Visita de la princesa Mako

Un país que pretende seguir creciendo, no puede estar aislado del mundo, sino todo lo contrario. Debe enfocar sus esfuerzos en lograr y mantener buenas relaciones no solo con sus vecinos, sino con las naciones con quienes comulgue los mismos ideales de prosperidad. Japón es un ejemplo de alianza de amistad política, económica y comercial.

El resultado del esfuerzo por mantener estrechos vínculos en los aspectos políticos y comerciales, siempre será beneficioso no solo para que el país esté inserto en el mapa global sino, por sobre todo, para la gente. Como ejemplo que el país está abierto al mundopuede ser tomado el reconocimiento que ha recibido de varios organismos internacionales, como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la CAF, entes que han manifestado su confianza en el sistema político y económico con el respaldo que brindan en numerosos campos en créditos y donaciones.

Indudablemente, en este contexto de apertura del país al mundo, y las buenas relaciones que se tienen con varias naciones, se enmarca también la ilustre visita de la princesa japonesa Mako, que estará durante varios días en el país para recordar un histórico hecho político y económico: la inmigración japonesa a Paraguay desde 1936. Este año se conmemora el 80º aniversario de este acontecimiento que ha beneficiado tanto a Japón como a Paraguay.

Cabe mencionar que, según recuerda la Embajada de Japón en Paraguay, la inmigración japonesa al Paraguay comenzó el 15 de mayo de 1936, que –dice– es relativamente nueva con respecto a los demás países latinoamericanos (en México se inició en 1897, en Perú en 1899 y en Brasil 1908), cuando en el año 1934 el gobierno del Brasil promulgó una ley que limitó considerablemente el número de los nuevos inmigrantes a dicho país. En 1934, el director ejecutivo de la empresa Colonización Brasileira SA, Kunito Miyasaka, realizó su primera investigación en el Paraguay para el asentamiento de los japoneses, detalla la delegación diplomática. Agrega que al año siguiente, el gobierno del Japón envió al Paraguay una misión para indagar aún más detalles de las condiciones y finalmente decidió adquirir el terreno en la hoy denominada ciudad de La Colmena.

La historia cuenta que en abril de 1936, el Gobierno paraguayo otorgó su consentimiento a la empresa Colonización Brasileira SA para introducir al país a 100 familias de inmigrantes japoneses. Dicha empresa adquirió un terreno de aproximadamente 11.000 hectáreas en una llanura situada a unos 130 km al sureste de Asunción, estableciéndose así la colonia La Colmena. De esta forma se constituyó la base para recibir a los inmigrantes japoneses.

La representación diplomática cuenta, además, que el 12 de agosto de 1936, llegó desde el Japón el primer grupo inmigrante compuesto por 11 familias con un total de 81 personas, y hasta 1941, año en que se interrumpió la inmigración japonesa a causa de la Segunda Guerra Mundial, 123 familias con un total de 790 personas llegaron al Paraguay en busca de un nuevo horizonte.

Se cuenta que en 1959 se suscribió el Acuerdo para la Inmigración, entre los gobiernos del Japón y del Paraguay. Con este acuerdo se aprobó la incorporación inmigrantes en un lapso de 30 años. Al mismo tiempo, se suscribió un acuerdo de cooperación financiera de 3,8 millones de dólares para que el gobierno del Paraguay pudiera adquirir los barcos fluviales para la Flota Mercante del Estado.

En 1960, la JICA (denominada en ese entonces Corporación Pública de Servicios Emigratorios del Japón) adquirió terrenos en el sitio denominado Alto Paraná, hoy distrito Pirapó, en el departamento de Itapúa, donde se asentaron 26 familias japonesas y unas 87.000 hectáreas en Yguazú, del departamento de Alto Paraná, constituyendo la colonia más grande de inmigrantes japoneses. De acuerdo con la descripción de la Embajada de Japón, los inmigrantes japoneses en el Paraguay suman en la actualidad aproximadamente unas 7.000 personas, incluyendo a sus descendientes.

