La reelección en marcha

El presidente Horacio Cartes irá por la reelección. La decisión está tomada; pero solo será oficial si las condiciones están dadas. Mientras será apenas una versión, un rumor que se dejará correr sin asumir responsabilidades. Hace algunas semanas, después de meses de conversaciones y consultas en el ala política y empresarial, se acordó que lo mejor era un nueva postulación. Un grupo de dirigentes colorados del oficialismo lo convenció que la única posibilidad que el estilo de su gobierno perviva y las obras públicas que están en marcha concluyan es que sea reelecto.
Solo un segundo mandato terminaría de fortalecer las nuevas estructuras, consolidando los cambios. Con otro ocupando el sillón presidencial nada estaría firme, todo estaría en riesgo. Las posibilidades de poner a un candidato propio tampoco aseguran llegar al objetivo. Históricamente los elegidos por el presidente de la República fueron derrotados en las internas partidarias y la única vez que se impuso a un candidato oficialista se generó un caos político que marcó a fuego la transición iniciada en 1989.

Definido el objetivo, la maquinaria política empezó a ponerse en marcha en diferentes frentes. Lo primero fue no exponer a Cartes como el impulsor de un segundo mandato. Su trabajo estará detrás de escenario, dando el visto bueno y cerrando acuerdos con grupos fuera del Partido Colorado. Oficialmente el discurso de la reelección vendrá de otros lugares.

Serán los dirigentes partidarios los que hablarán diariamente del tema y los convencionales colorados, oportunamente conversados, los que en la reunión partidaria de fin de mes pedirán que Cartes sea reelecto. Ese mandato de la máxima autoridad colorada dará la pátina de legitimidad para iniciar todo el proceso.

Será apenas el primer paso dentro de la ANR, después vendrá una canibalesca interna donde la disidencia ya hizo saber que no cederá alegremente a las necesidades del oficialismo. Los dirigentes confían en poder llegar a un consenso mínimo sin que la discusión salga de madre; pero un amplio grupo afín al Poder Ejecutivo tiene la idea de arrasar toda disidencia.

En paralelo, el Gobierno empezó a abrir espacios para la dirigencia colorada. No es casualidad que desde hace algunas semanas súbitamente figuras coloradas hayan llegado a las binacionales o que la gestión de los ministerios con mayor impacto en las comunidades se haga en conversación con la dirigencia oficialista en la zona.

El Ejecutivo necesita asociar a Cartes con las obras que se llevan adelante en las comunidades. Las últimas encuestas que manejan confirman que no es bien visto en grandes sectores y que una reelección podría hacerse cuesta arriba. Necesita de manera urgente mejorar ante la percepción ciudadana y tomar distancia de la clase política que genera un fuerte rechazo social. Los votos que aseguran una elección presidencial están fuera de los partidos políticos; pero los votos partidarios siguen siendo esenciales. El equilibrio es complicado.

En el frente externo están avanzadas las conversaciones con un sector del PLRA y con referentes del luguismo para habilitar un segundo mandato presidencial que incluya a Cartes. El acuerdo amplio en esos términos evitaría a Lugo una tensión innecesaria que podría incluso llegar a impedir su postulación.

El juego político está abierto. Nada está firme. Los que hoy están en contra de un segundo mandato presidencial mañana bien podrían ser los más fanáticos impulsores de la reelección.

Cartes está decidido a buscar un segundo mandato, pero solamente si las condiciones lo permiten; sino la decisión de hoy, mañana será apenas un rumor infundado que se diluirá.

Por Osmar Gómez

19 comentarios en “La reelección en marcha”

  1. “No podrán ser reelectos”

    Por Alcibiades González Delvalle

    Frente a la constante embestida por la reelección presidencial, nunca será suficiente reiterar la opinión de quienes debatieron, redactaron, sancionaron la Constitución Nacional. Nadie mejor que ellos para opinar con entera propiedad sobre este asunto. ¿Y qué dicen?: La reelección no es posible en ningún caso, salvo la reforma mediante una convención nacional constituyente.

    El artículo 229 de la Constitución expresa: “El Presidente de la República y el Vicepresidente duran cinco años improrrogables en el ejercicio de sus funciones (…) No podrán ser reelectos en ningún caso”. En ningún caso quiere decir en ningún caso. Se quiere interpretar que la reelección no es permitida a quien está en ejercicio de la presidencia de la República, pero sí habilita a quienes ya habían ocupado el cargo.

    Tal vez se podría deducir, aun forzando mucho, que el espíritu de la Constitución abre el camino para la reelección después de uno o dos períodos. En este caso, los convencionales constituyentes no tendrían que haber agregado esta frase rotunda: “en ningún caso”. Bastaría con “No podrán ser reelectos”. Y punto.

    Aun así, hay parlamentarios que buscan violar esta norma por el lado de la enmienda, que tampoco es posible legalmente.

    Cuando esta misma discusión se dio en el 2006, la mayoría de los “Ciudadanos Convencionales” y “Miembros de la Comisión Redactora” publicaron en ABC Color, el 8 de octubre de 2006, una “Declaración” según la cual “La Constitución Nacional, en el título IV, estableció clara y expresamente el modo, la manera, el procedimiento o forma de modificar la Constitución, en los artículos 289, DE LA REFORMA, y 290, DE LA ENMIENDA.

    En otro párrafo: “Por la reforma se entiende la modificación total de la Constitución, en tanto que la enmienda se refiere a la reforma parcial…”.

    “Está claramente establecido en el Art. 290, DE LA ENMIENDA, que ‘No se utilizará el procedimiento indicado de la enmienda, sino el de la reforma, para aquellas disposiciones que afecten el modo de la elección, la composición, la duración de mandatos o las atribuciones de cualquiera de los poderes del Estado o las disposiciones de los Capítulos…”.

    En otro párrafo de la Declaración leemos: “Cuando el texto y espíritu de la norma constitucional son claros, no caben interpretaciones dudosas, ni dictámenes erróneos (…) la decisión mayoritaria de la Plenaria DETERMINÓ que cualquier modificación sobre el tema de la elección, por la gravedad de su naturaleza, sea tratada única y exclusivamente por el procedimiento de la REFORMA Y NO POR LA ENMIENDA”. “A mayor abundamiento, el Art. 122 de la Constitución Nacional establece que: ‘No podrán ser objeto de referéndum’, entre otros, el inciso 6) las elecciones nacionales, las departamentales y las municipales.

    “En consecuencia, la disposición que plantee la reelección igualmente no sería posible por vía de la enmienda”.

    El Dr. Óscar Facundo Ynsfrán, presidente de la Convención, expresó: “Puede afirmarse, sin lugar a equívocos, que la opinión de terceros –por más encumbrados y académicos que fuesen– no puede debilitar o cambiar lo que establecen la letra y el espíritu de la Constitución, elaborada por los ciudadanos convencionales, según las fuentes y antecedentes obrantes en los diarios de sesiones de la comisión redactora y aprobados en las sesiones plenarias”.

    Las disposiciones claras, transparentes, entendibles, de los mencionados artículos 289, 290 y 122, en apariencia son insuficientes para evitar la distorsión de los mismos. Pero solo en apariencia. Detrás se esconde la perversa intención de violar la Constitución, como sea, incluyendo en esta maniobra a la Corte Suprema de Justicia. Una de sus ministras, la doctora Peña, nos había recordado la existencia de una de las manchas de nuestra justicia: la certeza constitucional, gracias a la cual tuvimos un presidente de la República al que cabía estar solamente por dos meses, hasta el llamado de nuevas elecciones.

    De acuerdo con los entendidos, no existe la llamada certeza constitucional como tal. Ni como acción ni como recurso. No está prevista en la ley y menos en la Constitución.

    Los impulsores de la reelección a través de la enmienda saben que este camino está vedado. Pero puede más el deseo de agradar al poder.

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  2. NO a la reelección, en ningún caso

    Por Guillermo Domaniczky

    Stroessner hubiera podido candidatarse nuevamente a presidente en 1993, cuatro años después del golpe que lo derrocó.

    ¿Suena absurdo? Seguro. Es un disparate pensar que los constituyentes del 92, quienes incluso cometieron el exceso de impedir la candidatura de los parientes de Andrés Rodríguez hasta su cuarto grado de consanguinidad, para blindar la posibilidad de continuismo tras una larguísima dictadura (Art. 235 inc. 9 C.N.) podrían haber hecho una Constitución permitiendo que Stroessner volviera a candidatarse a presidente.

    Pero pasa que la sentencia que abre este artículo parte de la lógica expuesta por un expresidente que quiere volver a serlo.

    El martes, en la 730AM, el expresidente Fernando Lugo expuso la línea argumental con la que él y su equipo analizan volver a presentar su candidatura a la Presidencia de la República.

    Lugo argumenta que nuestra Constitución Nacional solo prohíbe la reelección presidencial de quien está ejerciendo en el momento de las elecciones la Presidencia de la República, haciendo una interpretación segmentada del artículo 229, pese a que este aclara taxativamente que tanto el presidente como el vicepresidente “no podrán ser reelectos en ningún caso”.

    Le remarqué al expresidente que la Constitución debe leerse como un todo y que no se puede amputarla ni dejar de contemplar el espíritu con el que fue redactada.

