Políticos vividores

Parece claro que no es lo mismo vivir para la política que vivir de ella: lo primero supone una vocación de servicio a la comunidad, y lo segundo, el afán de enriquecerse a costa de ella. Resulta evidente, también, que muchos de quienes en nuestro país se dedican a los asuntos públicos no lo hacen para iluminarlos con su sapiencia, sino para percibir los sueldos mensuales contemplados en el presupuesto, y, sobre todo, para ligar las recaudaciones derivadas de la corrupción gubernativa y del tráfico de influencias. Es decir, viven –y muy bien– de una actividad que, debiendo ser noble, es considerada hoy por el común de los ciudadanos como casi delictiva, debido a que a ella se ha volcado una verdadera gavilla de voraces sinvergüenzas.

En efecto, la experiencia indica que la política es un “negocio” muy lucrativo, que ha llevado a la rápida opulencia a personajes tales como el exministro y expresidente de la República Nicanor Duarte Frutos, los senadores Víctor Bogado, Zulma Gómez, Blas Llano, Juan Carlos Galaverna y Juan Darío Monges, el diputado Clemente Barrios, el clan Samaniego en Asunción y el clan Zacarías en Ciudad del Este, por citar solo a algunos de los nuevos ricos que siguen haciendo “política”.

El novato que quiera ingresar a la actividad debe saber quiénes son los caciques a los que conviene rendir pleitesía y aportar fondos para conseguir algún puesto promisorio en una “lista sábana” de candidatos al Congreso o a las Juntas Municipales y Departamentales. Si se aspira a un cargo ejecutivo, la inversión requerida será desde luego bastante mayor, pero también lo será la rentabilidad buscada.

De esta manera, para ingresar en la política es imprescindible tener de entrada buen dinero, ya que las campañas electorales resultan bastante costosas. Pero está comprobado que, una vez dentro de ella, las oportunidades de recuperar lo invertido y acrecentar el patrimonio son infinitas, lo que permite la frecuente aparición de meteóricos nuevos ricos provenientes de la función pública a la que se ingresó no por méritos, sino por el respaldo de algún poderoso padrino.

La vía más efectiva a recorrer es ocupar un cargo en Aduanas, en Conatel, en Puertos, etc., mediante el padrinazgo adecuado y sacarle el jugo para acumular los recursos que permitan “llegar” al Congreso, donde se logrará inmunidad parlamentaria para blindarse contra la intención de algún fiscal o juez impertinente que quiera investigar o juzgar al nuevo legislador. O bien, y como hasta ahora las elecciones internas escapan al control legal, se puede aceptar la donación que haga uno o más narcotraficantes, aunque luego el que la reciba se constituya en un esclavo de estos delincuentes. El endeudamiento es el último expediente al que se puede apelar para conquistar un “espacio político”, y sería el más aceptable si no fuera porque generalmente se pretende amortizar el crédito con los ingresos ilícitos obtenidos luego en la función pública.

Desde luego, hay quienes viven para la política, pero son la excepción que confirma la regla. Tan pervertida se halla esa ocupación que está muy difundida la creencia de que es preferible votar por un candidato ya adinerado porque seguramente no necesitará robar. No hay que subestimar la fuerza de la tentación ni olvidar que un presidente de la República, un gobernador o un intendente de los que se espera que sean honestos porque ya gozan de cierta posición económica, pueden creer necesario contar con el apoyo de los corruptos que están en los órganos colegiados y en la administración, con lo que nuevamente quedan prisioneros del aparato podrido por la deshonestidad.

La política ofrece también variadas oportunidades mediante cargos de nombres rimbombantes pero de escasas obligaciones. Como ejemplos tenemos a los parlamentarios del Mercosur (Parlasur), que a sus salarios, equivalentes a los de los legisladores nacionales, agregan sus viajes de turismo para “asistir” a reuniones en el exterior que no arrojan absolutamente nada útil para nuestro país.

Es ilusorio en el Paraguay pensar que quienes ejercen cargos electivos lo hacen por el honor que implica gozar de la confianza de los conciudadanos. Es indudable que el solo hecho de percibir regularmente fondos públicos bastante generosos puede hacer que la “política” sea atractiva. Lo condenable es que, a más de los salarios, los políticos han creado una telaraña de rebusques extraoficiales que los vuelven inmensamente ricos. Muchos carecen de profesión alguna, no han trabajado en su vida, pero con lo que rapiñan en la política amasaron verdaderas fortunas en tiempo récord.

Son contados con los dedos los políticos profesionales que han dado lustre a su noble tarea, mientras pésimo ejemplo da la mayoría a aquellos jóvenes que pretenden ingresar a la política con vocación de servicio a la patria y a sus semejantes.

