Agricultura: La muerte de un modelo

En este espacio editorial nos gusta poner de vez en cuando una luz cenital sobre los temas que aún no son motivo de debate en las esferas políticas que, por el momento, prefieren el reñidero pre y postelectoral. Uno de esos temas es la muerte lenta de un modelo agrícola medieval que aún subsiste en el Paraguay. Es sabido que en el mundo, cada vez menos gente vive de la agricultura. En 1980, la mitad de la pobla­ción económicamente activa (PEA) se dedicaba a la agricultura. En 2010, había caído al 40%, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Pero esas cifras se van achicando y comprimiendo a medida que se mide en países en los que la transformación recién está empezando, como en el Paraguay (25% de la PEA), en los que se ha acentuado como en Chile, Brasil y Uru­guay (11%) o el más cerrado de todos, Argentina, que tiene un 7% de su PEA en agri­cultura. ¿Qué ha pasado en nuestro vecino sureño para que se produzca semejante transformación, ya que en los años ‘80 tenía el doble de gente trabajan­do en el agro? El Institu­to Nacional de Tecnolo­gía Agropecuaria (INTA) tiene un interesante es­tudio que comienza ex­poniendo que “el sujeto agrario del siglo XX era el productor rural que concentraba en sí mis­mo la propiedad de la tierra y las maquinarias, poseía el capital nece­sario para enfrentar las campañas de siembra (o bien asumía la deuda) y era el responsable de la gestión agrícola y empresarial de su producción”. En cambio en el siglo XXI, agrega el INTA, impera un modelo en el que la producción está “centrada en una compleja red de agentes vinculados por una multiplicidad de contratos, donde los riesgos se reparten y se incrementa la interdependencia en la toma de decisiones”.

Los facto­res que alientan este modelo son: a) Una actitud claramente positiva hacia la incor­poración de tecnología, desde la siembra directa hasta la agricultura por ambientes. b) Una neta vocación por la productividad, sin subsidios de ningún tipo en busca de los mejores rindes en su producción. c) Capacidad para asumir el riesgo contem­plando las contingencias de la incertidumbre climática, la volatilidad de los precios o la dinámica de los mercados. d) No busca el refugio de la protección estatal y acepta el juego de integrar una cadena global agroalimentaria. e) Incorpora conocimientos para la gestión, que no se limita a lo agropecuario sino que se expande al manage­ment empresario. Y f) Incorpora innovación y motivación emprendedora.

Este es el presente y el futuro de la agricultura como generadora de comida para una humanidad creciente. Para medir los extremos digamos que Alemania tenía en 2010 unas 661.000 personas dedicadas a la agricultura (1,8% de su PEA) para alimentar 81 millones de alemanes.

Ese año, 831.000 paraguayos seguían dedicándose a la agricultura para abastecer a 7 millones de personas. Y seguimos importando comida. Sólo en mayo pasado compramos afuera 9.800 toneladas de tomates, locotes, cebolla, papa y hasta hierbas medicinales, según el boletín del Senave. Si este inconmensurable y trá­gico atraso no preocupa a la política es difícil saber qué realmente puede llegar a interesarle.

http://www.5dias.com.py/96944-agricultura-la-muerte-de-un-modelo

38 comentarios en “Agricultura: La muerte de un modelo”

  1. Agricultura Campesina

    Por Edwin Brítez

    En el relato de la situación campesina y su relación con la actividad agropecuaria y el acceso a la tierra hay verdades y medias verdades, mitos, leyendas y falacias a los cuales se recurre de acuerdo con las necesidades y circunstancias que se presentan. Con el fin de ayudar a comprender el tema, exponemos el siguiente enfoque basado en fuentes oficiales y alternativas.

    Recomposición de fuerzas productivas

    Son 270.000 fincas en producción agropecuaria en todo el país, de las cuales 251.000 son de lo que se conoce genéricamente como Agricultura Familiar Campesina (AFC) desde una perspectiva netamente relacionada con el tamaño de la finca. Se considera como pertenecientes a esta categoría (AFC) a las familias con un máximo de 50 hectáreas.

    Aunque estos datos corresponden al 2008, sirven para tener una idea global del problema que hoy vemos en las calles con miles de campesinos marchando con palos en la mano y autoridades desorientadas y confundidas con respecto a las medidas a tomar sobre sus demandas.

    Las 270.000 fincas cultivan 7.815.738 hectáreas, de las cuales 978.093 ha corresponden a la AFC, lo que da una idea del gran avance de la agricultura y ganadería extensivas, ya que del total (270.000) de fincas el 8% es de agroganadería y el 92%, AFC; o si lo presentamos del otro lado: del total (7 millones y algo) de superficie cultivada, el 88% corresponde a la agroganadería y el 12% a la AFC.

    Es una diferencia importante que no se puede negar.

    Sin embargo, por intereses creados, por simple necesidad de discursos políticos u otras cuestiones, se repite constantemente que la agroganadería crece a expensas de la AFC, cuyos dueños son “expulsados” de sus fincas cuando que en realidad las fincas campesinas disminuyen como resultado de: a) una recomposición de fuerzas productivas, b) el avance de la urbanización y c) el empuje de una mayor explotación productiva de la tierra, dejándose poco a poco de lado el carácter especulativo de antes para dar lugar a inversiones, maquinarias, tecnología y mercado en terrenos anteriormente no explotados.

    La primera conclusión lógica es: gran avance de la frontera agrícola sobre territorios desocupados de la agricultura mecanizada y de la ganadería extensiva, y estancamiento de la AFC como resultado de una recomposición de las fuerzas productivas. Mucha agricultura con pocos agricultores frente a poca agricultura con muchos agricultores.

    El avance de las mecanizadas

    Entre los años 1991 y 2008 el Departamento Central perdió el 61% de sus fincas, Cordillera el 25%, Itapúa 17%, Paraguarí 14%, Alto Paraná 8% y otros. Es fácil imaginarse por qué ocurre esto. Por el avance de la urbanización y por la atracción laboral que ejercen especialmente entre los jóvenes (hombres y mujeres) Asunción, ciudades aledañas y nuevos polos de desarrollo o de nuevas concentraciones poblacionales.

    Las antiguas fincas rurales de Central, Cordillera y otros quedan abandonadas o son transferidas a no campesinos mientras los espacios desocupados de Alto Paraná, Canindeyú, Concepción y otros son ocupados por agronegocios y ganadería extensiva con alta genética, pagándose precios elevados por la compra o alquiler de tierras en estas zonas.

    Pero, en contrapartida, aumentaron las fincas rurales en San Pedro 44%, Caazapá 32%, Concepción 23%, Canindeyú 52% y Amambay 14%. Este proceso se dio como resultado de la migración por “expulsión” o por opción laboral y presión campesina sobre el sector público, que se vio obligado a ir ubicando a los campesinos sin tierras en nuevas colonias.

    La segunda conclusión lógica es: mientras se desliza la frontera agrícola-ganadera, disminuyen las fincas de la AFC en determinadas zonas (cerca de los grandes centros urbanos), pero aumentan en zonas netamente campesinas como San Pedro, Concepción, Canindeyú, etc. La verdad entonces es que mientras unos son “expulsados”, otros son reubicados o ubicados en nuevas colonias.

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  2. Las heladas deben ser motivo de alerta roja

    En los casos en que se avecinan tormentas severas ya es habitual hablar de alertas meteorológicas de diversos colores (amarillas, naranjas o rojas), según la intensidad de los vientos previstos, generalmente; y la información se difunde, valga la redundancia, a los cuatro vientos, a lo que la gente reacciona por lo menos con curiosidad y se toman previsiones en los casos necesarios, tanto a nivel personal o comunal como nacional. Esto está plenamente justificado, pues las tormentas fuertes ponen en peligro la integridad física de la población e, incluso, de obras, viviendas e infraestructuras de todo tipo.
    Viendo lo ocurrido los días 17, 18 y 19 de este mes, cuando las heladas dejaron perjuicios sin precedentes en el sector agrícola, afectando de gravedad tanto los cultivos de pequeños productores, principalmente horticultores, como las grandes extensiones de trigo y otros rubros mayores, los responsables del sector meteorológico deberían tomar la iniciativa de incluir a las heladas en la lista de fenómenos climáticos pasibles de alerta roja.

    El titular de la Dirección Nacional de Meteorología, Lic. Julián Báez, admitió ayer ante nuestra consulta que, efectivamente, se hizo una advertencia, pero esta vez no se les pasó por la cabeza la idea de convertir tal aviso en una alerta, de forma que se tomen mayores precauciones, principalmente en el campo, para salvar las plantaciones.

    El profesional explicó que pueden dar por seguro el ingreso de un frente frío severo una semana antes, y la posibilidad de que eso genere heladas es pronosticable al menos tres días antes, lo que indica que la alerta debe sonar lo suficientemente fuerte para que recorra el territorio que será afectado en el menor tiempo posible.

    Siempre de acuerdo a la citada fuente especializada, la previsión sobre el intenso frío, que atacó primero el sur y después el resto del país, hasta las zonas chaqueñas, se confirmó el miércoles 12 y fue transmitida, inicialmente, a la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) y al Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), a fin de que tomen las precauciones que considerasen necesarias. También se puso la información en la página web de Meteorología.

    Entre el viernes 14 y el sábado 15 de julio saltó el informe sobre las heladas que se venían. Los datos al respecto siguieron los mismos caminos que el pronóstico sobre el frente frío, pero evidentemente nadie pudo medir, incluidos posiblemente los medios de comunicación, la gravedad del fenómeno climático que se nos venía encima.

    Las heladas, pese a que se tenía el pronóstico, se convirtieron de esa forma en una desagradable sorpresa para la agricultura, en una devastadora acción de la naturaleza contra la pequeña economía productiva, principalmente; dejando no solamente ramas, hojas y frutos “chamuscados”, sino también deudas por doquier y mucho esfuerzo humano perdido.

    Ante versiones de que el fenómeno podría repetirse en la primera quincena de agosto próximo, el Lic. Báez aclaró que se prevé la entrada de un frente frío para dentro de dos semanas, o quizá un poco antes, desde la Argentina, pero no tendrá la intensidad de la semana pasada. Es decir, no habrá heladas. Se vendrá el viento del sector sur, pero con temperaturas probables de 10 grados centígrados, a lo sumo bajaría a 8 grados. Hasta finales del próximo mes se pueden esperar temperaturas de cero grados o menos, pero así como están las cosas “ya es muy difícil que se repita” lo ocurrido, de acuerdo al especialista.

    Si eso es verdad, este año ya no necesitaremos de alerta por heladas, pero debemos aprender la lección para futuros inviernos, pues esta vez la imprevisión nos está saliendo muy cara.

    Por otro lado, en esto se vislumbra un doble pecado del MAG, porque si recibió el pronóstico por lo menos tres días antes, hizo muy poco para transmitirlo a los productores. Debería analizar las causas de esa inoperancia. Esto se suma a los invernaderos “sistema israelí” que mandó construir para un gran número de horticultores y que resultaron ineficaces ante las heladas.

    Por Jorge Benítez Cabral

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/las-heladas-deben-ser-motivo-de-alerta-roja-1617161.html

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  3. Heladas y deudas, el Gobierno propone una solución

    Las heladas registradas recientemente en el país ocasionaron un gran impacto ambiental que tiene su repercusión en la frutihorticultura, la agricultura y la ganadería. Hasta ahora no se posee una cuantificación definitiva de los perjuicios económicos que han causado, pero los primeros cálculos hablan de que estarían en alrededor de 265 millones de dólares, si se tiene en cuenta el impacto en el área frutihortícola, en el trigo y en la soja de entre zafra.

    A lo que habría que añadir también el quebranto de la ganadería, con lo que el daño económico y monetario ascendería a cifras astronómicas, no solo para los productores, que son los perjudicados directos, sino para toda la ciudadanía que tendrá que sufrir también sus consecuencias indirectas.

    Estamos, en consecuencia, ante un grave estrago que requerirá un ímpetu adicional de parte de productores y del Estado para paliar sus efectos y lograr la rehabilitación de los sectores más destruidos. Como toda devastación ambiental, los perjuicios son prácticamente irreparables y todo lo que se perdió ya forma parte de una lamentable frustración. Pero las dificultades siempre son un desafío a la creatividad y a la capacidad de trabajo, por lo que en lugar de llorar por la leche derramada es bueno mirar para adelante para esbozar las soluciones y poner en marcha los planes necesarios.

    Por sus consecuencias, hay que considerar que estamos ante una de las peores escarchas de las últimas cuatro décadas, de acuerdo con la opinión de los entendidos en la materia. Lo que significa que se necesitarán también un esfuerzo y financiamiento de gran nivel para hacerle frente y recuperar a los sectores más golpeados.

    El Gobierno Nacional ha salido con una primera iniciativa para encarar este nuevo desafío, que el responsable de Agricultura y Ganadería y los encargados de los principales entes financieros estatales del ramo esbozaron a la ciudadanía. Por el tamaño del perjuicio y lo extendido de su impacto se requerirá no solo suficiente dinero, sino buena voluntad, un gran esfuerzo de imaginación y habilidad de parte de todos para acertar con las medidas necesarias.

    Un primer acercamiento al tamaño geográfico del efecto de la helada habla de 116.700 hectáreas (1.167 kilómetros cuadrados), que viene a representar un poco menos de la mitad de la superficie del departamento de Central (47,3%). La cuantificación hecha por el Gobierno del daño económico al sector más vulnerable, el frutihortícola, habla del equivalente a 25 millones de dólares. Y para asistirlo inicialmente tiene planes cuyo valor puede estimarse en 20 millones de la misma moneda, en semillas, insumos agropecuarios básicos, ayuda técnica, además de créditos y planes de refinanciamiento.

    El plan de contingencia del Gobierno prevé destinar G. 27.100 millones para la adquisición de semillas, insecticidas, fungicidas, fertilizantes, malla de mediasombra y productos pecuarios, y otros G. 82.500 millones para el proyecto de reactivación productiva, lo que hace que el total del auxilio sea de G. 109,6 billones (casi US$ 20 millones).

    Para facilitar la rehabilitación financiera, el Crédito Agrícola de Habilitación (CAH) renovará los vencimientos productivos previstos, no obligará al pago de créditos por 1 año y hará una quita de intereses del 50% del monto acumulado al momento de la cancelación. Por su parte, el Banco Nacional de Fomento renovará los créditos hasta un año y hará una reestructuración y refinanciación de la deuda de los afectados hasta 5 años de plazo.

    Estas son las primeras medidas impulsadas por el Gobierno que con el correr de los acontecimientos se verá si son suficientes o no. Lo más significativo es que ha tomado la iniciativa para mitigar el duro golpe y garantizar con rapidez el salvataje de los sectores más castigados de la producción.

    Los planes de contingencia anunciados por el Estado ya están en marcha, lo que indica que ya se podrá comenzar a activar de inmediato para conseguir lo antes posible el resarcimiento de los daños y la recuperación rápida de la producción más accesible.

    Hay que aprovechar el impulso que representa la asistencia estatal y encarar prontamente la rehabilitación de los sectores más afectados. Ante tamaño golpe climático y sus graves consecuencias no resta otra alternativa que ponerse manos a la obra y restablecer la producción para restituirle en lo posible a la situación anterior.

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  4. Agricultura Campesina (II)

    Por Edwin Brítez

    Los datos estadísticos de la especie de pesos y contrapesos entre fincas que desaparecen en unos lugares, sustituidas por fincas nuevas en otros lugares es poco mencionado en los discursos de la argumentación y la réplica respecto al problema de la tierra y la confrontación entre Agricultura Familiar Campesina (AFC) y la agricultura mecanizada.

    El falso dilema culpable vs. inocente

    En vez de abordarse el tema como una cuestión natural de choque entre modernidad y atraso, como una falta de oportunidades y oportunidades de negocios, se los presenta como víctimas y victimarios o como una lucha entre pobres y ricos, entre los que exprimen al país con sus holgados negocios y los que dan de comer a la población con su esfuerzo y trabajo.

