menor que las ministras y ministros hayan sido presentados oficialmente en el que fue el PC de Cartes, y no en la Junta de Gobierno y, además, solamente tres días antes de asumir el mandato.

    Aunque la mayoría de los designados en los cargos son afiliados al Partido Colorado, casi ninguno proviene de la dirigencia tradicional o “de base” de la ANR. Una gran porción de los dirigentes partidarios no se siente representada en este gobierno y lo expresaron públicamente. Han dicho claramente que una cosa es ser afiliado al Partido Colorado y otra muuuy distinta es ser colorado.

    Los nombramientos que hizo el mandatario pueden tomarse como un mensaje del modelo que plantea, pero la postura de los dirigentes del partido es igualmente clara sobre el modelo que prefieren. ¿Quién se impondrá finalmente? Lo que no parece posible es que pase mucho tiempo sin que estalle un conflicto.

    La idea de que Cartes hizo lo que hizo porque es inexperto, ingenuo o “porque no es colorado” no proviene solamente de los “seccionaleros” que se quejan en la Junta partidaria y desde las emisoras radiales. Dirigentes de mucho peso político, algunos de los cuales ocupan cargos en el Congreso, están convencidos de eso mismo.

    La estrategia que decidieron aplicar, aparentemente, es esperar. ¿Esperar qué? Que “rectifique” no haber puesto en los cargos a “auténticos colorados”. Y, si no lo hace, en un plazo de 100 días (o sea, hasta fin de año) comenzará el boicot, con el retiro del respaldo de la estructura de mandos medios del partido que está instalada en todos los ámbitos de la función pública. He ahí, la espada de Damocles que pende sobre el presidente

    Una versión que corre en el ambiente político es que Horacio, en una despreocupada reunión social, le dijo a un conocido político colorado (que, casualmente, anda calladito ahora) que las cosas irán así por un plazo de 100 días, es decir, hasta fin de año. Después, se les comenzará a dar a los “muchachos” los cargos que tanto están reclamando.

    ¿Será cierto? ¿De eso se trata el “nuevo rumbo”? ¿Probar por un tiempo un modelo a ver si funciona y, si no, pasar a otra cosa? Sería un alivio para algunos y una confirmación de que cambiar las cosas en nuestro país no será tan fácil y no dependerá de costosas campañas publicitarias y presuntas reconversiones mágicas de prácticas centenarias de ciertos sectores políticos.

    Por Marcos Cáceres Amarilla

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/una-pelea-de-modelos-611826.html

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  5. 29 DE AGOSTO DE 2013

    Paraguay: Miopía del progresismo

    José Antonio Vera (especial para ARGENPRESS.info)

    En medio de la mejor oportunidad que tienen, en más de un siglo de historia del país, de conformar y consolidar una fuerza vertebrada, unitaria, que dispute con chances el poder político a la derecha, los sectores democráticos y progresistas de Paraguay acusan una dramática flacidez orgánica e ineptitud creativa que pueden resultarles suicidas, dentro de una coyuntura nacional sumamente confusa.

    Hay tres únicos elementos claros en el panorama: 1) la conducta pragmática acelerada del Presidente Horacio Cartes, cuya omnipresencia podría generar en poco tiempo los efectos de un boomerang, 2) la situación de los partidos, el Colorado y el Liberal, manifestando obsolescencia por igual, aunque en su ocaso se diferencien en leves aspectos, y 3) la ausencia irresponsable del universo político que hace cinco años inició el proceso de cambios y que, moral e ideológicamente debería protagonizar una oposición combativa al proyecto de enclave colonial que sugieren ciertos signos.

    La incapacidad de reaccionar, de todo el abanico orgánico que fue capaz de sumar fuerzas desde finales del 2006, identificado con la idea de la justicia social y el rescate del país del atraso y la corrupción, semeja a un organismo enfermo que ha perdido casi todos sus recursos para defenderse y enfrentar el mal con voluntad de vencerlo, convirtiendo su insignificancia en un comodín político y, más grave aún, en cómplice del embrollo nacional que genera el vacío de conducción progresista.

    Hace siete años, el principal elemento aglutinador fue, sin la menor duda, Fernando Lugo, cuyo traslado de “la siesta conventual”, de la que lamentablemente nunca se apartó siendo presidente, a encabezar las fuerzas que venían reivindicando el derecho humano a vivir decentemente, provocó escalofríos en los sectores más recalcitrantes y de misas domingueras, y una gran esperanza entre la mayoría de la población.

    Ese liderazgo, a pesar del desgaste que le produjo ciertos deslices personales, convertidos en culebrones mediáticos por sus enemmigos, y garrafales errores de gestión, todavía conserva vigencia en importantes sectores ciudadanos, constituyendo el mejor capital político que tiene el mundo progresista paraguayo, aunque pretendan ningunearlo ciertos aliados de la hora triunfal, desafinados y decepcionados por cortoplacistas, en el mejor de los casos, y aparente ignorar el propio exObispo.

    En medio de la orfandad de conducción política digna que sufre el pueblo paraguayo, pervive cierta conciencia de que durante los cuatro años de gobierno, se registraron importantes avances en los servicios sociales, en particular la salud, en el combate de la mafia agrotóxica y enemiga del bienestar campesino y de los pueblos originarios, y en defensa de la soberanía energética, enfrentado al sistemático sabotaje del parlamento y el Poder Judicial, funcionales ambos a la oligarquía de los paraísos fiscales y a las corporaciones financieras transnacionales.

    Asombra hoy la falta de respuesta militante de los aparatos de dirección del Frente Guasu, del que Lugo es su principal autoridad, un conglomerado que, mal que bien, conserva una docena de emblemas que aparece como el mal menor de lo que debería constituir la herramienta antagónica a la alianza colorada-liberal, lanzada en una escalada recalcitrante contra los intereses y las fuerzas populares a la primera semana del gobierno de Cartes.

    La militarización del país, autorizada por el parlamento y ordenada por el presidente, bajo el pretexto de combatir la guerrilla (¿?) del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), desplazando a la policía nacional de la misión de garantizar la seguridad interna, es una decisión inequívoca de aplastar la resistencia popular a la política de territorio ocupado por la inversión de capitales extranjeros, cuyo origen puede ser del lavado, como se sospecha entre la población, del trabajo esclavo de las maquilas y de privatización de varias empresas públicas.

    Organizaciones campesinas y urbanas, abogados defensores de presos políticos y militantes sociales, afirman que en departamentos del este-norte ha comenzado el allanamiento de domicilios de dirigentes que se oponen al sembradío transgénico y a los fertilizantes tóxicos, que agentes policiales, aún presentes, extorsionan a familias humildes, y que hay uniformados que consideran crímenes contra el Estado la tenencia de libros marxistas, el pensamiento crítico y la lucha social.

    En la retranca cómplice, pero relativamente más explicable aún por razones de conservadurismo ideológico, van prendidos en la desunión e inoperancia el Movimiento Avanza País, fenómeno de una media docena de átomos pequeños, los partidos Democrático Progresista, Demócrata Cristiano, Encuentro Nacional, y otros aún más pequeños aunque con registro electoral.

    Una contradicción generalizada caracteriza al campo político paraguayo en la hora actual. Primero, hay un gobierno, empresarial y privatizador, cuyo presidente fue elegido con amplia ventaja por el tramposo método de la democracia formal, que ha ingresado a la política como un ventarrón que aparenta envolver a los otros dos poderes del Estado, sin sentir pertenencia al partido que representó en las urnas.