Los ciudadanos y las ciudadanas deben aprender a distinguir entre los auténticos políticos y los muchos avivados que hoy se disfrazan de tales para llenarse los bolsillos, convirtiéndose en vulgares delincuentes, y tener presentes sus rostros para no votarlos más en las próximas elecciones. Hay que expulsar de la política a los corruptos.

http://www.abc.com.py/edicion-impresa/editorial/politicos-vividores-1510883.html

16 comentarios en “Políticos vividores”

  1. ¿Qué estarán haciendo Gondra o Eusebio Ayala?

    Efraín Alegre volvió a la escena política cual Mesías descendiendo de los cielos. Como el “Salvador” del liberalismo y hasta de la Patria, implacable, presto a desatar su ira contra todo aquel que tan solo pensara en desviarse del recto camino, como se lo pinta a Dios en el antiguo testamento. Desde el primer día de su retorno, su prédica giró en torno a la necesidad de oler a oveja, estando “cerca de la gente” y a denostar contra el Gobierno, estando “lejos de Cartes”. Sus antecedentes son espantosos, pero por una serie de circunstancias, entre las que se destacan la larga crisis que arrastra el liberalismo y la muy flaca memoria de una parte de sus bases, terminó siendo ungido como presidente de su partido, convencido de que esto lo catapultaría al Palacio de López. Claro, esto último solo hace parte de sus utopías, porque cargando sobre las espaldas con “la ruta de la mentira” y teniendo como “escuderos” a José “Pakova” Ledesma y a un desquiciado que maltrata a mujeres, como Luis Aníbal Schupp, con certeza no llegará ni a la vuelta de la esquina.

    Lo que resulta sorprendente no son las pretensiones de Alegre, ni de quiénes se rodea, pues al fin y al cabo todos tienen derecho a soñar y, aunque resulte reprochable, a elegir malas compañías; sino que el “soñador” ni siquiera está imputado por casos de público conocimiento, como “la ruta de la mentira”, cuando en realidad hace tiempo ya debió ser enjuiciado y condenado a pena carcelaria por ese y otros motivos.

    Ayer nomás, su correligionario y senador, Blas Llano, se refirió públicamente al tema, recordando que durante la gestión de Efraín al frente del Ministerio de Obras Públicas (MOPC), en el Gobierno de Fernando Lugo, desembolsó granes sumas por trabajos que no se realizaron en aquel entonces, como el tramo que ahora une Caaguazú-Vaquería-Yhú. Fue una estafa monumental a las arcas del Estado. Su deliberada mala fe se demuestra en el solo hecho de haberle favorecido con la adjudicación a una empresa que no estaba calificada para el efecto, a lo cual se suma que cuando ésta se “borró”, tampoco activó el seguro que siempre existe en este tipo de contratos, por lo cual el país sufrió un enorme daño a su patrimonio.

    Sin embargo, su proceder delictivo no se limitó a “la ruta de la mentira”. Como ésta, también autorizó el desembolso de montos millonarios para desarrollar otros emprendimientos que hasta ahora brillan por su inexistencia, como los que tenían que llevarse a cabo en Ñeembucú, tal como denunciara recientemente el titular de la ANR, Pedro Alliana. Y como si lo mencionado fuera poco, la propia Contraloría General de la República detectó en la administración de Efraín, en un año de ejercicio, un faltante de G. 40.000 millones, que al cambio de la época representaban alrededor de 10 millones de dólares.

    Sin lugar a dudas, personalidades del liberalismo como Manuel Gondra, Eusebio Ayala y José P. Guggiari, entre muchos otros, deben estar revolcándose en la tumba al observar quién detenta las riendas de la organización que ellos hicieron grande: Un maleante como pocos, quien de mantenerse en la presidencia del PLRA demostrará muy pronto que no es su “Salvador”, sino su sepulturero.

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  2. El raterismo

    Por Alcibiades González Delvalle

    En muchos restaurantes europeos –muy deseados– los mozos o camareros no trabajan por el salario sino por la propina. Pasa lo mismo con los ministros del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE), Jaime Bestard, Alberto Ramírez Zambonini y María Elena Wapenka. Un trío formidable que además del sueldo se hacen de propinas.

    Por de pronto, tenemos que agradecer a los constituyentes de 1992 este artículo, el 275: “El Tribunal Superior de Justicia Electoral estará compuesto de tres miembros…” ¿Se imagina usted si hubieran sido siete o nueve?

    La forma en que estos ministros roban al contribuyente nos llena de estupor como país con tantas necesidades. En rigor, ni siquiera es robo. Es un mero raterismo. ¿No es raterismo inventarse viajes para cobrar viáticos?

    Piensa uno cómo es posible arrastrar por el suelo la dignidad de una delicada función que sostiene a la democracia.

    ¿Qué rostro ponen los ministros cuando le hacen comparecer a un subalterno para ordenarle el pago por un trabajo que no hicieron? ¿Qué cara ponen los funcionarios cuando les entrega el dinero a sabiendas de que es un robo? ¿Cuál es el grado de complicidad de quienes cumplen la orden? ¿Se quedan con el vuelto? De todos modos, la autoridad moral de los ministros es absolutamente nula y sólo sirve para alentar la anarquía moral en la institución.