    Este discurso de confrontación surge debido a que por un lado hay interés en congraciarse con los más numerosos de un lado de la disputa, atacando a los que son menos aunque manejan más recursos y tienen mayor influencia, ocultándose con ello el fracaso estatal en la aplicación de la reforma agraria. El único enemigo en realidad es la pobreza que sufren cada vez más los campesinos. Cada vez más, porque la pobreza, en vez de disminuir, aumentó sobre todo en el campo.

    Tercera conclusión lógica: En vez de encarar la solución, es más fácil para todos (oposición y oficialismo) culpar de los problemas de la AFC al avance de la agricultura mecanizada y la ganadería extensiva, que sin lugar a dudas las producen, pero los problemas de la AFC no desaparecerán haciendo desaparecer la agricultura mecanizada y la ganadería extensiva.

    Ser pequeño productor no es sinónimo de pobreza

    El consultor e investigador brasileño Wagner Enis Weber afirmó que el problema de la agricultura campesina nunca fue el dinero sino la falta de conocimiento, capacitación, organización y de acceso a los servicios de la población ubicada en la franja de la AFC.

    El experto recordó que la producción del Estado de Paraná, Brasil, es casi el doble de la nuestra en granos, y contrariamente a lo que se puede creer, allá la mayor cantidad de la producción está a cargo de pequeños y medianos productores, quienes cuentan con un promedio de 25 hectáreas. ¿Y la intoxicación como consecuencia?: “los agrotóxicos perjudican al ser humano solo cuando son aplicados directamente sobre las personas”.

    Son 340.000 productores que ganan buen dinero con maíz, soja, trigo, cebada y caña de azúcar, sin embargo, aquí se asocian a estos productos con perjuicios y amenazas para la vida. Pero ¿cómo hacen para tener éxito con poca tierra? El 90% son socios de cooperativas de producción (aquí el 30%) y así pueden acceder a maquinaria y tecnología a menor precio y, con sus compras e inversiones, generan empleo en el campo a través de sus propias organizaciones y de la agroindustria.

    Con este enfoque, en el Estado de Paraná, la mayor parte de la soja (32 millones de toneladas en 2014) procesada no surge de las transnacionales, sino de las cooperativas. Esto se llama conocimiento, capacitación y organización.

    ¿Cumplen con estos requisitos nuestras políticas públicas de producción, productividad y mercado en la AFC? ¿Cómo podrían saberlo los políticos que toman las decisiones, si solo se guían por discursos y rendición de cuentas que ni siquiera escuchan ni leen? Y lo que es peor, ¿cómo enfocarían la solución si carecen de propuestas?

    Cuarta conclusión lógica. El discurso y la praxis políticas de tratar a las familias campesinas como víctimas del avance de la agricultura mecanizada y de la ganadería extensiva, en vez de atacar a fondo las causas del problema, que son las mismas de la pobreza y pobreza extrema, desnudan la falta de interés y preocupación de la clase política hacia el problema de los campesinos, que tratan de paliarlo con medidas populistas.

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  5. Agricultura campesina (III final)

    Por Edwin Brítez

    Los sin futuro Según la definición que hacen Oxfam, Decidamos, CDE y Sepa en un estudio financiado por la Unión Europea, la Agricultura Familiar es “aquella en la cual el recurso básico de la mano de obra lo aporta el grupo familiar, siendo su producción básicamente de autosustento y parcialmente mercantil, complementando los ingresos a partir de otras producciones artesanales o extraprediales”.

    Aunque los datos están consignados en el mismo trabajo, en la definición se eluden detalles como que en los que tienen hasta 5 ha. de tierra, solo el 6,7% de los componentes de la AFC concluyeron la educación básica, y los que más tienen (hasta 50 ha.) el 8,9%. El analfabetismo absoluto afecta al 6,9% con menor cantidad de tierras y al 4,6% de los que más tienen.

    ¿Cuál es el futuro de estas personas, sin educación primaria concluida y con analfabetismo absoluto?, sin dejar de mencionar el escándalo que de por sí ya constituye la existencia del analfabetismo a en estos tiempos. Si son menores de edad en el futuro solo podrán continuar como marginales, sin poder planear ni administrar sus fincas más que para persistir en la pobreza, y menos aún administrar eficientemente un crédito.

    De hecho, según las estadísticas de las instituciones mencionadas, solo el 10% de los que tienen pocas tierras accede al crédito y 30% de los que más tienen. Además, están aislados, sin pertenecer mayormente a organización o asociación alguna: entre los que menos tienen, solo el 17% está asociado y el 6,5% recibe asistencia técnica pública.

    No pueden aprovechar

    Según el experto en educación Jesús Montero Tirado, los niños, adolescentes, jóvenes y adultos que viven en pobreza, aunque se les ofreciera una educación de óptima calidad, no pueden aprovecharla, porque carecen de las condiciones básicas para tener “educabilidad rentable”.

    No reciben alimentación requerida para el desarrollo normal del cerebro; tienen nutrición deficitaria; no pueden hacer bien sus tareas y estudios en su hogar por falta de comodidad; no pueden comprar los materiales didácticos mínimos; no encuentran motivación para leer y pensar sobre lo que en la escuela trabajaron.

    En síntesis, es “prácticamente imposible lograr educación de calidad para quienes viven en contexto de pobreza”, pero al mismo tiempo es imposible salir de la pobreza sin educación.

    “La educación no es suficiente para el desarrollo económico, pero sin educación ningún sistema puede reducir y eliminar la pobreza, porque la madre de las pobrezas es la ignorancia, la incompetencia y el subdesarrollo personal”.

    El otro problema con que históricamente chocan los pequeños productores agrícolas es la dependencia de intermediarios por la resistencia cultural a realizar gestiones de mercadeo y comercialización. El 69% tiene su inserción comercial a través de intermediarios y sólo el 31% vende sin intermediarios, quienes se quedan con la mejor parte de los precios agrícolas.

    Cuando hablamos de la realidad campesina estamos hablando de la producción agropecuaria a nivel familiar, con todos los problemas de pobreza que afectan a sus miembros.

    La pobreza y pobreza extrema aumentaron levemente según la medición realizada por el gobierno el año pasado. Había una tendencia decreciente, pero el hecho de que aumente, es la muestra clara de falta de interés en el problema y la falsedad de los discursos de apoyo político a los pequeños productores.

    Si observamos los componentes del gasto social, veremos una cantidad de programas sociales aprobados por los poderes Ejecutivo y Legislativo, pero ¿responden ellos a políticas públicas que si no se llegan a cumplir tienen alguna consecuencia para los responsables? Todos sabemos que no.

    Luego, habilitar subsidios, donaciones o condonaciones sin tener como meta el combate firme a la pobreza, es tirar dinero a un barril sin fondo.

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  6. Asistencia real

    Por Higinio Ramón Ruiz Díaz

    El Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), a cargo de Juan Carlos Baruja, debe asistir en forma directa y real a los agricultores y no contratar empresas tercerizadas, como la del seccionalero fernandino Víctor Molas, quien saca ventajas y ganancias a costa de los que realmente trabajan. La cartera de Estado le otorgó la provisión de mallas de media sombra y sistema de riego a productores de Ypané, a través del programa 70-30. Los materiales no duraron ni un año y los labriegos se quedaron con una deuda de 5 años.

    Molas distribuyó materiales practicamente inservibles, los agricultores perdieron sus cultivos y se quedaron con deudas millonarias. Lo peor de todo es que ni siquiera tocaron la plata que otorgó el Crédito Agrícola de Habilitación (CAH), ya que fue manejada directamente por el seccionalero.

    Estos verdaderos trabajadores se merecen un mejor trato de parte de las autoridades centrales. Además, el Gobierno está obligado a asistir a los labriegos, que hasta hoy día solo son burlados por políticos inescrupulosos y sinvergüenzas.

    El MAG cuenta con los recursos financieros, técnicos y humanos necesarios para asistir en forma directa a los labriegos para que la producción sea óptima y no dejarlos a merced de seccionaleros que nada saben del rubro y que solo se enriquecen a costillas de los sacrificados trabajadores.

    Los productores de Ypané perdieron toda la producción con las lluvias de mayo y junio y lo poco que se salvó fue aniquilado por las heladas pasadas, pero aún así no participaron de las marchas realizadas en Asunción para exigir una condonación por las pérdidas. Ahora, el MAG debe encargarse de hacer en forma responsable un registro de la cantidad de trabajadores de este sector, pero para que eso ocurra debe llegar a ellos en forma directa.

    Está claro que el sistema de apoyo que utiliza el Gobierno a través del MAG es equivocado y que debe corregir para poder ayudar a los que realmente perdieron toda su producción y no privilegiar a avivados dirigentes que se aprovechan de la difícil situación que atraviesan los trabajadores del campo.

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  7. Crisis de la agricultura familiar y sus desafíos

    Por Dionisio Borda

    La agricultura es una actividad económica de alto riesgo por su fuerte exposición a los cambios del clima y a la volatilidad de los precios. El acelerado deterioro del medio ambiente y la creciente globalización de los mercados no hacen sino acentuar cada vez más su vulnerabilidad, principalmente para los pequeños productores del campo, quienes generalmente no tienen como defenderse de los choques externos.

    La recurrente y compleja crisis de la agricultura familiar campesina en nuestro país entraña desafíos de políticas agrarias que vayan más allá de una simple respuesta a problemas de productividad y financiamiento. Su solución requerirá un abordaje integral y acciones coordinadas que garanticen la producción de alimentos y la generación de empleos para un sector importante de la población, cuyo debilitamiento y rápida destrucción tendría un alto costo económico, social y político.

    En general, el desarrollo económico conlleva una migración rural-urbana, una tendencia de disminución de las pequeñas fincas y un mayor nivel de monetización de las actividades agrícolas, tanto por la presión del consumo como por la necesidad de incorporación de más tecnología. Frente a la debilidad de las políticas agrarias, a menudo se apela a la intermediación comercial y financiera rural para resolver parte de los problemas de las pequeñas fincas, pero estas soluciones crean mayor dependencia y vulnerabilidad, sobre todo cuando las fincas enfrentan situaciones adversas.

    En nuestro país, la problemática de la agricultura familiar campesina presenta diferentes matices. En las dos últimas décadas hemos asistido a una expansión continua de la agricultura empresarial, principalmente sojera, con fuerte presencia de inversiones extranjeras.

    La reciente movilización de los sojeros ha dejado traslucir hasta qué punto, en los departamentos donde se realizó el tractorazo, los empresarios agrícolas han arrinconado a la antigua producción diversificada de la agricultura familiar campesina.

    Desafortunadamente, no existen políticas agrarias de contrapeso que hagan posible la coexistencia de ambas formas de producción. El incumplimiento de las regulaciones medioambientales pone en dificultades a nuevos rubros de producción que no deberían estar expuestos a los agroquímicos. La presencia prácticamente nula del Estado en el apoyo a la agricultura familiar campesina hace que la competencia entre estas dos formas de producción termine con un saldo negativo, donde la destrucción de puestos de trabajo es más rápida que la creación de empleos, generando más desocupación y pobreza rural.

    En otros departamentos con menos presencia de los agronegocios, la producción agrícola está atomizada en fincas que tienen problemas de acceso vial de todo tiempo, situación que plantea dos complicaciones: falta de economía de escala y de facilitación de mercado. En estos casos, no existe suficiente volumen para comercializar en los centros de consumo más cercanos y los pequeños productores quedan en manos de unos pocos intermediarios o, simplemente, por problemas de caminos y transporte, no pueden sacar sus productos a los mercados.

    En otras regiones, la agricultura familiar campesina ha encontrado respuestas en la producción de frutas y hortalizas. Pero, en estos casos, los productores están expuestos a los riesgos climáticos, encuentran dificultad para incorporar tecnologías apropiadas, tienen escasa disponibilidad de instalaciones post cosecha para regular la entrada de los productos al mercado, o reciben ayudas simbólicas de programas diseñados para la corrupción. Y, en muchas ocasiones, los nuevos rubros de producción promovidos por el propio Gobierno son sometidos a la dura competencia de productos importados o a fuertes caídas de precios.

    En general, la agricultura familiar campesina necesita de más educación y formación técnica, principalmente mejor manejo de los aspectos comerciales y financieros de la producción para convertir las fincas agrícolas en unidades de negocio rentables y sustentables. En nuestro país no se observan esfuerzos serios del estamento político y del Estado para abordar la producción de la agricultura familiar campesina de forma integral y coordinada entre las diferentes instituciones agrarias del sector público, teniendo presente las diversidades regionales y los diferentes tipos de explotaciones agrícolas.

    El nuevo modelo de desarrollo de la agricultura familiar campesina debería contemplar, por un lado, un arreglo institucional más integral y coordinado para el fortalecimiento y sostenibilidad de las unidades de producción a mediano y largo plazo; y, por otro, una articulación de políticas que contemplen el acceso a la tierra, la mejora de la productividad de los rubros de explotación de las pequeñas fincas, la capacitación y adopción de nuevas tecnologías, asistencia crediticia ágil para los planes de negocios y acceso a los mercados.

    Debería, también, dotar a las pequeñas unidades campesinas de economía de escala para las compras y las ventas de las fincas a través de sistemas de cooperativas de producción y consumo, privilegiando la seguridad alimentaria, la productividad y el ingreso familiar. Asimismo, la estrategia de negocio debería, por una parte, combinar los ingresos de la producción y de la transformación de productos de la finca, de las labores fuera de la finca, de las ventas como proveedores del Estado y de los trabajos de construcción y mantenimiento de las obras públicas rurales. Y, por otra, contemplar la gestión de riesgo a través del seguro agrícola y de subsidios frente a factores exógenos adversos.

    El financiamiento de la agricultura familiar campesina es necesario, posible y justo, pero debería responder a un nuevo modelo que supere sus actuales restricciones y crisis recurrentes, que garantice la seguridad alimentaria del campo y de la ciudad, permita generar empleos dignos y contribuya a acortar la brecha de la desigualdad rural.

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  8. “En el diario no hablaban de ti”

    Por Augusto dos Santos
    Luis salió de la universidad con su flamante título de sicólogo. Googleando oportunidades se encontró con este proyecto. La oferta parecía interesante: un año de voluntariado aplicando sus flamantes conocimientos profesionales en una comunidad enclavada en zonas de máxima pobreza.
    Le pagaban una asignación mínima para cubrir sus gastos y en contrapartida certificaba un año de experiencia a full, incluirse en un plan serio y encontrar la adrenalina de lo desconocido después de toda su joven vida citadina –a lo sumo- entre Sajonia y San Lorenzo.
    Cuando llegó a aquel pueblo de 500 habitantes el intendente lo presentó frente a la comunidad en una linda mañana de mayo y expresó una frase inolvidable: “yo tengo que reconocer que nunca en mi vida vi un sicólogo y de repente tenemos uno en nuestra comunidad”, a lo que todos aplaudieron compartiendo la misma sorpresa.
    A partir del día siguiente, Luis empezó su tarea con niños y jóvenes. Y así estuvo durante un año, mañana, tarde y noche, metido en una comunidad que apenas tenía para el plato de comida, junto a otros jóvenes como él, ingenieros, médicos, agrónomos.
    Lo conocí hace un tiempo en un taller de comunicación que me tocó hacerles y me comentó que solo el 50 por ciento de su tiempo tenía que ver realmente con su formación, que el resto del tiempo ayudaba en la municipalidad en la formulación de proyectos, en la parroquia a dar talleres sobre vocaciones y diseñando un mapa de instituciones públicas para que las autoridades del pueblo tuvieran un mejor direccionamiento sobre donde presentar proyectos. Era mucho más que sicólogo, era un voluntario.
    Les estoy hablando del programa Arovia, un proyecto gubernamental vinculado al plan “Sembrando Oportunidades” de las Secretarias Técnica de Planificación y Juventud que promueve la capacitación constante de los pobladores en comunidades vulnerables. Miles de personas ya se han beneficiado hasta hoy de sus efectos en los pocos años que tiene funcionando.
    La fuerza enorme de este proyecto no solo radica en las comunidades que son beneficiadas por los voluntarios y sus conocimientos, sino por el efecto que genera en centenares de jóvenes profesionales el haber vivido la realidad paraguaya desde adentro en un momento sensible de su naciente vida profesional.
    Pero el proyecto Arovia no está en la boca de nadie, no figura en la agenda de medio alguno, no forma parte del discurso enardecido de algún mediático congresista. No es noticia. Como diría la letra de “Eclipse de Mar” de Joaquín Sabina, “en el diario no hablaban de ti”.
    Sin embargo, el que un campesino que siembra sandías supiera oportunamente las técnicas para evitar los efectos de la helada mediante las recomendaciones de un ingeniero mitã’i que anda por ese pueblo como voluntario, es mucho más valioso él solo –ese pendejo ingeniero– que 100 congresistas que se enteraron que hubo heladas y que afectaron a los cultivos solo porque hubo una marcha campesina y era una oportunidad para politiquear.
    Hay otras y otras agendas políticas aparte de Arovia en el mundo oficial y en el mundo privado, altamente políticas porque sirven para transformar el futuro de los paraguayos, que jamás formarán parte de la agenda de los medios o el debate en la televisión. Nunca serán noticia porque no polemizan con nadie.
    Sospecho que saben, pero quiero recordarles que los países que alcanzaron mejores niveles de vida lo lograron porque supieron priorizar sus agendas. Supieron poner 10 puntos innegociables sobre cuestiones estructurales de vida o muerte. Sobre esos puntos había una actitud disciplinada de construir, de evitar los palos en la rueda: por ejemplo la educación, la seguridad, las inversiones, la vivienda, el desarrollo rural. En los países serios la agenda estructural ES NOTICIA.
    En nuestro país esa agenda es residual, aquí solo funciona la agenda escandalosa, la de la puteada en la tele, el fulano versus fulano y encima la alienante información parapolicial con la que arrancan todos nuestros noticieros nos produce el escenario perfecto para no pensar. Para no tener un proyecto de futuro.
    A quedarnos indefinidamente siendo testigos de una pelea de cuadra, de compadritos, de veinte tipos jugando a quién la tiene más larga. Mientras tanto, el país, bien gracias.