    En ese fenómeno, cuyo núcleo es el poder financiero, coexisten los dos viejos partidos desarmados, impotentes, resquebrajado el Liberal y resentido y lloroso el Colorado, y los retazos de la poderosa Unión Nacional de Ciudadanos Eticos (UNACE), que se había situado en la tercera fuerza nacional hasta que se derrumbó el helicóptero que trasladaba a su líder y postulante a la presidencia, el General (destituido) Lino César Oviedo, pocas semanas antes de las elecciones del 21 de abril pasado.

    De la UNACE, que supo ser un aleteo fuerte del coloradismo, con tinte fascistoide, sólo está quedando las rencillas entre sus herederos biológicos y políticos, algo similar a la situación del empresarial Patria Querida, que gozó de cierta presencia parlamentaria menos cavernícola en su primer período, pero que, en su desvío a favor de los círculos más usureros y especuladores, quedó enterrado en las urnas por la ciudadanía.

    En esa pérdida de influencia orgánica, y de cara a los intereses populares, es mucho más lamentable el decaimiento reivindicativo, que se observa en las calles, de las organizaciones campesinas y los movimientos sociales, déficit ante el cual hay una ciudadanía que expresa exasperación cuando su lucha para sobrevivir le deja tiempo para pensar en política, y una minoría de gente consecuente que persiste en su lucha y compromiso anticapitalista.

    En ese poco alentador panorama, Cartes mueve sus piezas sin contrincantes a la vista, ganando tiempo para avanzar sus peones, mientras sus voceros y también él en sus repetidas apariciones públicas de los últimos días, en un cambio táctico evidente con relación a su comportamiento de semanas anteriores, prosigue ofreciendo diálogo a todos los sectores, buscando alcanzar un consenso nacional que le dé tiempo para aplicar su proyecto, pero ese plan aparece algo lejano del éxito porque está ausente la participación ciudadana, cada día menos identificada con las cúpulas dirigentes.

    Todo el gabinete del gobierno repite la promesa electoral de funcionar de frente a los intereses y esperanzas de la población, “Paraguay primero”, en la línea del “Nuevo Rumbo” que es la insignia presidencial, pero ese discurso omite que en la negociación que podría proponer un acuerdo nacional, no existe voluntad de corregir o enriquecer los postulados y objetivos de Cartes, lo cual suena a imposición más que a coincidencia, la que sólo podría ser lograda aplicando medidas sociales progresistas.

    La expectativa del pueblo paraguayo crece y, de diferentes maneras prosigue expresando hartazgo de las cúpulas partidarias, como ocurrió en el 2008 con el Partido Colorado, cuando lo derrotó Lugo y evitó la implosión del Partido Liberal, convertido en aliado y luego su principal traidor, al encabezar el golpe del 22 de junio del 2012, en lo que su conducción consideró una victoria, olvidando a Pirro.

    Hace cuatro meses, de nuevo el pueblo hizo gala de tolerancia, otorgando una oportunidad a Cartes, que no fue lo mismo que a los colorados, como ya se constata con la disconformidad de las bases, que han llegado a poner banderas negras en el frente de muchas seccionales, en señal de luto porque se sienten utilizadas por el mandatario sin recibir los acostumbrados dinerillos que, por años, les han garantizado un confortable sustento.

    Parte de esos colorados, al igual que ocurre entre familias liberales, están activos y, aprendiendo de la realidad que la política es una cosa diferente a la practicada durante décadas por los aparatos partidarios, y empiezan a mirar el país con otra visión, permitiendo despuntar cierto esbozo de oposición que busca identificación de ideas y proyectos progresistas contra la angurria oligarca y la injerencia política de Estados Unidos, que utiliza a Paraguay como palanca contra la integración regional.

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  6. Juan Darío Monges, igual a Zulma Goméz
    En la edición de ayer de “La Nación”, se lee que “Los senadores colorados amenazan con denegar el acuerdo constitucional a James Spalding para su designación como director de la Itaipú Binacional. Spalding es cuestionado por resistirse a atender algunos pedidos provenientes de la dirigencia de base, especialmente del departamento de Alto Paraná y Canindeyú, zona de influencia de la entidad. El senador Juan Darío Monges dijo que el titular interino de la binacional ‘se cree un Dios en el poder y no se muestra incluyente’. ‘Nosotros estamos advirtiendo de la conducta de este señor que no se compadece con las orientaciones del señor presidente de la República. Y no vamos a transigir ante ningún funcionario público que no sea capaz de escuchar tan siquiera a los representantes departamentales o nacionales que se acercan con propuestas de desarrollo’, manifestó el senador colorado” (http://bit.ly/14glwk3).

    La edición de ayer de “ABC” precisa que “Juan Darío Monges advirtió ayer al director general paraguayo de Itaipú, James Spalding, que no aprobará su designación porque ‘se cierra a los pedidos de intendentes y gobernadores’. ‘Itaipú no es solamente de dos regiones, es nacional y él (James Spalding) tiene la responsabilidad por sobre todas las cosas de escuchar a todos quienes tienen expectativa en Itaipú’, reiteró el legislador, defendiendo el pedido de sus correligionarios”. (http://bit.ly/19VsCP8).

    Y la de “Ultima Hora”, agrega que “Juan Darío Monges…amenazó con no aprobar el acuerdo para su confirmación en el cargo…‘Queremos saber si el señor Spalding ha compartido ya con algún referente importante nacional o regional, porque los antecedentes que tienen de Spalding es de cerrarse, y la versión que sale de adentro para afuera es que él no va a escuchar absolutamente a ningún referente más que el presidente de la República’, se quejó el parlamentario” (http://bit.ly/17vJldD).

    Sintetizando lo publicado en los medios se tiene un mapa bastante completo de las pretensiones del senador Monges:

    El senador cree que está muy mal que el director paraguayo de ITAIPU escuche solamente al presidente de la República (Ultima Hora);

    El senador cree que está muy mal que el director paraguayo de ITAIPU no satisfaga las expectativas de los dirigentes regionales del Partido Colorado (ABC);

    El senador cree que ITAIPU debe servir al Partido Colorado (La Nación).

    Lo expuesto en las ediciones de ayer de los medios nacionales de comunicación permite ver que no hay diferencias entre el senador colorado Juan Darío Monges y la senadora liberal Zulma Gómez, que hizo en ITAIPU exactamente lo mismo que ahora pretende hacer el senador colorado.

    Es obvio que para el senador Monges lo del “nuevo rumbo” del presidente Horacio Cartes era solamente un lema electoral retórico, vacío, elaborado para engañar al electorado paraguayo, pues está claro que el senador Monges quiere seguir haciendo en ITAIPU lo mismo que hicieron allí los liberales.

    Pero habemos muchísimos paraguayos que creemos que el “nuevo rumbo” debe ser algo mejor que una promesa hueca de político; habemos muchísimos ciudadanos que pensamos que llegó la hora de detener a los políticos que mienten en las elecciones y que usan el Estado como una extensión del patrimonio de sus partidos.

    El senador Monges, como antes la senadora Gómez, olvidan que ITAIPU no se creó para atender a ningún correligionario de ellos, sino para proveer de energía segura y barata a todos los paraguayos y creen, estos políticos, que los ciudadanos olvidamos que todos los problemas que sufre el lado paraguayo de ITAIPU se deben a que ellos malgastaron los fondos de la entidad en prebendas.