    Después de la revelación del escándalo tales ministros no deberían quedarse ni un segundo más al frente de una entidad creada para velar por la transparencia de la voluntad popular en los comicios.

    Si fuesen sólo uno o dos los ministros corruptos, habría todavía esperanza de que uno salvase, de algún modo, la confianza del pueblo. Pero que los tres se asociaran para delinquir ya es demasiado.

    En su edición del martes, el diario ABC Color nos hizo saber que Bestard, Zambonini y Wapenka reconocieron ante la Contraloría General de la República que percibieron viáticos “en forma sistemática” por viajes que nunca realizaron. Como a mayor distancia más dinero, los ministros se inventaban sitios lejanos para cobrar más. ¿No es raterismo?

    Por dar algunos ejemplos: El titular de la Justicia Electoral, Jaime Bestard, se encontraba en México del 3 al 7 de mayo del año pasado. Al mismo tiempo, “participó” de una reunión con funcionarios distritales de Ñeembucú.

    María E. Wapenka estuvo en Lima, Perú, y Quito, Ecuador, del 18 al 22 de mayo. Al mismo tiempo se encontraba en el interior de nuestro país. Del 1 al 4 de julio estuvo en Cuzco, Perú. Sin embargo, en la planilla (para el cobro del viático) figura que Wapenka en ese tiempo estaba reunida con funcionarios en Caaguazú.

    Ramírez Zambonini se encontraba en Centroamérica del 27 de febrero al 2 de marzo. Al mismo tiempo, aparecía en la planilla (para el cobro de viático) que se encontraba en Alto Paraná. Ninguno de los ministros “asiste” a una reunión de trabajo en San Lorenzo, Luque o Areguá.

    Los casos citados –de los muchos que se podrían dar– ¿no son raterismo?

    Estos y otros hechos corruptos suceden por la sencilla razón de que no se los castiga. La impunidad es la que tiene a nuestro país en la postración. Se roba, como hacen los ministros de la Justicia Electoral, porque los autores saben que la ley no les alcanzará.

    También en otros países se roba el dinero público, pero si llegare a trascender, el funcionario o el político responsable pierde su carrera. Uno se pregunta cómo podría estar todavía en tan altas funciones Ramírez Zambonini. Entre otras perlas, su tesis para acceder al doctorado se demostró que fue un plagio. Hace poco tiempo un ministro alemán había hecho lo mismo, pero renunció apenas llegó el caso a la opinión pública. Tuvo vergüenza. Y vergüenza es lo que les falta a nuestros corruptos.

    Los ministros de la Justicia Electoral no cobran el sueldo mínimo. Bestard gana casi 44 millones de guaraníes; Ramírez Zambonini y Wapenka un poco más de 44 millones. Mensualmente. Es mucho dinero. A esas sumas deben agregarse los viáticos por viajes que pueden probar, y sobre los que nunca rinden cuenta. Pero aun así se dedican al raterismo.

    Uno se pregunta cómo pueden estar todavía al frente de la institución. La respuesta posible es el apoyo político y judicial que les favorece en todo. ¿A cambio de qué? De más corrupción.

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  3. La Justicia, esclava de la clase política

    En febrero último, la ciudadanía se enteró de que en la Justicia Electoral se robaban fondos públicos previstos para el pago de viáticos y de que los principales beneficiarios fueron nada menos que los miembros del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) Jaime Bestard, Alberto Ramírez Zambonini y María Elena Wapenka. Desde entonces transcurrieron seis meses sin que ni el Ministerio Público ni el Congreso hayan tomado ninguna medida con respecto a ellos. Ramírez Zambonini fue imputado solo por haber inducido a sus subordinados al cobro indebido de honorarios, pero no así por el delito de lesión de confianza. Al igual que su colega Bestard, hace unos días devolvió al erario 40 millones de guaraníes cobrados ilícitamente entre enero y diciembre del año pasado, mientras Wapenka reintegró poco después 50 millones percibidos en el mismo periodo. Es decir, estos magistrados admitieron de hecho haber delinquido al cobrar cada mes un sobresueldo para solventar los gastos de traslado a eventos que nunca se realizaron. Para el efecto, los subordinados emitían documentos públicos de contenido falso, convirtiéndose en cómplices.