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  9. Cuidado con los experimentos

    El Gobierno ha anunciado un plan de mecanización dirigido a lo que generalmente se define como “agricultura familiar campesina”. El mismo está dirigido a la instalación de invernaderos y de sistemas de riego artificial, dos elementos indispensables para independizar al productor de factores de riesgo tales como las sequías, las tormentas y las plagas y con un agregado: la mecanización a fin de sustituir la tracción a sangre por siembra basada en tecnología. En realidad, estas iniciativas ya tienen su tiempo de vigencia y se están realizando con fuentes diversas de financiación, algunas de ellas originadas en Itaipú.
    Es dable esperar que este plan no ponga, como ha sucedido en oportunidades anteriores, el carro delante del caballo. La incorporación de tecnología para la producción es algo deseable y sin duda positiva. Pero primero habría que comprobar la aceptación y comprensión de lo que esto significa para el pequeño productor así como su grado de organización. En primer lugar, el pequeño productor o pequeño campesino ha estado desde siempre sometido a un fuerte bombardeo ideológico que proviene, principalmente, de muchas de las organizaciones campesinistas profesionalizadas y que son las que estamos viendo en estos días medrando durante meses en carpas en el centro de la ciudad. Los voceros de dichos grupos, algunos de ellos con diez y veinte años en sus puestos, han logrado someter a sus seguidores con consignas que demonizan el agronegocio, la biotecnología y que hacen de la posesión de la tierra laborable un fin en sí misma y no un medio de progreso.

    Este discurso agresivo y disolvente impide a muchos pequeños productores informarse acabadamente de las bondades de la organización cooperativa, la toma consciente de créditos, la incorporación a cadenas de valor y la entrada organizada y sostenible al mundo de los negocios vinculados a la alimentación. Esa ideologización ha retrasado, y sigue retrasando, la entrada de pequeños productores a la modernidad y la auto realización. A eso hay que agregar que el último plan del MAG apunta, en algunos rubros, en la dirección equivocada. Por ejemplo, se insiste en el cultivo del algodón, negocio completamente destruido en los años ‘90 en toda la cadena y que se salvaría sólo si quienes los producen entran a algún clúster como los que se dan en Pilar, por ejemplo.

    El otro renglón propuesto es la soja, que sólo puede ser negocio con producción a escala pues así se reparten costos y se pelean precios de mercado. En cuanto al sésamo, esta semilla tiene un crítico equilibrio entre su producción orgánica, el uso de agroquímicos y los mercados que, como Japón, son extremadamente exigentes y demandan estrictos controles de calidad muy difíciles de superar.
    Está bien que el Gobierno se ocupe de los pequeños productores aunque del plan descrito más bien se deduce que se trata de proyectos sueltos, malamente hilvanados y con poca sujeción a la realidad de los mercados. Y estaría bien que en este caso, el MAG acertara porque el vasto sector de la pequeña agricultura ya no soporta más experimentos y, mucho menos, charlatanería política.

    http://www.5dias.com.py/98385-cuidado-con-los-experimentos

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  10. Crisis del tomate es señal del fracaso de la gestión pública

    La crisis de la agricultura familiar en Paraguay se vuelve a sentir esta semana en el precio de un componente básico de la canasta familiar. La falta de producción de tomate se traduce en una oferta limitada y el consiguiente aumento de los precios para el consumidor de la ciudad. A la par, el contrabando no cesa. El resultado es pobreza en el campo y encarecimiento para la ciudad. Mientras, las políticas dirigidas al sector tienen escaso impacto, haciendo que el clima ejerza una influencia exagerada que podría haberse prevenido con una mejor gestión pública.
    Los discursos exitistas y la falta de autocrítica sobre la gestión de las políticas agropecuarias dirigidas a la agricultura familiar contrastan con la importante cantidad de recursos que maneja el Ministerio de Agricultura, las demandas insatisfechas del sector campesino, el estancamiento en la reducción de la pobreza rural, el aumento de los precios de los alimentos en las ciudades y el alto impacto de las inclemencias climáticas que podrían haberse prevenido o mitigado con buenas políticas públicas.

    A esto se suma la incapacidad de otro sector gubernamental de controlar la entrada ilegal de productos, que en este caso particular, afecta al tomate. El decomiso de las mercaderías, si bien refleja que hay acciones con resultados también muestra que hay problemas de control en las zonas fronterizas.

    Las autoridades deberían preguntarse cómo es posible que Paraguay pueda producir alimentos de exportación para millones de personas o en realidad de animales, pero no puede producir alimentos básicos para su propia población.

    Ya sea con políticas de apoyo directo, exoneraciones tributarias, bajos impuestos, o simplemente dejando hacer sin controlar el cumplimiento de las normas laborales, ambientales, tributarias o vinculadas a la tierra, el Estado paraguayo ha sido exitoso en la producción de bienes para el consumo externo.

    Sin embargo, desde hace años las familias enfrentan el problema de los altos costos de bienes provenientes de la agricultura y que son básicos en la cultura gastronómica nacional. Productos frutihortícolas como cebolla, tomate, papa, locote, naranja, entre otros figuran en la lista de bienes importados legalmente o de contrabando.

    Es incomprensible que existiendo instituciones con recursos como el MAG, el Indert, el CAH, el BNF, IPTA y otras más que complementan las competencias centrales de las primeras citadas todavía sea un problema en Paraguay la producción de tomate para el consumo interno. No solo denota la falta de voluntad política sino también la ineficacia de la burocracia que permanece en esas instituciones desde tiempos históricos cobrando sus salarios sin mostrar resultados.

    La situación de la agricultura familiar viene en retroceso desde mucho tiempo atrás, por lo cual no sería justo otorgarle a la actual gestión la responsabilidad absoluta. Pero es cierto que este Gobierno cuenta con más recursos económicos que nunca y sus autoridades mayor poder que otros gobiernos para impulsar medidas internas en cada institución así como alianzas con los gobiernos departamentales y municipales que también reciben del Gobierno Central cada vez más fondos.

    Si la actual gestión le diera la misma relevancia a la producción de alimentos que les da a las grandes obras de infraestructura, posiblemente la situación no hubiera sido tan negativa como la que se viene observando.

    Esperemos que las autoridades del ámbito, al menos como parte de una estrategia electoralista para ganar votos, asuman su responsabilidad y en el mediano plazo se empiecen a ver resultados en la producción de alimentos.

    http://www.ultimahora.com/crisis-del-tomate-es-senal-del-fracaso-la-gestion-publica-n1105745.html

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  11. El campo, oportunidad para jóvenes

    La migración de jóvenes del campo hacia la ciudad es una realidad que va en aumento, y esto es algo que debería preocupar a todos, no solo a aquellos que están relacionados con el quehacer agropecuario, por la necesidad de personas que sigan llevando adelante al sector, sino también, a los que viven en la ciudad, porque están directamente relacionados con todo lo que tiene que ver con el campo y principalmente, la seguridad alimentaria.

    Un conocido periodista de radio y televisión, tuvo una conversación con un productor rural, y le dijo que él no necesitaba de la gente del campo, porque todo lo que comía solo tenía que comprarlo del supermercado. Lastimosamente, este concepto lo tienen muchas personas y se debe cambiar.

    Prácticamente casi todo lo que comemos viene del campo, sea en forma directa o transformada, a excepción de los peces y otras cositas.
    El rol del productor rural es fundamental dentro de lo que románticamente se denomina la seguridad alimentaria, y decimos románticamente, porqué, cada vez estamos más cerca de la “inseguridad” alimentaria, por falta de personas que trabajen en el campo.

    Las razones por la que muchos jóvenes dejan el campo son conocidas: falta de oportunidad, poca capacitación, falta de vocación hacia el trabajo rural, nulo uso de la tecnología, factores familiares en el orden de la sucesión o cantidad de integrantes dentro de dicho núcleo, oportunidades laborales rápidas pero no bien remuneradas en las zonas urbanas y muchas otras causas.

    O sea, hay muchas justificaciones para que los jóvenes puedan decir que no tienen nada que hacer en el campo, sin embargo, más que mirar los problemas deberíamos ir pensando en como solucionar esta situación.

    En un Foro de Agricultura del cual participamos recientemente en Curitiba, Brasil, los disertantes pusieron mucho énfasis en la necesidad de que el campo se vuelva atractivo, para que los jóvenes decidan quedarse, pero ¿cómo lograr eso?

    La adopción de tecnologías para desarrollar mejor las unidades productivas fue una de las principales respuestas a esa pregunta, pero a esto se deben sumar otros factores, como que los propietarios deben ir preparando a sus hijos para que los sucedan, no solo a uno, sino a todos (sus hijos), y aquellos que no tengan interés en el sector rural, que también puedan tener la oportunidad de desarrollarse en otras actividades, pero que su fuente de sustento sea la unidad productiva bien manejada y que genere ganancias.

    Las grandes unidades productivas familiares estadísticamente tienen mayores posibilidades de sobrevivir a esta sucesión, mientras que las medianas y pequeñas, si no son bien manejadas, y preparadas para que esta sucesión sea sustentable y sostenible en el tiempo, tienden a desaparecer.

    No existe una formula mágica para que los jóvenes puedan quedar a trabajar en el campo o se sientan atraídos por seguir allí, pues si la hubiese, ya todos los países la estarían aplicando.

    La realidad es que el mundo necesita y seguirá necesitando alimentos, se puede vivir hasta sin ropa, pero sin comer no se puede vivir, y de donde vendrá esa comida, del campo, y en Paraguay hay muchas oportunidades, este planeta sigue creciendo en densidad poblacional y necesita de alimentos, y aquellos que sepan aprovechar esta situación, lograran muchos beneficios a corto, mediano y largo plazo.

    por Víctor Hugo Florentín

    http://www.abc.com.py/blogs/hablemos-de-campo-155/el-campo-oportunidad-para-jovenes-3083.html

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  12. Apostemos a un mayor crecimiento de la producción agropecuaria

    Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro

    En los últimos años nuestro país ha venido dando claras muestras de que cuando se quiere se puede. Ejemplo de ello lo constituyen los cada vez más crecientes volúmenes de cosecha de soja en grano, maíz, trigo y el sustancial incremento cualitativo y cuantitativo observado dentro de la explotación pecuaria.

    Ahora bien, el principal problema del cual seguimos adoleciendo es que seguimos siendo grandes productores de grano en estado natural dentro de la región, habiendo incluso sido Paraguay galardonado recientemente con la mejor calidad de trigo en grano de Latinoamérica, y no yéndole en zaga nuestra producción de soja que nada tiene que envidiar en calidad a otros países que antes nos superaban lejos.

    El MIC y el MAG juntamente con los gremios empresariales han venido realizando un buen trabajo coordinado de promoción de nuestros productos en el exterior, lo cual se patentiza con la carne bovina, haciendo que hoy por hoy nuestro país se constituye en uno de los principales exportadores a nivel mundial, habiendo a la fecha captado la demanda de no menos 60 o más mercados foráneos tanto dentro de la región como de extrarregión.

    Este año, nuestros principales productos commodities han tenido una mejor cotización en el mercado internacional versus lo que fue el 2016. Tal el caso de la soja en grano, por ejemplo, en que la cosecha global superó las 10 millones de toneladas con rendimientos promedios por Há superiores a los 3.100 kilos, y reportando a nivel país ingresos globales no menores a 4.000 millones de dólares, todo un récord hasta ahora, independientemente de lo que nos han generado los demás rubros.

    A nivel país tenemos plantas industriales procesadoras de aceites y derivados con tecnología de punta, y una muy buena capacidad instalada de producción y almacenamiento, al igual que molinos harineros modernos y estratégicamente distribuidos en los principales polos de desarrollo de nuestro país.

    Entre enero y julio de este año, Paraguay tuvo un porcentaje de aprovechamiento de su capacidad de molienda de soja del 74%, 4 puntos porcentuales por debajo de lo registrado en el mismo período del año anterior.

    Desde la Cappro abogan por el diálogo para construir mecanismos que permitan impulsar la agroindustria nacional, a fin de aprovechar de mejor manera las ventajas comparativas como productor de alimentos para el mundo.

    Y todo esto también es traslativo a nuestros molinos harineros, que al igual que las plantas procesadoras de soja, también cuentan con capacidad instalada disponible para incrementar la producción de harina, y lograr así precios de ventas mucho más remunerativos.

    Y es allí que uno se pregunta: Si es que contamos con toda la infraestructura necesaria como para poder procesarlos y darle un mayor valor agregado que nos pueda generar por su venta a los mercados externos mejores precios, y a la vez la posibilidad potencial de incrementar la cantidad de generación de mano de obra empleada, ¿por qué no apuntamos a ello cada vez con mayor fuerza?

    Bien sabemos que todos los países que compran nuestros granos los hacen para procesarlos y convertirlos en aceites y otros subproductos que obviamente siempre tendrán precios mucho más remunerativos que vendiéndolos en estado natural.

    Argentina, por ejemplo, nos había comprado el año pasado 1MM de toneladas de soja en grano, a fin de mezclar con su producción local, elevar el nivel cualitativo y procesarlos en sus industrias aceiteras y lo mismo ocurrió con Brasil cuyo trigo en casi idéntica magnitud los convertirán en harina para su consumo local.

    Y si es como dicen los industriales que todavía se dan asimetrías no favorables para poder exportarlos en mayor volumen, pues que se sienten en una mesa de negociación con gente del Gobierno y puedan llegar a un punto de inflexión favorable a ambas partes.

    Miremos para adelante, y crezcamos más a través de productos industrializados con mayor valor añadido y precios más remunerativos.

    Es por ello que nuestra industria cárnica merece una mención especial, pues los industriales ganaderos «se han puesto las pilas» y junto con las autoridades económicas de nuestro Gobierno, han venido haciendo un trabajo coordinado y efectivo en el exterior, lo cual se ha trasuntado en la cantidad de mercados de colocación que hoy día ya los tenemos habilitado.

    Nuestro país cuenta con embajadas en casi todos los países del planeta. Deberíamos hacer un trabajo fuerte, coordinado y consistente con nuestros embajadores y encargados de negocios proveyéndoles de todas las herramientas necesarias como para que puedan ellos acercarse a los compradores potenciales y hacer de cerca un trabajo base de marketing, que nos permitan estar presente no solo con materia prima, sino directamente con productos terminados, con lo cual estaríamos escapando del «cháke» de los sube y baja de precios que se dan en el mercado internacional de los commodities.

