El país de la eterna función patronal

Podría ser cualquier pueblo del Paraguay. Alguien empeñado haría el intento de dar dos o tres nombres de localidades que cumplen con las características de la pequeña población que inspiró Función Patronal, la recordada novela de Alcibiades González Delvalle. Sin embargo, ese pueblito es en realidad el Paraguay; sus personajes, sueños y sinsabores, pequeñas alegrías y costumbres representan las características de un país bien conocido por todos, retratado muchas veces en nuestra literatura con implacable crítica y que en esta ocasión no hubo razón para excepciones.
Cuando vemos las miserias de nuestra política y su eterno afán de mantener al Paraguay como una nación furgón de cola, resalta en primer lugar ese bipartidismo que no necesariamente significa el Partido Colorado y el Partido Liberal, sino más bien el binarismo amigo/enemigo que vertebra nuestras relaciones sociales y, por extensión, las ético-políticas. Todos los otros partidos políticos que quieren salirse de esta lógica binaria terminan reproduciéndola, porque su implacable atractivo está enraizado en una programación cultural que nos condena.

Los dos principales líderes del pueblo, Ña Pastorita y Tío Ra, encabezan la directiva de los clubes de fútbol que son enemigos acérrimos. La alegoría del fútbol es acertadamente elegida por el autor, pues en la competencia (desleal en el caso de la política criolla) se busca la victoria, no la construcción consensuada y que beneficie a la mayoría.

Que la trama principal acontezca en los días de la función patronal indica la fuerte presencia de la religiosidad popular de los pobladores, quienes, por un lado, demuestran un respeto por los símbolos sagrados y todo lo que lo divino acarrea, pero, por otro lado, no tienen escrúpulos en traicionar con una hipocresía donde lo religioso se esfuma como lo que es: puro invento envuelto en una moral imposible de cumplir a cabalidad.

Aparecen los mitos populares como los del Luisón, comisarios prebendarios, prostitutas sin clientes, amores perdidos, jueces corruptos y otros seres que van forjando sus vidas en el chisme, la envidia y los sueños rotos. Pueblo chico, infierno grande, ciertamente. Es ese el Paraguay que la novela desesperadamente, y descarnadamente, nos muestra.

Sobre la técnica del novelista, un conocedor como Francisco Pérez-Maricevich consigna: «Una sucesión de episodios no lineales, distribuidos en 24 segmentos narrativos, se hallan sometidos a una técnica estructural cercada al juego cinematográfico, con su diseño en zigzag, con avances y retrocesos, implicaciones, raccontos y anticipaciones temporales, con enfoques o encuadres de espacios simultáneos y punto de vista del narrador omnisciente ocupa el contexto del relato de la acción, que a pesar de lo abigarrado de los episodios del argumento, es simple y sencilla».

Los acontecimientos de nuestra miserable política simplemente nos indican que seremos por mucho tiempo más un país de segunda, y que los temas de novelas como Función Patronal seguirán tan vigentes.

Por Sergio Cáceres

http://www.ultimahora.com/el-pais-la-eterna-funcion-patronal-n1053572.html

7 comentarios en “El país de la eterna función patronal”

  1. Al fondo y a la derecha

    Por Caio Scavone

    Hay muchas cosas que en el Paraguay se hacen de buena y eficiente manera y eso ocurre cuando nos proponemos y, sobre todo, cuando nos exigen. Pero también existe un tendal de hechos que tiene la inconfundible precinta y la marca paraguaya registrada con el “así nomás” y bien “a lo Paraguay”.

    Quedó en evidencia que con una buena organización y predisposición se pueden lograr resultados positivos. La producción ganadera, de excelente nivel, es una muestra acabada al subirse a bordo de aviones miles de vaquillas y toros. No cualquier ser sube a una línea aérea para trasladarse de un lugar a otro. Es clara señal que la viajera no fue una vaca cualquiera. La gente también demostró que una buena planificación deja como saldo un resultado atractivo, se demostró con el buen arranque que tuvo el rally de Dakar, a excepción de alguna gente que habló en “belgo”. Esos “belgicanos” hablan así.