    Gracias a políticos de esta clase el dinero de ITAIPU se gasta en cualquier cosa, menos en asegurar la infraestructura eléctrica de nuestro Paraguay. Lastimosamente, estos políticos tienen todavía capacidad de seguir retrasando el desarrollo de nuestro país.

    Espero que la mayoría sana del Partido Colorado, esa enorme mayoría que en las internas coloradas apoyó el proyecto nacional del presidente Cartes, sea capaz de desmarcarse de esta clase de políticos que son el pasado, y que son el problema de nuestro Paraguay.

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  7. Dos miradas al Gabinete de Cartes

    Con nuestro déficit de recursos humanos, armar un Gabinete ideal es una alquimia casi imposible. Lo integrarían técnicos con amplia visión política y políticos con gran conocimiento técnico en su ramo. Cartes ha optado por ministros técnicos, incluidos algunos extrapartidarios. Seccionales con banderas negras y protestas airadas de algunos dirigentes invitan a una primera mirada en la que aparecen confrontados un proyecto modernista que apunta a la eficiencia estatal y el modo excluyente y prebendario con el que los colorados manejaron siempre la cosa pública.

    Ese esquema, que les dio resultados durante más de medio siglo, ahora cruje por el peso de un funcionariado público hipertrofiado en el que ya no cabe un alfiler y que consume casi 9 de cada 10 guaraníes que se recaudan.

    Así, es lógico que la intención de Cartes fuera apoyada por la mayor parte de la ciudadanía. La pobreza que nos agobia solo puede ser combatida con mayor inversión social y para ello es indispensable que el Estado gaste el dinero de manera más racional. Y eso es incompatible con el viejo y costoso clientelismo político.

    Hasta allí, todo bien. Solo que este enfoque puede ser descalificado por demasiado simplista e ingenuo. Hay otra mirada mucho más desconfiada que sospecha que tanto énfasis en lo “técnico” solo disimula las verdaderas intenciones políticas.

    Se trataría de lograr legitimidad pública a través de una aséptica fachada tecnocrática que permita avanzar hacia un modelo privatizador y de concesiones a las corporaciones empresariales. Con la ciudadanía tranquilizada y el Parlamento conservador que tenemos sería fácil imponer una ola neoliberal y concentradora de riqueza. La cuestión social quedaría entonces muy relegada en la agenda de este gobierno.

    Si esta es la versión correcta, las consecuencias serían devastadoras para los pobres del Paraguay. Invertimos en gasto social 142 dólares per cápita cuando la media latinoamericana es de 700 dólares. ¡Y luego nos asombramos de que exista el EPP!

    Me limito a exponer estas dos miradas diferentes sobre el Gabinete esencialmente técnico de Cartes. Por ahora, sigo creyendo en la primera, pero solo el tiempo dirá si es la correcta. Debo reconocer, sin embargo, que en el tiempo que vengo ejerciendo este azaroso oficio de opinar me he equivocado más veces por ser ingenuo que por ser desconfiado.

    http://www.ultimahora.com/dos-miradas-al-gabinete-cartes-n718171.html

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  8. El esperado retorno

    Cuando semanas atrás mostraba extrañeza porque después de haber vivido una larga dictadura de más de cuarenta años nunca se había reflexionado sobre ella, nunca se habían analizado sus causas, sus consecuencias, no se había reflexionado sobre los daños que causó al tejido social del país, sobre la forma en que la corrupción permeó todos los niveles de la sociedad, sobre las responsabilidades políticas y el papel que desempeñó el Partido Colorado; cuando mostraba esa extrañeza, digo, no me imaginé que tan pronto saltarían a la vista algunas de sus consecuencias.

    El malestar que están manifestando los dirigentes de esas seccionales, que se hacen llamar “dirigentes de base”, la idea demencial de colocar una bandera negra en sus locales en señal de protesta por no haber conseguido del actual gobierno de Horacio Cartes los privilegios que esperaban, ponen en evidencia el papel que les tocó desempeñar a las mismas durante ese largo periodo de dictadura del que salieron incomprensiblemente indemnes.

    El partido político, para ellos, se ha convertido en una suerte de mística religiosa, una religión civil si ello es posible que así sea, no el que encausa las preocupaciones, los problemas y los ideales de los ciudadanos, sino en una herramienta que permite confiscar el poder y convertir el Gobierno en botín de guerra. El envilecimiento de este sistema de las seccionales, pequeñas células distribuidas por todo el territorio de la república a través de las cuales el poder central ejerce su doble acción de control y represión, está elocuentemente contenido en la frase de aquel presidente de seccional cuando, después de derrocado Stroessner, ante el fracaso de gestiones que realizó en Asunción ante las autoridades policiales dijo: “A dónde vamos ir a parar si un presidente de seccional no puede sacar más a un preso de la cárcel”.

    La bandera negra en algunos de esos edificios, levantados en muchos casos en tierras públicas, por lo tanto inalienables, destinadas a plazas y parques, se debe tomar, más que como una señal de protesta, como una señal de alarma por cualquier ciudadano preocupado por el buen gobierno del país, sea del partido político que sea. La bandera negra es una expresión de ese pensamiento retrógrado, cavernario, antidemocrático, despótico, autoritario que no fue arrancado de raíz por el golpe de Estado que tumbó al dictador. Stroessner se fue al exilio pero dejó, como dijo el general Francisco Franco poco antes de morir: “Lo dejó todo atado, bien atado”.

    Las seccionales funcionaron como núcleos muy poderosos dentro de la estructura totalitaria a través de los cuales se espiaba a la gente del vecindario, se la delataba a la policía política (Departamento de Investigaciones) y hasta desempeñaba un papel policíaco vigilando las calles por las noches para evitar que transitara gente que no tenía el documento que acreditaba su pertenencia al Partido Colorado (Guardia Urbana). Las seccionales conformaron una desvergonzada red de control y espionaje a lo ancho y largo de la república, similares a los Guardianes de la Revolución en Irán o los Comité de Defensa de la Revolución en Cuba y otros similares en la Unión Soviética.

    Si no se crea una clara conciencia democrática en la ciudadanía –cosa que pienso se está muy lejos de alcanzar si es que no nos proponemos– este descontento de los “dirigentes de base” puede poner en serias dificultades, no solo al gobierno de Horacio Cartes, sino incluso a esa frágil e inestable democracia que nos ha tocado vivir a partir de 1989.

    Hablamos mucho de un proceso de “transición democrática”, como la que le tocó vivir a España después de muerto el “caudillo”. A ser sinceros, a nosotros no nos tocó tal proceso. Nos limitamos a tirar una palada de arena sobre ese periodo de envilecimiento, putrefacción e irracionalidad que es toda dictadura; tratamos de olvidarla de manera irresponsable y quisimos fundar la democracia sobre una base de arena. Una de las evidencias de lo vulnerable que resultaba esta endeble democracia, fue que los presidentes de este periodo fueron todos del Partido Colorado y la gente no le reclamó ninguna responsabilidad por lo que habíamos vivido; el primer no colorado fue lastimosamente un obispo apóstata, Fernando Lugo, sucedido por un liberal, Federico Franco, cuyo partido, por una serie de errores, terminó defraudando a todos. No es exagerado entonces decir que el retorno de los seccionaleros era esperado.