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  13. El seguro agrícola, un paso para proteger a los más débiles

    El Ministerio de Agricultura y Gana­dería (MAG) acaba de adjudicar a cuatro compañías aseguradoras la licitación por la cual se establece el seguro agrícola contra ciertos fenóme­nos climáticos negativos para varios culti­vos en cuatro departamentos del país. La dis­posición se emitió dentro del espíritu de la Ley 5.868/2017 “Que declara en emergencia nacional la agricultura familiar campesina en todo el territorio nacional”, con el fin de pres­tar ayuda a las familias campesinas.

    El mencionado seguro agrícola cubrirá los daños ocasionados por diversos elemen­tos climáticos y en una primera etapa dará cobertura a cuatro productos: mandioca, maíz, sésamo y poroto. En esta oportunidad el seguro propiciado por el Gobierno Nacional abarcará los cultivos de los departamentos de Concepción, San Pedro, Canindeyú y Caa­guazú, de acuerdo con las normas que se esta­blecieron. Las cuatro compañías asegurado­ras contratadas fueron adjudicadas por haber cumplido los requerimientos de la licitación convocada por el Ministerio de Agricultura y Ganadería.

    Este hecho aparentemente trivial tiene una importancia extraordinaria para la produc­ción agrícola de nuestro país y, sobre todo, para las familias campesinas que no pueden pagar este seguro de su peculio y cuya vida económica depende totalmente de su pro­ducción agrícola. Si bien, en principio, tendrá cobertura solamente en cuatro departamen­tos del territorio nacional, es el inicio de una experiencia que tendrá gran relevancia para las unidades familiares rurales porque en el futuro se extenderá a más regiones del país para asegurar la vida económica de los pro­ductores hasta ahora más desprotegidos.

    Es el comienzo de un sistema de protec­ción pocas veces visto en el país que el propio Estado paraguayo encara para dar garantías a los labradores de que sus productos no serán pasto de los fenómenos naturales adversos con las consiguientes pérdidas irreparables que suelen acarrear. Eso es lo que ocurrió pre­cisamente hace algunos meses en diversos puntos del país cuando una helada inoportuna y extensa dejó en la nada la producción esta­cional y causó la ruina de centenares de fami­lias campesinas que viven de esos cultivos.

    El seguro agrícola es un mecanismo de pro­tección que se establece para contrarrestar y reducir los riesgos financieros que suelen ocasionar factores que no puede controlar la mano del hombre, como el clima, las plagas y enfermedades que afectan a los sembradíos. Se aseguran los cultivos para que el labriego no corra el riesgo de perder el valor de su cosecha por lo que eventualmente pudiera sobrevenir, como ha ocurrido recientemente con las heladas.

    Como toda inversión, el seguro tiene un costo, que en este caso correrá por cuenta del Estado paraguayo, justamente para darle una oportuna mano a los campesinos más necesi­tados y que no podrían pagarlo por su propia cuenta.

    En nuestro país, el seguro agrícola es aún una herramienta que está pendiente de aplicar en forma generalizada, porque hasta ahora solo el sector privado, y en casos muy puntuales, ha realizado esa inversión. Según declaracio­nes de empresarios del área, el seguro agrí­cola todavía no se ha consolidado en nuestro país, aunque hay experiencias aisladas por parte de algunas empresas agrícolas.

    Por ello esta iniciativa del Gobierno Nacio­nal es doblemente importante, pues aparte de prestar una valiosa ayuda a los pequeños productores desamparados, está mostrando el camino a seguir al sector de la produc­ción primaria que siempre está a merced de hechos fortuitos perjudiciales.

    La experiencia demuestra que, en países más avanzados, el seguro agrícola es parte de la inversión habitual que se realiza para garan­tizar la rentabilidad del cultivo, pero por sus costos no suele estar a mano de los menos pudientes. Es como, en el área industrial o comercial, cuando una empresa determinada asegura sus instalaciones, sus máquinas y equipos contra posibles eventos desafortu­nados.

    Hay que celebrar como un hecho muy auspi­cioso la contratación del seguro agrícola por parte del Estado, porque va a ayudar a los que más necesitan. Demuestra, además, la mano protectora del Gobierno que sigue invir­tiendo a favor de los que más necesitan para darles la seguridad de que su trabajo conse­guirá el fruto que se merece. Y ayudará a con­solidar la hasta ahora muy maltratada agri­cultura familiar campesina.

    http://www.lanacion.com.py/editorial/2017/10/24/el-seguro-agricola-un-paso-para-proteger-a-los-mas-debiles/

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  14. Cazadores, recolectores… pescadores

    Aquel antiguo proverbio que dice “dale al hombre un pez y comerá un día, enséñale a pescar y comerá toda su vida” debería ser revisado para quedar en algo así: “Enséñale acuicultura y tendrá el futuro asegurado”. O más o menos. Porque a medida que vamos internándonos con mayor profundidad en la parábola de peces y pescadores, las cosas empiezan a ponerse inestables y poco predecibles.
    De acuerdo con un informe emitido en 2016 por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la obtención de pescado proveniente de la actividad extractiva tiende a estacionarse mientras que la producción acuícola no cesa de crecer. Estas dos curvas tienen que cerrar las cifras de consumo mundial de pescado per cápita, que de un promedio de 9,9 kilogramos en la década de 1960 saltó a los 20 kilogramos en 2015. La acuicultura no es solo un reaseguro para garantizar la provisión de un alimento de primer orden sino también un negocio creciente. Los estanques de cría que proporcionaban más de 56 millones de toneladas en 2009 pasaron a entregar 74 millones en 2014, con un valor de mercado estimado de US$ 160.200 millones. ¿Quiere esto decir que el futuro de este rubro estará en la cría y no en la extracción? Desde luego que no, al menos por ahora. “Se prevé que la producción de la pesca de captura –dice el informe de la FAO- aumente solo ligeramente si se gestionan debidamente las poblaciones sobreexplotadas”, añadiendo en otra parte esta reflexión: “La pesca artesanal proporciona trabajo al 90% de las personas empleadas en la pesca de captura. En la actualidad, cada vez se tienen más en cuenta sus opiniones, se respetan más sus derechos y se protegen más sus medios de vida”. Pero por muchas vueltas que se le dé al tema, es evidente que la actividad extractiva en ríos, lagos y mares va camino a la desaparición, aunque lleve su tiempo. Así ha ocurrido en otros órdenes vinculados a la alimentación humana. La caza de animales ha cedido paso a la cría de rebaños, la recolección de frutos silvestres se convirtió en agricultura y la pesca está siendo ampliamente superada por la cría metódica de peces en cautiverio.
    Para el año 2050 el Paraguay tendrá casi nueve millones de habitantes, dos millones más que ahora. Por moderado que sea el crecimiento del poder adquisitivo, los paraguayos estaremos en condiciones de demandar alimentos en mayor cantidad y calidad. Los ríos seguirán produciendo igual o menor cantidad de peces y para entonces, si la extracción no se modera o no se respetan los ciclos de reproducción, la vida animal en los ríos se habrá reducido al mínimo o, simplemente, desaparecido.
    Como en muchos otros órdenes de la vida en el Paraguay, en donde acostumbramos patear hacia adelante los problemas del presente, sabremos, y por las malas, que la sociedad de cazadores, recolectores y pescadores habrá llegado definitivamente a su fin.

    http://www.5dias.com.py/cazadores-recolectores-pescadores/

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  15. Muestra de desprecio
    Por Juan Augusto Roa

    El calamitoso estado en que se encuentra la escuela agrícola Carlos Antonio López es una clara muestra del desprecio de los políticos, de los funcionarios públicos, hacia los sectores más desposeídos de nuestro país. Lo que debería ser una escuela modelo destinada a formar y capacitar a los jóvenes de tierra adentro, de extracción campesina, es apenas un cascarón vacío que se cae a pedazos.

    Es una vergüenza que en un país que tiene la mayor parte de su población estrechamente ligada a la agricultura y donde miles de familias viven mediante la agricultura, se prive a los jóvenes rurales de la posibilidad de capacitarse, de adquirir las herramientas de conocimiento necesarios para forjarse un futuro mejor, tener posibilidades de desarrollo económico y social, y dejar de ser los eternos excluidos y marginales de la economía nacional.

    En un país como el nuestro deberían brillar las escuelas donde se formen a jóvenes en los conocimientos relacionados a la producción agrícola, pecuaria, agroindustria. Pero, son las instituciones más relegadas y olvidadas de un sistema educativo concebido para mantener el enanismo mental, tan funcional a los politiqueros corruptos que prefieren masas sociales acríticas y sometidas.

    Cientos, miles de jóvenes todos los años abandonan sus chacras y se van a otros países a trabajar, o se mudan a las ciudades más importantes -particularmente las de frontera- donde en el mejor de los casos se convierten en vendedores callejeros de asaditos o de baratijas chinas.

    Cientos de escuelas primarias rurales se convierten en taperas porque ya no quedan jóvenes. ¿Acaso las autoridades que administran el Estado, los representantes políticos en el Congreso Nacional no se percatan de esta realidad? ¿Que el campo se está despoblan do y arrasan los monocultivos?

    Seguro que sí se dan cuenta, pero les importa un bledo. Es más, son consecuentes con un plan de allanar el camino a grandes corporaciones que convierten a nuestro país en una granja proveedora de alimentos para el mundo, donde la gente se conforma con migajas que caen de la mesa.

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  16. Productores de alimentos deben ser protegidos por el Estado

    El desabastecimiento de frutas, verduras y hortalizas viene siendo una constante desde hace varios años, lo que repercute en el aumento de los precios de la canasta familiar de los consumidores. Por el lado de la producción, el contrabando, la conducta abusiva de intermediarios y la pérdida de cultivos por las inclemencias climáticas reducen los ingresos de los productores e impiden reducir la pobreza y mejorar su bienestar. El país deteriora su capacidad para garantizar el acceso a alimentos sanos y termina dependiendo de otros países para algo tan esencial como su buena nutrición. A pesar de la relevancia que tiene la producción de alimentos, el Estado es incapaz de implementar eficazmente una política dirigida al sector.
    Casi sin interrupciones desde hace varios años, hemos venido viendo cómo se deteriora la capacidad productiva de alimentos para el consumo interno del país. Este mes, el punto de conflicto es el contrabando. Las instituciones encargadas de combatirlo son incapaces de lograr resultados. Esto se traduce en pérdidas para los productores y precios altos y productos de origen desconocido para las familias consumidoras.

    Meses atrás, las inclemencias climáticas afectaron los cultivos haciendo que se perdiera gran parte de la producción. Como problemas históricos están la falta de caminos y puentes, y de infraestructura en la finca como media sombra, sistemas de riego y almacenaje y la ausencia de un sistema financiero que garantice acceso a créditos acompañados de seguros agroclimáticos.
    A pesar de los recursos que anualmente el Ministerio de Agricultura y el Indert destinan al sector, los resultados son exiguos en materia de producción y productividad. Las deficiencias en infraestructura obstaculizan la posibilidad de sacar los productos al mercado, encarecen los costos de transporte y los productores terminan dependiendo de los intermediarios.

    Estos últimos tienen capacidad para fijar precios al ser pocos, mientras que los productores son tomadores de precios porque son muchos y dispersos y no cuentan con infraestructura ni acceso a información. Esta falla de mercado debe ser resuelta con políticas públicas. El primer rol del Estado es ese; sin embargo, es poco lo que hace.

    El MAG cuenta con una dependencia encargada de apoyar la comercialización y los municipios y gobernaciones tienen competencias y recursos para fomentar los mercados locales y reducir la distancia entre el productor y el consumidor. Existen instancias encargadas de garantizar la seguridad interna y controlar las fronteras. Ninguna de estas cumple sus funciones.

    La agricultura familiar provee los principales rubros de la canasta alimenticia, no solo de las familias campesinas, sino también del resto de la población. La calidad de vida de un país depende de su capacidad para generar y distribuir los alimentos en cantidad y calidad suficientes para satisfacer las necesidades de su población.

    La agricultura familiar genera ingresos en los hogares productores, por lo cual constituye uno de los mecanismos fundamentales para la lucha contra la pobreza. Las familias que proveen alimentos al país, a pesar de su relevancia en el bienestar de toda la población, están entre las más pobres y vulnerables.

    Una política dirigida a la agricultura familiar no es una necesidad solo para el campo, sino también para la ciudad. Todas las instituciones con competencia deben cumplir sus funciones, si no pueden hacerlo sus responsables deben renunciar.

    http://www.ultimahora.com/productores-alimentos-deben-ser-protegidos-el-estado-n1134374.html

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  17. Industrializar la producción agrícola como propuesta de futuro

    Entre las buenas noticias del primer mes del año, se conoció la informa­ción de que la industrialización de granos ha tenido un incremento del 116% sobre las cifras de enero del año pasado y que lo realizado es superior en 63% al prome­dio procesado de enero de los últimos cinco años. Estamos, en consecuencia, frente a un muy buen desempeño de la molienda de soja, principalmente, en un proceso fabril que espe­remos vaya en aumento para que pasemos de mero productor de materia prima a una etapa industrial floreciente.

    La Cámara Paraguaya de Procesadores de Oleaginosas y Cereales (Cappro) comunicó que el 2018 arrancó con números favorables para la agroindustria. Esto, porque gracias a las 216.065 toneladas de oleaginosas procesa­das durante enero se está sobrepasando larga­mente no solo los volúmenes del año anterior sino de un quinquenio atrás. Lo que quiere decir que no se trata de un hecho fortuito, ocu­rrido este año nomás, sino que es una tenden­cia que se está consolidando a través de un lustro.

    El gremio industrial dio a conocer los núme­ros del primer mes del año destacando tam­bién que el principal producto procesado es la semilla de soja, lo que ayudó a que la obtención de subproductos a partir de la molienda de la oleaginosa registrara un alza del 121% sobre el año anterior.

    La noticia viene a conocerse en medio de las informaciones de que la cosecha de la soja tempranera ha tenido numerosas dificultades por las lluvias y otros elementos que impidie­ron que las exportaciones tuvieran un buen repunte. Pero a pesar de los problemas, el ren­dimiento ha tenido una fuerte mejora, según reportes de la Unión de Gremios de la Produc­ción (UGP). Los empresarios señalaron que actualmente la colecta de la oleaginosa está en su pico máximo y los niveles de productivi­dad son buenos a pesar del exceso hídrico que se tuvo en el primer tramo del año, por lo que hubo mermas en Caaguazú, Alto Paraná e Ita­púa. Pero esta situación se está revirtiendo y se están obteniendo rendimientos aceptables.

    A pesar de estas dificultades que son habitua­les en la vida del campo, las estadísticas indi­can que con el inicio del 2018 se abren nuevas oportunidades para la industria de molienda de oleaginosas, que es un sector que debe potenciarse para aprovechar mejor nuestra producción agrícola a fin de dar un paso más adelante y entrar a la etapa fabril.

    No es casual lo que ha dicho el gremio de pro­cesadoras de granos cuando destacó que el principal objetivo de este año es conseguir crecer tanto en volumen como en porcentaje de procesamiento industrial de la cosecha total. Y resalta que considera que “este podría ser un año clave para cambiar la tendencia y apuntar realmente a la consolidación del pro­cesamiento de nuestras materias primas en el país”.

    La expresión de deseos de la Cappro es muy atendible, pues expresa el propósito de cual­quier comunidad productora de alimentos de transitar de ser simple exportador de materias primas al de industrializador de las mismas. Esto permitirá vender el producto al exterior con valor agregado dando empleo a la mano de obra del país y propiciando un mayor ingreso de divisas.

    Sería una gran ingenuidad creer que porque en enero se tuvo un buen desempeño en la molienda de los granos que producimos auto­máticamente aumentará la industrialización el resto del año. Pero permite observar que se tiene la visión de convertir a Paraguay en un referente internacional en la producción de alimentos con gran valor agregado. Nuestro país tiene todas las condiciones para ello: es un gran productor de la materia prima y cuenta actualmente con una estructura agroindus­trial nada despreciable que permite abrigar esa ilusión para comenzar la transformación.