    A modo de respuesta, Lugo dijo que la interpretación final está en manos de la Justicia Electoral y de la Corte Suprema de Justicia, aunque remarcó como mensaje en tono más político que jurídico para la Corte: “¿Quién va a impugnar a uno que tiene 60% de popularidad?”.

    Siguiendo con la línea argumental y la lógica de Lugo, el propio presidente Cartes puede candidatarse a su reelección en el 2018, sin tener que cambiar la Constitución.

    Siguiendo el pensamiento luguista, Cartes solo debe renunciar a la presidencia poco antes de las elecciones, para no estar ejerciendo la presidencia EN ESE MOMENTO, por lo que no sería formalmente reelecto (!) conforme el razonamiento del expresidente.

    Pero ni lo uno ni lo otro. Si el absurdo político pretende llevarnos a interpretaciones forzadas y una vez más violatorias de la Constitución, este es el momento de recordar el espíritu con el que esta fue redactada.

    Y recordarles también a Lugo y a sus relativistas constitucionales, que la candidatura del entonces obispo se potenció aquel 2006, en un acto en el que precisamente miles de personas repudiaron la violación de la Constitución por parte del entonces presidente Nicanor Duarte Frutos, y el sometimiento al poder político de varios ministros de la Corte.

    Y para los oficialistas que también se preparan para insistir en la posibilidad de instalar la reelección a través a una enmienda y no una reforma durante la convención colorada del próximo 29, sería bueno recordarles que también un 29, pero de junio y de 2011, su partido, la Asociación Nacional Republicana, decidió rechazar la posibilidad de enmendar la Constitución para instalar la reelección, por considerarlo como algo “innecesario, inoportuno y peligroso”.

    Claro, en aquel entonces el beneficiado hubiese sido Lugo. Y ese es precisamente el problema de legislar en función a intereses sectarios y no al interés general.

    No se trata de enemistad, antipatía o simpatía hacia Cartes, Lugo o Duarte Frutos. Lo que los políticos oportunistas deben entender es que las instituciones de la República se construyen sobre la base de los principios y no de los caciques o únicos líderes, por lo que si pretenden instalar algo tan fundamental como la posibilidad de darle al Ejecutivo un nuevo periodo de gobierno, deben necesariamente pactar una reforma de la Constitución Nacional, en la que una soberana Asamblea Constituyente incorpore esta posibilidad hasta ahora claramente prohibida. Aunque algunos oportunistas intenten hacernos creer lo contrario.

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  3. Pague de su bolsillo del revés

    Por Edwin Brítez

    “Cartes ya aportó 12 millones de dólares, dicen” (ABC Color, 6 de octubre de 2016). La información atribuida a una fuente cercana al Poder Ejecutivo (o sea, al Presidente) señala que, en tres años de gobierno, Horacio Cartes “puso de su bolsillo” 12 millones de dólares.

    ¿En qué concepto se produjo el gasto? Traslados al interior y exterior del país, materiales audiovisuales elaborados en su empresa. El diario, por cuenta propia, recuerda que, antes de ser presidente, Cartes ya tenía fama de “paganini”, y así se cuenta, o él mismo lo sostiene, que financió obras municipales , convenciones o internas partidarias, además de caprichitos de la oposición, como el sonado caso del sponsor para el rally del senador Blas Llano.

    Estoy casi seguro que las “fuentes cercanas al Presidente” dieron a conocer este detalle como contribución a mejorar la imagen del titular del Ejecutivo, dada la carrera desatada en busca de llegar a esa meta –algunos dicen– llevando como estandarte la reelección.

    No tengo dudas de que el Presidente haya puesto “del bolsillo” varios gastos que debería cubrir el Estado, como por ejemplo los gastos de movilidad o que haya preferido confiar a sus empresas determinadas tareas antes que encomendarlas a la función pública. Tampoco tengo dudas para afirmar que esta no es la forma de gobernar un país.

    Lo que Cartes está aplicando es la doctrina en sentido inverso de Eligio Ayala, quien, siendo ministro de Hacienda del entonces presidente José P. Guggiari, recibió de este el pedido de hacer un favor a su secretario. La respuesta de Ayala fue: “Que lo pague de su bolsillo”.

    Se espera que los gobernantes y funcionarios sean buenos administradores, y ser buenos administradores no significa ser generosos con la cosa pública ni con las cosas personales. Diferente es el caso de gobernantes que deciden donar parte o totalmente su patrimonio al Estado (biblioteca, residencia, etc.), pero no fondos para cubrir los déficit de su gestión de gobierno. Bueno es advertir también que lo que se dona al Estado queda para el Estado, mientras que lo que se dona al gobierno, se lo lleva el viento.

    Lo que se aprecia de un gobernante no es que tenga la capacidad de ser autosuficiente, sino que sea frugal, austero y moderado, y que sea capaz de instalar estos mismos valores en el comportamiento de la función pública teniendo en cuenta la función pedagógica de todo mandatario. Tampoco es suficiente que estos valores adornen la personalidad de un presidente como simple testimonio de vida, sino que tenga el carácter y la voluntad suficientes de imponer esta conducta personal como política de Estado, quitando del presupuesto todos los condimentos que producen y faciliten el derroche.

    Es insalubre para la nación que alguna persona en particular y más aun que alguien en ejercicio del poder se haga cargo de los agujeros del presupuesto; en primer lugar, porque denota actitud paternalista frente a la necesidad de un riguroso saldo cero entre ingreso y egreso.

    Menos aun en momentos en que el país cuenta con presupuestos anuales deficitarios y que, a manera de solución, se recurre a préstamos externos, con los cuales no solo se cierran los agujeros de una mala administración, sino además se financian las obras y servicios en porcentajes que aumentan exageradamente.

    Definitivamente, no podemos pedir que Cartes sea como Pepe Mujica (que tiene hábitos de pobreza), pero pagar de su bolsillo algunas cuentas del gobierno está lejos de ser un gesto de austeridad y moderación. Por el contrario, se puede llegar a convertir en un pretexto para que los funcionarios y políticos roben aún más al Estado para luego buscar la compasión y complacencia públicas donando algunos que otros pesos de sus fortunas malhabidas.

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  4. Caballo de Troya
    Por Estela Ruiz Diaz

    El Partido Colorado se prepara para una convención que puede dar un giro más profundo y provocar un quiebre en el partido de Gobierno si se mantienen las posiciones de los líderes en pugna. La cita será el sábado 29 de octubre con una agenda burocrática, pero que esconde un tema ventilado a los cuatro vientos por los propios oficialistas: los convencionales plantearán la reelección del presidente Horacio Cartes “aunque él no quiera”. Y como la asamblea es la máxima autoridad del partido y soberana en resoluciones, decidirá lo que quiera, aunque no esté en el temario.
    El clima se va calentando y promete temperatura de infierno.

    El dirigente del Alto Paraná y aliado de Cartes, Javier Zacarías Irún, agregó nafta al fuego al sugerir que la asamblea podría expulsar a Juan Carlos Galaverna por haber avalado el fraude a Luis María Argaña hace 24 años, confesado por el propio senador. Extrañamente sacó del ataúd un tema sepultado por el propio Argaña y su familia.

    El caso resucitado generó un tiroteo verbal entre ambos plagado de insultos sexuales de baja estofa. El cartismo se desmarcó de las agresiones de Zacarías Irún dejándolo solo con sus exabruptos.

    En medio de estas balas de fogueo, se pergeña el guión cartista que se cumplirá a rajatabla en la convención donde se bajará una línea clara para el partido y por ende para sus legisladores.

    EL PLAN, PASO A PASO. Cuando el Senado asestó un duro golpe a Cartes al rechazar la reelección vía enmienda, con lo cual congeló el tema hasta agosto del 2017, parecía que el pleito estaba finiquitado y que el desconocimiento del oficialismo a la decisión era simple patoterismo político.

    Contrariamente, en el cartismo se habló con más fuerza de la reelección, pero parecía una puesta en escena para evitar el tempranero escenario del pato cojo para el presidente. Entonces se llamó a convención y los diseñadores palaciegos empezaron a dibujar la estrategia para reflotar la reelección y dar un giro más a la tuerca.

    Como los tiempos políticoelectorales apremian, buscan aplicar una táctica de confrontación y resolución de facto con la fuerza que solo el poder confiere.

    Según los pasos del plan, en primer lugar pretenden desconocer la decisión del Senado alegando que en Diputados el proyecto de reelección se presentó con anterioridad. En base a ese argumento, la convención (con mayoría oficialista) instará a la reelección vía enmienda acompañada de una dura advertencia a los legisladores. Los que votan en contra no serán expulsados como advierte Zacarías Irún, sino inhabilitados por un periodo electoral, tal como aprobó lo hizo el PLRA en su última convención.

    Con la resolución asamblearia bajo el brazo, los diputados aprobarán como por un tubo la enmienda que pasará al Senado donde chocará contra el muro de la disidencia colorada y sus aliados opositores que totalizan 23 votos, la cifra justa para frenar el tema.

    ¿Cómo pasará el Senado? El cartismo no acepta derrotas fácilmente. En primer lugar pretenden “ablandar” a los disidentes con la amenaza de inhabilitación porque implica dejarlos fuera de la carrera en el 2018. En caso que no logren romper el bloque, buscarán votos en la oposición. 22 senadores están en esta lista y ya empezó a negociar con algunos liberales hoy muy enojados con Efraín Alegre. Afirman que el Frente Guasu poyará porque la enmienda allana el camino para Fernando Lugo. Incluso deslizan el nombre de Pedro Santacruz, del partido de Desirée Masi, como otro voto favorable.