    Por Jesús Ruiz Nestosa

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/el-esperado-retorno-613302.html

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  9. La dictadura de Cartes

    “No se le puede dar a un tipo todo el poder del mundo. Cartes nos conduce a una dictadura”, sentenció el seccionalero. Lo dijo, y al parecer ni siquiera se ruborizó. El dirigente de la seccional 1 de Fernando de la Mora, Víctor Molas, al parecer no recuerda que precisamente fue el Partido Colorado el que sacó provecho de la dictadura de 35 años del general Alfredo Stroessner.

    Desmemoriados los colorados ahora dicen gua’u que temen que Cartes imponga una dictadura.

    Aunque todos sabemos que de lo que realmente se trata aquí es de los cupos partidarios en las instituciones públicas, para ellos, sus parientes, amigos y correlís.

    Ahora, si de dictadura quisieran hablar los colorados, por qué entonces votaron tan disciplinaditos para darle superpoderes al presidente.

    Recordemos que el Congreso sancionó en tiempo relámpago el proyecto de ley que modifica otra ley, la 1337/99 de Defensa Nacional y Seguridad Interna.

    Con esto, le dieron a Horacio Cartes amplias facultades para utilizar a las Fuerzas Armadas en el combate contra grupos armados.

    El titular del Ejecutivo puede ordenar acciones militares, sin necesidad de declararse un estado de excepción. También puede decidir el empleo transitorio de elementos de combate de las FFAA.

    Para los colorados es grave que no les asignen cargos como era (¿) tradición en décadas pasadas.

    Pero si militares y policías detienen a la gente con el único argumento de portación de cara o cabello largo, no hay problema, eso no nos lleva a una dictadura.

    Presupuesto 2014. Es el gran tema del momento.

    Y es lo que está causando el enojo colorado con el presidente.

    Más específicamente, se trata del proyecto de ley de responsabilidad fiscal que plantea el Poder Ejecutivo.

    La idea es evitar que el Parlamento siga toqueteando el Presupuesto General de Gastos de la Nación en forma irracional y desmedida.

    Los economistas coinciden en que la ley de responsabilidad fiscal ayudaría a enfrentar el actual déficit y al mismo tiempo mejorar la calidad de ejecución presupuestaria.

    O sea, lo que se plantea es que se gaste en lo que realmente se deben gastar nuestros impuestos: salud, educación, seguridad, entre otros. No como ahora que el presupuesto apenas alcanza para pagar salarios de los miles de funcionarios públicos.

    Hay que capacitar a los maestros, fortalecer la atención primaria de salud, faltan becas para los jóvenes, y muchas otras cosas más. El Estado necesita más recursos, y mientras los consiga sería todo un detalle de parte de los políticos, que lo administren de forma más responsable.

    Por eso necesitamos esa ley de responsabilidad fiscal.

    Porque en este país lo que más hace falta es eso, responsabilidad.

    http://www.ultimahora.com/la-dictadura-de-n718983.html

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  10. El desarrollo o la destrucción

    De que la gestión del actual presidente de la República Horacio Cartes no iba a tomar un camino tranquilo, era algo que estaba previsto. Sin embargo, lo que sí, a simple vista no estaba previsto era que desde el minuto cero de su administración el jefe de Estado iba a chocar con sectores de su propio partido, el Colorado, a quienes lo único que importa es, al parecer, conseguir cargos. Pero sí podemos convenir de que este último es una realidad que está desde siempre, estaba la leve posibilidad de que los reclamos iban a tardar en llegar, pero hete aquí que eso no pasó.

    Y Cartes ahora debe lidiar, además de con todos los problemas que existe en el país, con el hambre de ocupar cargos públicos de dirigentes colorados que, de esta manera, están queriendo saciar todo lo que no pudieron hacer en los últimos cinco años.

    La administración del ahora ex empresario tabacalero deberá tener el pulso bien firme para, si pretende terminar con loas su gestión, encaminar el país por el sendero del desarrollo, deberá tener firme el pulso para tomar decisiones que quizás a muchos en su partido no les caerá bien, pero las reglas deben ser puestas sobre la mesa para todos, no solo para los opositores.

    Y esto los colorados lo deben entender. Quizás la dureza de los cinco años de ejercer la oposición en este momento sea difícil de dejar de lado, pero otro camino no existe. La ANR está de nuevo en la administración del país con la figura de Horacio Cartes, como cabeza, y así como mucho dependerá de este, también mucho dependerá del acompañamiento que reciba de sus correligionarios, para que la gestión culmine con éxito.

    Otro de los puntos que en este momento “golpea” especialmente a los legisladores de todos los partidos, sí, a los colorados también, es la preocupación del Gobierno por el presupuesto del próximo año. Cartes no quiere que se gaste más de lo que se recauda, y es lo más lógico. Sin embargo, la visión de los parlamentarios es totalmente opuesta a la del Gobierno, hecho que también hasta se podría calificar de “lógica” en un país que desde hace varias décadas se maneja con la prebenda y en medio de la corrupción.

    No hay que olvidar además que en el camino de este nuevo presidente de la República también está el tema de la inseguridad. También el tema del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), de la educación, el sistema de salud y muchos otros que deberá enfrentar a lo largo de estos próximos cinco años.

    El camino que andará este Gobierno está recién en sus primeros tramos. Tramos que por lo que se está viendo no están totalmente despejados para que se avance sin mayores inconvenientes. Habrá que ver de ahora en más la muñeca que tiene el Presidente para encaminar la situación. Y este último es teniendo en cuenta que su experiencia política es prácticamente nula, aunque el hecho no debería ser un grave problema para gobernar.

    Y finalmente habrá que ver también hasta dónde se extiende la “paciencia” de los seccionaleros. Hasta dónde son capaces de soportar esta especie de “marginamiento” a los que son sometidos por el presidente Horacio Cartes. Cinco años quizás sea un período corto para poder terminar de desarrollar plenamente un país, pero cinco años, tampoco es un período muy largo como para terminar de destruir y mandar al fondo del pozo a un país. Habrá entonces que ver por cuál de los dos caminos se opta, por el desarrollo o por el de la destrucción. Así de sencilla (o no) es la cuestión.

    Antonio López

    http://www.lanacion.com.py/articulo/139654-el-desarrollo-o-la-destruccion.html

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  11. De crucifixiones

    Por estos días el país asiste a un irrefrenable número de hechos políticos, que van desde acciones serias hasta muestras de prebendarismo y extrema estupidez humana. La anunciada crucifixión de dirigentes colorados, el partido del presidente Cartes, o Cárter, como le dicen sus enojados operadores, reclamando cargos, colocó en la escena una anécdota y una alarma.

    Anécdota, porque se convirtió en jolgorio obligado. De broma, hubo hasta quienes ofrecían comprar los clavos, asistir con martillos o sencillamente sentarse a ver aquel celebrado posible sacrificio de un grupo de la política nacional cuestionado y despreciado por un vasto sector de la población. Como toda promesa partidaria, un día antes de la fecha anunciada, se retractan, dejando decepcionado al espontáneo público que esperaba aquel drástico y a la vez absurdo espectáculo.

    La alarma: si ahora están así por volver a hundir los colmillos en la teta estatal, cuando las ubres sean más suculentas habrá que esperar acciones y reacciones más violentas y peligrosas. La cultura del zoquete es casi biológica en los colorados, práctica copiada ahora por otras jaurías.