La embajada señala que si bien es cierto que del total de los colonos japoneses una pequeña parte se dedica al comercio e industria en algunas ciudades del país, la gran mayoría ha permanecido en las colonias, dedicándose a la agricultura y esmerándose en contribuir al desarrollo del Paraguay.

Siempre según los datos de la embajada, la mayor parte de los inmigrantes japoneses en el Paraguay se dedica a la agricultura, la cual representa aproximadamente el 1% de la población agrícola y, sin embargo, genera el 6% de la producción total de soja y el 19% de trigo en el país. Las actividades productivas de la población rural japonesa son extensas, abarcando desde los cultivos de corta duración hasta los permanentes, tales como hortalizas, cereales y cítricos. También se dedican a la avicultura.

Hay que señalar que estos datos nos demuestran que ciertamente, la visita de la princesa Mako al país, a decir del Gobierno, ratifica las buenas relaciones que existen entre Paraguay y Japón, y es una reafirmación de los compromisos asumidos por ambas naciones para potenciar la cooperación. El propio embajador de Japón en Paraguay, Yoshihisa Ueda, hace unas semanas, al confirmar la visita de la alteza imperial, señalaba que el objetivo es fortalecer los lazos de amistad, y como un gesto de agradecimiento por recibir con los brazos abiertos a los inmigrantes japoneses que hoy, ya como parte de la sociedad, contribuyen activamente en el desarrollo del país.

 

5 comentarios en “Visita de la princesa Mako”

  1. Debe sentirse orgullosa

    Visita nuestro país la princesa Mako, nieta del emperador japonés Akihito, hija del príncipe Akishino y de la princesa Kiko, que vino para participar de la conmemoración del 80º aniversario del arribo del primer contingente de inmigrantes japoneses a nuestro país. Estos pioneros se instalaron en una zona del departamento de Paraguarí conocida como Colonia La Colmena, dando así principio histórico a una larga y fructífera relación entre nuestro país y el imperio del Japón en las áreas económica y cultural.

    Cuando regrese a su patria, la princesa Mako puede hacerlo satisfecha, porque pudo verificar que sus compatriotas que llegaron al Paraguay desde el año 1936 fueron y continúan siendo ejemplos de laboriosidad y honradez. Donde fuera que se instalaran, sus colonos se dedicaron a crear condiciones favorables para una intensa labor de desarrollo agrícola, con tecnología apropiada, moderna y mejor aplicada.

    Los colonos japoneses –que llegaron en tres momentos sucesivos: 1936, 1953 y 1960– cultivaron empresarialmente soja, maíz, arroz y trigo; y más tarde impulsaron la producción de colza, girasol y avena. Introdujeron las más actualizadas técnicas en horticultura e hicieron que los consumidores paraguayos tuviesen en sus mesas ciertas legumbres, granos y frutas todo el año, y no solamente en temporadas, como era hasta entonces.

    Más recientemente, crearon granjas de producción avícola, piscicultura, e introdujeron la raza de bovinos wagyu, desarrollada en la ganadería japonesa, con fines de consumo interno, pero, principalmente, de exportación, diversificando de este modo ágil y dinámico su producción económica y ampliando sus horizontes de progreso.

    Actualmente, serían alrededor de diez mil personas de nacionalidad japonesa y descendientes de japoneses las que residen en nuestro país. Esto significa que los más jóvenes pertenecen ya a la quinta generación, siendo, la gran mayoría de ellos, productores primarios de gran potencialidad económica, demostrando virtudes esenciales como la contracción al trabajo, las buenas costumbres, la frugalidad, el ahorro y el aprendizaje permanente.

    No fue extraño, por consiguiente, que la forma de laborar y el conocimiento introducido por los colonos nipones en sus zonas de influencia directa en la agricultura y la horticultura, el modo de conservar y preparar alimentos domésticos, el mercadeo, la disciplina y continuidad necesaria en los métodos de labor para lograr buenos resultados, fueran factores que modificaron sustancialmente las anteriores condiciones técnicas en que se desempeñaban nuestros labriegos. En otras palabras, les enseñaron a muchos de los nuestros a trabajar la tierra de un modo diferente, más inteligente, intensa y provechosamente.