    Conociendo las debilidades, se acercarán especialmente a aquellos senadores que no serán reelectos. No hay voto más vulnerable que aquel marginado de la futura lista parlamentaria.

    Suponiendo que pase el cedazo del Senado, aún está el escollo del referéndum que debe convalidar o rechazar la decisión. El cartismo incluso ya tiene fecha, en su calendario figura febrero o marzo. “Ya está hablado en el TSJE”.

    Esta es la parte más arriesgada del plan porque la decisión quedará en manos de la ciudadanía. Según los asesores palaciegos, la ANR movilizará a sus bases y en especial los gobernadores, cuya reelección también se habilitará en la enmienda. Y porque “si en tres años no hubo desbande en el partido, es porque el presidente sigue manteniendo el control”, dicen confiados.

    En su presupuesto incluyen una porción de ciudadanos independientes que votarán por el “Sí” porque a pesar de las críticas, “elogian la lucha de Cartes contra los políticos prebendarios”.

    LA INTERNA. Suponiendo que siga adelante el proyecto con la aprobación del referéndum, Cartes renunciará y Juan Afara completará el periodo.

    No hay temor de un cisma en el partido, como sucedió con Lino Oviedo, que tras su expulsión fundó Unace y llevó miles de votos colorados. “Marito no es Argaña, ni Oviedo”, evalúan con desdén.

    Internamente Cartes no tendría una rebelión como sí tuvo Nicanor Duarte Frutos con Luis Castiglioni. “Afara no existe”, comparan. Los candidatos cartistas que suenan volverán a lo suyo. Hoy, Enrique Riera ahora busca posicionarse como hace seis meses lo hizo Gustavo Leite. Y Luis Castiglioni se autoeliminó cuando votó contra la reelección.

    CABALLO DE TROYA. El plan cartista aguanta el papel, pero la política es otra cosa. El camino de la enmienda es largo, trabajoso y costoso, pero en la política paraguaya abundan los absurdos, por tanto por más que parezca un guión de ciencia ficción, no hay que descartar probabilidades. Cartes asume sin rubor que pone plata para pagar campañas. Este diario publicó días pasados que el presidente ya gastó en tres años de gestión 12 millones de dólares de su cuenta personal para solventar actos de Gobierno. Eso lo diferencia del resto de los políticos millonarios, tiene dinero y no tiene problemas en gastarlo.

    Cartes no existía en la política hasta que los que hoy lo repudian le hicieron colorado en tiempo récord y lo llevaron al Palacio con sus votos a cambio de su generosa billetera.

    Ahora se dan cuenta que metieron un caballo de Troya.

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  5. #ReelecciónNo

    El tan trillado tema de la reelección continúa siendo meneado por los adulones de siempre, por la simple razón de que les aterra pensar que van a dejar de seguir disfrutando de las mieles del poder. No les interesa lo que al país convenga, sino lo que a ellos les sirva para seguir medrando a costillas de los cargos y fondos públicos, que les permiten vivir como jeques árabes. Por supuesto que invocarán –ya están invocando– el “clamor popular” con el fin de insistir en una enmienda, por de pronto ya rechazada por el Senado. Ahora mismo están abocados a manipular la próxima convención extraordinaria de la ANR para que la orden que les impartirán a los legisladores colorados en el sentido favorable a sus intereses sea “interpretada” por el Presidente de la República como un “clamor” de las grandes mayorías, que él “no puede desoír”. Esos aprovechados chupamedias, en el tiempo en que están en el candelero ya aumentaron notablemente su patrimonio, pero no se dan por satisfechos: quieren ir por mucho más.

    También puede pensarse que, como ocurre en nuestra vecina Argentina, los promotores de la reelección ven la necesidad imperiosa de impedir que la vara de la Justicia los procese por enriquecimiento ilícito, probabilidad realista a partir de 2018, cuando ya no ocupen algún alto cargo público o ya no dispongan de fueros que les permitan ejercer el tráfico de influencias en beneficio propio y en el de sus allegados.

    Estos personajes, además de querer seguir robando y asegurarse la impunidad por unos años más, buscan también desviar la atención de la ciudadanía de cuestiones cruciales como la desbordada corrupción, la alarmante inseguridad, los graves problemas de la educación y de la salud pública, y del imprudente endeudamiento en el que están metiendo al país.

    En este asunto de la “reelección”, pues, lo que en verdad está en juego es el futuro de los propios avivados, que están confiados en que el dinero público y el de sus fortunas malhabidas habrán de asegurar el triunfo de su candidato, primero en las elecciones internas y luego en las generales. ¿Cómo es que ninguno de ellos afirmó antes de las elecciones generales de 2013 que habría que enmendar o reformar la Constitución para que la reelección fuera posible? Ahora insisten una y otra vez en la necesidad de modificar las reglas del juego.

    ABC Color ha venido sosteniendo que nuestra cultura política actual desaconseja la reelección, independientemente de quién ejerza la Presidencia de la República. No se trata de que la gestión de Horacio Cartes sea buena o mala, sino de que el fortalecimiento de la salud democrática de la República requiere que se mantenga inalterable una norma constitucional que mucho tiene que ver con la deseable alternancia. Si las circunstancias reclamaran su modificación, porque nuestras instituciones republicanas han mejorado hasta el punto de excluir la posibilidad de que el presidente de la República pueda valerse de los recursos humanos y materiales del Estado, para influir decisivamente en el resultado de unos comicios en los que él es candidato, la posibilidad de la reelección debería darse, en todo caso, a partir del siguiente periodo presidencial. Además, quienes hoy se adhieren fervorosamente a la idea reeleccionista y ya promueven desembozadamente sus candidaturas, los fracasados expresidentes Nicanor Duarte Frutos y Fernando Lugo, tienen enormes cuentas que pagarle a la Nación generadas a su paso por el sillón de López. El presidente Horacio Cartes, a su vez, tampoco ha justificado hasta ahora su accionar con resultados destacables, mientras que sí ya ha cargado sobre las espaldas de la población una descomunal y peligrosa deuda externa.

    Los oportunistas que continúan promoviendo una campaña en pro del “rekutu” de Cartes olvidan que en febrero de este año el Primer Mandatario consideraba impertinente esa posibilidad. En efecto, tras un acto realizado en Limpio, pidió “parar de hablar de algo (la reelección) que no está permitido”, agregando que “si vamos a gastar tiempo en eso, estaremos deshonrando el compromiso asumido”.

    El país tiene demasiadas carencias, por lo que necesita que sus autoridades le dediquen su tiempo entero. Es necesario, pues, poner punto final a una cuestión recurrente. De llevársela adelante a tambor batiente por el camino de la enmienda constitucional –ya rechazada por el Senado–, como pretende un grupo de zalameros colorados a fuerza de dinero, se tratará de una reelección fraudulenta a todas luces, aventura de la que la República saldrá fracturada.

    El presidente Horacio Cartes debe ordenar a sus adulones que pongan fin a esta pretensión ilícita de querer atornillarlo en el poder a toda costa. Debería tomar como ejemplo a los gobernantes de los países de nuestra región, quienes aprovechándose del poder, del clientelismo y del dinero del pueblo distribuido a mansalva, han conseguido la reelección, pero han terminado en el descrédito y el repudio de la mayoría de sus compatriotas.

    Los ciudadanos y las ciudadanas de nuestro país no deben permitir que prosperen azarosos proyectos que nada tienen que ver con los intereses de la República. Con el estandarte de #ReelecciónNo, deben salir a las calles para oponerse a las taimadas ambiciones de los parásitos obsecuentes de hoy y de siempre.

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  6. Meditación

    Evocando las promesas de los candidatos a la Presidencia de las Repúblicas de todos los Estados del mundo, llego a la doliente conclusión que la democracia es una competencia de falsedades o disimulos sin gracia que mucho agrada a los de esa idiosincrasia

    Generalmente y por desgracia, son votados muchos ladrones, tramposos, timadores, coimeros, deshonestos, mentirosos, contrabandistas, corruptos, y pocos honorables, decorosos, virtuosos, conscientes, púdicos, pudorosos, íntegros u honrados.

    Aún así esta forma de organización social que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía, es la mejor de las existentes. No debemos olvidar sin embargo, que uno de sus creadores, el filósofo Aristóteles enseñaba como norma fundamental de dicho sistema, la alternancia en el poder.

    En tal sentido apuntaba; “Que la misma persona no ejerza dos veces el mismo cargo público o solo lo haga en casos excepcionales”.

    ¿Será que estas cuestiones entenderán los que proclaman las reelecciones indefinidas en el tiempo? ¿Tomarán en consideración que la elección reiterativa es antidemocrática a nivel nacional como así también en cualquier organismo privado o sociedad cuyas autoridades sean electivas, como clubes, sindicatos, entidades profesionales, industriales, agropecuarias, etc.?

    Muchos se llenan la boca asegurando ser demócratas y suscriben la reelección sin discusión, como hecho virtuoso y conveniente para una nación, olvidando las enseñanzas de Aristóteles plasmadas en su obra “La Política” que relata cosas referentes a la “polis” o ciudad. Raro o a lo sumo hipócrita, ¿verdad?