    Uno de los últimos trabajos presentados con el “así nomás y bien a lo Paraguay” son los realizados y observados en la Avenida Ñu Guasu. Con sus errores e improvisaciones ya no se sabe quien o quienes son los culpables debido a las tantas modificaciones que se hicieron con relación al proyecto original. ¿Es culpable el MOPC o la empresa constructora? En cualquier momento surgirán los culpables que estarán entre los vecinos de la obra o los que circulen por esa vía.

    Cualquier época del año sirve para demostrar la pobreza paraguaya y sacar nuestra miseria para mostrar a los demás. La miseria se refiere a la basura que el paraguayo descarga en los raudales en clara exposición que su cerebro se encuentra en estado puro y sin ninguna neurona en desarrollo.

    La miseria cerebral y la corta neurona se extiende con la mejor manera de agasajar al abuelo vaciando valientemente el cargador de una pistola con disparos al aire. La bala cae con riesgo y la felicidad paraguaya se encuentra en el “ñembokapu”.

    Ya se acabó la paz entre los políticos partidarios y nuevamente se inicia el oreo de nuestras mezquindades con la puja por la enmienda, reforma o re morfa. La meta es la misma de siempre: meta más plata, meta más planilleros, meta más contratos para los amigos y meta más recomendados. Cualquier excusa es válida como el que de perseguidor de féminas, con sotana y todo, ahora se considera un perseguido político y con ganas de guardar nuevamente su Harley en el patio de Mburuvicha Róga.

    Lo de Itaipú y la Ande es un caso especial. Se produce cada vez más energía eléctrica casi con la misma intensidad con que se producen los muchos apagones en el país, muchas conexiones clandestinas y mucha inoperancia. No hay mejor termómetro que mida la temperatura del ambiente que un apagón a la noche y en este caliente enero y después fríamente culparle a este diario que saca a luz a las inoperancias de la Ande.

    En el ambiente futbolero, lo de siempre. Preparativos para un torneo con los mismos ingredientes: contrataciones de atletas que están de regreso, demandas por cuentas de los que no serán tenidos en cuenta, dirigentes corruptos y malos arbitrajes.

    Los “motochorros” siguen gozando de buena salud y los motociclistas sin cascos se ofenden por el carajo. Las planillas en las oficinas estatales siguen extendidas para que se llenen de firmas obligadas de los que quieran seguir “trabajando” para el Estado. Se compra el gas más caro desde Bolivia y la Essap hace agua para seguir perdiendo millones por todos sus costados.

    Ya estamos en enero, hora de reorganizar el tránsito, tanto de vehículos como el intestinal que, después de tanta comilona, todo termina como terminan algunas obras realizadas, al fondo y a la derecha…

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  2. La conducta de los hijos y el papel de los padres

    Por Susana Oviedo
    Recientemente una publicación de la BBC contaba que en el Japón los padres piden disculpas públicas por el mal comportamiento de sus hijos. Señalaba que en el 2016, por sentirse «moralmente responsables», hubo varios casos de contrición ante la prensa de padres cuyos hijos cometieron hechos criminales u otros daños a la sociedad.

    Pensé en esto cuando leí el lunes que en las últimas dos semanas, chicos menores de edad causaron tres accidentes y seis muertes.

    ¿Qué hacían al mando de un vehículo y qué clase de adultos son los que permiten tamaña irresponsabilidad?

    Preguntas similares se nos plantean cuando nos relatan cómo se alcoholizan los adolescentes, los que, por cierto, en la actualidad consideran imposible divertirse en una reunión si no circulan bebidas alcohólicas en forma ilimitada. En gran medida, porque es lo que observan como «normal» en cualquier reunión familiar o social.

    Recordemos que las celebraciones del último primer día de clase en los colegios; y en los famosos «bautismos» en las universidades, los jóvenes son obligados a intoxicarse con alcohol y quienes organizan esta fiesta, también beben, en muchos casos, apoyados por adultos.