    Mientras esto corría en paralelo y la inconstitucional militarización del Norte no rendía ni un resultado, más que denuncias de amedrentamiento de niños en escuelas y riesgo de lesiones a derechos esenciales, Cartes se reunía en la Cumbre de Unasur con el presidente de la bolivariana Venezuela —Nicolás Maduro, a la sazón ejecutivo pro témpore del Mercosur—, para perplejidad y rabia de los cultores de la derecha paraguaya.

    Otro hecho que mueve el avispero es el lobby intenso del presidente para la aprobación de la ley de responsabilidad fiscal, que tiene resistencia y cuestionamientos, y pretende en su redacción actual concentrar peligrosamente el poder en el Ejecutivo; aparte de abrir brecha para afectar beneficios y programas sociales y de desarrollo.

    En tanto las víctimas del Ycuá Bolaños cuestionan la designación de Enrique Riera en el Consejo de la Magistratura, sin saldar cuentas con la Justicia, una cumbre de Poderes se sustanciaba en medio del cinismo y la forma. Luego, un consejo sindical, social y popular les dejó un proyecto de país viable y sostenible socialmente; y reclamo de políticas públicas que beneficien a la gente, la no privatización de empresas estatales, la no persecución sindical e ideológica, y reforma agraria real.

    Las aguas se agitan. A 21 días del nuevo Gobierno, solo hay ruidos y amenazas de volver a viejos y perimidos rumbos.

    http://www.ultimahora.com/de-crucifixiones-n719656.html

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  12. La función pública y la sociedad paraguaya

    Por Víctor L. Romero, MD (*)

    La situación creada recientemente entre el presidente Cartes y el Partido Colorado demuestra claramente que si un gobernante quiere poner como prioridad mitigar la pobreza, el desempleo y la exclusión, disminuyendo el despilfarro y la corrupción en el sector público, va a encontrar detractores. Por eso, vale la pena entender por qué muchos de los que asumen el poder, a pesar de las buenas intenciones y capacidades personales, terminan en la ineficacia para lograr el desarrollo del país.

    Una de las razones de esta dificultad, a mi criterio, es el hecho de soslayar la falta de ética de muchos políticos y la cultura política de nuestro medio, al configurar estrategias para lograr el bienestar de la mayoría. La política es un medio de desarrollo, pero no tiene posibilidades de éxito si se ignoran siempre estos impedimentos fundamentales. Cultura, no es solo la suma de diversas actividades sino un estilo de vida, una manera de ser, aprendida desde hace bastante tiempo, y la ética se refiere a principios y obligaciones morales que el individuo debe tener para con la sociedad. La obligación moral que el político debe tener para con la sociedad es la que hemos perdido en el Paraguay.

    Se complica esta situación política cuando el gran público tiene escasa reacción ante los niveles de despilfarro y corrupción de los funcionarios públicos. Es que esta cultura, adormece cívica y moralmente a nuestra sociedad; volviéndola cada vez más indulgente hacia los excesos de quienes ocupan cargos públicos o ejercen cualquier tipo de poder. Existe una actitud tolerante e indiferente hacia la corrupción como si fuera un fenómeno natural. Pero verificar la putrefacción del sistema no significa que debemos resignarnos y pensar que nuestra sociedad es y seguirá siendo así, de manera fatalista, porque en ese caso, ya no será solo la corrupción enraizada sino también nuestra misma actitud pesimista las que se convertirán en amenazas para la estabilidad democrática. Esta apatía y desinterés hacia la vida pública, llamada por los marxistas “alienación formal”, sucede cuando una sociedad sucumbe a esa actitud catastrófica para dar campo libre a la absurda creencia de que revolucionarios “bien intencionados” como los del EPP vendrán a poner orden y solucionar nuestras injusticias.

    El sistema democrático no garantiza que la deshonestidad y la corrupción desaparezcan de nuestras relaciones humanas en el Paraguay, pero sin embargo, si nos decidimos, podemos hacer que disminuyan brutalmente. Para eso, son necesarios mecanismos correctivos, haciendo que ciertos delitos se conviertan para quienes los cometen, en un riesgo enorme que ni siquiera vale la pena cometerlos. Necesitamos cumplir y hacer cumplir la ley para castigar a quienes se valen de medios ilícitos para escalar posiciones o enriquecerse en el Paraguay. Es ahí donde la opinión pública y un poder judicial mucho más eficaz del que tenemos actualmente, se vuelven fundamentales.

    La cultura nuestra sin embargo, no es la única culpable de la devaluación de la función pública en el Paraguay. Otra razón es que los individuos bien preparados se alejan de los cargos públicos debido a lo mal pagado que están. Sus efectos resultan perjudiciales para el país porque los cargos públicos mal remunerados y supernumerarios, terminan convirtiéndose en un gran incentivo para la corrupción. Es tradición en nuestro medio alejar del sector público a los ciudadanos de una mejor formación y llenarlos de incompetentes mediante la influencia política. Esta clase de empleado público, conocedor más tarde de cómo crear dificultades, es quien se convierte en pesadilla de los ciudadanos honestos que no quieren pagar coimas. Si es este el problema que el presidente Cartes quiere modificar, disminuyendo el número de empleados públicos, pero mejorando la remuneración para disminuir la corrupción, bienvenido sea. Debemos ayudarle a construir un país en donde servir al Estado es un trabajo codiciado no por ansias de poder ni para fines ilícitos, sino por el respeto hacia quienes contribuyen al progreso de la nación.

    *Médico Especialista Diplomado del Consejo Americano de Psiquiatría y Neurología

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  13. Responsabilidad política

    Por Nancy Espínola

    El lamento de un sector del Partido Colorado por no ser tenido en cuenta por el presidente Horacio Cartes para ocupar cargos en el Gobierno causó una fuerte reacción en la sociedad, que una vez más hizo ver su hartazgo de la clase política.

    Desde hace 24 años los políticos a diario hacen mérito para que la situación llegue a tal punto de convertirlos en los indeseables de la sociedad. En estos primeros meses del gobierno de Horacio Cartes, la cosa no ha sido diferente. Algunos presidentes de seccionales, azuzados por la dirigencia, pegaron el grito al cielo porque el jefe de Estado osó dejar fuera de los cargos públicos a activistas del partido. Hasta hicieron el ridículo al amenazar con crucificarse para que el Primer Mandatario escuche sus pedidos.

    Una semana después salieron los nombramientos de políticos colorados. El Presidente ubicó a conocidas figuras al frente de instituciones. Así, Rogelio Benítez fue a parar a Copaco; Justo Cárdenas al Indert, y Ángel Pintos Balbuena a Correos. Pero esto no hizo que se calmaran las aguas, sino las agitó aun más. Esta vez porque los beneficiados fueron de tal sector y otros quedaron fuera.

    Cuando cayó del poder el Partido Colorado en el 2008, sus dirigentes parecieron entender que el modelo clientelista y paternalista del Estado estaba perimido. Que entendieron que la gente estaba cansada de que el Estado sea utilizado como botín que se reparte un sector político para enriquecerse. Que llegar al gobierno siempre haya significado tener puertas que golpear, negociados que hacer y maletines que recibir.