    También fueron capaces de surtir mejor y de manera sostenida nuestros mercados de consumidores con sus novedosos productos de huertas y granjas, de manera que debe agregarse a sus méritos el que también nos enseñaran a alimentarnos mejor, diversificando nuestras fuentes de nutrición con productos e ingredientes hasta entonces no conocidos. Estas enseñanzas, estos aportes a nuestra cultura, no poseen valor estimable en cifras, sino solamente en elogios y sentimientos de gratitud, porque modificar en sentido positivo la educación, la salud y la mentalidad de muchas personas es un beneficio de valor incalculable.

    La colectividad japonesa en el Paraguay integró, junto a otros contingentes de inmigrantes extranjeros que hallaron en nuestro país refugio, paz y condiciones favorables de tranquilidad para laborar, producir y prosperar, un sector poblacional de gente que se arraigó con facilidad y muy pronto comenzó a aportar al Paraguay sus mejores conocimientos y hábitos, creando condiciones culturales para un avance hacia la modernidad en nuestro ámbito rural. Así se fueron conformando sucesivamente las colonias Federico Chávez, Santa Rosa, La Paz y Fuji.

    La última instalación de colonos japoneses en nuestro país se concretó mediante convenios intergubernamentales, dirigida por la empresa Promotora del Exterior del Japón SA –antecesora de la actual Japan International Cooperation Agency (JICA)–, que adquirió los inmuebles rurales destinados a acogerlos. Nacieron entonces las colonias Pirapó, Yguazú y Piraretá, que muy pronto demostraron su capacidad de prosperar y de elevar el nivel de vida a su alrededor, hasta el punto de que hoy exhiben mejores índices de ingreso que la mayoría de las regiones productivas del país. Los campesinos paraguayos que aprendieron de ellos, que los imitaron, están hoy en día en una posición socioeconómica holgada.

    En general, los colonos japoneses y sus descendientes nacidos en esta tierra e integrados a diferentes sectores sociales demostraron siempre una conducta personal y colectiva pacífica, sensata, equilibrada y respetuosa de las leyes y normas sociales.

    La princesa Mako tiene mucho de qué envanecerse en lo que respecta al trabajo que sus compatriotas realizaron en el Paraguay, a la imagen que proyectaron aquí de la nacionalidad y culturas niponas, generando en los paraguayos el gran respeto y admiración que profesamos hacia su país y su gente. Los colonos japoneses del Paraguay y sus descendientes representaron al emperador y a la nación japonesa con gran altura y enorme sentido de dignidad y patriotismo. Esta es la buena noticia que la princesa puede llevar a sus padres y abuelos, y de la cual ella misma puede sentirse orgullosa.

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/editorial/debe-sentirse-orgullosa-1516944.html

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  2. Relación virtuosa

    Por Juan Augusto Roa

    En este 2016 se cumplen 80 años de la inmigración japonesa a nuestro país y el acontecimiento es profusamente celebrado con actividades sociales, culturales, deportivas, que se extienden a cada rincón del país donde existen ciudades y colonias japonesas, como La Paz y Pirapó y Federico Chávez (Itapúa); Yguazú (Alto Paraná) y La Colmena (Paraguarí) . La inmigración japonesa comenzó a mediados de la década del 30 del siglo pasado, pero cobró especial importancia, desde el punto de vista económico y social, en su segunda oleada inmigratoria, tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando el pueblo japonés, derrotado en esa brutal confrontación y llevando encima el estigma de ser el “enemigo” de los “vencedores”, era la visita indeseada en cualquiera de los países.

    Cuando vemos que en países del “primer mundo” cientos de personas que pretenden llegar huyendo de la guerra y la muerte –guerra y muerte creadas por intereses de las potencias– son rechazados y apaleados, esa experiencia del pueblo japonés con el Paraguay cobra especial connotación.

    Las circunstancias políticas y económicas posibilitaron que el Paraguay les abriera las puertas, y cientos de familias que buscaban un lugar donde vivir y trabajar en paz encontraron aquí tierra virgen y generosa que premia y devuelve con creces el esfuerzo de labrarla. Con una laboriosidad y disciplina de trabajo ejemplares, en poco tiempo lograron construir florecientes y modernas ciudades con todas las comodidades para vivir en medio de la inhóspita selva que encontraron a su llegada.