    Aníbal Reinaldo Pangrazio

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  7. Cartes

    Cartes es atacado y criticado sin piedad, a veces más allá de lo justo y razonable. Pero a veces él mismo da motivos para que la gente lo vea con antipatía.

    Para empezar su desgracia política, él tiene dos cosas odiadas por los paraguayos: autoridad y plata. Y para hacerla más grave, Cartes es, por lo que muestra hasta ahora, un analfabeto en política, en psicología social y en historia.

    Un presidente paraguayo así tiene tres vías previsibles: 1) Terminar como Lugo con un juicio político; 2) Aprender su oficio, no sabemos cómo, y terminar su mandato en paz; y 3) Empeñarse en imponer sus caprichos y convertirse en un dictadorcillo, pues no parece tener pasta de dictador en serio. Ojalá nos equivoquemos con las vías 1 y 3.

    La compra de medios no tiene importancia: una dictadura no se impone con la prensa; se impone con el ejército y una policía dura, y nosotros no tenemos ni el uno ni la otra.

    Lo que sí irrita y es muy grave, por ejemplo, es que haya puesto en Yacyretá al Dr. Víctor Núñez, un ciudadano de pésima reputación y objeto de la antipatía de “todo el mundo.”

    Este abuso de autoridad es inexcusable y condenable. Y ese es solo un ejemplo. Por una razón simple es repudiada la decisión de Cartes: es un acto indecente. El señor Cartes no debe relacionarse con personas que la gente cree, con indicios de veracidad, que son sinvergüenzas.

    El señor Cartes es un referente, es un ejemplo porque es el primer mandatario, y cuando comete tales torpezas su ejemplo es negativo, además de despertar la ira de los ciudadanos, que riñe con el bienestar que merecen todos.

    La decencia, señor Cartes, es el camino más corto a la justicia, cimiento también faltante de la nación; procúrela.

    Carlos J. Ardissone Valdés

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  8. Somos mayoría

    Oponerse a lo establecido en la Constitución es un delito (CN/137; CP 273).

    La Constitución garantiza la libertad de expresión siempre que lo que uno diga respete lo establecido en la Constitución y las leyes. Libertad de expresión no significa decir lo que a uno se le dé la gana aunque viole el derecho ajeno. Oponerse a lo establecido en la Constitución es violar el derecho ajeno.

    Leo que en la próxima convención colorada los convencionales van a hablar de todo y que Cartes “está de acuerdo en que no hay que cercenar la opinión de ningún convencional”. Le recuerdo al señor Cartes y a la dirigencia de la Asociación Nacional Republicana que la ley suprema de la República es la Constitución y que ellos, los convencionales colorados, no están por encima de ella.

    La dirigencia de la ANR está ignorando olímpicamente que la Constitución establece que las elecciones nacionales no pueden ser objeto de referéndum (CN/122-6) y que la duración del mandato solo se puede alterar por medio de una reforma (CN/290 y 229 “de la duración del mandato”). Es decir, una cosa es hablar de hacer una reforma a la Constitución para permitir que se puedan hacer enmiendas a la Constitución para cosas relacionadas a las elecciones.

    Eso no sería oponerse a lo establecido en la Constitución. Pero hablar directamente de hacer enmiendas a la Constitución para permitir la reelección sí es oponerse en forma abierta y flagrante a lo establecido en la CN. Ese es un delito grave que a la ANR, le puede costar la pérdida de su personería jurídica (CN/117 y 125).

    Ni la ANR ni ningún ente o ciudadano tienen derecho a actuar con prepotencia avasallando el derecho ajeno. Le recuerdo al Gobierno –al Ejecutivo, al Legislativo, al Judicial y sobre todo al Ministerio Público– que si con su silencio e inacción cómplices apañan cualquier atentado contra la Constitución, nosotros, el pueblo, tenemos derecho a resistir por todos los medios a nuestro alcance (CN/138)…y somos mayoría.

    Olivia González

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  9. El discurso y las falacias
    12 Oct 2016

    Por Richard E. Ferreira-Candia

    El engaño, el fraude o la mentira, generalmente forman parte de una serie de acciones en el marco de una estrategia que pretende instalar un mensaje a través de un discurso, sobre todo cuando el objetivo es desacreditar al considerado enemigo.

    –“Engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien”, es la definición que da la Real Academia Española (RAE) a la palabra “falacia”, que proviene del latín “fallacia”–, dijo el comandante, mientras acomodada su bolso viejo bolso verde ajado por el tiempo y uso, luego de sacar de él un libro.

    Sentados ya en el altillo del Café Literario, con nuestras acostumbradas dos tazas de café negro, sin azúcar, conversábamos sobre las falacias políticas, que mayormente son reproducidas por los medios de comunicación sin que estos se percaten de ello, probablemente siguiendo un esquema tradicional establecido por el tipo de periodismo que hacemos.

    –Los políticos permanentemente caen o usan falacias en sus discursos y muchos periodistas entran al juego por desconocimiento, sencillamente por comodidad o conveniencia; los medios se nutren de estas falacias políticas para mantener el mismo esquema de reproducción de temas, privando la posibilidad al lector para lograr una mirada más amplia de lo que se plantea–, indicó, a modo de análisis.

    Le había prestado el libro “Desnudando el discurso político. Falacias, políticos y periodistas”, de las docentes argentinas Patricia Nigro y Agustina Blaquier. Fue un obsequio de Patricia, en una reciente visita que hizo a Asunción para participar de una cumbre de comunicación. El libro es el resultado de una investigación realizada en Buenos Aires sobre el discurso político, el periodístico y su interrelación en la palabra del periodismo gráfico.

    Las autoras explican que “cometer una falacia equivale a intentar engañar al lector u oyente”. Pueden ser accidentales o deliberadas (…) y nadie está libre de cometer falacias cuando argumenta, señalan para luego describir: “Las falacias pueden ser clasificadas en formales e informales.

    Las no formales son argumentaciones que, en lugar de brindar pruebas que fundamenten una afirmación, acentúan la eficacia del discurso”.

    Coincido con ellas cuando sostienen que “las falacias atentan contra el pensamiento crítico”, añadió el comandante, que hojeaba de nuevo el libro, para luego recordar que las autoras apuntan que se dividen en tres grandes tipos, explicadas de manera sencilla de la siguiente manera: “falacias de evidencia” (solo se usa aquello que conviene y no lo que no favorece); “falacias de lenguaje” (ambigüedades, verbalismo, palabras cargadas de sentidos ajenos a la argumentación, estructuras gramaticales confusas, y “falacias de seudoargumentos” (las que no tienen ningún argumento).

    Sobre cualquiera de ellas se puede construir un discurso político, le indiqué, a lo que asistió con la cabeza para, después, lentamente, tomar un sorbo de café.

    Añadió que la última clasificación, la de “falacias de seudoargumentos”, es la que se conecta más con la realidad del discurso político paraguayo. Es la que se refiere a la mentira o el invento de un mensaje que no tiene sustento alguno. –Este tipo de falacias es utilizado casi a diario en el rodeo político paraguayo–, acotó.

    Entre las falacias de seudoargumentos existen varios tipos de casos. Tomamos algunos, como el clasificado como “argumento dirigido contra el hombre (ofensivo); Ad Personam” que se da cuando en lugar de refutar lo afirmado, se ataca al adversario. Se lo descalifica ofensivamente para no dar crédito a sus afirmaciones. Es decir, se intenta destruir la imagen de la persona para que no tenga credibilidad. –Aquí, es permanente la práctica del ataque a los adversarios políticos para desacreditarles totalmente-, enfatizó el comandante.

    Igualmente está el “argumento dirigido contra el hombre (circunstancial); Ad hominem”, que intenta descalificar una afirmación haciendo referencia a una circunstancia particular de la persona que la propone. Consiste en demostrar que el adversario es parte interesada en la afirmación o en decir que presenta contradicciones en sus creencias. A modo simple, es cuando se trata de incoherentes a los adversarios, cruzando sus discursos con sus acciones o con dichos anteriores.

    Otra interesante es la clasificada como “Argumento por la ignorancia”, que trata de fundamentar la verdad de una conclusión sobre la base de la carencia de pruebas que la refuten. Generalmente se da el discurso de lindas promesas, pero no realizables; o un discurso general, no comprobable.

    El comandante siguió: La denominada “Apelación a la piedad o la misericordia” se apoya en la sensibilidad del receptor. Se trata de lograr una conducta apelando a circunstancias dolorosas. Este tipo de casos vemos constantemente cuando se usa la necesidad social como discurso de campaña. La “apelación al pueblo”, que es otro tipo, busca apelar a los valores y sentimientos de una comunidad o grupo. Se intenta exacerbar el entusiasmo del público para aceptar una conclusión que no se basa en buenas evidencias. Es la falacia típica de los demagogos.

    Las autoras señalan que “de nada sirve oponerse a un discurso dominante”. Plantean como una salida, y coincido con ellas –dijo el comandante–, el cuestionamiento, quitando la validez del discurso con argumentos e imponiendo uno nuevo.

    Tomó su último sorbo de café y, antes de irse, expresó: Los políticos, si quieren tener éxito en sus mensajes, deben saber identificar los discursos falaces y refutarlos construyendo un nuevo discurso, pero con argumentos, no siguiendo la misma línea del ataque. Si se toma esa vía, la del ataque, la de la falacia, entrarán a un callejón de donde saldrán malheridos ellos mismos y sus enemigos. Al final, pierden ellos. Y perdemos nosotros. Eso.