    Durante cuatro años y medio escuchamos los mea culpa y el discurso de que han aprendido la lección. Que si volvían iba a ser tiempo de rectificar errores y finalmente trabajar por el bienestar del país.

    Lastimosamente ellos mismos con sus actitudes nos muestran otra realidad y que nada de aquello era cierto.

    A diario la dirigencia de este partido sigue reivindicando cargos alegando que mucho trabajaron para volver al poder; y descalifican a los elegidos por el Presidente, ya sea porque no son colorados o porque no vienen de la militancia. Nadie muestra interés en buscar el bienestar de la población, sin importar el color. Interesa más la interna, o el puestito para el correligionario.

    Esta actitud hace que la población les tenga fobia a los políticos, y se escuchen en la calle frases como que el Parlamento –la representación más importante de la sociedad– debe ser disuelto.

    En democracia, la clase política es fundamental. Es la base del sistema. Los partidos políticos son los foros de discusión que dinamizan la sociedad y la vuelven participativa. Las sociedades donde los partidos políticos, o la clase política, son débiles desembocan en una dictadura donde el presidente de la República es el único referente y las sociedades no tienen interlocutores válidos para contrarrestar su poder.

    El día que nuestra clase política entienda cuál es su rol en la sociedad, este país habrá avanzado.

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  14. Cartes y la ANR, el peligro de los caminos paralelos

    Horacio Cartes cumple hoy un mes en el Gobierno, sin un solo día de luna de miel. En este poco tiempo comprobó que su matrimonio por conveniencia con el Partido Colorado es un quebradero de cabeza que le complicará los cinco años de unión forzada si no logra una fórmula mágica de relacionamiento, donde el toma y daca tenga mínimos daños colaterales a su plan.
    Por Estela Ruíz Díaz

    Guerra prematura. Se sabía que la piedra en el zapato de Cartes sería el partido que adoptó para catapultarse al poder. Pero no que las diferencias se evidenciarían en forma muy prematura.
    Sin dudas la apuesta fuerte a la tecnocracia en su gabinete fue la primera bofetada a los colorados. La otra fue elegir a profesionales claramente anticolorados, a los que sigue defendiendo a capa y espada. El viernes nomás decía estar orgulloso de los valores y principios de sus elegidos, en abierta defensa a Hugo Royg y Mabel Causarano.
    Durante la campaña, Cartes marcó diferencias en su visión de la política, solo que los colorados creyeron que era un simple discurso. Cuando empezó a ejecutar sus planes, la rama más conservadora del partido levantó su bandera de la contrarreforma, siendo el diputado Óscar Tuma el arcaico Torquemada del siglo XXI. Con su fanatismo e intolerancia, rasgos típicos de los conversos, busca granjearse el voto clientelar de las bases insatisfechas.
    Pero Tuma no es el único vocero del resentimiento colorado. Solo que es el más descarado. La máxima dirigencia piensa lo mismo.
    La vieja política prebendaria y clientelar tuvo estos días como protagonista nuevamente al senador Silvio Ovelar, aquel que en la elección presidencial fue pillado infraganti haciendo un trato apu’a (redondeando un acuerdo económico) con un dirigente liberal para la compra de votos. Este mismo senador fue a patotear a la ministra de Educación para que nombre a un maestro político de su confianza en un cargo netamente técnico. Recibió la negativa de la ministra, envalentonada por la postura de su jefe. Ovelar, Tuma, los seccionaleros representan esa vieja pero vigente política que ha provocado la quiebra financiera y moral del país.
    Como presidente de la República, Cartes es el gran elector en la ANR, donde se precipitó la lucha por el poder partidario (2016) donde pujan Lilian Samaniego, Julio Velázquez y Javier Zacarías Irún.
    Hoy Samaniego es la más cercana al presidente, mientras que Velázquez y Zacarías, que anteriormente se mostraban más cartistas, están tomando distancia.
    Estos espasmos en la ANR revelan los nuevos tiempos e irán dibujando un nuevo mapa del poder que dará nacimiento al cartismo.
    HC vs. ANR. El primer mes de gestión ratificó que Cartes y el Partido Colorado van por caminos paralelos. Si bien en materia de discurso y acción el presidente va despejando las dudas y esfumando lentamente la desconfianza hacia él, una cosa es cierta: no podrá gobernar con el Partido Colorado en contra. Aunque él logró el sueño de todo candidato de ganar una elección y además tener mayoría en el Congreso, su caso es una contradicción política. Si no logra una fórmula de negociación y consenso con los duros de su partido, no podrá gobernar. Y aunque sus intenciones sean buenas, la pelea partidaria puede paralizar su gestión, que sería nefasto para el país. La transición post- stronista está plagada de fracasos gubernamentales ya sea por el chantaje del Parlamento, ya sea por la falta de liderazgo y coraje de los presidentes de turno. Debe buscar que esos caminos paralelos converjan en bien del país.
    mal adentro, bien afuera. Mientras batalla con los fantasmas colorados, el Gobierno está dando pasos hacia la regularización de las relaciones en la región. Cartes tuvo un encuentro cordial con la presidenta argentina Cristina Fernández, quien consideró su visita como “la reconstitución de un instrumento que es política de Estado, como es el Mercosur, y que es para todos los sudamericanos una poderosísima herramienta para que nuestros países sigan creciendo”. El 30 se reúne con Dilma Rousseff y el periplo sigue con Uruguay. Aparentemente, la tesis del Gobierno de reforzar las relaciones bilaterales hasta tanto se resuelva el entuerto del ingreso de Venezuela manteniendo al Mercosur en el limbo está ganando terreno. Ya se habla de que Maduro daría un pasito al costado como sacrificio para normalizar el bloque. Sería una victoria resonante para Cartes a nivel internacional y un oxígeno para las batallas internas.

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  15. Conservadurismo precisa renovarse

    Después de la debacle electoral del Partido Colorado en el 2008, o tal vez antes, los dos partidos conservadores tradicionales de nuestro país supieron que los votantes paraguayos ya no eran los de antes, aquellos que elegían al Presidente de entre ellos dos solamente. Advirtieron que al candidato había que agregarle “algo más”. Que no fuera “tan” colorado ni “tan” liberal. Este cambio en la percepción de parte de las cúpulas partidarias no terminó ni termina de ser digerido por una casta de dirigentes que persiste en la cultura del “ellos o nosotros”, que considera al Estado como una propiedad a ser repartida y un sacrilegio dar cargos importantes a alguien que no sea de “su” partido.

    El hecho de que el Paraguay sea aún uno de los pocos países que identifica fuertemente a sus presidentes con un color determinado y que prácticamente exige a las personas el carnet de afiliación partidaria para ocupar cargos en la administración pública tiene que ver, obviamente, con su pasado de guerra civil, intolerancia y la larga dictadura.

    Tras la salida a cañonazos del régimen estronista en 1989, el Partido Colorado supo “aggionarse” sin tanto esfuerzo a los nuevos tiempos. En 1993, ya hubo un intento de modernización partidaria, con la imposición de un empresario presuntamente exitoso como candidato presidencial. La aparición en aquel entonces en el escenario político de un caudillo militar a la antigua usanza, con todos los clichés autoritarios que ya se creían superados, frenó aquel intento modernizante y motivó más de un lustro de retroceso.