    Hasta la fecha, los fiscales de Delitos Económicos Hernán Galeano y Silvia Cabrera no han imputado a las máximas autoridades de la Justicia Electoral, con el pretexto de que sería una causa muy compleja en la que son muchos los funcionarios investigados. Es claro que no necesitan concluir las investigaciones en curso con respecto a 74 funcionarios que también cobraron viáticos, para tener desde ya indicios vehementes sobre la responsabilidad penal de Bestard, Ramírez Zambonini y Wapenka. Tampoco podrían aducir que necesitan indagar si los hechos punibles que se les atribuyen empezaron antes de 2015, lo que obviamente resulta del todo presumible, pues la imputación podría ampliarse más tarde. Como no debe excluirse alguna confabulación que apunte a la impunidad, el hecho de que se hayan devuelto las sumas percibidas ilegalmente no debe servir para alegar que ya no existe un daño patrimonial y que, en consecuencia, la apertura de la causa sería improcedente. El llamado procedimiento abreviado, que permite eximir de una pena privativa de libertad a quien repara el perjuicio causado, implica un juicio previo, así que de todos modos esos caraduras deberán sentarse en el banquillo de los acusados. Devolvieron el dinero mal habido en 2015 como una maniobra para evitar ser enjuiciados y no porque teman a la opinión pública ni, mucho menos, porque se hayan arrepentido de sus fechorías continuadas.

    No debería sorprender que con el paso que dieron obtengan el resultado que pretenden, considerando que la Justicia Electoral es un botín de la clase política.

    Todo indica que, pese a todas las irregularidades reveladas en los últimos tiempos en su seno, los legisladores están muy satisfechos con la gestión del TSJE. Es que siempre este tribunal ha estado dispuesto a mantener con generosidad a sus respectivos operadores políticos. Se comprende, entonces, que en el Congreso no abunden las críticas a los tres magistrados “distraídos” y que a ninguno de sus miembros se le ha ocurrido hasta ahora promover un juicio político por delitos cometidos en el ejercicio del cargo o, al menos, por mal desempeño de funciones. Los políticos guardan un profundo silencio sobre Bestard, Ramírez Zambonini y Wapenka, como si lo que hicieron fuera irrelevante y no estuviera incurso en el Código Penal.

    El fiscal general del Estado no puede desconocer esta situación, por lo que cabe suponer que forma parte de la maquinaria fiscal-judicial que protege a los impresentables integrantes del TSJE con la intención de preservar el statu quo en esta institución, en la que se retribuyen favores a los legisladores y otros padrinos políticos.

    Si el Congreso no se inmuta ante tan detestable práctica de los miembros del alto tribunal, es de suponer que está satisfecho con ellos. Cabe pensar que también lo está el Poder Ejecutivo, lo que podría atribuirse a la confianza de larga data que el presidente Horacio Cartes tiene depositada en el magistrado Bestard, otrora apoderado del Movimiento Honor Colorado ante el Tribunal Electoral de la ANR. El turbio entramado parece dar al TSJE motivos suficientes para sentirse tranquilo, pues tiene las espaldas cubiertas nada menos que por los Poderes Ejecutivo y Legislativo, así como por el Ministerio Público.

    El 12 de agosto, la Contraloría General de la República confirmó que empleó 827 millones de guaraníes, que debían destinarse a la compra de pasajes, para pagar alojamientos, cenas y traslados de observadores extranjeros de los últimos comicios municipales. La malversación salió a la luz pública en mayo de este año, sin que en su momento los fiscales de Delitos Económicos hayan movido un dedo para imputar a Bestard, presidente del organismo electoral y, por lo tanto, ordenador de gastos. Por las razones apuntadas, es dudoso que el referido informe les induzca esta vez a hacer algo que pueda afectar aún más al alto magistrado.

    Los fiscales ponen todo el empeño cuando persiguen a ladrones de gallinas, pero sienten parálisis cuando deben investigar a intocables con respaldo político. Tal como están las cosas desde hace mucho tiempo, saber distinguir entre paraguayos de primera y de segunda es una condición indispensable para representar a la sociedad ante los órganos jurisdiccionales del Estado.

    Los ciudadanos y las ciudadanas no deben permanecer indiferentes, sino reclamar públicamente en las calles el saneamiento del vergonzoso TSJE.

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/editorial/la-justicia-esclava-de-la-clase-politica-1510625.html

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  4. Legisladores, ciudadanos de primera

    Los legisladores continúan sorprendiendo a la sociedad nacional, a los electores, con el incremento progresivo de los beneficios que se autoasignan, todos cargados sobre las espaldas de los contribuyentes, por supuesto, porque de los bolsillos de ellos no sale nada. Son ciudadanos de primera, frente a los de segunda, el resto de la población. Mientras tanto, sus actuaciones se vuelven cada vez más controvertidas y repudiadas por la ciudadanía.

    En los últimos días, la prensa viene publicando que, en el caso de los diputados, sesionan los miércoles para tener, ya desde allí, el resto de la semana libre para sus actividades privadas. Los senadores sesionan los jueves, y desde ese día también ya tienen unas largas vacaciones semanales. Muy diferente de Juan Pueblo, que debe romperse el lomo durante toda la semana para pagarles sus suculentos sueldos.