    Hay padres que celebran que sus hijos varones reciban en sus casas visitas de amigas con las que normalmente se encierran por horas en la habitación del muchacho. Este acto es visto con picardía machista y celebrado con satisfacción, sobre todo por los papás, aunque el hijo se trate de un púber.

    Por supuesto, ni remotamente admitirían que suceda tal cosa, si en vez de hijo, tuvieran hijas y estás quisieran recibir a sus amigos en el dormitorio.

    ¿Cómo pedir disculpas públicas por hechos que están mal, que avergüenzan y producen daño, si los adultos ni siquiera toman conciencia del relevante papel que tienen en la conducta de sus niños? Cuando ni siquiera se sienten responsables de lo que hagan sus hijos. Cuando estos protagonizan hechos lamentables, generalmente culpan a la sociedad y a los medios de comunicación que, ciertamente, tienen mucho que ver, pero no sustituyen la educación, los valores, el cariño, y los cuidados que un niño o un adolescente debe recibir en la familia. Pero hay cada familia…

    Cuando se cruza el barrio Mundo Aparte o Kambala en la curva antes de salir a General Santos, está el único espacio comunitario del lugar. Una pequeña porción donde bien podrían haber juegos infantiles para los niños de ese asentamiento urbano.

    Sin embargo, el sitio es usurpado por los hombres que se juntan a beber bajo ensordecedores ritmos de cachaca y reguetón. Es el ejemplo que reciben los chiquillos del lugar. Cuando hay preponderancia de padres autoritarios, deshonestos, prepotentes, ignorantes y el Estado prácticamente no existe, difícilmente las nuevas generaciones irán a ser mejores. Nadie se siente moralmente responsable de nada.

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  3. El fundamento de lo humano

    El pueblo paraguayo se ha caracterizado siempre por su calidad humana, su amabilidad, hospitalidad y solidaridad. En las dos últimas décadas, han aparecido grupos sociales y políticos gravemente deshumanizados: mayor violencia adolescente y juvenil, hasta con bullying en las instituciones educativas; se disparó la delincuencia y criminalidad hasta la locura de matar para robar bolsos y celulares; se legisla el feminicidio ante el alarmante crecimiento de crímenes y violencia doméstica contra las mujeres; aumenta el número de sicarios instalados con propia organización en la mismísima Asunción; las cárceles sobresaturadas de presos; venta de drogas sostenida por el narcotráfico infiltrado en los Poderes del Estado con narcopolíticos, destruyendo progresiva y criminalmente a niños, adolescentes y jóvenes; terrorismo que cobra impuestos, asesina a inocentes y mantiene secuestrados a ciudadanos trabajadores, privándoles de todos los derechos, destruyéndoles sus vidas y las de sus familias; políticos presuntamente dedicados a representar y promover los intereses del pueblo, que abusan del poder para enriquecerse robándole al pueblo…
    Hay demasiados síntomas de deshumanización en ciertos sectores significativos de nuestra sociedad. ¿Será que no les importa el desmoronamiento social, moral y político de nuestra nación? ¿Será que no son conscientes de que por la ruta que están caminando, el futuro de todos y el que les espera a ellos mismos, a sus hijos y nietos es vivir en la “cultura de la muerte”, que están instalando?

    Fundamento es una palabra que hemos heredado del latín. Su análisis etimológico nos da dos componentes: un sustantivo: “fundus”, y un sufijo: “mento”. Fundus significa base o fondo; mento significa medio o instrumento. Fundamento quiere decir la base, el origen de una cosa, de una realidad, el principio básico en el que se asienta y se construye una realidad. ¿Cuál es el principio básico en el que se construye, se desarrolla lo humano? ¿En qué nos apoyamos, desde dónde se origina el llegar a ser humanos? ¿Cómo, con qué principio se desarrolla la calidad humana?