    En el 2003, el Partido Colorado optó por una figura de aires renovadores, un político con un discurso actualizado que, en sus primeros años, impulsó medidas para modernizar la vetusta estructura del Estado. Lastimosamente, para Duarte Frutos y para la ANR, terminó enredado en sus ambiciones y en sus ansias de controlar al mismo tiempo su partido, el gobierno y su sucesión. A pesar de la buena imagen de la candidata colorada propuesta entonces, la derrota electoral fue el resultado obligado.

    Al Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), tras 6 décadas fuera del poder y varios intentos fallidos durante la “transición democrática”, no le costó en el 2003 optar por respaldar a un candidato “outsider” a la presidencia. La decisión fue empujada desde sus mismas bases, cansadas de dirigentes cuya popularidad ni siquiera excedía los límites partidarios. La captura del poder por parte de los liberales en el 2012, luego de juicio político a Fernando Lugo, mostró, en la práctica, a dirigentes con el hambre atrasada y con los mismos o peores vicios que los colorados.

    Con la lección aprendida, en las elecciones de abril de 2013, los dos partidos conservadores tradicionales procuraron explotar una imagen de sus candidatos que no estuviera muy identificada con sus respectivas agrupaciones políticas. El candidato colorado fue más convincente en ese papel.

    Tengan o no éxito los intentos de algunos sectores empresariales y otros grupos de poder, entre ellos el mismo Cartes, para superar esta cultura política local, canibalística y angurrienta –inservible en estos tiempos de economía globalizada–, la ANR y el PLRA deberán reinventarse para sobrevivir en los tiempos que se vienen.

    Cada vez les será más difícil ganar el poder apelando al color y a una presunta tradición heroica de difícil verificación, que la mayoría de las nuevas generaciones de paraguayos ni conoce ni le importa.

    Deberán reinventarse para no convertirse en piezas de museo, con más interés para historiadores y turistas que para ciudadanos y ciudadanas que buscan solución a problemas reales de su vida diaria.

    Por Marcos Cáceres Amarilla

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/conservadurismo-precisa-renovarse-619396.html

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  16. Técnicos con pies de barro

    Nabucodonosor, el rey de Babilonia, tuvo un sueño en el que aparecía un ídolo de oro con pies de barro; sus adivinos le dijeron que representaba a la humanidad: inmensa, brillante, fuerte, pero con cimientos muy frágiles e incapaces de sustentarla. La leyenda se recuerda hasta hoy cuando aparece algún héroe popular que luego defrauda a sus admiradores. La política es muy fructífera en esta materia.
    El tema viene a cuento a raíz de la polémica en torno al nombramiento, preferentemente, de técnicos en los principales cargos de la administración pública, según decidió el presidente Cartes.

    Posiblemente, la gente más educada y honesta respalde con entusiasmo esta opción que dejó a un costado a los siempre ambiciosos presidentes de seccionales coloradas.

    Como en la cancha se ven los pingos, hemos visto a varios técnicos pasar con pena y sin gloria por altos cargos públicos, incluyendo la primera magistratura del país. El usufructo del poder demanda el raro y esquivo don de gobernar con el olfato y la vocación del político junto con la capacidad profesional del técnico. Idealmente, ambos factores deben conjugarse y complementarse adecuadamente pero, claro, ya sabemos que eso no sucede con frecuencia.

    El técnico académico puede adolecer de dos falencias graves: centrarse en lo profesional desconociendo la complejidad del entorno social humanitario, en especial, la gente más necesitada, y, por otra parte, caer en la tentación del manejo discrecional de los fondos públicos.

    El primer riesgo es subsanable pues, por el camino; la presión de la opinión pública y de los sectores sociales afectados puede influir para que las decisiones técnicas contemplen las necesidades y los intereses de la ciudadanía en general y de los más pobres en particular.

    En cambio, unirse a los corruptos es un camino sin retorno. Durante los gobiernos de Nicanor, de Fernando y de Federico, hemos visto cómo muchas personas honorables se sumergían sin asco en las lagunas de la corrupción. Es una lástima, pero las limitaciones y perversiones del ser humano son una triste realidad.

    Entonces, ¡ojo! Poner a técnicos al frente de los ministerios y entes públicos no garantiza nada. En principio, es una decisión acertada; es lo que corresponde hacer, pero… Hay que estar alertas, vigilantes, observando con atención cómo se desempeñan las nuevas autoridades en sus respectivas instituciones. Mientras la escoba nueva siga barriendo bien, fantástico, por fin la gente capaz y honrada está en el puesto adecuado.

    Pero, si empiezan a aparecer las maniobras típicas de negociados con sobrefacturaciones, pagos a empresas fantasmas, obras públicas que empiezan pero nunca terminan, nombramientos de hijos, amigos y amantes, etc., entonces estaremos en lo mismo de siempre y hay que correr a escobazos al funcionario público por más títulos de Harvard que tenga. Será una frustración más en nuestro rosario de decepciones, pero esa es la dura realidad.

    Por Ilde Silvero

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/tecnicos-con-pies-de-barro-620404.html

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  17. 4 DE OCTUBRE DE 2013

    Involución paraguaya

    José Antonio Vera (especial para ARGENPRESS.info)

    Sin salir aún del sepulto republicano de 1870, el pueblo paraguayo continúa prisionero del ostracismo ideológico que lo sume desde hace varias décadas, impidiendo que la ciudadanía más lúcida pueda construir instituciones públicas y privadas con el nivel cultural de los países medianamente avanzados, razón por la cual el Estado, el empresariado y las cúpulas sindicales, partidarias y universitarias, llegan con retraso en la mayor parte de sus decisiones políticas.

    Comparado con lo que ocurre en la región e, incluso en vastos escenarios asiáticos, el proceso paraguayo registra una involución absolutamente dañina, generadora de más desigualdades e injusticias sociales, sin que surjan fuerzas alternativas estructuradas y con proyectos propios. A lo sumo, hay reacciones de repudio masivo por parte del cuerpo docente y de organizaciones campesinas y centrales sindicales, pero sin llegar a inquietar a la oligarquía enquistada en todos los resortes del poder.

    La historia verdadera, no la oficial, no miente y, en muchos casos, deja heridas profundas, difíciles de cicatrizar, como en el caso paraguayo fue la Guerra de la Triple Alianza, genocidio impulsado hace casi siglo y medio por Inglaterra, el mismo país que, con el gobierno de Horacio Cartes, ha retornado con su perfidia diplomática interesado en los beneficios que ofrece el nuevo mandatario a los capitalistas privados. El otro interés de Londres y quizás el principal, es el de poder utilizar Asunción en sus planes geoestratégicos, que incluyen la Patagonia y, en particular a la colonizada Malvinas.

    Otro escudo al que le están sacando lustre estos días es el de Canadá, activa en forzar la instalación de la transnacional Rio Tinto Alcan, fundidora de aluminio, y de oscura trayectoria en varios continentes, acusada de esclavismo, genocidio y evasión impositiva, pero que recibió la promesa del golpista gobierno saliente de otorgarle 4.000 hectáreas, con infraestructura y los servicios básicos, por un valor de 700 millones de dólares, que este país pagaría en un contrato de Alianza Público-Privada.

    A excepción de la trivialidad audiovisual y de los espectáculos de diversión, muchos organizados como palanca de distracción de buena parte de la ciudadanía en la reflexión y toma de conciencia de los profundos problemas sociales, el grueso de la población paraguaya habita en un escenario estancado, paralizado en el tiempo, sin capacidad para producir alternativas, involucionando.