    Nuestros legisladores tienen otras numerosas ventajas. No pagan sus asesorías personales; tampoco los gastos de sus medios de transporte particulares, pues reciben generosa y hasta excesiva cantidad de combustible y gastos de servicio para sus vehículos; el Estado les paga su seguridad, sus atenciones de salud, les obsequia generosos viáticos para viajes de placer en primera clase y hoteles cinco estrellas, paseos, la gran mayoría de ellos disfrazados de “misiones oficiales” o a los que concurren como autoinvitados, pues se trata de seminarios y congresos (que ellos mismos buscan y seleccionan en internet) de los que nuestro país no saca ningún provecho, y casi siempre ni ellos mismos, salvo el placer de pasar unos días en algún resort de gran lujo, en sitios de gran predicamento turístico; porque, si uno se fija en esos viajes de los congresistas, ninguna de estas reuniones suele realizarse en alguna ciudad “seria y aburrida”, de esas donde realmente se trabaja.

    Recientemente, salió a la luz que se destinan hasta nueve policías por cada parlamentario. Además de estos agentes de custodia personal, tienen asesores y asistentes, secretarias, ordenanzas, choferes y camareros. También se autoadjudicaron una clínica médica propia y exclusiva, con un privilegiadísimo seguro médico, y sus cupos de combustible alcanzan nada menos que 5.000.000 de guaraníes mensuales para cada uno, para asistir a unas pocas sesiones plenarias o reuniones de comisiones por semana.

    Estos desfachatados se hacen pagar por el contribuyente sus guardias policiales personales como si no ganaran suficiente para costear su propia seguridad particular, si la consideraran necesaria, ya que actualmente están percibiendo 32.000.000 de guaraníes como salario, cantidad muy superior a la que gana el común de los mortales.

    Según información oficial de la Policía, esta institución provee a los senadores 197 agentes de orden público, y 146 a los diputados. ¡Ni que estuvieran acosados por los enemigos de la democracia! ¡O marcados por el ISIS! Puede que tengan enemigos de otra laya, que se ganaron durante la consumación de sus trapisondas, pero para protegerse de estos tienen que contratar custodios particulares y pagarles de sus bolsillos. Porque si los legisladores necesitan hasta nueve custodios policiales, no deben ser muy “buenas fichas”. Cabe la pregunta: ¿cómo llegaron estos impresentables al Congreso? Ya quisiera el ciudadano común, ese que todos los días está acosado por la delincuencia, uno solo de estos policías en su cuadra, ya no decimos frente a su vivienda.

    Por otra parte, es necesario ver con toda sinceridad cuál es la realidad de nuestro actual medio político, porque, a decir verdad, ¿cuándo y cuántos riesgos físicos fueron denunciados por los senadores y diputados en nuestro país últimamente, en un medio donde la gente no identifica visualmente a la gran mayoría de ellos y, por tanto, mucho menos se les ha de amenazar o poner en riesgo su integridad física? En efecto, no se conocen casos de que algún legislador haya sido seriamente coaccionado o atacado por causa del ejercicio de sus funciones en el Congreso. Porque si, ocasionalmente, algunos reciben una amenaza riesgosa o una agresión física dignas de ser tomadas en serio, suele ser debido a que están metidos en negocios paralelos, generalmente clandestinos, ilícitos o simplemente peligrosos, debido a las malas compañías de las que suelen rodearse para estos menesteres.

    Es cierto, los policías que se asignan a políticos y altos funcionarios no solamente los custodian a ellos, sino que también hacen de acompañantes de las parejas, de choferes de los hijos, y vaya a saberse qué otras tareas indignas se les induce a realizar.

    Entretanto, en las calles cada vez más hace falta personal policial para desalentar el crimen y auxiliar a los que todos los días son víctimas de asaltos y agresiones. Los casi cuatro centenares de policías que custodian a legisladores en este momento serían de gran utilidad cubriendo grandes espacios vacíos de seguridad pública en el área metropolitana de la capital y ciudades conflictivas como Ciudad del Este y Pedro Juan Caballero.

    Estamos así ante esta tremenda afrenta por la cual los policías, los médicos, los paramédicos y los recursos económicos que deberían estar cubriendo las necesidades de la ciudadanía son desviados para provecho de unos ciudadanos de primera, como son los legisladores, que constituyen una suerte de nobleza dentro de un Estado pervertido por la inmoralidad y la codicia de políticos que, en su inmensa mayoría, se revelan como meros aprovechadores, mediocres y, muchos de ellos, corruptos.

    Si es que nosotros, los ciudadanos y las ciudadanas, continuamos impasibles ante estas verdaderas bofetadas que nos propinan nuestros “representantes”, y no los repudiamos y les negamos nuestros votos en las próximas elecciones, no nos quejemos después de que nuestro país continúe a los tumbos, en manos de esta casta de inescrupulosos privilegiados que todos los días se nos ríen en la cara.

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  5. La risa del señor bufón

    Cuando pasé al lado de los invitados escuché que hablaban de bufón y pensé que se referían al arquero de la selección italiana, Gianluigi Buffon. Me equivoqué. Un hombre había preguntado a los demás si sabían qué era un bufón. Como nadie quería quedar en ridículo, esperaron a que el elegantemente trajeado comensal respondiera con un típico tono de extranjero a su propia pregunta. Fue el inicio de un monólogo de lo más extraño.