    Cuando hay fuertes indicios de pérdida de calidad humana, la pregunta y, sobre todo, la respuesta son muy importantes, si es que estamos realmente interesados y comprometidos en la construcción de una sociedad y convivencia de calidad humana, que esté lejos y muy por encima de la cultura de la muerte. Lo humano empieza en los cimientos del amor. Llegamos a la vida como seres humanos por el amor de la pareja, del matrimonio. Cuanto más generoso y perfecto sea el amor de la pareja mejor es nuestra gestación, nuestro nacimiento, nuestra educación y maduración humanas El amor de la madre nos humaniza, porque dándonos amor nos enseña a amar y a superar el radical egoísmo con que nacemos. La primera fragua de humanización es la crianza, que logra su objetivo en la medida en que está encendido el amor de la madre, del padre y de toda la familia en el hogar.

    Las inevitables y necesarias crisis de la adolescencia son fecundas de humanidad en la medida en que los adolescentes son comprendidos, apoyados, acompañados con las sabidurías del amor. Nos hayamos y realizamos en la convivencia social en la medida en que entramos en ella desde la seguridad que nos da nuestra experiencia familiar de haber sido amados y de amar y demostramos la capacidad de amar y generar climas de múltiples formas de amar en la sociedad: familiaridad, respeto, estima, compañerismo, amistad, admiración, empatía, solidaridad, comprensión afectiva, enamoramiento, etc. La calidad humana tiene su cimiento en el amor y se desarrolla nutriendo la vida toda de las bellezas, grandezas y fecundidades del amor. El egoísmo y el odio son la dinamita que mina a la persona y desintegra la convivencia humana y a la sociedad.

    Para quienes creemos lo que Jesucristo ha revelado, el fundamento de lo humano también es el amor. El principio más profundo de lo humano está en Dios, en quien se funda nuestra existencia, creándonos, haciendo posible nuestra gestación para ser engendrados “a su imagen y semejanza” (Gén 1,26). Ser imagen de Dios, ser humanos es ser imagen del amor, porque Dios es Amor. En el proyecto de humanidad de Cristo, la ley fundamental de realización personal y convivencia es el amor.

    Por Jesús Montero Tirado

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/el-fundamento-de-lo-humano-1554269.html

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  4. Que dificil es ser limpios.

    Atyra es el bello ejemplo a emular, es la excepción de las reglas en materia de higiene en el país, en Atyra la limpieza es una bella realidad, lograda y mantenida todos los días, no una ilusión perseguida y nunca alcanzada como sucede en otros parajes y ciudades, donde se invierten fuertes sumas de dinero con este objetivos con magros y deprimentes resultados. Por eso como premio obtuvo la distinción que el rally Dakar tuviera su largada real en esta pequeña ciudad del Departamento de las Cordilleras.

    Solemos preguntarnos como ellos pudieron y todas las otras poblaciones, no, internalizaron en su vida diaria la prédica humilde de aquel gran líder ciudadano que fue Feliciano Martínez, porque el padre de la criatura tiene nombre y apellido, están en los calendarios la fecha en que cambiaron para siempre de hábitos higiénicos pasando gradualmente de la suciedad a la limpieza a la autoestima, el respeto y el cuidado de su ciudad, que poco a poco fue reconocido y valorado por todos los habitantes del país.

    Se habla de factores culturales y de educación para este cambio de conducta, sin embargo, aparte de la labor de aquel gran hombre en su paso por la Intendencia Atyreña no se conoce de otros casos similares, él enseñó con el ejemplo, barría todos los días su vereda y el entorno de su hogar, instaba a sus vecinos a que hagan lo mismo y luego a su barrio y su ciudad. Porque el sí pudo llegar con su mensaje y otros Intendentes incluidos los de la capital, jamás pudieron influir por más bellos discursos pronunciados o haber destinado cifras importantes de dinero en costosas campañas publicitarias para ser limpios y higiénicos.

    El rally se largo en forma simbólica en la Costanera, al concluir comenzó la tarea de limpieza a cargo de la comuna de Asunción, se tuvo que recoger 250.000 kilos de basuras, más de 800 hombres de limpieza tuvieron que trabajar, en Atyra al día siguiente se largo de forma oficial el rally, se cree que hubo 50 mil turistas, sin embargo al concluir la jornada y se hacía el recuento se vio que no se junto basuras, los lugareños y hasta los turistas juntaban en la bolsita negra cedida por la comuna los residuos generados, los Díez limpiadores municipales que tiene la comuna pasaron a verificar nomas que todo estaba en orden.