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  10. La foto de familia

    En política hay una herramienta de representación corporativa que tiene la expresividad de pocos otros recursos y es “la foto de familia”. Es aquella foto que representa la unidad nacional (Bush tras los sucesos del 11S) o la otra que transmite la representación de un nuevo poder (Winston Churchill, Harry S. Truman y Iósif Stalin, Postdam, 2 de agosto, 1945) o esta que sencillamente anuncia componendas (cena de colorados disidentes e izquierda opositora en residencia de Bacchetta, 16 de junio del 2015). En todas ellas hay un elemento común: transmitir a los ciudadanos una certeza sobre determinados acuerdos o posiciones

    En el orden local es curiosa la importancia cuasi cabalística que tiene Fernando Lugo para la derecha paraguaya. De alguna manera es el objeto sicológico con el que representan estos sectores (salvo el cartismo) sus momentos de profunda necesidad comunicacional.

    Empezando con el sector que hoy preside Mario Abdo Benítez que ha buscado “la foto” con Lugo por dos razones, una pragmática: acuerdos de aquel G15 (grupo que fue encogiéndose como aquellas prendas de algodón cuando el sanforizado no se había inventado) y otra táctica: jugar con los nervios del oficialismo.

    Otro que buscó afanosamente la foto con Lugo y logró unas pocas malas fotos con rostro casi enfadado del ex obispo fue Efraín Alegre, quien las necesitaba antes de sus victoriosos comicios internos. Efraín precisaba transmitir al público luguista del PLRA que el ex presidente daba su acompañamiento a este sector y no a Llano.

    (Efraín pagó con la misma moneda la mala onda de Lugo luego de la victoria mostrándose indiferente y hasta apartando al más luguista de su entorno, “Pakova” Ledesma).

    Hoy en día los que buscan aparecer en la foto de familia son los llanistas que plantean una jugada mucho más inteligente que trataremos de explicar aquí.

    Lugo y su cosecha de descontentos

    En el fondo a Lugo le caía mal una victoria de Alegre –eso se manejó desde un principio– por una razón muy simple: en tanto y en cuanto Blas Llano representaba el oficialismo que desde la oposición se calificaba como “pro Cartes”, Fernando Lugo tenía una amplia chacra colmada de trigo para segar en el campo del descontento liberal.

    Por donde fuera, en diversos rincones de la República surgían liberales interesados en una postura más opositora a lo que el luguismo respondía: “Ya vendremos nosotros a darles eso”, con la naturalidad de un outsider que llegó a la Presidencia con el apoyo de este sector, o sea, Lugo tenía la ventaja de no ser un extraño para el pueblo liberal.

    Pero ganó Alegre

    Y complicó la vida a su cosecha de descontentos, ya que Alegre asume con absoluta institucionalidad el decirle a los llanistas: “vengan aquí que aquí está la verdadera oposición a Cartes”.

    Esto explica por qué, abruptamente, una gira nacional de Lugo que aun podía demorarse meses, incluso hasta el 2017, se precipitó en el tiempo y empezó a desarrollarse ya a partir de agosto.

    Obviamente, la sensación de Blas Llano sería aquella del muchacho con la chica más bonita que todos quieren arrebatar.

    Pero Llano no es del kindergarten

    Sabe cómo se juega este juego y por algo es con “Calé” Galaverna de los tipos más astutos de la política Paraguaya. ¿Qué hace?: pues lanza en la última semana señales sobre su intención de acercarse a Lugo, y caminar juntos hacia el horizonte como Charlot con Paulette Goddard en el final de “Tiempos modernos” (1936).

    Esta es una jugada astuta de Llano porque para el público en general se alía con un superopositor lo cual le mitiga el mote de oficialista y a su vez supervisa mucho mejor la intensa tarea de cosechadoras en su “chacra” liberal, al tiempo en que ata a un respaldo externo con buena onda con el PLRA (Lugo) y mejora las posibilidades de performance interna a su candidato Lanzoni cuyo éxito ante Alegre era incierto.

    No. No será aburrido el camino hacia el 2018.

    Por AUGUSTO DOS SANTOS

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  11. Todo está muy raro
    10 octubre, 2016
    Por Santiago González

    El escenario político que vive actualmente nuestro país es de lo más raro que pudimos observar en los últimos años. Aunque es innegable la crisis que derivó en el asesinato del vicepresidente de la República Luis María Argaña, el ambiente de crispación hoy por hoy mete hasta un poco de miedo.

    No se discuten ideas, pensamientos políticos o no se discrepa en cuanto a ideologías que hagan de tamiz a la realidad nacional. Las acusaciones son directas, enfocadas en lo personal y con descalificaciones y agravios de todo tipo. Viejas rencillas desempolvadas y vendettas que saltan hasta 24 años después acaparan los medios de comunicación en los últimos meses.

    Zacarías Irún, de ser el hombre que dio la espalda a la ANR en el 2008 y el que trató a Cartes de contrabandista y narcotraficante más de una vez públicamente, se convirtió en el principal vocero de Cartes y desde Mburuvicha Róga opera y se dirige a la gente anunciando pase de factura a sus viejos rivales políticos como Kale.

    “Kale tiene semen en la cabeza porque ya lo otro no le funciona” escuchado de Zacarías o “el mariposón del Este” como denomina Galaverna a Irún, son algunos de los calificativos utilizados. Para el 2018 el panorama no es nada claro, no se puede decir hoy que tal o cual persona sería la elegida para pelear por la presidencia.

    Lo único concreto es que a dos años a falta de ideas, sobran los descalificativos y las agresiones. Lejos de construir se confronta y no precisamente ideas. Hay una profunda división en la ciudadanía en general y un tremendo quiebre en todos los partidos y movimientos políticos.

    Hoy podemos hacer mil conjeturas, pero el tiempo sabrá decirnos quién se benefició con la división y con la estrategia de dividir para vencer que alguien, muy hábilmente, está utilizando. Según Galaverna, ese alguien podría ser Cartes con la intención de “destruir a la ANR y fundar el neocoloradismo Cartista”.

    Y como siempre, mientras unos pocos resuelven sus problemas de cuoteo a balazos o con bombitas, otros esperan acceder, al menos, a lo básico.

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  12. Reelección presidencial no implica en absoluto regreso a la dictadura

    Hoy la reelección del Presidente de la República está prohibida en forma absoluta por la Constitución. En estos momentos, hay un debate notorio sobre esta cuestión; de un lado, los que la defienden, del otro, los que sostienen – de manera casi apocalíptica – que con esta figura “volvería la dictadura al Paraguay”, raciocinio según el cual tendríamos que suponer que Brasil, Argentina, Estados Unidos, Alemania, Japón, y tantos otros países donde sí existe la reelección presidencial, son todos cruentas dictaduras.
    En nuestro país, el tema de la reelección es apasionante y concita el interés general de la ciudadanía. En los sistemas democráticos, la regla básica es que el poder surge de la voluntad popular, expresada por medio de elecciones periódicas. Así, es el pueblo quien elige a sus gobernantes, representantes o administradores, para que gobiernen o actúen durante un período determinado.
    Además de poner límite temporal al ejercicio de las funciones públicas, la existencia de períodos fijos para los cargos de elección popular garantiza la alternabilidad en el poder, al permitir que nuevas gentes participen en el gobierno de un país o localidad. Pero nada impide, según la teoría, que un pueblo elija una y otra vez a un mandatario o representante al que reconoce méritos.
    El asunto de la reelección también tiene opositores teóricos y prácticos. Desde la teoría se considera que esto afecta la separación de poderes y, ya en el plano práctico, hay aspirantes a la función que buscan imponer límites a esa forma de continuidad en el mando.
    Esto ha determinado que unos pocos países prohíban absolutamente la reelección presidencial, que varios otros la permitan, pero no de forma inmediata, que muchos otros la permitan de modo inmediato, pero no de manera indefinida (Alemania, Argentina, Brasil, EE.UU., Rusia, Portugal) y que algunos permitan la reelección presidencial indefinida, entre ellos España, Finlandia, Francia, Suiza y Venezuela.
    La reelección presidencial permite dar continuidad a un proceso de cambio, mediante la posibilidad de reelección de la figura que lo encarna y lidera. Recordemos que todas nuestras constituciones precedentes la permitían, por lo general, por un período más, consecutivo o alternativo. Durante la dictadura, la ANR, sostén civil de la misma, en un acto extremo de sumisión propició y consagró constitucionalmente la reelección indefinida del dictador (enmienda de 1977). Pero las circunstancias históricas eran otras: sin ningún dejo de dignidad se terminó de dar ropaje constitucional a una dictadura ya existente. La reacción en 1992 fue desmedida y hoy nos encontramos entre los cuatro países que prohíben la reelección en forma absoluta (los otros son Guatemala, Honduras y México).
    Deberíamos dejar atrás los fantasmas de la dictadura, que hicieron que se prohibiera por completo la reelección presidencial; nadie tendría porqué alarmarse por el hecho que un presidente pueda ser reelecto, porque definitivamente hoy hemos pasado de la “transición democrática” a una democracia plena y bien constituida, en donde las instituciones, los poderes, funcionan lo suficientemente bien para evitar cualquier tipo de desmanes. Muy difícilmente una persona o partido político podrían sojuzgar nuevamente al pueblo paraguayo a un régimen dictatorial, como lo ha hecho Alfredo Stroessner en su momento.