    El hecho sirve también para fortalecernos en la convicción de que nuestro país debe aumen­tar fuertemente el procesamiento de la mate­ria prima que produce, que se generen las con­diciones para ello con medidas de estímulos y se atraiga incluso más capital del exterior para ir consolidando al sector. Ese es el paso deci­sivo que definitivamente debe dar el país para consolidar su desarrollo como productor de alimentos, como ha ocurrido con otras nacio­nes que ingresaron con éxito al proceso indus­trial y hoy están entre las primeras del mundo.

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  18. Tecnología de punta

    La agricultura en el Paraguay se remonta a la producción indígena de la parcialidad conocida con el nombre de los Carios. Fueron los primeros agricultores del país que ya hacían maíz, papa, mandioca, entre otros rubros. Cultivos que eran de esta parte de América y con origen básicamente inca. Los aztecas y mayas también fueron buenos agricultores y mejoradores del sector productivo.
    Existe una buena base que vigoriza que los españoles se asentaron en el Paraguay, en Asunción específicamente, por la cercanía y poder llegar al Perú en busca del oro y la plata, la bondad, mansedumbre, caridad y la ternura de las jóvenes indígenas (a excepción de la etnia Payaguá) y la gran alternativa que Asunción y sus alrededores ofertaba en materia de comida y alimentación. Hablamos de la época en que los españoles arribaron al país desde el año 1524 hasta el 14 de mayo de 1811. Unos 287 primeros años a los que se le debe sumar los años de joda que llevamos hasta ahora.

    Cuando me refiero a la joda productiva me remito a la producción que hacen los pequeños productores paraguayos y son quienes componen el paquete de la pobreza desde hace añares. La producción mecanizada se encuentra en otra frecuencia y la empresa privada, dedicada al rubro forestal y agropecuario, es otro cantar y la que le hizo colocar al Paraguay como gran productor de alimentos y facilitadora de ingresos y desarrollo con sus cadenas productivas, específicamente hablo de la soja, el maíz, el arroz, el trigo y la producción ganadera (carne, leche y cuero), así como el desarrollo frutícola, avícola (parrilleros y ponedoras), porcino, caprino y ovino.

    El monocultivo –que es el sistema de cultivo que deja monos– del algodón en el Paraguay y la caña de azúcar en el Guairá (salvo lo que hace AZPA en Tebicuary), siempre pierde ante la diversificación de rubros para el pequeño productor. El Ministerio de Agricultura (MAG) hace años que se convirtió en una agencia de colocaciones.

    Tiene 7.000 funcionarios y solo el 30% se encuentra vegetando en el interior del país con una Extensión Agrícola arcaica, indigente y desinformada que no sirve para nada, salvo algunas oficinas regionales que por lo menos llenan falsos informes y las Escuelas Agrícolas que cantan en un tono primitivo y desentonado.

    El MAG tampoco pierde su tiempo en entregar conocimiento y capacitación a los pequeños productores y se dedica a entregar pollitos, carretillas y palas en pos de ultimar la pobreza que cada vez está más rica. El MAG fue desmembrado y debilitado en reparticiones varias que solo sirven para la repartija de cargos y presupuestos.

    También el MAG regala tractores, que no está mal, lo horroroso son las rastras y rastrones que se usan para compactar las obras viales y nuestros suelos se van degradando para generar campesinos menesterosos y populistas matriculados.

    La miseria y el desarraigo campesino deben llamar la atención pero hasta el Indert se puso a tono con la joda buscando convertir la Colonia Santa Lucía de Itakyry-Alto Paraná, en cuenca lechera con la entrega de un hato de vaquillas de razas cárnicas.

    Se busca combatir la pobreza campesina con tractores y sus rastrones; con pollitos y carretillas; con vaquillas que ocasionarán costillas en vez de una producción láctea y con el desconche de las instituciones desmembradas del MAG que lucran con el presupuesto y los impuestos de la Nación. Todo es joda y encima cara. La agricultura de los pequeños productores tiene mucho y tanto de parecido a la mesozoica producción de los Carios.

    Marito, estuviste en una finca de Raúl Arsenio Oviedo y ese es el camino a seguir, no vas a encontrar jamás la tecnología de punta regalando una pala de punta…

    Por Caio Scavone

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/tecnologia-de-punta-1700680.html

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  19. Prueba de compromiso
    Por Juan Augusto Roa

    La semana pasada corrió como reguero de pólvora a través de las redes sociales un mapa de nuestro país con una amplia franja de espacio, a lo largo de la frontera Este, limítrofe con el Brasil, ocupada por sojeros extranjeros.

    Este plano generó una inquietante idea que me remitió a la franja de gaza, donde se lleva a cabo una matanza para liberar tierras de colonos judíos instalados en territorio palestino.

    Hace poco se publicó también que nuestro país es ahora el tercer exportador mundial de la oleaginosa, luego de estar en el cuatro lugar.

    Este hecho fue ampliamente celebrado por diferentes sectores de la economía nacional.

    Sin embargo, tengo ciertas dudas respecto a este punto y si deba ser un motivo para alegrarnos, atendiendo el costo social, ambiental y económico que ello implica. Me inclino a sospechar que se trata de una victoria pírrica.

    El monocultivo de la soja acaba con la biodiversidad. Los agroquímicos que emplea matan todo lo que no sea la oleaginosa y la destrucción de bosques y cursos de agua vino aparejado con este “boom” comercial iniciado hace un par de décadas.

    El costo social es tanto o más catastrófico: miles de jóvenes abandonan todos los años sus chacras para engrosar los cordones de pobreza en las ciudades, en las cuales se convierten en vendedores callejeros. Algunos optan por ser contrabandistas hormiga en las ciudades de frontera, y otros, tal vez más afortunados, son mano de obra barata en el rubro de la construcción o el servicio doméstico en el extranjero.

    Muchos abandonan sus chacras por ignorancia, porque no supieron encontrar o crear mejores oportunidades. Otros en la creencia de que en la ciudad tendrán mejores oportunidades como también están aquellos, hay que decirlo, no desarrollaron una cultura del trabajo y el esfuerzo como camino de superación.

    Hasta hace unos 30 años un citadino que visitaba a algún pariente en “la campaña”, además de comer de todo, regresaba cargado de naranjas, maíz, mandioca, huevos, gallinas. Los campesinos eran los “mboriahu ryguatã”, pobres pero satisfechos. Hoy esta situación prácticamente es una leyenda en nuestro país.

    Nadie discute que la producción agrícola, tecnificada y empresarial, significa generación de riqueza. No se trata de cuestionar la iniciativa y buena fe de quienes aprovecharon las ofertas ventajosas de personeros que durante la época de oro de la “reforma agraria” del estronismo fueron beneficiados impúdicamente con miles y miles de hectáreas de tierra virgen. Un capítulo de nuestra historia reciente que para muchos expectables ciudadanos es mejor dejarlo bajo tierra.

    Pero preguntémonos: ¿Cómo se distribuye y dónde va a parar esa inmensa riqueza?, de seguro que no a los hospitales, a la educación y a mejoras de infraestructura.

    Nos alegramos de ser uno de los más grandes exportadores de soja, mientras crece la pobreza del sector campesino; nos enorgullecemos de exportar carne de primera calidad al mundo, mientras nos meten de contrabando desde Brasil un producto de inferior calidad para nuestro consumo. Supuestamente somos los “dueños” de la ilex paraguariensis, pero nos inundan de palillos de yerba mate que son desechos para nuestros vecinos.

    Nos hinchamos como galleta en agua con eso de que somos los primeros productores de energía limpia, pero le regalamos la electricidad a países vecinos, mientras seguimos cocinando a leña, y entramos en corto circuito cuando nos llegan las abultadas facturas de la Administración Nacional de Electricidad (ANDE).

    Este “mapa” que, según mi modesto entender, nos pinta de cuerpo entero, es un desafío para las autoridades que en agosto próximo tomarán el timón de nuestro país. También es una prueba del grado de compromiso con la nación a la que dicen comprometerse a servir.

    Ojalá el próximo gobierno tenga el coraje, el interés y la capacidad real para resolver los problemas de ese “Paraguay profundo”, largamente postergado.

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  20. Revivir el campo
    Por Clide Noemí Martínez

    El sector productivo del departamento de Ñeembucú necesita un fuerte impulso para revivir. En las últimas décadas, con la combinación de eventos climáticos adversos y la caída de precios del principal rubro de la agricultura que es el algodón, él área cultivada se redujo al mínimo.

    Como consecuencia de ese debilitamiento de la economía del Ñeembucú, los jóvenes y adultos en edad de trabajar migraron masivamente a otros puntos del Paraguay y del exterior. El escenario que actualmente se observa en el área rural no puede ser más deprimente; se multiplican las taperas y los pueblos están habitados casi con exclusividad por adultos mayores y niños.

    La decadencia comenzó cuando el único rubro de explotación masiva y que ofrecía seguridad en la venta y rentabilidad desapareció al caer estrepitosamente los precios internacionales del textil. Hasta hoy el Ministerio de Agricultura y Ganadería no encontró rubros que sustituya “al oro blanco” y que renueve el entusiasmo de los labriegos de la zona.

    En un reciente encuentro de agricultores en el distrito de Isla Umbú, el sector elevó su inquietud a las autoridades presentes. Entre los pedidos que consideran prioritarios se encuentra el mejoramiento del suelo, muy desgastado y que ya no ofrece posibilidades de una producción que compense el esfuerzo realizado.

    Una mayor presencia de los técnicos y la transferencia de tecnología para adquirir métodos modernos de producción, abandonando la arcaica manera de cultivar, que siguen aplicando los labriegos del duodécimo departamento. Lamentaron la escasa disponibilidad de créditos oportunos y con bajo interés para financiar los proyectos que encaran los empobrecidos hombres del campo.

    Los caminos que requieren en su gran mayoría de una transformación que permita superar el aislamiento que viven numerosos distritos del Ñeembucú, también formaron parte del reclamo. “Sin caminos no hay desarrollo”, se escuchó a varios labriegos que resaltaron que en las condiciones actuales es imposible interesar a los más jóvenes en las labores agrícolas.

    Se espera que las nuevas autoridades implementen políticas de recuperación de la agricultura departamental, hoy reducida a su mínima expresión. Una política adecuada a las características del Ñeembucú permitirá que la población rural recupere la confianza y que esta estratégica zona sea repoblada, tras décadas de doloroso éxodo.

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  21. Dividir para restar
    Por Caio Scavone

    Se comenta que se vienen un montón de nuevos ministerios para el Paraguay. Lo que Marito y su equipo debe hacer es procurar que tengamos menos cantidad de instituciones que no funcionan o, por lo menos, que las ya existentes sepan qué hacer con la plata que se derrocha y con los muchos empleados “tekorei partida” que pululan en los entes públicos.

    Los que saben y manejan la cuestión del presupuesto estatal dicen que de cada 10 guaraníes que incorpora el país en concepto de impuestos e ingresos varios, 7 guaraníes se usan para pago de sueldos y el 3 restante va para desarrollar el país lo que equivale, en gran medida, a la desmedida hambruna que siempre tiene la muchachada que sube a bordo del comando estatal.

    La creación de varios ministerios más acarreará atomizar el Paraguay para que los correlí kuéra puedan ubicarse y “trabajar” en pos del desarrollo y bienestar del país, la poca recaudación crecerá mucho más, el enorme contrabando tendrá que triplicarse, habrá mucho más tiempo para rascarse en las oficinas estatales y la maratón de mate, tereré y el chismerío cobrará mucho más vida para que la muerte prematura le llegue al nuevo gobierno.

    Muchos futuros popes del nuevo gobierno ya anuncian que deberá invertirse en salud y educación y nadie, en su sano y enfermo juicio, niega de lo importante que resultará invertir en estos estamentos. Desde que se aposentaron gobernantes después de la caída del déspota Alfredo Stroessner ninguno dejó de mencionar el apostar a estas jerarquías ministeriales y cada vez hay más enfermos y analfabetos funcionales que no funcionan para nada. Un miserable mosquito sigue causando estragos y la educación sigue apuntalando la mediocridad.

    Un modelo que sirve para el ejemplo es lo que le ocurrió al Ministerio de Agricultura y Ganadería que se atomizó en varias corporaciones como entes autárquicos y con presupuesto propio. Esas evasiones solo sirvieron y sirven para que la muchachada pueda ocupar lugares como agencias de empleos y el rol de ese Ministerio ya es un misterio y, a esta altura, se convirtió en una institución más de beneficencia compitiendo con las varias que existen para ese menester.

    El profesor universitario Jan Martin Gerard, latinoamericanista y profesor emérito de muchas universidades escribió mucho sobre la producción agrícola del Paraguay y un material imperdible se trata de: “Paraguay Rural, 1870-1963. Una geografía del progreso, el pillaje y la pobreza”.

    Este señor, que conoció muy bien al Paraguay, explica todo lo que este país produce desde la finalización de la Guerra del 70. Si uno se remonta a esa época y vemos lo que hoy muestra el sector campesino con chacras de menos de 20 hectáreas nos encontramos con que casi nada ha cambiado. El mismo manejo de los suelos, las mismas herramientas forjadoras del empobrecimiento de la tierra, el querer abandonar el campo y sin rubros que convengan al productor agrícola de pequeñas fincas.

    Desde la desaparición del rubro estrella como fue el algodón, la producción en el campo se redujo a rubros de subsistencia y el campo sigue sufriendo un estado de abandono, salvo en algunos sitios en donde ocurren el acompañamiento técnico y crediticio, el uso de buenas prácticas agrícolas y conservacionistas, la capacitación permanente y la comercialización garantizada.

    Este país vive de lo que se multiplica en el campo, no es hora de dividir y, ya que estamos en pleno mundial de fútbol, es hora de darle pelota…

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  22. Las flores del Paraguay

    Hace poco quedó conformado un grupo dedicado al rubro de la producción de flores y toda la cadena que conforma esta sana, atractiva, relajante y económica actividad. Las flores sirven para amortiguar algún momento de tristeza con la partida de un ser querido o, en contrapartida, para alegrar, compensar e indemnizar el triste momento con la alegría que origina la llegada al hogar de una nueva vida. Vale decir, las flores son las que nos reciben y nos despiden. La diligencia florística tiene sus añitos que comenzó con la vida misma del ser humano cuyo inicio me reservo ya que no recuerdo exactamente el día de la creación. Supongo que las hermosas y llamativas flores deben ya también contar con un buen lapso de tiempo sintetizado en miles de años.
    Este país dispone de tierra, agua, sol, gente, clima, electricidad, mano de obra, apoyo foráneo y, lo más importante, el mercado y el poder adquisitivo para comprar las especies florícolas que se comercializan en este país. También va floreciendo la cadena formada por productores, técnicos, instituciones crediticias, decoradores, semilleros, florerías, los que preparan abonos y planteras, jardineros, viveristas, comerciantes, etc.

    En contrapartida el Paraguay sigue teniendo la lacra de contrabandistas y de una aduana e instituciones fronterizas que solo hacen la vista gorda para embellecer sus obesos bolsillos con la masiva entrada ilegal de las flores y follajes al país. También resalta los problemas de provisión de insumos, la burocracia estatal en materia de semillas, la calidad floral, la asistencia técnica es aún insuficiente, las entidades crediticias desconocen el sector y las que conocen se muestran celosas por la facilidad con que los gobiernos de turno condonan las deudas a quienes ni producen nada, las informaciones no llegan al floricultor y la demanda supera enormemente a la oferta.

    Casi unas 350 toneladas registradas de flores llegan al Paraguay desde Argentina, Brasil, Colombia, Rumania y Ecuador. Al contrabando de flores en este país también le ponen alfombra con pétalos perfumados y el ingreso ilegal es vergonzoso. Llegan, en el orden de volumen, rosas (185 toneladas), Gypsophilas (34 tn), orquídeas (29 tn), crisantemos, anturios, calanchoes, gerberas y otras especies, juntamente con las ramas de hojas a las que llaman “follaje” para dar los buenos colores, contrastes y conciliación a los arreglos florales. La dotación florícola se completa con claveles, gladiolos, aster, lisianthus, cactus, lirios, palmeras y otras especies de valor.