    Como nunca se hizo cierta la frase “la ciudad más aseada no es la que más se limpia sino el que menos se ensucia”, un ejemplo deprimente es lo que sucedió en la capital donde la Dirección de Aseo Urbano de la Municipalidad colocó 30 basureros sobre Eusebio Ayala en Zona del Mercado 4, antes de un mes solo quedan 7 de los basureros el resto robado por los lugareños y trabajadores del mercado. Así no existe campaña de limpieza que pueda ser un éxito en la capital de la república.

    Andrés Granje

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  5. Las fiestas perdieron sus esencias

    Con la celebración de los Reyes Magos, el 6 de enero, culminaron las fiestas de fin de año. 2017 ya está corriendo veloz, pese a que enero se caracteriza por su silencio ya que casi todo el mundo está de vacaciones en estas fechas tan calurosas.
    Esta Navidad se vivió con muy poco espíritu cristiano. Más que nunca, la gente corrió a los supermercados, shoppings, mercados y tiendas a realizar sus compras. Regalos, comidas y bebidas se vendieron bastante y la comilona como la borrachera fueron la tónica de Navidad y Año Nuevo. Hubo 20 muertos, entre accidentes, suicidios, crímenes y otros sucesos policiales. Se reportaron 6 casos de disparos al aire, lo que ya causó muertes en años anteriores. Pero algunos no aprenden la lección. Lo que pocos se acordaron es que el 24 de diciembre es el nacimiento del Niño Jesús, el acontecimiento más importante en el calendario cristiano. Y esta celebración tiene otro significado, que no es precisamente lo que vivimos en los últimos tiempos.

    Cuando éramos pequeños, nos ilusionábamos al llegar diciembre. Al concluir las fiestas de Caacupé, ya pensábamos en el pesebre porque la flor del coco se abría en cascadas y la lluvia dorada inundaba de perfume el ambiente mezclándose con el aroma de los jazmines. Las sandías aparecían tan rojas, los melones amarillos y las piñas muy anaranjadas. Con olor, color y sabor a tierra, a lo sano y natural. Hoy día, por los químicos y transgénicos, perdieron sus cualidades y ya ni las frutas nos recuerdan el ayer.

    Íbamos a los arroyos a buscar piedritas para el cerro y el camino de los Magos. Cortábamos el ka’avove’i para poner el pesebre, y los huevos del ynambu eran los globos que colgaban suspendidos con algunos pajaritos hechos de papel. María, el Niño y José integraban la Sagrada Familia, con algunas vaquitas que pastaban por el humilde establo. El pastor y sus ovejas, así como un gallito y los Magos que venían del Oriente guiados por la estrella de Belén, conformaban el pesebre. Cantábamos villancicos, íbamos a la misa del gallo, cenábamos sopa paraguaya con ryguasu ka’ê y el infaltable clericó se servía en cada casa que visitábamos para apreciar la belleza de los pesebres.

    Es que los pesebres servían para que nos acerquemos los vecinos. Tiempos de amistad, de cordialidad, solidaridad y verdadera fraternidad. Tiempos de compartir las alegrías, los sueños y las esperanzas. Tiempos de sencillez, humildad y de cuidarnos unos a otros. Las familias se reunían para hablar de sus cosas personales, sin miedos ni sospechas y con la seguridad de que cualquier ayuda se daba de corazón.

    ¡Qué tiempos aquellos! La nostalgia y añoranza nos invaden el recuerdo. Hoy, la sociedad de consumo llena de luces y artificios, calles, casas, negocios, avenidas y jardines. Ya casi nadie hace pesebre y los niños con sus tablets, celulares y juguetes electrónicos, se pierden la magia y el misterio de aquellas épocas sencillas pero llenas de amor, inocencia y encanto.