    Indudablemente esto es apreciado y valorado por el pueblo y el Gobierno del Japón y se expresa en esta amplia demostración de amistad que se viene desarrollando desde el año pasado y se corona con la visita de una figura tan significativa para el pueblo japonés, como es la representante de la Casa Imperial, la princesa Mako.

    Sin dudas, el relacionamiento entre ambos pueblos ha sido beneficioso y constructivo.

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  3. Colmenar de trabajo

    Por Aldo Eustacio Lezcano

    La Colmena recibió ayer con orgullo a su alteza, la princesa Mako. En el distrito ubicado en el departamento de Paraguarí el pasado no fue fácil para un grupo de japoneses que 80 años atrás llegaron al lugar en la búsqueda de una vida tranquila. Después de meses de viajes en barcos y luego en tren, las primeras 11 familias llegaban a Ybytymí.

    Allí tuvieron el primer tropiezo: se festejaba el día de un santo y nadie trabajaba. Amanecieron en la zona de la estación y recién al día siguiente consiguieron continuar viaje en lentas carretas. Abrieron las primeras picadas en una inhóspita zona boscosa de unas 11.000 hectáreas. Soportaron la carencia de pan, el vivir descalzos y con ropas remendadas.

    La lucha, el trabajo honesto, el sacrificio, la perseverancia de los pioneros y sus descendientes hoy se traducen en una floreciente comunidad. Las semillas del fundador Kunito Miyasaka no cayeron sobre piedras; germinaron en la tierra generosa de La Colmena, la más joven, la más productiva y con menor índice delictivo del departamento de Paraguarí.

    Es el resultado del trabajo tesonero, de la fusión de las sanas intenciones de dos razas con culturas totalmente diferentes, pero hermanadas en pos del desarrollo.

    El Nikei no tiene tiempo para cerrar rutas en búsqueda de regalías. El Japón invirtió en tecnología para fortalecer la productividad, muy diferente de las estrategias de mandamases paraguayos que reparten migajas con proyectos pilotos sin resultados sustentables y con el único afán de sumar votos.

    La Colmena es como el colmenar de las abejas: su gente trabaja y casi no existen zánganos que “patronean”; hasta el más pudiente que circula en 4×4, de sol suda de día y de noche duerme tranquilo. El verdor de los sembradíos causa muy grata impresión y muestra avances de kilómetros de ventaja de la ciudad más joven del noveno departamento en comparación con los antiguos pueblos estancados en el tiempo. En La Colmena se impuso la cultura del trabajo y es digno de ser imitado.

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  4. Paraguay, un cálido corazón de Sudamérica

    Por Kazuhiko Koshikawa

    Es para mí una inmensa alegría volver a visitar el Paraguay, un país bendecido por su vasta y fértil tierra y abundante agua, después de 18 años.

    La visita al Paraguay siempre es reconfortante para mí. La razón de esto radica en la relación amistosa que ha venido cultivándose a través de los años entre ambos países y la presencia en el país de los inmigrantes japoneses y de la comunidad nikkei, que constituyen la parte medular de esta relación de amistad.

    Comparando con lo que fue hace 18 años, se nota que el Paraguay está experimentando cambios sostenidos.

    El sector privado paraguayo se ha desarrollado firmemente mediante un largo período de estabilidad en la política macroeconómica y la política de economía abierta.

    Se puede apreciar que la infraestructura de transporte, tales como rutas y viaductos urbanos, han experimentado evidentes mejoras.

    Con solo observar los cambios que presenta el paisaje de la ciudad de Asunción, el bullicio de la gente y la construcción de nuevos edificios corporativos, se evidencia que el Paraguay se está desarrollando con pasos firmes.

    El año pasado ha visitado el país Su Alteza Imperial la Princesa Mako, para participar de los actos celebratorios del 80 aniversario de la inmigración japonesa, realizados en distintos puntos del país. Expreso mi más profunda gratitud por el afectuoso recibimiento que han brindado el pueblo y el gobierno del Paraguay en dicha ocasión.