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  13. Reelección por G. 100

    Por Miguel H. Lopez
    Horacio Cartes es de esos empresarios tavy, vyro chusco, que tiene habilidad para el negocio, pero una formación tan vacua que ni siquiera entiende los contextos. Lógicamente, con ese perfil, ejercita –como los de su clase– una soberbia y una petulancia propias de la burguesía, pero de baja estofa por su extrema pobreza en formación teórica y práctica. Todo acompañado de un supino autoritarismo, rancio y cavernario.

    En su imaginario, él es brillante y astuto, el resto un ejército de zonzos. Sus asesores afianzan esa creencia. Como son lisonjeros contratados, su labor es eldulzarle el oído y dorarle la píldora.

    Tal es la realidad, que en un pasado no tan lejano afirmaba, casi juraba, su total desinterés por la reelección presidencial, seguido de un palabrerío ilegible como casi todo lo que él habla. En paralelo, todos sabíamos que su equipo trabajaba negociando –al precio que fuere– votos para torcer las normas y abrirle vía libre al rekutu en 2018. Él no sabía que todos ya sabíamos.

    En su idea de permanecer en el poder continuó pese a que los legisladores opositores, los de su partido y los otros sectores, le trabaron llegar por la vía de la enmienda.

    Pero como los tiempos apremian, su popularidad va en picada, el país se hunde cada vez más por el incremento del número de pobres extremos y las encuestas en todos lados le dicen que mayoritariamente no le votarán, empezó a agitar la maquinaria. Torpe maquinaria, pero bien financiada. Así se inventó aquel decreto por el que prohibía las gratificaciones en el sector público para congraciarse con la airada repulsa de un gran sector de la sociedad hacia el tercer aguinaldo aprobado en el Legislativo. Su imagen siguió desdibujada.

    Entonces, el lunes anunció que el precio del pasaje en unidades comunes del transporte público bajaría G. 100. Lo mismo el precio de los combustibles. Evidentemente este es un acuerdo soterrado con el especulador sector empresarial de las estaciones de servicios y las líneas de colectivos. E inmediatamente, al día siguiente sobrevino lo inevitable. Se fue a inaugurar naderías a Ciudad del Este –su nuevo feudo rentado, de la mano de los Zacarías Irún, otrora enemigo– y en un mal montado espectáculo se sinceró: habló de su reelección.

    El 29 de este mes será la convención del Partido Colorado (agrupación que Cartes alquiló para llegar a la presidencia de la República) y allí aprobarán ir por el segundo mandato a contra Constitución Nacional.

    Qué les importa. Violan las normas, casi siempre. Total, Cartes quiere seguir siendo presidente, aunque no sirva siquiera para trancar la puerta del Palacio de López.

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  14. Búsqueda de reelección instala un peligroso escenario político

    Lo que ya se manejaba como una campaña preelectoral no asumida en favor de la reelección del presidente de la República, Horacio Cartes, se confirmó plenamente el martes, durante una visita oficial del mandatario a Ciudad del Este, cuando en un discurso admitió por primera vez su deseo de ser reelecto en el cargo, enfatizando que ello depende de los convencionales que participarán de la convención del Partido Colorado, el próximo 29 de octubre, y del voto de 23 senadores.

    La afirmación del primer mandatario contradice sus propias declaraciones anteriores. En enero de este año había dicho: «Por qué hablar de reelección si la Constitución no nos permite». En febrero había asegurado: «Les juro por Dios que no tengo doble discurso y no quiero la reelección; yo estoy en otra». En abril había reafirmado: «No estamos habilitados, hoy no podemos». Sin embargo, sin que haya cambiado la misma situación jurídica constitucional, este martes dijo en Ciudad del Este que la reelección «depende de los convencionales y de 23 senadores», agregando posteriormente: «Les puedo asegurar que sea cual fuere el resultado, ahí estaré donde mande Dios y mi partido político».

    El jefe de Estado blanquea de este modo una situación que ya era un hecho político inocultable: la abierta campaña política a favor de la reelección que se estaba llevando a cabo en las bases del oficialismo colorado, con remeras y materiales de propaganda que llevan la inscripción «HC 2018», y que eran deliberadamente apoyadas desde el Poder Ejecutivo, aunque se seguía negando en los discursos. Incluso las últimas medidas adoptadas por el propio presidente Cartes, como la decisión de bajar el precio de los combustibles y el pasaje del transporte público urbano en 100 guaraníes, fue interpretada como una medida populista en busca de apoyo de la población a favor de la reelección.

    La decisión presidencial de asumir públicamente una campaña que hasta entonces se negaba, pero igual se hacía, instala un peligroso escenario, en el que una vez más se plantea forzar los impedimentos constitucionales, buscando imponer los hechos políticos por encima de los principios jurídicos. Los expertos discrepan acerca de si la reelección será posible solamente con una reforma de la Constitución o con una simple enmienda, pero hay un consenso en que los tiempos políticos ya se han agotado, y que además el tema ya no puede ser tratado en el Senado durante un año, luego de haberse rechazado un proyecto de ley que planteaba la enmienda.

    Sin embargo, el propio presidente afirma ahora que el voto de 23 senadores definirá la cuestión, y al parecer ya se ha instalado una temporada de cotizaciones para asegurar dichos votos. Es decir, las ambiciones de poder nuevamente empujan al país a una carrera electoral que puede causar mayores daños al proceso democrático.

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  15. El circo pero sin pan

    Por Jesús Ruiz Nestosa

    Viendo la forma en que se está realizando en los Estados Unidos la carrera por llegar a la Casa Blanca resulta difícil evitar hacer comparaciones, conscientes de aquello de que las comparaciones siempre son odiosas. Pero no por eso dejamos de hacerlas aunque sea en lo más recóndito de nuestro ser. Este año se ha hecho especialmente notoria por la virulencia de los debates y, sobre todo, por el temor que despierta en muchos –lastimosamente no en todos– que un hombre del que no estamos muy seguros de su equilibrio mental, pueda irse a dormir, todas las noches, con el botón del arsenal nuclear más poderoso de la tierra, abajo de la almohada.

    Los contendientes, Hillary Clinton y Donald Trump, buscan descuartizarse el uno al otro en cada encuentro, mientras el segundo recurre a lo más soez de un lenguaje que, al parecer, le resulta familiar, para destrozar a su contrincante. En el último debate, dijo de ella que es “una mujer asquerosa”. Sus asesores, en lugar de quitar hierro al fuego, dijeron que les parecía bien, pues si Trump pensaba que Clinton es una mujer asquerosa, que lo diga. No está del todo mal recordar que los Estados Unidos es una de las democracias más sólidas desde la declaración de su independencia en 1776 y la adopción de su Constitución en 1787 que sigue en vigencia hasta hoy día con unas pocas enmiendas. La guerra de la independencia fue la primera exitosa en toda la historia de la humanidad y luego ejercería una marcada influencia en los procesos independentistas de los países americanos de habla hispana.

    ¿Qué nos quedó de todo aquello? Es aquí donde no puedo evitar las comparaciones. Pronto comenzaremos con las campañas proselitistas en vista a las próximas elecciones presidenciales aunque falte, para ello, un año y medio, a lo que hay que sumar todo el esfuerzo puesto desde tiempo atrás para cambiar la Constitución y lograr que el actual presidente, Horacio Cartes, sea releegido por un segundo periodo. Al escuchar hablar del tema es difícil evitar aquello de “Después de Stroessner, otro Stroessner.”

    Desde que fue derrocada la dictadura, en febrero de 1989, hemos votado en numerosas ocasiones. ¿En cuántas en realidad hemos elegido? En estos veintisiete años hemos tenido ocho presidentes que tendrían que habernos aguantado cuarenta años, ya que el periodo de gobierno es de cinco años. Pero tuvimos una renuncia (Cubas Grau) y un destituido por el Congreso (Lugo), sustituidos por el titular del Congreso (González Macchi) el primero, y por el vicepresidente Franco, el segundo, que mejor es no recordar.

    Viendo la lista de presidentes que tuvimos desde Stroessner a nuestros días, la primera pregunta que nos viene es: ¿por qué la gente los habrá votado? Quizá el único explicable sería Rodríguez en reconocimiento por habernos quitado de encima a Stroessner. ¿Pero el resto? ¿Podría alguien sintetizar cuáles eran las cualidades que les adornaban? Ninguno tenía eso tan importante en política que se llama “carisma”. Ninguno tenía un ápice de gracia. Ninguno era un gran orador. Ninguno era capaz de despertar entusiasmo en las masas. Ninguno tenía una carrera política que les avalara como aspirantes a la presidencia. Casi todos eran grandes empresarios porque la gente piensa que si llevan bien sus empresas llevarían bien el país que es una gran empresa. Que no lo es. El país es un fenómeno político que necesita de un buen político que sepa administrarlo y no de un empresario cuyo éxito muchas veces depende no de su inteligencia sino de una ausencia de escrúpulos. El único con cierta práctica política fue Duarte Frutos, que no se distinguió por su simpatía. Las veces que quiso hacer reír a su audiencia fue haciendo chistes groseros, machistas denigrando a las mujeres de su equipo. Y Fernando Lugo discurseando nunca logró llamar la atención ni de su feligresía al predicar sus sermones desde el púlpito cuando era obispo. Así de desolador es nuestro panorama político.