    Según explicó, bufón se denominaba a las personas que tenían el talento de hacer reír. Históricamente eran enanos o deformes a los que se les permitía decir lo que nadie se atrevía, incluso burlarse de los poderosos, hasta del mismo rey, pues de esa manera les recordaba a los encumbrados que también eran mortales y no dioses, lo que frecuentemente sucedía en el régimen monárquico.

    Luego recordó a los presentes que en la antigüedad los reinos estaban divididos en varios condados en los que los “señores” debían fidelidad al rey. Cada noble era una especie de subrrey que tenía vasallos, castillo, su propia corte y que en caso de peligro debía prestar su ayuda al reino. Vaso en mano, la exposición sufrió una mutación para convertirse en una tesis científica-filosófica en la que el estado feudal se repetía en la actualidad sin que nadie se percatase, ya que “la historia es cíclica”, enunció.

    “En mi país hoy día tenemos varios condados dentro del reino -dijo- y cada noble hace lo que quiere. La cara de incredulidad del improvisado auditorio le hizo entender que el nivel de su intelectualidad debía descender y cambió de estrategia.

    El Parlamento, por ejemplo, es un condado que está regido por los cortesanos llamados funcionarios, quienes tienen sueldos altísimos y apenas trabajan. Inventan sofisticados cargos para elevar su estatus, pero su verdadero trabajo consiste en hacerles creer a los “nobles” parlamentarios que son dioses. Así viven en las alturas, lejos de la realidad, incumpliendo con la lealtad que deben a los que los eligieron y avergonzando su condición”, opinó.

    Recordé los escándalos en los diarios en los que publicaban a ciertos “representantes” que abusaban de su fuero para evadir la justicia, otros que con un peluche faltaban el respeto a sus pares en plena interpelación, otros que dormían, otros que se metían la mano dentro de los pantalones y hasta uno con tarjeta roja, gorro y vuvuzela. Me pregunté de qué país sería el expositor y agucé el oído.

    Continuó: “En el reino de donde vengo, es decir en mi país, la justicia tiene no un castillo sino un palacio y la corte se llama suprema porque se cree lo máximo. Sin embargo, el índice de morosidad judicial es algo del cual no pueden jactarse, sino más bien apenarse. Ese condado es autárquico y maneja discrecionalmente sus recursos sin rendir cuenta a nadie. Funcionarios y abogados son expertos en el arte del engaño”.

    Uno de los presentes murmuró: “Como aquí, donde antes de fin de año ya comienza el tradicional paro de funcionarios que piden aumento de sueldo para que esa huelga empalme con la feria judicial y las vacaciones duren varios meses”. Me pregunté de dónde sería este nuevo “opinólogo” que había alzado su voz.

    “Así es queridos amigos -retomó el orador principal-. En el reino de donde vengo hay muchos condados mimetizados que persisten sin llamar la atención, a la sombra. Uno muy poderoso es el de la Policía”, anunció, y creí que había delatado su nacionalidad norteamericana cuando narró que allá el rango de brutalidad policiaca llegaba a la muerte de civiles.

    Imaginé los hombres de color asesinados y las manifestaciones pro y antirracistas. Pero no, el hombre no era del norte porque enunció la complicidad en el tráfico de estupefacientes, así como el cobro de guardias privadas que realizaban en horario de trabajo, desatendiendo la seguridad de interés público.

    El extranjero redondeó su hipótesis reiterando la existencia de más roscas invisibles de poder y desafió a la tribuna para que develara más de este tipo de nobles. Algunos tímidamente preguntaron: “¿La Justicia Electoral?”, “¿Los partidos políticos?”, “¿Los sojeros?”, “¿Los árbitros?”, “Los narcos?”.

    La respuesta fue: “Cada condado tiene sus vasallos, sus nobles y sus mendigos, tiene sus cortes y cortesanas, tiene sus cotos de caza y sus privilegios, así como gusanos en la tierra y arcoíris en el cielo. Pero lo que nunca debe faltar es el bufón, ese ser contrahecho que teje risa y burla para crear ñandutíes de conciencia. Un condado sin su bufón hace que el señor se crea dios y los cortesanos funjan de señores”.

    Por Alex Noguera

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  6. Privar a un niño de comida, lo peor

    En el año lectivo del 2015, cerca de 2.500 alumnos de distintas instituciones educativas de Mariano Roque Alonso accedieron a la alimentación escolar. Sin embargo, este año la Municipalidad no dio todavía ni un plato de comida, pese a que ya recibió unos 360 millones de guaraníes a ese efecto, según informe del Ministerio de Hacienda.

    Por lo visto la administración de Heriberto Mármol cuidó bien ese aspecto e invirtió bien esa plata en la atención a los chicos. Desde el 2013 la comuna recibió los recursos del Fonacide y es evidente que se administró bien hasta el año pasado. Pero en este 2016 ya no se sabe que realmente se hizo de toda la plata, que en total ya se recibió (de enero a julio) más de 1.000 millones, según Hacienda.