    Año Nuevo fue peor que Navidad. Un desenfreno total. Y los reyes, procuraron traer un poco de alegría e ilusión a los más chiquitos y las más chiquitas. Pero, en definitiva, las fiestas perdieron para siempre sus verdaderas esencias, que nada tienen que ver con la vanidad, la envidia o la codicia, sino que va más allá, hacia lo más profundo del espíritu, que es el amor, el perdón, la fe y la esperanza.

    Por Blanca Lila Gayoso

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/las-fiestas-perdieron-sus-esencias-1554244.html

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  6. La deuda moral

    Por Jorge Rubiani

    La última escena del film “Rescatando al soldado Ryan” (Steven Spielberg, 1998) se desarrolla en el cementerio americano de Colleville-sur-mer, Normandía, Francia. Allí, un ya anciano James Francis Ryan (Matt Damon) visita la tumba del capitán John H. Miller (Tom Hanks), el que durante la Segunda Guerra Mundial recibió la misión de introducirse detrás de las líneas alemanas para rescatar a Ryan. El oficial y siete subordinados lograron el objetivo tras duras peripecias y pérdida de vidas. En la última acción, Miller es malherido y a punto de morir, hace señas a Ryan para que se acerque y con un hilo de voz le dice al oído: “…Hágase digno de este sacrificio …¡merézcalo!”. Cincuenta años después y ante el peso de aquel encargo, el viejo Ryan suplica a su esposa frente a la tumba de su antiguo jefe: “¡Dime que he vivido dignamente! ¡Dime que soy un hombre bueno!”.

    La escena es un bello ejemplo de lo que significa el legado de la historia. De las claras y categóricas razones por las que debemos honrar a quienes nos ofrendaron su sacrificio. Tanto como las efemérides de la Patria y sus actores nos imponen el compromiso de “vivir dignamente” y “ser buenos” para legar a las generaciones del futuro un país mejor del que hemos recibido.

    La escena del relato se reiteró –con algunos matices diferenciadores– en todas las guerras. Ryan fue rescatado porque sus superiores quisieron impedir que siguiera la suerte de sus tres hermanos ya muertos en el desembarco de Normandía. En el mismo film se menciona que cuando la Guerra de Secesión Norteamericana, una señora Bixby recibía las condolencias del propio presidente A. Lincoln por la pérdida de sus cinco hijos en aquella contienda. En la fría mañana del 22 de agosto de 1935, en medio del Desfile de la Victoria tras el conflicto militar con Bolivia, una mujer campesina salió al paso del caballo del general José Félix Estigarribia, quien se inclinó para escuchar a la señora que en florido guaraní le expresaba su satisfacción por el triunfo de nuestras armas, a pesar de que todos sus hijos, cinco en total, habían caído en el Chaco.

    Cuando la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza, Francisco Campos Dávalos se enrolaba al ejército nacional con apenas 15 años después que hubieran muerto sus ¡siete hermanos! en la contienda. Destinado al Cuerpo de Sanidad, Campos fue herido en Piribebuy ostentando el grado de “cirujano de tercera”. Y pudo llegar hasta la última batalla en Cerro Corá y sobrevivir a la guerra. Era entonces “cirujano mayor” del ejército sin haber alcanzado los 20 años.

    Ante estos dos últimos ejemplos (nuestra historia tiene decenas del mismo valor y simbolismo) los paraguayos deberíamos preguntarnos: ¿hemos merecido semejante sacrificio? Con la sinceridad de este enero todavía virginal, podríamos decir que NO… colocándonos en la categoría de deudores morales ante generaciones enteras de paraguayos del pasado, por omitirnos de concretar el GRAN PAÍS que merecieran sus sacrificios. Todo lo cual nos ha llevado a dudar de lo que somos y, con toda seguridad también, de lo que queremos ser. Incertidumbre que se devela como ningún otro detalle en el alto nivel de desorientación y confrontación en el que discurren nuestros esfuerzos democráticos. Sobre el fenómeno, Marc Bloch elaboró el siguiente diagnóstico: “…cada vez que nuestras tristes sociedades empiezan a dudar de sí mismas, sus miembros se preguntan si han interrogado al pasado, y si lo han interrogado bien”.