    Una segunda excepción en esa situación de parálisis, la constituye el muy activo mundo de los negocios, donde se registran altas marcas de beneficios de miles de millones de dólares para las élites ganaderas y de la producción sojera, a cargo de corporaciones transnacionales, vinculadas con sectores oligárquicos que manipulan a su antojo las instituciones del Estado. Desde hace tres años informan de un crecimiento del PIB superior al 13 o 14 por ciento y fuentes oficiosas lo están reiterando desde hace meses, sin que ello derive en un mínimo de desarrollo social.

    La mafia que fabrica y vende los transgénicos venenosos del medio ambiente, desplazando las semillas nativas y criollas, verdadero tesoro ancestral de los pueblos originarios y de las familias campesinas más marginadas, están exentas de impuestos en Paraguay y hay firme sospecha de que los inmensos campos que ocupan, en buena medida son guaridas de las roscas del narcotráfico, con secuestros y crímenes que estarían colgando al fantasmagórico Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).

    Todo un símbolo. Mientras los gremios docentes y las organizaciones campesinas y las centrales sindicales se movilizan frente a un poder autista, reivindicando elementales derechos laborales y de una mínima redistribución de la tierra, el Presidente Cartes ha impuesto al parlamento una ley de Alianza Pública-Privada, escudo de su lógica privatista que, a juzgar por las primeras medidas de sus siete semanas de ejercicio, sería parte de su placenta ideológica, el mercado ante todo.

    El llamar a esa ley Asociación Pública-Privada, es una degeneración conceptual y una falta de respeto por lo público, pues en ningún momento el pueblo ha sido consultado sobre el particular, expuesto a sufrir un grave atentado a sus facultades cívicas desde el momento que ese engendro deja todo el patrimonio nacional en manos del mandatario, a quien el texto exime de consultar con el parlamento (aunque funcional) el traspaso de cualquier ente estatal a capitales privados, nacionales o extranjeros.

    Es necesario volver la vista a los efímeros gobiernos de Raúl Cubas Grau, capitaneado por el General Lino Oviedo, y derrocado en 1999 tras el asesinato, en plena plaza del Congreso, de ocho militantes que defendían la democracia frente al plan golpista de ese militar, y al posterior de González Macchi, para encontrar un período parecido de ausencia de autoridad entre las instituciones estatales. A pesar del legado estronista de autoritarismo expandido en todos los rincones del país, la desorganización de las instituciones alcanza un nivel inédito en las últimas siete décadas.

    Hay crisis social y crisis política en Paraguay, incubando un sentimiento popular de indefensión, de decepción y desesperanza que se está convirtiendo en repulsa masiva al poder y a la impunidad que continúa gozando la oligarquía entronizada en un Estado en Estado de Urgencia, de caos, en el que los culpables se acusan mutuamente, en una connivencia delictiva convertida en método de protección corporativa de los saqueadores de las arcas públicas.

    Hasta la nada progresista Fundación Konrad Adenauer, informa que en Paraguay la democracia retrocede con relación a los gobiernos del colorado Nicanor Duarte Frutos (2003/08), y del progresista Fernando Lugo, entre el 15 de agosto del 2008, hasta el 22 de junio del 2012, cortado por un Golpe de Estado disfrazado de parlamentario. La FAO, la CEPAL, y mismo la ONU, informan que hay un incremento de la pobreza en este país, con alto grado de deserción escolar y eliminación progresiva de la gratuidad en los servicios de salud, una de las conquistas de la administración de Lugo.

    Del gobierno liberal golpista, que terminó sus canalladas hace siete semanas, tras 14 meses de daño al 80 por ciento de los paraguayos, un solo ministro está procesado, acusado de vaciar al Instituto Nacional del Indígena (INDI), pero ningún otro titular, desde el Ejecutivo hasta el ente menos importante, ha pasado por los tribunales, a pesar de que el equipo de Cartes entró en funciones denunciando que todas las carteras registraban un total vaciamiento de los recursos financieros, perjuicio que el nuevo capitán de este barco a la deriva, prometió cortar de raíz. Federico Franco, la cabeza visual del golpismo, continúa sin imputación ni explicación de ese vaciamiento.

    A seis meses del fácil triunfo electoral de Cartes, la disputa por el timón ha traspasado los oscuros corredores de la intimidad del Partido Colorado y hoy es inocultable la rivalidad que existe entre la Presidenta del organismo, la Senadora Lilian Samaniego, y algunos caciques de las varias fracciones de la centenaria organización, acéfala desde 1989, cuando fue desplazado del poder político y financiero, el octogenario General Alfredo Stroessner, quien secuestró el país durante 35 años, apoyado en el Ejército, la corrupción y el Operativo Cóndor, comandado por Estados Unidos en el subcontinente.

    Samaniego, aparentemente leal al mandatario, pide a sus correligionarios que otorguen a Cartes un año de tolerancia, lo cual también puede encerrar una leve insinuación de someterlo a juicio político, si prosigue desobedeciendo al aparato.

    En el plano de los partidos políticos hay miseria de conductas y de ideas. Al fraccionado coloradismo, interesado en poseer eternamente las riendas del carro, prevaricando siempre, se suma la casi extinción del Partido Liberal, también con más de un siglo de vida, buena parte colaborando en muchas satrapías con el anterior, conformando un legado pesado, difícil de disculpar por el pueblo.

    En la vereda de enfrente, atomizadas las fuerzas, y en parte contagiada de vicios de los aparatos colorado y liberal, el desorden orgánico es tal que ninguno de los emblemas se muestra capaz de transformarse y plantar una nueva bandera de lucha, con un programa que conquiste a una ciudadanía desorientada y huérfana de liderazgo, para impulsar la brega común y unitaria en la construcción de un país con justicia y equidad social, sepultando al poder hambreador, que ha sumido en la pobreza al 60 por ciento de los seis o siete millones de habitantes. No hay censo actualizado.

    En el incierto panorama de los registros y subregistros oficiales, figura más de un millón de emigrados, y la FAO habla de un cuarto del total en la inanición, y un millón 250 mil niños desnutridos, hijos de familias excluidas de todo acceso a un mínimo de asistencia estatal. Diferentes fuentes estiman que más de 200 mil familias campesinas van en camino a convertirse en parias, al igual que los 17 pueblos indígenas, con unas 120 mil almas.

    Cuarto exportador mundial de soja, con una inmensa riqueza hidroeléctrica, tierra rica y abundante, y un subsuelo que atesora una valiosa variedad de metales, explotados por empresas privadas extranjeras sin ningún control, Paraguay se permite el crimen de continuar cultivando el gatopardismo, de espaldas a la efervescencia mundial.

    Sea el Ejecutivo, el Legislativo o el Judicial, el poder en este país, alcanza un descrédito inédito entre el grueso de la población, testigo de una mundialización que, en ciertas naciones vecinas y sin aplicar ninguna medida de transformación estructural pero con sensibilidad social, aportan mayor capacidad de consumo a la mayoría y acceso al grueso de los servicios sociales básicos.

    Todo lo contrario ocurre en este Paraguay, de tanta historia heroica, cuyas cúpulas dirigentes, mirando por encima de las cabezas de la gente, prosiguen contribuyendo a convertirlo en un simple enclave semicolonial de Estados Unidos, al estilo de México, Colombia y casi toda Centroamérica.

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