    Se estima en unos 12 millones de dólares la demanda florícola paraguaya y solamente el 10 % de este total tiene cobertura criolla, lo que equivale a que más de 10 millones de US$ aportamos a países que nos envían las flores y follajes. Unas 800 familias paraguayas son las dedicadas al rubro ornamental y se concentran en la zona central como Luque, Villa Elisa, San Lorenzo, Limpio, Areguá, Villeta, Itauguá, así como Caacupé, Yaguarón, Atyrá, Piribebuy, Eusebio Ayala, Itacurubí de la Cordillera y Encarnación.

    La poca superficie necesaria para la producción, la cadena y el agronegocio que posibilita, la riqueza climática, la mano de obra abundante y familiar, la falta de rumbo productivo que tiene el Paraguay, la tecnología existente, la posibilidad de un nuevo gobierno que quiera y pueda aniquilar el contrabando, el populismo, el subsidio, la condonación y la corrupción aduanera y de las otras jodonas instituciones estatales.

    Una mención al Gobierno taiwanés, al Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), las empresas florícolas privadas, a la nueva Cámara Florícola del Paraguay, a los técnicos capacitadores y a toda la cadena por procurar que la producción se consolide y hagan del Paraguay un oasis de flores y de dinero…

    Por Caio Scavone

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/las-flores-del-paraguay-1718072.html

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  23. Apresurado
    Por Juan Augusto Roa

    Con el propósito de obtener el apoyo de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), la Gobernación de Itapúa presentó a su director interino paraguayo, Nicanor Duarte Frutos, un ambicioso proyecto de creación de un “Centro de Avanzada de Formación Técnica y Fomento de Innovación de micro, pequeñas y medianas empresas”. El objetivo es abarcar las áreas de mecatrónica, electrónica, tecnología en la producción de alimentos y nuevas tecnologías (TICS).

    El plan en su primera fase propone la construcción de un edificio de 2.500 metros cuadrados, equipado con instrumentos de última generación. A primera vista el proyecto parece auspicioso, pues una de las falencias más graves del sistema de formación de nuestro país y de Itapúa, en particular, es que no se prepara a los jóvenes para acceder al mercado laboral en una zona eminentemente agrícola, con un emergente desarrollo en el área de la agroindustria.

    Sin embargo, en el departamento existen dos escuelas de formación técnica del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), pero dependen administrativamente de la Gobernación de Itapúa: el Centro de Mecanización Agrícola (CEMA), en Pirapó, y la Escuela Agrícola “Carlos Antonio López” (CAL), ubicada en el distrito homónimo. Tanto el CEMA como el CAL, literalmente, se debaten en la miseria, en cuanto a infraestructura y recursos tecnológicos y académicos.

    El CEMA, donde supuestamente se forman técnicos para la agricultura de precisión, trabajan con máquinas de hace 40 años. Mientras que la escuela agrícola CAL, que hace menos de 20 años se presentaba como un centro modelo, hoy es un cascarón vacío que se cae a pedazos.

    Existe un tercer centro de formación tecnológica público, el Colegio Técnico Nacional y Centro de Entrenamiento Vocacional, pero la infraestructura edilicia se cae a pedazos, las máquinas y herramientas también tienen más de 30 años.

    Tal vez sea más que oportuno revisar lo que tenemos y mejorarlo. No comenzar por gastar el dinero del pueblo en construcciones para dar trabajo a las empresas amigas, y crear puestos directivos a los allegados del poder de turno.

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  24. Oportunidad perdida
    Por Wendy Marton
    Un estudio publicado por la Unión de Gremios de la Producción (UGP) señala que en los últimos 15 años el Ministerio de Agricultura y Ganadería transfirió USD 1.200 millones a los comités de productores y organizaciones campesinas.

    El informe tiene como base el presupuesto del MAG, según una publicación de Última Hora. El presidente de la UGP, Héctor Cristaldo, comentó que en los años preelectorales se observa que los montos transferidos aumentaron notablemente.

    Además, Cristaldo cuestiona la efectividad de esta medida, pues no hay correlación entre lo erogado y los resultados.

    Este tema da para debatir sobre dos puntos. El primero de ellos, que es innegable pensar que gran parte de ese dinero en realidad no fue a parar a los pequeños productores, sino que fue utilizado por los administradores de turno para aumentar sus fortunas personales.

    El hecho de que se haya registrado un mayor desembolso en los años electorales demuestra que el principal interés de las autoridades agrícolas no es beneficiar a los productores, sino obtener la mayor cantidad de votos durante la contienda electoral.

    Otro problema es que hace mucho el sistema utilizado está desfasado. No hay un compromiso real de las autoridades nacionales para realizar una verdadera reforma agraria.

    Los pequeños productores no reciben asistencia real, se ven obligados a malvender sus propiedades ante la invasión de grandes sojales, o reciben sugerencias de sembrar algún tipo de semilla cuyo precio no compensa lo invertido en tiempo y dinero.

    Si bien hubo un avance en la entrega de títulos de propiedad a los pequeños productores, el trabajo que debe hacerse es aún enorme.

    Además de regularizar las tierras, debe enfatizarse en la capacitación financiera y el acceso a préstamos blandos.

    Aunque las autoridades que pasaron por el MAG reconocieron la ineficiencia en el tiempo de aplicación de programas, pues en algunos casos tardan más de seis meses entre el contacto con los labriegos y la transferencia para la producción, las soluciones no llegan.

    La política agrícola debe cambiar si realmente se tiene la intención de asistir a las personas con menos recursos, de manera que puedan vender su producción a buen precio.

    Uno de los principales problemas hasta ahora es la falta de políticas públicas que definan qué producir tomando como base las demandas del mercado.

    Para ello, los técnicos deberán trabajar sobre la base segura de que sus propuestas serán tenidas en cuenta y apoyadas a nivel político, de manera que las recetas recomendadas no sean en vano.

    El gobierno de Mario Abdo Benítez deberá demostrar que su eslogan político Paraguay de la gente no es una mera propaganda más.

    Para poder tomar las decisiones acertadas, los ministros que eligió para que estén al frente de Agricultura y Hacienda deberán trabajar coordinadamente.

    Del desembolso de fondos en forma correcta y oportuna depende el futuro de miles de familias campesinas. No pueden seguir marchando cada año por las calles de Asunción sin recibir respuestas.

    Los pequeños productores ya no pueden seguir perdiendo oportunidades por culpa de administradores inescrupulosos y ajenos a sus necesidades.

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  25. La producción de alimentos requiere una política integral

    Uno de los roles más importantes del Estado es garantizar la seguridad y soberanía alimentarias. Un país que no logra abastecer de alimentos sanos, seguros y a precios adecuados a los niveles de ingreso de la población no puede considerarse exitoso en ningún sentido. Desde hace años se viene observando una crisis en el sector de la producción de alimentos, mientras que la calidad de la alimentación se deteriora. Las políticas dirigidas al sector son ineficientes para mejorar la calidad de vida, por lo que el nuevo Gobierno debe rever esta situación. El caso de la lechuga, si bien es puntual, refleja muchos más problemas que su baja cotización.
    La reciente noticia sobre la lechuga a 160 guaraníes el mazo muestra las dificultades por las que pasa la producción de alimentos en Paraguay. Esta es solo una señal más del problema alimenticio que enfrenta nuestro país. Paraguay no solo ha dejado de producir alimentos para la gente, sino que aumenta cada vez más la importación de los mismos, haciéndose dependiente de otros países.

    Por otro lado, un crecimiento sustentado en exportaciones de alimentos con escaso valor agregado genera dependencia de los precios y de la demanda internacional y no amplía oportunidades laborales. La dependencia externa tanto de alimentos de la canasta básica como de las exportaciones agropecuarias de bajo valor agregado no es una buena estrategia para un país pequeño, sobre todo cerca de economías más grandes y volátiles como las de Argentina y Brasil. Nuestra economía se vuelve vulnerable, con tasas de crecimiento con determinantes exógenos y con escaso impacto en el bienestar de las personas.

    Si a las debilidades macroeconómicas le agregamos las microeconómicas nos encontramos en un contexto sumamente adverso para el desarrollo. Las malas condiciones del sector de la producción de alimentos no permiten reducir la pobreza ni las desigualdades por la vía del trabajo agropecuario, fomentan la migración de jóvenes hacia las ciudades y un proceso de urbanización desordenado.

    Los problemas de acceso a alimentos en cantidad, calidad y precios, junto con el consumo de alimentos chatarra impulsado por la publicidad sin control y la ausencia de políticas que garanticen a la niñez y adolescencia el derecho a la salud terminan generando un aumento de la obesidad y de las enfermedades que se derivan de ella como la diabetes.

    Paraguay necesita con urgencia una política integral que revierta la situación en la que estamos. Por un lado, las instituciones vinculadas a la producción de alimentos deben impulsar políticas para aumentar la producción y productividad del sector que se traduzca en una oferta a lo largo de todo el año de productos sanos y a precios justos para el productor y para el consumidor. Esto implica políticas que mejoren las condiciones de producción, de acceso a mercados, mecanismos de garantía de precios e inclusión financiera –créditos y seguros–.

    La reducción de la pobreza y el control de la inflación necesitan que la producción de alimentos genere ingresos suficientes por el lado de la producción y una oferta estable a lo largo del año para el consumo de las familias. Por otro lado, se requieren políticas que favorezcan la alimentación sana de la población. Los programas de alimentación escolar deben ser fortalecidos en conjunción con el de compras públicas, se debe fomentar la alimentación sana con campañas públicas, incluso desincentivando el consumo de las mismas con mecanismos tributarios, que además generen recursos para enfrentar las enfermedades que producen alimentos procesados con exceso de sal y azúcares. El caso de la lechuga, si bien es puntual, refleja mucho más problemas que su baja cotización en un momento particular de la coyuntura.

    https://www.ultimahora.com/la-produccion-alimentos-requiere-una-politica-integral-n2705079.html

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  26. Miopía agrícola

    “Si la educación era prioridad en mi distrito, ya se iba abrir alguna universidad pública o iban (las autoridades) a buscar la forma de acercar a la juventud hasta la facultad. ¿Es necesario que los jóvenes campesinos vengan hasta Asunción para estudiar?”, fue la pregunta que lanzó Emiliano González, dirigente de la organización Juventud Paraguay Pyahurã (JPP).
    Aunque parezca increíble que un país cuya principal fuerza económica tiene como base la agricultura, la interpelación de los trabajadores del campo solo recibe el silencio como respuesta por parte de los gobiernos de turno.

    Desde la organización JPP cuestionan la falta de planificación por parte del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).

    Aseguran que sembrar mandioca, algodón, tomate, locote o lechuga no tiene precio ni mercado.

    Pero no son solo críticas las que lanzan, sino que proponen soluciones para empezar a construir un futuro mejor para quienes nacieron y trabajan en el campo.

    Uno de los planteamientos es la implementación de un plan con base en un calendario que, a la vez, les permita a todos poder ubicar sus productos.

    Para ello, sugieren que se delimite por zona qué fruta o verdura es apta para cosechar, y saber a qué mercados pueden acceder para colocarlos. Esto, debido a que una importante cantidad de cosecha se pierde todos los años debido a la falta de acompañamiento de las instituciones en la venta de sus productos.

    Otra problemática está relacionada con carencias y malas condiciones en el ámbito laboral.

    Según Benicia Chávez, otra de las dirigentes de la JPP, se encuentran en condiciones de inestabilidad, sin ganar el sueldo mínimo, laboran más de ocho horas, sin aporte a la jubilación y sin seguro social.

    Por ello, criticó enfáticamente la intención de imponer el servicio militar cuando existen problemas muy profundos y graves en la educación y el trabajo para los miles de jóvenes sin tierras.

    Mientras los jóvenes campesinos tienen claro el panorama sobre las necesidades y lo que hace falta para solucionarlos, el Estado sigue siendo un ente ausente.

    Los gobiernos que van sucediéndose parecen no darle importancia a la situación en el campo. Utilizan a los campesinos en época de elecciones, y los olvidan tan pronto termina la contienda electoral, sin notar que mientras siguen con su ceguera las carencias carcomen día a día a una gran parte de la población.

    La falta de una política agrícola que ataque los males de raíz y presente soluciones a corto, mediano y largo plazos, obliga a los jóvenes a migrar hacia la capital, provocando el aumento del cinturón de pobreza en las zonas urbanas.

    Es necesario centrar la mirada en las soluciones para el campo. Para ello, se debe dejar de lado la miopía concentrada únicamente en promover el servicio militar como opción, y comenzar a plantear y divulgar propuestas serias para dignificar el trabajo juvenil en el campo.

    Los jóvenes necesitan mayor capacitación enfocada en el sector agrícola, que les permita continuar al lado de sus familias y ayudar a contribuir con la economía rural de manera más efectiva.

    Es hora de acabar con promesas, y comenzar a trabajar en planes concretos. Únicamente, así la distribución de la riqueza llegará a todos los hogares del país.

    Por Wendy Marton

    https://www.ultimahora.com/miopia-agricola-n2708906.html

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  27. Reducción de la pobreza en la agricultura familiar campesina

    Por Juan Carlos Zárate Lázaro

    En la agricultura familiar campesina tenemos una franja de pobreza importante a nivel país.

    De acuerdo con estudios realizados por el MAG, se estima que más de 240.000 pequeños productores estarían en situación de extrema vulnerabilidad económica, concentrados en su mayor parte en los departamentos de Concepción, San Pedro, Caaguazú y Caazapá, donde estarían los “mayores bolsones de pobreza” dentro de este sector.

    Nadie duda de las bondades que significa darle a los pequeños productores semillas, fertilizantes y otros insumos, además de maquinarias y equipos varios para que puedan mejorar sus procesos productivos.

    Pero solo eso no es suficiente si es que no va acompañado de una asistencia técnica-productiva de parte de los profesionales del MAG que estén en las fincas de estos productores, mostrándoles de cerca y en términos sencillos y accesibles cómo podrán lograr una mayor diversificación en sus líneas de cultivos, cómo se encuentra el nivel de fertilidad de sus suelos, cómo poder incrementar mucho más los rindes promedios por hectárea, cómo hacer para que puedan aglutinarse en pequeñas cooperativas o asociaciones de producción para poder llegar ellos mismos hasta los grandes centros de consumo y obtener precios de venta remunerativos que realmente se justifiquen buscando en lo posible la eliminación gradual pero sostenida de la intermediación.

    Es a todo esto lo que con mucha coordinación y verdadero profesionalismo se debe apuntar.

    La activa participación del MAG es crucial para que se pueda lograr el objetivo y las metas que sean consistentes y sustentables en el tiempo, cual es que tengan ingresos lineales durante todo el año y no concentrado solo en 2 o 3 meses y el resto “se pasan hablando solos”, sin que ni tan siquiera muchos de ellos puedan tener acceso al sistema financiero formal quedando relegados de la inclusión financiera.

    Si esos aproximadamente 240.000 pequeños productores se multiplican por 4, tendremos un promedio no menor a 960.000 personas en el campo que podrían ver reflotada su actual posición económica-financiera-patrimonial.

    Los técnicos “deben vivir” cerca de estos productores. Será la única forma en que puedan superar su estado de pobreza, diversificar sus rubros de producción y generar así la fuente de repago que precisan para cumplir en tiempo y forma con sus obligaciones financieras (pago de capital e intereses devengados).

    COMBATIR LA INFORMALIDAD
    Cuantas cientos de “empresas” y actividades de diverso orden tenemos a nivel país que operan en la informalidad y mueven anualmente no menos de 11.000 millones de dólares sin pagar los impuestos que le corresponden al fisco.

    Habrá que ver la forma de arbitrar todas las medidas que fueren necesarias a fin de que inspectores designados al efecto puedan identificarlos físicamente y llegar hasta los mismos y hacer todo lo que corresponda en derecho a fin de que puedan salir de la informalidad y volverse formales.

    Quien más que menos tendrá funcionarios a su cargo y casi con seguridad todos ellos ni tan siquiera el salario mínimo legal estarían percibiendo y mucho menos el beneficio de la tenencia de un seguro social de salud.

    El Dr. Felipe Larraín lo ha señalado con muy buen criterio. Aquí en Paraguay lo que primero que se debería hacer es ensanchar la base tributaria actual.

    ¿Y cómo? Justamente haciendo que estos que históricamente viven día a día evadiendo al fisco paguen sus impuestos como “cualquiera de los demás mortales”.