    Ahora se viene el tema de la reelección. Sin entrar a considerar el aspecto legal de la misma, prohibida por la Constitución, salvo una reforma de la misma, alguien podría pensar por qué tendríamos que habilitar ese segundo periodo. ¿Responde a una necesidad real del país o simplemente obedece al deseo de aferrarse al poder porque eso me produce muy buenos dividendos? A esto hemos llegado, al circo de los proselitismos; circo, sí, pero sin nada del pan que regalaba Nerón.

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  16. El Paraguay que construimos todos

    El problema del Paraguay en la actualidad e históricamente no es por el color de tal o cual partido político, sino de las personas que pertenecen a dichos partidos que, anteponiendo intereses particulares o corporativistas, se sirven desmedidamente de la cosa pública en desmedro del interés general. Se hace la salvedad en respeto de grandes hombres del país que honrosamente son la excepción y que han dado todo por su partido y por su comunidad, por su pueblo.

    La política, los partidos políticos, los movimientos sociales, son necesarios y útiles en tanto y en cuanto breguen por el bien común, respeten los derechos, acepten las reglas de la democracia y el orden constitucional. Hoy día hay gente que cree en los valores y principios doctrinarios de un partido, pero se los estigmatiza con la parte oscura del pasado de su partido. Creemos que no es ya el momento de seguir tirando piedras al cristal desde fuera, sino que cada cual debe asumir su rol, su responsabilidad y trabajar desde dentro para cambiar de la estructura lo que tenga que cambiarse y mejorarse. Esto implica voluntad y compromiso con el trabajo. No tirar más piedras y esconder las manos, ¡No! Es momento de dar la cara y de frente trabajar por un verdadero cambio.

    El problema del Paraguay no es por la fe que profesamos, porque es el individuo el responsable de su fe. Pero como en la política, hay una fe hipócrita, aquella que oculta a un individuo que detrás de la fe maquina y manipula conciencias a favor de sus verdaderas intenciones e intereses. Nuestro país es inminentemente católico, ha sufrido tamaña mentira al haber tenido en su seno un obispo hipócrita, y cuán aún más dañino que desde muchos púlpitos se lo presentó como solución a los problemas del Paraguay.

    Haciendo mea culpa, se reconocen los errores y se los asume, pero no se instrumenta ningún credo, no se manipula al Creador para embaucar a nuestros iguales. Con respeto se ruega que no volvamos a cometer como pueblo católico el mismo error. A las demás profesiones religiosas se invita también a la coherencia de vida, verdadero legado que dejamos a nuestros hijos, a nuestra nación.

    El problema del Paraguay no es por falta de oportunidades, sino más bien la falta de empeño en buscarlas; nos quejamos de la existencia de desigualdades, pero sabemos que en el fondo el paraguayo es inconstante y muy apegado al “péichante”, al “vaivai” y ni qué hablar del “ja transá”.

    Expresamos, con respeto a los cientos de miles de compatriotas que son la excepción, quienes, con principios y valores morales, le da pelea todos los días procurando una mejor calidad de vida para él y los suyos; y orgullosos podemos afirmar que lo consiguen y se la merecen. Creemos firmemente, no inventamos la pólvora, que ese es el rumbo que debemos seguir perseverantemente con todas nuestras capacidades.

    Es momento de que todos asumamos el rol y responsabilidades individuales que nos ocupa en la construcción del Paraguay que todos queremos.

    Ana Riveros

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  17. Quien traiciona seis veces, traiciona siete
    25 octubre, 2016

    Discuten todo, entre ellos. Comparten desde opiniones hasta bromas, entre ellos. Incluso cuando se disgustan “no pasa nada”, si es entre ellos. Pero lo grave no es esto, que bien podría entenderse en un grupo de amigos, sino que así proceden ocho senadores de la “disidencia” colorada, que formaron una “gavilla” con quienes consideran a la ANR como “el principal enemigo”, para resolver todo, entre ellos, con la particularidad de que sus decisiones siempre van de contramano a los intereses del país y de su propio partido, como lo demuestran los hechos.

    Así lo hicieron cuando liquidaron la esencia de la Ley de Emergencia de Educativa, que la mandaron al tacho dejando que decenas de miles de chicos sigan dando clases en escuelas y colegios que se caen a pedazos. Así también al rechazar el crédito de 200 millones de dólares para financiar las obras públicas que están en plena ejecución, sin importarles que eso signifique dejar en la calle a 50.000 obreros viales. O cuando “chutaron” para más adelante el proyecto del Ejecutivo por el cual el salario mínimo debe ajustarse todos los años, perjudicando en este caso a nada menos que 420.000 trabajadores que dependen del mismo. Y así actuaron cuando, entre gallos y medianoche, presentaron un proyecto de enmienda constitucional sobre la reelección, para rechazarlo sobre tablas, sin tomar en consideración no solo la opinión de sus correligionarios, sino la de los 4.000.000 de electores que estamos inscriptos en el registro.

    Que se comporten de esta manera personas como Fernando Lugo, Desirée Masi o los seguidores de Efraín Alegre, es irracional, pero al menos resulta relativamente entendible. Ellos “lloran por la herida”, se sintieron “injustamente” expulsados del poder y quieren retomarlo a cualquier costo, aunque el camino que eligieron los aleje cada vez más de dicho sueño. Pero, ¿Cómo se explica que actúen del mismo modo “Marito”, Juan Carlos Galaverna, Silvio Ovelar, Julio Velázquez, Enrique Bacchetta, Blanca Ovelar, “Cachito” Salomón y Arnaldo Wiens, que dicen ser colorados?

    Estos mismos senadores, a diario pretendan dictar cátedras de coloradismo, pero a la par sabotean todos y cada uno de los proyectos del presidente electo por la ANR, que son para bien de todos los paraguayos, incluyendo a los seguidores de Bernardino Caballero.

    Dicen que “HC defraudó las expectativas de las bases y de todo el pueblo”, pero, si fuera así, ¿Por qué boicotearon la posibilidad de consultarle a éste qué opina de la reelección?, pues de ser cierto lo que sostienen, aunque se instituyera dicha figura en la Constitución la gente sencillamente no lo votaría para un segundo mandato.

    La pregunta del millón es qué harán tras la convención de éste sábado, teniendo en cuenta que en la ocasión se abordará el tema y que con certeza habrá una amplia mayoría a favor de la reelección. ¿Acatarán lo dispuesto por el máximo organismo partidario o preferirán abandonar la “carpa” para echarse definitivamente en brazos de los que tanto daño ya nos causaron?

    Según el viejo dicho, “quien traiciona una vez, traiciona dos veces”. En el caso de la “disidencia” ya lo hizo con la presentación y rechazo de la enmienda, con la Ley de Emergencia Educativa, el crédito de 200 millones, la postergación del ajuste anual del salario mínimo, y antes con la integración de la mesa directiva del Senado y la entrega de todas las comisiones asesoras al bloque anti oficialista.

    A juzgar por la experiencia, podríamos concluir que “el que traiciona seis veces, traiciona siete…”.

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  18. Todo puede hacerse para el “rekutu”

    Ante la marcha de los acontecimientos políticos, vale la pena volver a destacar la reciente patriótica decisión del Senado de la República de rechazar el contrato de préstamo suscrito por el Ministerio de Hacienda con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por un monto de US$ 200 millones que, a estar por su OBJETO, se destinaría a la financiación de cualquier cosa, menos obras de infraestructura vial específicas, como pretende hacer creer a la gente el ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, Ramón Jiménez Gaona. Como si la ambigüedad de su objeto no fuera suficiente para despertar sospecha pública acerca de su verdadera finalidad, el mismo ha sido concedido por el banco bajo la objetable modalidad de “libre disponibilidad”, a la manera de los “gastos sociales” con que las usinas hidroeléctricas binacionales financian el clientelismo político de los gobiernos de turno en cada margen.

    Al analizar los términos del acuerdo de préstamo, los senadores se toparon con la sorpresa de que el OBJETO del mismo nada tenía que ver con la financiación de obras viales encaradas por el MOPC, como saltó a sostenerlo el titular de dicha cartera de Estado. En efecto, la cláusula 2.01 del mismo establece: “(a) El préstamo tiene por objeto APOYAR LA EJECUCIÓN DE UN PROGRAMA DE REFORMA DE POLÍTICAS (las mayúsculas son nuestras) consistentes en mejorar la eficiencia en el financiamiento y la gestión de la inversión pública a través de medidas de política dirigidas a: (i) fortalecer el marco estratégico, legal e institucional del Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP); (ii) mejorar las capacidades para la gestión de los programas y proyectos de inversión pública; y (iii) promover el uso de Alianzas Público-Privadas (APP) para el financiamiento y la gestión de la inversión pública. (…)”

    Ante la insanable contradicción legal existente entre el objeto del contrato y el aducido por el MOPC sin más soporte legal que un mero listado de obras a ser supuestamente financiadas por el préstamo, responsablemente la mayoría de los senadores no tuvo otra opción que rechazarlo in limine. “Todo se tiene que cambiar si quieren que esto sea aprobado; cuál va a ser el fondo y la lista de obras tiene que estar adjunto al proyecto de ley”, expresó al respecto el senador liberal Miguel Abdón Saguier. Agregó, de paso, que le llamaba la atención que el propio BID se prestara a “este tipo de cosas”, insinuando corrupción de por medio. “El contrato no tiene nada que ver con infraestructura”, afirmó el legislador.