    Además, la Honorable Cámara de Senadores ha resuelto, por decisión unánime de todos los partidos políticos, otorgar el reconocimiento “a los inmigrantes japoneses por la valiosa contribución y aporte al desarrollo y la prosperidad de la Nación”, hecho que indica la alta calificación que otorga el Paraguay a los inmigrantes japoneses.

    La cooperación económica del Japón para el Paraguay, que se ha extendido por un largo período teniendo como antecedente la presencia de los inmigrantes japoneses, fue verdaderamente fructífera, tanto en el aspecto cualitativo como cuantitativo.

    La JICA seguirá cooperando dentro de sus posibilidades, para responder a la solicitud del Gobierno paraguayo en las áreas de la agricultura e infraestructura económica. Además, es deseo de la JICA apoyar a las medianas y pequeñas empresas del Japón en su iniciativa de instalarse en el Paraguay.

    Personalmente, he tenido la oportunidad de asistir a la recepción ofrecida por el señor Toyotoshi, embajador del Paraguay en el Japón, por motivo del festejo del “Día de la Independencia” y la conmemoración del “80º Aniversario de la Inmigración Japonesa”. En dicha oportunidad, pude apreciar nuevamente la riqueza de la naturaleza y la cultura del Paraguay escuchando la polca paraguaya interpretada en arpa y contemplando el bello paisaje del Paraguay proyectado en la pantalla.

    En esta nueva visita, no solo deseo apreciar la buena música, sino también disfrutar del asado de la famosa carne paraguaya.

    Para finalizar, expreso mi gratitud al pueblo paraguayo y a la colectividad nikkei radicada en el país, por la ayuda brindada en ocasión del gran terremoto del 2011 que azotó a la Región Este del Japón.

    Desde lo profundo de mi corazón, “arigató”.

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  5. La gran lección que vino del Este

    En línea recta, la distancia que separa a Japón de Paraguay es de 17.873 kilómetros. Para tener cierta idea de esta magnitud, podríamos comparar con un viaje de Asunción a Ciudad del Este, que en línea recta representan 298,7 kilómetros (322 km por ruta). Es decir, ir desde la tierra guaraní al país del Sol Naciente sería casi lo mismo que hacer 30 viajes ida y vuelta a la capital de Alto Paraná, claro sin tener en cuenta el “pequeño” detalle del Océano Pacífico.

    A pesar de que la separación física entre ambos pueblos es considerable, hay que reconocer que mucho más lo es el aspecto cultural, el educativo, incluso el de los valores.

    Ambos gobiernos celebran este año el centenario del inicio de las relaciones de amistad y cooperación entre esa pequeña isla asiática y la que se encuentra en medio de Sudamérica. Como parte de los festejos, hace apenas unas horas 100 arpas paraguayas (una por cada año) sonaron en el Festival Camino a Latinoamérica, en Odaiba, una isla artificial que se encuentra en la bahía de Tokio.

    Bueno, ya que mencionamos la capital nipona, podríamos enriquecer este espacio y mencionar, por ejemplo, que la palabra “nippon” proviene del chino y significa “origen del Sol”, de ahí que los de la plataforma continental llamaran así a los japoneses, cuyo país se encontraba al Este, de donde sale el Astro Rey. Otro dato curioso en el ámbito cultural, que también tiene relación con Paraguay, es que en Tokio ya existe una chipería para que los guaraníes se deleiten con su tradicional comida típica y de paso la conozcan los “nipones”.

    Sin embargo, a pesar de que ya han transcurrido 100 años del inicio de las relaciones bilaterales, los deliciosos frutos de esta amistad son escasos si descartamos las cooperaciones monetarias desde allá hacia acá o el gran aporte que realizó y sigue realizando la colectividad japonesa en Paraguay con la fundación de prósperas colonias y otras obras.