    Al formalizarse estas empresas, darle apoyo técnico, logístico y crediticio para que puedan desarrollarse y crecer cuali/cuantitativamente, paralelamente tendrán la posibilidad potencial de ir revirtiendo su actual estado de vulnerabilidad económica, lo cual muy bien podría tener un efecto multiplicador positivo dentro de nuestra micro y macroeconomía.

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  28. Mayor compromiso
    Por Clide Noemí Martínez

    La visita del ministro de Agricultura, Denis Lichi, a Ñeembucú, y su diálogo franco con productores y autoridades han despertado expectativas positivas en este marginado departamento. Desde la crisis del algodón, que fue el producto estrella de los labriegos del sur, la zona ha sido prácticamente ignorada por los representantes de esta cartera de Estado. Entre las escasas acciones recientes, se puede citar el envío de semillas para la resiembra, como auxilio a los que perdieron sus cultivos por el desborde de las aguas.

    El llamado del ministro a productores y autoridades a trabajar en conjunto, superando los antagonismos que históricamente han frenado las aspiraciones de progreso de los habitantes del sur, parece ser una señal de los nuevos tiempos. Con más diálogo, pero también mayor compromiso de las autoridades, el titular del MAG dejó a los actores locales la misión de identificar en cada zona, el producto estrella que sustituya al casi desaparecido algodón.

    Uno de rubros que podría ser potenciado, es el queso artesanal, que genera ingresos para las familias del área rural aun en situaciones de emergencia. Lichi apuntó a la necesidad de perfeccionar el producto y hacer que mejorado pueda abastecer toda la demanda nacional. Darle valor agregado al queso del Ñeembucú y aumentar el volumen de la producción, es una de las alternativas principales esbozadas por las autoridades del MAG.

    No menos interesante aflora la opción de la miel de abeja, cuya producción orgánica en los esterales del Ñeembucú requiere la certificación para acceder con ventajas al mercado internacional. Si bien el volumen de lo producido en la zona fue disminuyendo progresivamente en los últimos años, la iniciativa de aplicarla a la nutrición de los estudiantes de todas las escuelas del departamento permite recobrar el entusiasmo de los apicultores.

    Otra actividad, prácticamente inexistente en el Ñeembucú, pero con gran potencialidad por las características de la zona, es la piscicultura. En una zona en la que sobra agua, la cría de peces tiene un gran futuro. La cada vez más escasa población de peces en los ríos y el alto costo de la carne de pescado convierte a esta producción como una de las más prometedoras.

    Y no se descartan otras opciones.

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  29. ¿A dónde va la agricultura?

    La humanidad creó la agricultura para dejar de ser nómada y en vez de estar en permanentes desplazamientos en busca de alimentos, estabilizarse e instalarse produciéndolos con el cultivo del campo.
    Actualmente entre lo que la agricultura es y su fin inmediato hay una impresionante paradoja. En el mundo la agricultura agroalimentaria, según el expresidente de la FAO, José Esquinas, Ingeniero Agrónomo y Doctor en Genética, se produce el 60 por ciento más de lo que la humanidad necesita para alimentarse. Sin embargo cada año están muriendo 17 millones de personas por hambre y desnutrición, que equivalen a 40.000 muertos cada día. El sistema no funciona, porque, entre otras causas, no se produce para alimentarse, sino para vender los productos, para la comercialización. Un indicador de este cambio de objetivo inmediato es el cambio de nombre sobre todo en los ámbitos donde se toman las decisiones de poder económico, donde a la agricultura se le llama “agrobusiness”, es decir, agronegocio. El hecho es que la mayor parte de la producción agroalimentaria se concentra en manos de las multinacionales agroalimentarias, que comercializan la producción mundial.

    Por otra parte, el sistema no es sostenible, porque gran parte de lo que se produce termina en la basura, sobre todo en los países desarrollados. “Se pierden por el camino 1.300 millones de toneladas métricas, la tercera parte de la producción mundial”.

    El actual sistema generalizado de producción agrícola no es inocente. Los modos de producción tienen impactos dañinos en el medioambiente, en la crisis climática y en la exterminación de especies, además de amenazar consecuentemente a la supervivencia de la especie humana al destruir elementos esenciales del hábitat humano. Según los expertos la producción agrícola impacta entre el 12 y el 14 por ciento en la contaminación que afecta al cambio climático. Pero mucho más lamentable es que para producir esos alimentos que nadie va a comer y se tiran a la basura se utilizan 1.400 millones de hectáreas (algo más de 30 veces la extensión de Paraguay) y se consume la cuarta parte del agua dulce del planeta. No debemos olvidar que estamos consumiendo prematuramente los recursos renovables. De hecho el 1 de agosto de 2018 habíamos ya consumido todos los recursos previstos para todo el año. El sistema de la producción agroalimentaria está siendo responsable de más del 30 por ciento de emisiones de gases de efecto invernadero.

    Un país eminentemente agrícola y ganadero, clasificado como uno de los países de mayor exportación agroalimentaria del mundo, necesita con urgencia revisar y reorientar su política agroganadera atendiendo a sus impactos en el medioambiente y el deterioro del hábitat y la destrucción de las especies y el clima. El trabajo de la Secretaría del Medioambiente no convence. En casi nada se nota su existencia. La educación formal en todos los niveles del sistema educativo es insuficiente. La educación social y la educación refleja, sobre todo de los medios de comunicación social, es prácticamente inexistente. Seguimos fundiendo arroyos, lagos y ríos con total barbarie e impunidad. Los jóvenes europeos, a partir de la iniciativa de una adolescente sueca y el movimiento que ha desencadenado, están reaccionando. Hace treinta días un millón cuatrocientos mil estudiantes se manifestaron en huelga con la consigna “Nos están robando el futuro”. Nuestra permisividad e inconsciencia son ya escandalosas. Por su parte gobernantes, políticos, fiscales y jueces serán juzgados muy severamente por la historia muy cercana. Entonces será tarde. A vosotros jóvenes, os toca reaccionar para defender vuestros derechos a la vida y a la naturaleza que os pertenece.

    Por Jesús Montero Tirado

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/a-donde-va-la-agricultura-1811378.html

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  30. Corrupción imperante
    La banana es uno de los rubros que promete mucho para el futuro de miles de labriegos de nuestro país. El distrito de Tembiaporã tuvo un crecimiento agigantado con el cultivo de la fruta y su exportación, especialmente a la Argentina.

    Pero, el desarrollo del rubro se ve afectado por la corrupción imperante de las autoridades, que en vez de apoyar la producción ponen “palo a la rueda”.

    Tras años de lucha, los bananeros lograron la promulgación de una Ley que exige la inclusión de la fruta a la merienda escolar, pero rápidamente el Consejo de Gobernadores puso trabas. Una vez más tenían como objetivo poner de intermediarios a sus “amigos” para poder negociar el precio de venta del producto a las administraciones departamentales.

    Con movilizaciones lograron hacer cumplir a medias la ley y que el producto sea introducido como plan piloto este año en la merienda escolar en los departamentos de Caaguazú, Ñeembucú, San Pedro, Cordillera, Canindeyú, Guairá y Amambay.

    El jueves 11 de julio, el ministro de Agricultura y Ganadería, Denis Lichi, realizó con bombos y platillos el lanzamiento del Programa Nacional del Banano y entregó abono líquido foliar por G. 1.900 millones a los pequeños productores de Tembiaporã. Sin embargo, como si no fuera suficiente el vía crucis que soportaron para conseguir la implementación a medias de la ley, al día siguiente denunciaron que el producto es de muy mala calidad y que el contenido de los bidones es prácticamente agua.

    La denuncia es sumamente grave. Además de una burla a las familias productoras de banana, es una clara muestra de la imperante corrupción del gobierno en perjuicio de laboriosos ciudadanos paraguayos.

    Son solo algunas muestras de que la clase política gobernante continúa en la misma senda de la corrupción que genera un interminable atraso económico en el Paraguay y que tiene como víctima “predilecta” a los más desposeídos de la población.

    Es hora de que las autoridades hagan un cambio en la forma de conducir nuestro país antes de que se produzca un colapso económico y social.

    POR VÍCTOR BARRERA BURGOS

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  31. La nueva era de paisajes productivos

    Cuando den las doce campanadas de medianoche, el 31 de diciembre próximo habitarán el mundo 7.560 millones de personas. Este inmenso mar de seres humanos habrá llevado a niveles nunca antes vistos
    la demanda de espacio, vivienda, trabajo, atención de la salud, servicios básicos y… comida, sobre todo,comida.

    Hace más de tres décadas que ha quedado claro que con los métodos tradicionales de cultivo de alimentos y de cría de animales de consumo ya no alcanza. La agricultura lineal, la que iniciamos en el ultimo periodo del
    neolítico (hace unos 8.000 años), ha dejado de ser eficiente para cubrir las crecientes necesidades de alimentos, al menos, si no queremos convertir las superficies cultivables del planeta en enormes desiertos.

    El concepto de sustentabilidad ha dejado de ser un esnobismo para incorporarse al vocabulario diario del productor moderno y consciente de sus responsabilidades.

    La siembra directa (SD) con cobertura y rotación de cultivos, en fructífera alianza con abonos verdes, está demostrando su eficacia y que, junto a la biotecnología, está logrando rindes nunca antes vistos. Donde antes una hectárea de trigo daba entre 750 y 1.000 kilos, hoy entrega 4.000. Los rindes del maíz, el mágico grano americano, superan los 10.000 kilos por hectárea y la soja, fácilmente los 3.000.

    Hoy, la siembra directa tiene dos socios inmediatos: la ganadería y la silvicultura. Este trío productivo ha abierto una nueva era de paisajes verdes, productivos y sustentables como nunca antes. No ha sido fácil llegar a esta etapa. Muchos prejuicios han jalonado –y siguen haciéndoloeste- camino destinado a asegurar alimentos confiables para la humanidad.

    Antes de condenar, pensemos cómo dar de comer, en un par de años, a 8.000 millones de seres humanos.

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  32. Los efectos “red” y “rebote” del campo nos dan comida y vida

    Por Pablo Alfredo Herken Krauer

    En siete meses (a julio 2020) el campo logró aumentar sus exportaciones en 167 millones de dólares más (+5,3%) con respecto a igual período del año pasado. Puede parecer poco pero no lo es. Las ventas externas del campo sumaron 3.338 millones de dólares este año, con una participación del 52% en las exportaciones totales de bienes del país y del 69% en las exportaciones “registradas” (que excluye al negocio de reexportación y el rubro “otros”). Las exportaciones totales cayeron 15% (siete meses sumados) y dentro de las mismas la reexportación se derrumbó -48% mientras que las exportaciones “registradas” (las que producimos y pasan por las aduanas) bajaron -0,9%, descenso muy suavizado por la producción mayor del campo.

    El rubro “otros” bajó -20%. Queda en claro que, fuera del campo, el “resto” de los sectores de exportación ha vendido menos y en algunos casos mucho menos con respecto a lo exportado en el 2019. Lo positivo del campo me dirán que es por un buen año en la cosecha de soja en casi 18% más en volumen producido, después de la caída del 17% en la temporada agrícola anterior (2018-2019). Y sí, porque así como cae se levanta. Se puede hablar de los efectos “red” y “rebote” en el comportamiento del campo. Nos contiene aun cayendo para no ir más al fondo, y nos levanta cuando rebota en un corto tiempo. Es decir, es garantía de alimentos en la mesa económica, y así nos da vida, a todos, incluso a los que quieren destruirlo o castigarlo por numerosas “culpas” o “delitos”. Justo en un momento en el que a nivel mundial se revaloriza la actividad económica del campo. Y justo cuando las puertas de salida nuestras de la pandemia 2020 señalan el camino de la producción del campo como el más seguro a defender, rogando por la continuidad de las mejores condiciones climatológicas.

    Cuando en julio el Banco Central del Paraguay (BCP) ajustó su cálculo de la caída de nuestra economía en este “año hecho en pandemia”, dejando atrás su anterior estimación en abril de un bajón del -2,5% (se inició con un positivo esperanzador crecimiento esperado del 4,1% en diciembre del 2019), y proyectó un retroceso aún mayor del -3,5%, lo hizo mejorando el comportamiento del campo que de un avance del 6,4% señalado en abril pasaba al 8% de avance en julio. En particular, la agricultura experimentó una mejoría del 8,5% al 10,5% en cuanto a lo que sería su crecimiento en el 2020. La economía toda como conjunto empeoró en los cálculos de su desempeño, pese a la mejora del campo en cuanto a su crecimiento mayor. Es que los muchos otros sectores económicos (industria, comercio, servicios) estaban cayendo peor de lo que se estimó en abril pasado, lo que no pudo ser evitado por un campo más fuerte para que el conjunto de la economía se viera dañada aún más, del -2,5% al -3,5%. No lo pudo, puede evitar. Ojo: evitar. Los propios técnicos del BCP siempre manejan un escenario económico en el que “no existe” la agricultura para así ver qué sucede con y sin ella. Sin presencia de la agricultura la caída de la economía paraguaya en el 2020 sería del -4,7%. Sí, del -4,7% por cierto bien arriba para peor del -3,5% que incorpora a la economía del campo. Ahora bien, el BCP solo “juega” con sacar y poner a la agricultura en la mesa económica del Paraguay. Si usara a todo el campo cuyo crecimiento esperado es del 8%, y lo sacara de la mesa económica, la caída global de la economía paraguaya con seguridad sería superior al 5%. Y si, hipotéticamente hablando, la producción del campo también cayera, con sus impactos directos e indirectos, el -7% como piso no sería imposible una realidad más dolorosa para nuestra economía como un todo. El campo le da vida a la economía paraguaya. Tiene efecto “red”, “rebote”, contiene, da seguridad, alimenta. A todos, incluso a los que no lo quieren. No puede discriminar por motivo alguno, solo puede producir y producir. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo pero hay que decirlo. DDPHQD

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  33. Sin voluntad política para los pobres
    Por Lida Duarte

    Casi dos horas de discusión dedicaron ayer los diputados para salvar al presidente de la Empresa de Servicios Sanitarios del Paraguay (Essap), Natalicio Chase, de una interpelación por el pésimo servicio en el suministro de agua potable, que significa a su vez la violación de un derecho básico, mientras que apenas unos 10 minutos de tiempo se tomaron para decidir sobre proyecto que permitiría una inversión de USD 25 millones en la agricultura familiar campesina. Finalmente postergaron su estudio por dos semanas.
    El cartista Bachi Núñez fue el primer legislador que se refirió al proyecto. Bajo el argumento de que el documento no tenía dictamen de las comisiones asesoras, pidió la postergación de su tratamiento por 15 días, le siguieron sus colegas Jorge Ávalos Mariño y Eusebio Alvarenga, del PLRA.

    Fueron los únicos que hicieron uso de la palabra y sin oposición lograron dilatar el estudio del proyecto por otras dos semanas. Por su parte, el titular de la Comisión de Presupuesto, Miguel Tadeo Rojas, quien se había comprometido a apoyar la medida acordada con los campesinos, se llamó al silencio.

    Tampoco sirvió la conversación telefónica entre el presidente del Congreso, Óscar Salomón, y la cabeza de la Cámara Baja, Pedro Alliana, quien había dicho que estaban asegurados los votos cartistas a favor del documento. Hasta la mañana de ayer, los labriegos tenían esperanzas en la decisión de los legisladores, ya que de tener voluntad, el pleno podía convertirse en comisión para dictaminar y aprobar el proyecto por el cual se autoriza la emisión de bonos para obtener recursos y destinarlos a la recuperación de la producción frutihortícola, pero las falsas promesas hicieron de las suyas una vez más.

    En la anterior sesión ya se había frustrado el plan de ingresar la propuesta en el orden del día, ya que aún no se contaba con el plan de gastos de los ministerios encargados de ejecutar el dinero, ahora los diputados ponen en duda sus intenciones de cumplir con el acuerdo firmado hace un mes.

    Los recursos tienen como destino obras públicas, por un lado, y la inversión en la producción por el otro. En el segundo caso se prevé la construcción de pozos artesianos para el regadío de los cultivos de autoconsumo y de renta, así como la provisión de semillas, insecticidas, mallas de media sombra y otros implementos agrícolas, atendiendo que los campesinos quedaron sin posibilidad de invertir debido a las deudas contraídas que no pudieron pagar a raíz de la pérdida de su producción como consecuencia de sequías.