    Por lo que, si nos planteáramos las “interrogaciones” correctas y emuláramos algo del patriotismo de nuestros mayores, tal vez lleguemos a dimensionar el monto de aquella deuda. Como para pretender después y en lo que reste de nuestras vidas, un destino mejor para todos. Tal vez sea posible… si ya no es demasiado tarde.

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  7. Las zapatillas de Thalía

    Posteado por Estefanhy Ramírez el 04-01-2017

    No importa cuan espléndida te sientas arriba de esas plataformas. Por si acaso, recordá siempre que en cualquier momento se pueden romper, y podés necesitar que alguien tan sencillo como Thalía te levante del piso, te preste sus zapatillas y te devuelva tu dignidad.

    Ni Estefanía de Mónaco se sentía más espléndida que yo en la tarde del 31 de diciembre, cuando salí de mi departamento para el diario caminando con esas altas plataformas de color rosa que me había autorregalado por Año Nuevo, y que lucían exquisitas en mis pies.

    Pero la sensación fue fugaz. No había caminado tres cuadras cuando el primer tirante de la zandalia derecha se soltó, luego el siguiente… y al llegar a la puerta de la redacción, el último.

    Nunca podré explicarles la vergüenza que sentí cuando no tenía manera de moverme para ningún lugar, y tampoco podía darme el lujo de pasearme descalza por toda redacción, aunque hubiera sido bueno.

    No quedó de otra. Me senté ahí, sin saber qué hacer, algo humillada y angustiada. Numerosos funcionarios del diario pasaban velozmente mientras mis ojos desesperados brincaban de un lado a otro desesperada por un poco de solidaridad femenina. Nada…

    Hasta que apareció ella. Thalía, la kuñataĩ  guapa y kyre’y que nos ayuda a que el diario esté siempre brillante.

    Extrañamente, y nunca entendí por qué, algunos parecieran creer que los trabajadores de limpieza, los mozos, las cocineras, son invisibles.

    No los saludan, o si lo hacen, se limitan a un breve, seco e inaudible “hola”.

    Producto de la crianza de mi amada abuela Ubaldina, aprendí desde muy pequeña que todos nos merecemos un saludo amable, y que la música más dulce que puede oír una persona es que la llamen por su nombre, sin los formalismos de “señora, señorita, señor”.

    Así que, podríamos decir, es un hábito que tengo internalizado. Pero aquel día, tengo que reconocerlo, no fui yo la que la saludé, sino ella la que se acercó voluntariamente al notar mi angustia.

    “Se me soltó mi zapato”, fue lo único que le dije preocupada, y fue suficiente para que ella se apresurara a buscar una presilladora, con la intención de arreglarlo.

    Cuando no hubo forma de salir del dilema, tampoco me abandonó. “Esperame un ratito”, susurró. Fue corriendo y cuando volvió, después de unos minutos, trajo en sus manos un par de zapatillas.

    “No son nomás tan lindas, señorita, pero te presto”, me dijo con una sonrisa, y yo no sabía cómo explicarle que, aunque ella se sintiera pequeña, era la persona con más grandeza que había conocido en ese último día del año 2016.

    Se me iluminó el rostro, me calcé el par de zapatillas y me sentí la persona más cómoda y feliz del mundo, caminando por toda la redacción.

    Aunque parezca frívola y simple, la lección que me dio Thalía fue una de las más importantes que me regaló el año que se fue, y que me servirá fundamentalmente para el que acaba de comenzar.

    No importa cuan espléndida te sientas arriba de esas plataformas. Por si acaso, recordá siempre que en cualquier momento se pueden romper, y podés necesitar que alguien tan sencillo como Thalía te levante del piso, te preste sus zapatillas y te devuelva tu dignidad.

    No está mal subir, estar arriba, y las caídas son inevitables. Pero, ¿sabés qué es lo importante? Que mientras estés alto, hagas hasta lo imposible por mantener la humildad en tierra y recordar de dónde viniste. De cuan firmes mantengas tus raíces en la memoria, dependerá que tu caída sea una pasajera anécdota, o un doloroso e irreversible bajón.

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