    Hoy la comunidad educativa extraña al exintendente, pese a que en su momento fue también cuestionado. Pero como dice el refrán… “no se valora lo que se tiene hasta que se pierde”. En tanto que una educadora enfatizó: “Éramos felices y no lo sabíamos”, reflejando nostalgia y debido a la realidad actual.

    Privar a un niño del plato de comida, es lo peor. Restringirles alimentos a los escolares de muy escasos recursos, sin dudas es abominable, repudiable, repugnante, despreciable, deleznable e incalificable. O mejor dicho, “bien” calificable… con los peores adjetivos.

    Ahora la pregunta: ¿Quién se quedó con la comida?. O ¿Quién se quedó con la plata que debe ser destinada a la alimentación escolar. Algo está pasando, porque según la Contraloría General de la República, la rendición de cuentas de la Municipalidad no tiene objeción.

    Pero es indudable que en este momento la comuna roquealonseña está minada de políticos ineptos, inútiles y tal vez más torpes del país. Por lo general, los liberales son así, porque al parecer ellos están “preparados” para hacer oposición nada más. Apenas se les brinda la posibilidad de gobernar, se “muerden” entre ellos, probablemente por desmedidas ambiciones.

    Que digan los lambareños, donde los mismos liberales impulsaron el pedido de intervención de la Municipalidad, por supuestas graves irregularidades en la administración de Armando Gómez (PLRA). Apenas 8 meses en el cargo, la Junta Municipal ya aprobó el envío del pedido al Ministerio del Interior, para iniciar los trámites de la probable destitución del jefe comunal.

    En Mariano Roque Alonso, los concejales no son capaces ni para eso, para ver las serias irregularidades en la administración de Carolina Aranda (PLRA). Aunque por cierto, esta señora al parecer es nada más que una figura decorativa en la intendencia, el que realmente hace y deshace sería su esposo, Marcelo Salinas.

    Y si es así, la Carolina es peligro público, ignorante y atontada, que lo único que está logrando es multiplicar los daños. Y aún cuando tenga algún plan, es demasiado torpe para ponerlo en marcha.

    Van apenas 8 meses de gestión, por lo que la gente no puede olvidar aquellas expresiones de la intendenta, cuando era candidata. “Roque Alonso no se vende”, “vota por el cambio Roque Alonso rayhuhape”. “Esta es la nueva generación de liberales”, eslogan con los que pidió a la comunidad a ser parte del cambio en la ciudad.

    Igualmente remarcaba Carolina Aranda que “El sueño de una ciudad mejor no se compra, no se vende”. Hoy se puede decir que al parecer no se compró, pero estos liberales están por vender la ciudad. Y los primeros posible “compradores” ya estarían rondando Mariano Roque Alonso y serían unos empresarios portuarios coreanos.

    Esta es la situación actual de Roque Alonso, donde los políticos del PLRA ya pasan a constituirse en la gran decepción y no sería extraño que pronto la ciudadanía se haga sentir pidiendo también la intervención de la Municipalidad. Así que “señora” intendenta, a tratar de rectificar rumbo y a buscar el bien común, no solamente el bien suyo y el de su entorno.

    Cirilo Ibarra Enciso.

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  7. Están rematando el Estado paraguayo

    En indignante escuchar hablar a los políticos en estos días. Como mercachifles negocian agitadamente los más altos puestos y responsabilidades del Estado. Reclaman cuotas en cargos y privilegios y canjean designaciones o promesas de ellas con total desparpajo. Ninguna duda cabe, escuchándolos expresarse en público, de que están íntimamente persuadidos de que, por ser dirigentes políticos con influencia o legisladores, disponiendo de algún asiento en el gran teatro donde se administra el poder, gozan de atribuciones ilimitadas para comerciar con las instituciones de la Patria.

    Con motivo de la famosa reelección que está siendo impulsada contra viento y marea desde varios frentes de intereses partidarios y personales, resulta que el manejo y promoción de las necesidades y proyectos del país, obligaciones que deberían mantenerse activas en el seno del Gobierno (que para esto existe), quedan postergados porque los gobernantes no disponen de tiempo que les reste para ocuparse de eso. Para ellos, el mercadeo de cargos y nominaciones goza de la prioridad absoluta.

    Actualmente, en el Paraguay la política se está manejando como una feria comercial, en la que se compran, venden y permutan “valores” en tal o cual proyecto personal o grupal. De esta suerte, se produce un tira y afloja permanente, con repugnantes transacciones tales como: “si me das tu voto para la enmienda, te asigno el cargo que pediste hace tiempo”, “si me das el contrato del que te hablé, voto a favor de tu proyecto”, “si acompañás mi propuesta ahora, yo apoyo la que estás por presentar”; y así sucesivamente.