    Y es que hay tanto, demasiado aún por aprender de esta gente. Para empezar, en el plano educativo, mientras que acá se forman comisiones para protestar porque las aulas se caen a pedazos y ciertos funcionarios lucran de forma deshonesta con lo que le debería corresponder a los niños, en Japón los pequeños alumnos desde su más tierna infancia son inculcados en la disciplina, el respeto y la honestidad, valores olvidados en los planes curriculares de Paraguay y suplantados con “importantes” debates de género.
    Lo primero que aprenden los chicos en Japón es sobre aseo y pulcritud. Ellos no ven como algo denigrante que sus maestros les enseñen sobre mantener limpio el baño… mientras que acá ni siquiera de adultos sabemos para qué sirve un basurero.

    Otro valor a destacar es la honestidad del pueblo japonés que, incluso en las horas más desgraciadas de su historia, como el gran tsunami del 2011 que se cobró la vida de casi 16.000 habitantes, no se reportó ni un solo robo ni saqueo. Sin agua, sin medicamentos, con las casas destruidas y una central atómica a punto de explotar, ningún ciudadano se aprovechó de lo que no le correspondía.

    Es más, a diferencia de aquí, donde los polibandis compiten con los narcobandis y los coimeros del gobierno –como el reciente caso descubierto en Detave– o los sicarios juegan al tiro al blanco con los seres humanos en la frontera norte, la Policía japonesa se dedica a guiar a los turistas para no aburrirse.

    Sí, hay tanto que aprender. Ni siquiera la historia nos favorece si tenemos en cuenta el pasado bélico. Paraguay perdió la gran guerra que devastó el país en 1870, hace ya 149 años, y todavía no se recupera. Podríamos excusarnos diciendo que en 1935 finalizamos otra guerra, esta vez con Bolivia. Y aunque no perdimos, el proceso de resurgimiento ya lleva 84 años… y sigue pendiente.

    La más reciente y gran experiencia de contienda épica de Japón se remonta al año 1945, diez años después de nuestra Guerra del Chaco, sin embargo ellos desde hace años son potencia mundial, tanto económica como tecnológicamente. Y eso que tuvieron que soportar nada menos que la detonación de dos bombas atómicas sobre sus ciudades. Y las reconstruyeron.
    Una de las lecciones más destacadas de las que deberíamos tomar nota es la reciente abdicación del emperador Akihito. Esta semana, después de 30 años de era Hesei (“Logrando la paz”), Naruhito toma la posta inaugurando la era denominada Reiwa, que significa “Bella armonía”.

    En 1989 Akihito debió ocupar el trono tras la muerte de su padre Hiroito y en tres décadas llevó al país a la cumbre de la prosperidad. Pero la lección destacada, a pesar de ser muy importante, no es precisamente el logro superlativo como emperador, sino la enseñanza que deja como gobernante, un ser humano que entendió que llegar al máximo sitial significaba un compromiso con millones de personas y lo cumplió. Pero también comprendió que esa pesada carga era transitoria y con humildad se la cedió a su hijo.

    Los efluvios del poder no embriagaron a Akihito, muy por el contrario, una de las grandezas que lo engalanan fue la humildad de su gobierno, al punto de que pidió disculpas ante China por los abusos cometidos por el ejército nipón durante la ocupación en China.

    Tras 30 años de servir a su pueblo con esmero y honestidad, entregó la posta, hecho incomprensible entre la clase política paraguaya que asume tronos que no les corresponde para recibir loas, también inmerecidas. Hay ejemplos de políticos que hace 30 años están en el ejercicio de la función pública y no tienen de qué sentirse orgullosos. Menos por colocar a sus hijos para que también sigan haciendo nada… más que llenarse los bolsillos a costa de incompetencia y de dolor de los menos favorecidos.

    Hay tanto por aprender, aun en el gesto de despedida de un avejentado, pero satisfecho emperador japonés. En línea recta a Paraguay y a Japón les separan mucho más que 17.873 kilómetros. Es que Japón tuvo hombres comprometidos con su pueblo y Paraguay tiene demasiados políticos comprometidos con su sueldo.

    por Alex Noguera

    https://www.lanacion.com.py/columnistas/2019/05/04/la-gran-leccion-que-vino-del-este/

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