    En los círculos de opinión pública activados por los medios sociales de comunicación tras la declaración del presidente Horacio Cartes de que va a buscar su reelección por atajos antidemocráticos, dada la prohibición constitucional, el rechazo del proyecto de préstamo por el Senado generó curiosidad y sospecha, en el sentido de que bien podría ser cierta la versión de que el Gobierno de Horacio Cartes tiene planeado destinarlo solapadamente al financiamiento de su campaña de reelección. La modalidad delictual a utilizar sería un calco de la que en su momento se valió la destituida presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, para hacer lo propio con su campaña de reelección, echando mano de los recursos de la petrolera estatal Petrobras. Como se sabe, ese bochornoso suceso político conmocionó al país y terminó llevando a la cárcel a los más poderosos empresarios brasileños y prominentes políticos, la mayoría de ellos pertenecientes al Partido de los Trabajadores del expresidente Lula da Silva.

    Si tal suposición resultara ser cierta, los US$ 200 millones del préstamo en cuestión se repartirían por dos andariveles de financiamiento proselitista: uno, destinado a ganar la adhesión de las masas populares mediante generosos gastos sociales, y el otro, destinado a cooptar a las élites políticas de todos los colores, incluidos los ministros de la Corte Suprema de Justicia y los miembros de la Justicia Electoral, buscando proporcionar visos de legalidad a la flagrante violación de la Constitución Nacional.

    Curiosa coincidencia. El contrato en cuestión establece que el dinero del préstamo será suministrado en “dos (2) Tramos de Desembolso”, de US$ 100 millones cada uno. Lo que se sospecha es que, amparado en la cláusula discrecional de la “libre disponibilidad”, el Gobierno va a canalizar la mitad del mismo a través del Ministerio de Hacienda a diversas reparticiones públicas (ministerios de Agricultura, de Salud, Educación, INDI, Indert, Crédito Agrícola de Habilitación, Senavitat, etc., etc.) responsables de políticas públicas de asistencia social. Concomitantemente, el remanente de US$ 100 millones sería administrado por el MOPC para cooptar a las élites políticas a través de un grupo de poderosos empresarios viales que serían favorecidos con jugosos contratos de construcción suficientemente sobrefacturados para el efecto, tal como lo fueron Odebrecht, Andrade Gutierrez y otros con el dinero de Petrobras en Brasil. Estas elucubraciones caben a partir de la sospechosa manera en que se manejó este préstamo, con el objetivo inicial previsto no coincidente con el anunciado más tarde por el MOPC, y con un BID sospechosamente “pojera” a través de desembolsos de “libre disponibilidad”.

    Si tuviéramos que acreditar las especulaciones que se tejen en tal sentido, estaríamos frente a una conspiración criminal orquestada por el Gobierno en complicidad con el BID para impulsar la candidatura presidencial de Horacio Cartes a la reelección, a contramano de la Constitución Nacional. Resulta obvio, entonces, deducir que lo que más va a cuidar el Primer Mandatario es que a él no le ocurra el traspié que le costó el cargo a la reelegida presidenta Rousseff. Vale decir, va a hacer todo lo posible para impedir que la Justicia paraguaya eventualmente haga lo que hizo su similar de Brasil, abriendo una investigación para llevar a la cárcel a los burócratas concusionarios, políticos y empresarios corruptos y corruptores que le ayudaron a hacer el rekutu. Con tal propósito, estaría dispuesto a jugar su carta brava en la cooptación de los ministros de la Corte Suprema de Justicia para que en una primera instancia avalen su fraudulenta reelección y luego, ya como presidente, lo blinden jurídicamente contra cualquier investigación criminal a posteriori que pueda comprometerlo en el ejercicio del cargo.

    Verdad o mentira, a esta altura de los acontecimientos ninguna hipótesis puede ser descartada al respecto de las especulaciones políticas que se tejen. Sobre todo, teniendo en cuenta la abierta política del Presidente de la República al afirmar que está dispuesto a buscar su reelección por el atajo de la enmienda, violatoria de la Constitución nacional, luego de ratificar él mismo, rotundamente y en forma reiterada, que esa posibilidad estaba vedada constitucionalmente.

    Ante tan ominosa perspectiva, los diputados oficialistas obsecuentes que impulsan la inaceptable aventura de violar la Constitución Nacional, mediante un nuevo proyecto de enmienda para imponer la reelección, ya rechazado en el Senado, deben desistir de su propósito y dedicarse a legislar para bien del Paraguay, que para eso fueron elegidos.

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/editorial/todo-puede-hacerse-para-el-rekutu-1531593.html

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  19. Que Dios nos libre de Cartes

    Posteado por Juan Carlos Lezcano el 20-10-2016

    “Cambia, todo cambia”, escribiría alguna vez el gran compositor chileno Julio Numhauser Navarro en una canción conocida principalmente en la versión de la genial Mercedes Sosa, adoptada como uno de los tantos himnos de resistencia social y que describe magistralmente los ciclotímicos cambios de postura del presidente Horacio Cartes sobre la reelección.

    Desde que comenzó a perfilar su figura en el campo de la política, el presidente Cartes fue consultado en numerosas ocasiones sobre su postura al respecto de la reelección presidencial. Y en cada ocasión, su respuesta variaba.

    Tras su llegada al poder, apenas días después de haber asumido, le dijo a la CNN que estaba a favor de la reelección pero para que la misma corriera recién a partir del próximo período presidencial.

    De hecho, Cartes mantenía así la coherencia al respecto del dictamen que había dado su asesor político y hombre de su entorno más cercano, Darío Filártiga, quien en 2006 había señalado que la reelección no se podía dar vía enmienda y ponía en duda incluso que si se diera una reforma que el presidente en funciones pudiera ser beneficiado con ella.

    Cuando desde su entorno comenzaron a surgir “clamores” en pos de su reelección, Cartes repitió hasta el cansancio que no estaba interesado. Nunca dejó de ser llamativo que los pedidos llegaran desde el interior de su movimiento político y hasta de ministros de su gabinete ¿En serio esperaba el mandamás que se le creyera cuando en el Partido Colorado nada se hace sin su bendición?

    Las intenciones proselitistas se hicieron más evidentes desde el año pasado, cuando cada acto oficial pasó a convertirse en acto partidario. Y ni hablemos de las decisiones populistas menores en las que él mismo daba la cara como si se tratara de una cuestión de vital importancia para la vida de la República (ejemplo, la reducción en G. 100 el pasaje convencional, ese que ya casi no existe o que se paga en colectivos que andan a la de Dios es grande).

    En febrero pasado, Cartes juró “por Dios” que no estaba interesado en la reelección. Ese mismo Dios fue al que convocó esta semana durante su gira por el Alto Paraná, cuando finalmente mostró se quitó la careta y reconoció su interés en el rekutú.

    Y lo hizo en el peor momento. La inseguridad en las calles se hace cada vez más fuerte, el secuestro volvió a ser un dolor de cabeza para la ciudadanía, narcotraficantes y grupo terroristas han asestado sus golpes más letales desde la asunción de Cartes y el endeudamiento público prácticamente se ha duplicado.

    Lejos de luchar contra la corrupción y favorecer la tan mentada transparencia, el presidente ha apañado que gente de su entorno cercano incurra en asquerosos hechos de saqueo y abuso sin tomar cartas en el asunto. Ahí sigue campante el cuestionado Gral. Luis Gonzaga Garcete. Y no hay que olvidar que Cartes no ha tenido reparo alguno para mostrarse cercano a figuras señaladas por sus vínculos con el narcotráfico.

    ¿De qué gran gobierno hablan entonces quienes en nombre del pueblo dicen clamar por la reelección? Quienes andan en lujosas camionetas y perciben buenos salarios gracias al gobernante de turno es lógico que pidan que siga. Si no, que lo digan los stronistas que hasta ahora lloran por un tirano dictador asqueroso.

    A Cartes poco y nada le importan las cuestiones que realmente afectan a la ciudadanía.

    El país, como ya ha pasado en otros períodos presidenciales, ahora está parado porque todo el entorno del tendotá está preocupado en susurrarle al oído sus bondades y pedirle que siga en el gobierno, así se tenga que plantear una abierta violación a la Constitución Nacional, esa que para HC es un trámite engorroso y que para la clase política es un poco de papel que bien podría usarse en el baño.

    Y no está demás señalar el carácter autoritario no solo de Cartes sino de su entorno inmediato, muchos de los cuales forman parte de la tierna podredumbre stronista, crecidos bajo el amparo del régimen y amamantados con tenebrosidad.

    Pero el apoyo masivo del partido de gobierno está por darse a esta cuestión y desde la oposición son pocas las voces en contra, más aún porque un sector de la izquierda de la izquierda se vería favorecido.

    Solo nos queda a los ciudadanos rogar que Dios, si existe ese Dios en cuyo nombre Cartes pisó tantas veces su propia palabra, nos libre de la maldita reelección.

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