    Otro grupo de agricultores, que todavía podía sostener sus cultivos con rústicos invernaderos, que igualmente son costosos, recientemente perdió sus carpas con las fortísimas ráfagas de viento y ahora muchos de ellos trabajarán a campo abierto, con un mayor riesgo de pérdida de su producción expuesta al clima, un ciclo que no termina sin ayuda estatal.

    Estamos hablando de proveedores de alimentos básicos, un sector productivo sacrificado, abandonado y nuevamente ignorado por las autoridades, mientras que el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, en sus discursos reconoce como productores agrícolas únicamente a los sojeros, a quienes protegerá de nuevos impuestos y de críticas.

    Es un sector que se dedica a la agricultura extensiva y si bien también es dependiente del clima, con menos ganancias puede sobrevivir a las sequías y conseguir nuevos préstamos, un beneficio que es negado a pequeños productores que no tienen título de propiedad, por una pendiente reforma agraria, o sus inmuebles ya fueron embargados por las entidades financieras.

    Es momento que el mandatario reconozca a la agricultura familiar como proveedora de alimentos de la canasta básica de los hogares del país y encamine no solo recursos, sino la correcta ejecución de los proyectos destinados a este grupo vulnerable.

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  34. LA AGRICULTURA CAMPESINA DA PARA TODO
    Uno año atrás el Congreso aprobó la ley 6286 “en defensa, restauración y promoción de la agricultura familiar campesina (AFC)” que busca (sic) “contribuir a la práctica y promoción de sistemas de vida y producción que preservan la biodiversidad y procesos sostenibles de diversificación de la producción y transformación de los sistemas productivos de modo a hacerlos sustentables y pertinentes para la eficaz contribución a la economía nacional preservando los valores culturales, eco sistémicos e históricos de las comunidades rurales”.

    Más allá de su tono de consultoría internacional -de esas que se pagan en dólares- esta ley implica la creación de una fenomenal red de nuevas oficinas estatales empezando por el Viceministerio de Agricultura Familiar Campesina dependiente del MAG, y siguiendo con el Sistema de Defensa, Restauración y Promoción de la Agricultura Familiar Campesina, el Registro Nacional de la Agricultura Familiar (RENAF) y el Consejo Interinstitucional de la Agricultura Familiar Campesina, este último, integrado por organizaciones campesinas, las mismas que año tras año marchan con sus solicitudes y demandas y que, como vemos, han logrado subirse al PGN y formar parte de las entelequias descritas.

    ¿Dinero para todo esto? Hay y mucho. La movida tiene un nombre y se llama “proyecto mejoramiento de la inserción en los mercados de los productores agrarios organizados y comunidades indígenas de la región Oriental (PIMA)” para el cual el Banco Mundial ha otorgado un préstamo de US$ 100 millones, de margen variable, 31,5 años de plazo y ocho de gracia.

    La semántica presupuestaria está en su mejor momento, inventando oficinas, consejos, asesorías, funciones, programas y cargos a ritmo frenético. La “agricultura familiar campesina” da para todos. Y todas.

    https://www.5dias.com.py/2020/08/la-agricultura-campesina-da-para-todo/

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  35. ANTAGONISMOS ¿AGRONEGOCIO O AGRICULTURA FAMILIAR?
    En una sociedad que va acostumbrándose a los antagonismos en prácticamente cual­quier actividad, no es raro que desde algunos observatorios se estudie el agronegocio como un modelo antagónico e irreconcilia­ble con la tradicional agricultura familiar campesina. Para entendernos, veamos cómo definen los expertos ambas actividades

    Por agricultura familiar campesina (AFC) se entiende aquella actividad productiva rural en la cual el recurso básico es la mano de obra que aporta el grupo familiar. Su producción está destinada básicamente al autoconsu­mo con algunos excedentes de renta.

    Agronegocio (AGN), en cambio, es un “fenó­meno agroalimentario” que se destaca por una acentuada integración entre la agricultura y el comercio, sectores tradicionalmente sepa­rados y antagonizados por barreras que, sin embargo, han empezado a desvanecerse por imperio de la economía alimentaria. Bajo este formato, la producción se integra a la comer­cialización, la industrialización y los servicios, formando cadenas de valor que se insertan en una economía altamente globalizada.

    ¿Cómo les va a ambos modelos en el Paraguay? Investigadores de BASE-IS que realizaron un “mapeo” a nivel país hallaron que mientras la agricultura familiar campesina cayó un 33% entre 2002 y 2017, el agronegocio fue en franco aumento para ocupar hoy un 13% del territorio nacional mientras la AFC se refugiaba en un magro 1%. El cultivo de caña de azúcar –tipi­co rubro de la AFC- es un paradigma de ese retiro. En Concepción, el tamaño de la finca promedio era en 2017 de 0,7 hectáreas mientras que en Canindeyú promediaba las 53. En el primero, la caña abastece pequeñas industrias de miel de caña y derivados. En Canindeyú es absorbida por una planta industrial que produce 12 millones de litros de alcohol por mes y 750 toneladas diarias de azúcar.

    Los modelos están a la vista, con variables naturalmente. Media hectárea de caña de azúcar permite durar, vivir al día. Veinte o treinta hectáreas con buena productivi­dad son una plataforma para el despegue. Pequeño o mediano productor, con buena tecnificación y mercado asegurado tiene mejores chances de progreso que el campesi­no tradicional condenado apenas a durar.

    Son escalones que requieren movilidad. Ninguno de los dos modelos asegura el éxito pero sí oportunidades de lograrlo.

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  36. EL MINISTERIO DE AGRICULTURA DEBE MUDARSE AL CAMPO
    Se comprueba todos los días: el campesino paraguayo es pobre porque sigue recurriendo a métodos arcaicos de cultivo, transmitidos a lo largo de los siglos. Ese atraso tecnológico conlleva que su capacidad productiva sea muy inferior a la exhibida, por ejemplo, por los agricultores “brasiguayos” y los descendientes de europeos o japoneses que habitan en nuestro país. En este sentido, basta visitar algunas zonas de Itapúa, del Alto Paraná o del centro del Chaco para comprobar que el trabajo tesonero, empleando técnicas modernas de producción, produce bienestar en la población rural.

    Las tierras que cultivan esos labriegos de origen extranjero no son más fértiles que las sembradas por los paraguayos de veinte generaciones, ni tienen un régimen de lluvias más favorable para la siembra, ni más ni menos sol. Ocurre, nomás, que están culturalmente familiarizados con el uso racional de la tierra, y con los beneficios crediticios y comerciales que brindan las cooperativas, tan escasamente difundidas en el campesinado tradicional. De poco puede servir, entonces, que el Indert entregue veinte hectáreas de tierra a una familia campesina que no está en condiciones de aprovecharlas en forma efectiva por no tener los conocimientos, ni las herramientas, ni la ayuda crediticia, ni la forma de hacer llegar sus productos a los mercados.

    El auténtico labriego paraguayo ha sido abandonado miserablemente por los Gobiernos que uno tras otro se sucedieron a lo largo de la historia. Es hora de que se lo ponga a la altura de los tiempos, dotándole de los instrumentos que necesita para prosperar mediante un mayor rendimiento. Urge liberarlo de su atraso secular, capacitándolo y dándole asistencia crediticia. Para ello, el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) literalmente debe mudarse al campo, y dedicar todos sus esfuerzos a la extensión y a la educación agrarias a través de las respectivas direcciones. Nada ilustra mejor la orfandad de los pequeños productores en cuanto a la asistencia técnica que el hecho de que la Dirección de Extensión Agraria (DEAg) atienda a solo el 15% de ellos, con sus alrededor de 200 extensionistas, con un presupuesto de 8.381.200 dólares, que equivale a un exiguo ¡7,3% del presupuesto del MAG! A él deben sumarse unos 350.000 dólares aportados por organizaciones no gubernamentales.

    El viceministro de Agricultura, Mario León, dice que se necesitan mil extensionistas más. Hay que contratarlos y reprogramar el presupuesto sin parar mientes en recortar los gastos puramente administrativos de la gente de escritorio, incluidos los correspondientes a los trece departamentos de la DEAg. Es una vergüenza que una Dirección vital para que los campesinos paraguayos produzcan más y mejor, llegue a tan pocos de ellos.

    Pero no bastaría con volcar más dinero al campo ni tener más extensionistas si la gestión de los máximos responsables siguiera siendo deplorable: bajo el actual Gobierno, ya se sucedieron tres al frente de la DEAg, debido a la “falta de resultados”, según el ministro Jorge Gattini. Hace tres años, el Ing. Agr. Líder Medina, sindicalista de esa dependencia, con mucha razón afirmó que “todos los programas agrícolas son botines de guerra de los políticos de turno y de las organizaciones no gubernamentales (…), la DEAg está muy debilitada, con el agravante del reinicio fuerte de las internas partidarias”. Lo dijo hace tres años, pero bien podría haberlo dicho hoy.

    El país cuenta con catorce escuelas agrícolas, algunas muy abandonadas, nueve de las cuales son subvencionadas por el MAG y cuatro dependientes de las gobernaciones de Boquerón, Itapúa, Canindeyú y Paraguarí, respectivamente. También hay un Centro de Mecanización Agrícola en Pirapó (Itapúa). A fines del año pasado había apenas 3.152 alumnos matriculados, lo que resulta una cifra inadmisible, considerando el volumen de la población rural y la necesidad perentoria de capacitar al labriego. Hay que aumentar sustancialmente el número de escuelas agrícolas para por lo menos triplicar la cantidad de estudiantes campesinos jóvenes.

    Ante esta lamentable situación, es urgente que el “nuevo rumbo” del gobierno del presidente Horacio Cartes se haga sentir con fuerza en el campo a través de una masiva inyección de recursos humanos y materiales. En las actuales condiciones, el campesino paraguayo está condenado a seguir aprisionado por la pobreza. Para liberarlo se requiere rescatarlo previamente de la ignorancia.

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/editorial/el-ministerio-de-agricultura-debe-mudarse-al-campo-1355958.html

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  37. El sector privado es un actor importante en la cooperación
    JORGE MEZA ROBAYO
    La pandemia por el COVID-19 dará lugar a una de las peores recesiones de este siglo en América Latina y el Caribe, según varias fuentes. Se analizará un aumento de 28 millones de personas en situación de pobreza extrema en la región, para llegar a 96 millones (o el 14,9% de la población total), y de 45 millones en situación de pobreza, alcanzando a 230 millones ( o el 35,6% de la población total).

    Gran parte de la atención de los Gobiernos, en este momento, está puesta en contener el avance del COVID-19, que, con la ampliación de la inmunización a nivel mundial, parecería que podría ganar velocidad. Paralelamente al tema sanitario, está presente la necesidad de recuperar la economía y las fuentes de trabajo, fortaleciendo la producción, incluida la agropecuaria, que enfrenta el gran desafío de nuestra época: el cambio climático.

    Si bien hoy los agricultores y agricultoras son héroes y heroínas de la alimentación, produciendo lo necesario para que no falte comida en nuestros hogares, no podemos dejar de analizar la situación que atraviesan y los peligros que tienen en el presente y aquellos esperados en el futuro .

    La técnica de los Gobiernos para la agricultura familiar es fundamental y debe estar conectada con los esfuerzos, iniciativas, inversiones y la investigación que realiza el sector privado.

    Este sector, desde los pequeños agricultores hasta las grandes empresas, puede ubicarse a la vanguardia del cambio transformador y de la innovación en un país agropecuario como es el caso de Paraguay.

    Importante para esto, es buscar el establecimiento de una asociación amplia para ganar – ganar, entre los agricultores familiares, medianos productores y los grandes empresarios del agro, que permiten la transferencia de tecnología, una mejor conexión de los productores con el mercado e, incluso , ampliar mercados agrícolas en el país y en otras regiones del mundo. Esto podría constituirse en una gran transformación en el medio rural, que es esencial en la promoción de la inclusión social y económica, y el camino hacia una actividad más sostenible.

    Además de la agricultura, el sistema agroalimentario como un todo se encuentra ante el reto de ser más sostenible en lo económico, ambiental y social, al tiempo de proporcionar alimentos suficientes, asequibles y nutricionalmente adecuados para una población mundial que está creciendo, día a día . No se puede avanzar con este fin, si no se obtienen fuertes líneas de cooperación con el sector privado.

    Creemos que esto es posible en América Latina y el Caribe, y lograrlo es imperativo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS ) y dar cumplimiento al Acuerdo de París.

    Para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las asociaciones con el sector privado son fundamentales para trabajar por un mundo basado en una agricultura y sistemas alimentarios sostenibles, inclusivos y resilientes.

    La Estrategia de la FAO para la colaboración con el sector privado 2021-2025, refleja una nueva visión de futuro para el fortalecimiento de la colaboración estratégica, a fin de lograr los ODS.

    La visión general de esta Estrategia está orientada a que la cooperación de la FAO sea fortalecida por la asociación con el sector privado, de manera transparente, bajo el acuerdo general de la Organización con el Gobierno, propiciando alcances sustantivos para el país y la sociedad en general, sobre todo para los sectores más vulnerables, dando lugar a cambios e innovaciones transformadoras que logren beneficios sostenibles y cuantificables, para “que nadie se quede atrás”.

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  38. Combatiendo el hambre
    Si el agronegocio funciona, ¿por qué no llevarlo al pequeño productor?

    ¿Qué se está haciendo mal en San Pedro? ¿Por qué un reporte del Instituto Nacional de Estadística (INE) presenta a la población de este departamento como una de las más castigadas por el hambre? ¿Existe una explicación lógica para semejante sinsentido?

    El departamento de San Pedro tiene una superficie de 20.586 kilómetros cuadrados y una población estimada en 430.000 habitantes. En su territorio abunda el agua superficial y sus tierras son muy aptas para la agricultura y la ganadería. Según un censo realizado por GeoConsultores, se destinan 198.000 hectáreas a la agricultura mecanizada, 318.000 a pasturas y 511.000 distribuidas en reforma agraria a pequeños campesinos con lotes con un promedio de 20 hectáreas. Los esteros ocupan una superficie nada despreciable, 453.000 hectáreas y el resto es terreno anegadizo y campos naturales de empleo principalmente ganadero.

    La mayor parte de ese medio millón de hectáreas sampedranas afectadas a la reforma agraria sigue en poder del Indert, que no ha sido capaz hasta ahora de titular definitivamente esas tierras. A octubre de 2021, el ente había logrado censar 34.669 lotes por un total de 244.000 hectáreas. Eso significa que mas de la mitad sigue en la nebulosa. Sin papeles, sin asistencia técnica ni crediticia, los poseedores de esos lotes están abandonados a su suerte.

    Pero no todos. En la campaña agrícola 20-21, pequeños productores de la Colonia Cristo Rey, San Pedro, sembraron un total de 100 hectáreas de soja agrupados en un comité de siembra. Asistidos por gremios como APS y UGP, con semillas certificadas y colocación asegurada, cada productor recibió al cabo de la cosecha alrededor de Gs.11 millones.

    Y este no es un modelo aislado sino que se está extendiendo. En 2021, un total de 43.000 campesinos con menos de 20 hectáreas sembraron 860.000 hectáreas de soja participando así del 23% del total sembrado ese año. De esa cantidad, 375.100 hectareas pertenecen al departamento de San Pedro.

    Hablar de hambre es un asunto muy serio, tema que debería ocupar el primer lugar en la agenda política. Si hay un modelo de agronegocio que funciona también para pequeños productores, ¿por qué no llevarlo a escala nacional? A menos que ideologías trasnochadas metan la cuchara y condenen el agronegocio como enemigo del pequeño agricultor. No nos extrañe, hay organizaciones internacionales metidas en esa tarea de condenar al campesino al atraso eterno. Con diligentes servidores locales, vale apuntar.

    RESUMEN

    ¿Cómo puede haber hambre en un departamento con tierras agrícolas de primera calidad y abundancia de agua? Pequeños productores agrupados en comités de siembra están entrando al agronegocio de la soja con éxito. Si el sistema funciona, ¿por qué no generalizarlo en todo el país?

    https://independiente.com.py/combatiendo-el-hambre/

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