Ya no es absurdo pensar que el EPP podría ser parte de una conspiración de luguistas

En la ocasión del secuestro de Fidel Zavala, el entonces ministro del Interior Rafael Filizzola, junto con la plana mayor de la institución policial, se pasearon por la zona afectada constatando lo paupérrimo del estado de los locales y fuerzas del orden, haciendo declaraciones públicas acerca de la decisión tomada de concentrar su atención en el lugar, de asumir todas las medidas que el caso exigía, de perseguir sin dar respiro a la banda terrorista, y todas las demás bravuconadas a las que tienen acostumbrada a la opinión pública.

Lejos de todo eso, el gobierno de Lugo se olvidó de la zona y del tema. Es fácil inferirlo, al ver cómo este último ataque que cegó la vida de dos policías se produjo en el mismo lugar, contra un puesto policial pequeño, mal dotado, en el que los agentes que allí prestan servicio carecían de las mínimas condiciones para defenderse.

Esta terrible defección de los responsables debería llenar de vergüenza a las autoridades gubernamentales, desde el presidente de la República hasta los jefes policiales, pasando por las instancias intermedias.

Pero, ¿es simplemente inepto Fernando Lugo para proteger a la sociedad del EPP? ¿O es indiferente al problema porque está ocupado en otras cosas que le son más placenteras?

Cuando sucedió el secuestro de Cecilia Cubas y se le preguntó su opinión, siendo aún obispo de San Pedro, declaró con el mayor desparpajo que “no estaba enterado del caso” ni interesado. ¿Continúa hoy en la misma cínica actitud?

Si las cosas son como aparecen ante la simple observación, hasta es lícito creer que es con la complicidad o la vista gorda del presidente y de su equipo político que el autodenominado EPP comete sus crímenes. El terror producido por esta banda les serviría políticamente para afianzarse como eventuales protectores, para que las víctimas y quienes se sientan amenazados vayan a pedir refugio en las carpas luguistas y se les conceda el derecho a la seguridad a cambio de la adhesión partidista. Así siempre se pescó en río revuelto.

Lo cierto y palpable, lo que se puede constatar fácilmente con solo encender la radio y escuchar a los que por ese medio se expresan, es que el régimen de Fernando Lugo carece de un funcionario vinculado a la seguridad pública en el que mínimamente se pueda confiar.

Cuando el anterior ministro Filizzola comenzaba a entender la función y a desempeñarse con mayor eficiencia en ella, Lugo lo sacó de un plumazo, haciendo lo mismo, pocos días después, con su sucesor para finalmente poner en el cargo al senador Carlos Filizzola, una persona de escaso carácter, completamente ajena a la función, en momentos en que nuestro país necesita desesperadamente contar con expertos avezados en materia de seguridad.

¿Hace a propósito Fernando Lugo todo esto para mantener debilitado ese aspecto de la seguridad pública, para que el EPP siempre tenga ventaja frente a las fuerzas del orden?

Lo presumimos antes: si no es pura y simple inutilidad del presidente de la República y su equipo, tiene que tratarse de una conspiración de ellos mismos contra el resto de la sociedad nacional, con fines de manipular el miedo y, a través de ello, lograr la hegemonía en el poder y evitar la pérdida del control sobre el Estado.

Esta última posibilidad es demasiado terroríficamente siniestra como para ser aceptada así como así.

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