    Hasta las investiduras más altas y significativas de la República están sobre el mostrador del gran remate político para su comercialización. Allí se juega el futuro de los miembros de la Corte Suprema de Justicia, del contralor general, del fiscal general, de magistrados, de ministros del gabinete, de la titularidad de las entidades “extrapoder”, en fin, de la creación de nuevos cargos públicos o la extinción de privilegios anteriormente dispensados en gratificación por actos de apoyo, votos favorables o de “lealtad partidaria”.

    ¿Qué discuten nuestros políticos en este momento con relación a la eventual modificación de la Constitución vigente? Esto puede saberse fácilmente por medio de la prensa. ¿Acaso debaten sobre cómo mejorar las instituciones creadas por ella y fallidas, la mayor parte de ellas? ¿Cómo poner un cerrojo más seguro sobre los intereses y recursos del erario? ¿Cómo mejorar el sistema democrático para impedir un retroceso? ¿Cómo combatir más eficazmente la corrupción en el seno de la administración pública y el tráfico de influencias perniciosas dentro de la actividad política? ¿Cómo clarificar el manejo administrativo del dinero público?

    Nada de esto. No se escucha una sola palabra de estos temas. Lo que sí se ventila es el gran interés en un asunto: si se remueve o no el impedimento de la reelección presidencial y la de los gobernadores, y con cuáles modalidades. Y, conjuntamente con esto, si se facilitarán o se dificultarán los procesos para juicios políticos. Si se da más poder efectivo a los legisladores o se les recorta el amplio que ya tienen. Si se incorpora o no el régimen de la doble vuelta electoral y a cambio de qué contraprestación. Si con quiénes se va a integrar la Corte, de qué partido o sector serán los candidatos a la Contraloría General, al Ministerio Público, al Consejo de la Magistratura o a cualquier otro puesto que tenga incidencia directa o indirecta en el futuro de los políticos actualmente en el ejercicio de altas funciones públicas.

    Porque cada uno de estos personajes aspira a mantenerse en el cargo que tiene ahora o ascender. Cada quien quiere asegurarse impunidad total por las tropelías cometidas o por cometer. Cada quien sueña con tener más influencia en las futuras decisiones capitales. Cada político pretende lograr adquirir el poder supremo de bajar la guillotina sobre el cuello de sus rivales, si fuese necesario. Esto es lo que les importa realmente y esto es lo que están debatiendo ardientemente en estos días. ¿El país y sus urgencias? Pueden esperar.

    La mayoría de nuestros políticos en ejercicio del poder están poniendo sus esperanzas más acariciadas en los proyectos de enmienda de la Constitución. Quieren cambiar algún punto de la Carta Magna que les entorpece el andar o que impide la concreción de alguna ambición. Y los legisladores a la carrera, a quienes no les importa en absoluto estos asuntos porque de donde están al único lugar al que pueden ir es a la cuneta, no tienen la intención de dar su conformidad sin recibir a cambio alguna gruesa contraprestación.

    Los legisladores, a su vez, tienen también su voto en oferta en la feria de valores, sobre el mostrador del remate. Se sabe que ya fueron negociados muchos votos, pero todavía faltan algunos. En este momento, la cotización económica de la voluntad de estos políticos se habrá incrementado en forma interesante; lo suficiente como para hacer que las resistencias que estuvieron oponiendo se vayan tornando cada vez más débiles.

    Entretanto, mientras los políticos negocian las instituciones y sus cargos en su mercado de abasto, el país está siendo administrado en forma precaria y provisoria. La incertidumbre de los gobernantes y funcionarios que aún no saben qué les depara el futuro se traslada a su conducta y a sus decisiones. Los asuntos y problemas que son importantes y urgentes para la gente no lo son para ellos. Es así de simple y fácil de entender la realidad actual.

    No es muy complicado vaticinar que la administración de los intereses del país, estando de este modo descuartizada y sin conducción, no va a producir ningún éxito digno de satisfacción ciudadana. La tal enmienda constitucional, como no está pensada para mejorar nada importante sino para intercambiar privilegios políticos, va a conducirnos a otra temporada de agitación electoral que demandará miles de millones en gastos superfluos y empeoramiento de la parálisis gubernamental en la que ya estamos inmersos.

    ¿Qué hacer? El mismo sistema político que tenemos no nos permite legalmente impedir lo que sucede, pero está en manos de los ciudadanos y las ciudadanas repudiar públicamente, con determinación y en forma sostenida, a las desfachatadas autoridades y a los indecentes políticos, allí donde se los encuentre, para hacerles saber que se está en contra de que la Patria sea rematada en el mercado de las bajas ambiciones partidarias o personales.

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  8. Hurreros y chupamedias
    25 Ago 2016

    Por Clari Arias

    Es difícil creer que los políticos del siglo veintiuno crean que todavía son necesarios. De hecho, se los creía una especie totalmente extinta por decisión darwiniana de la sabia naturaleza. En estos días, en un descubrimiento que la ciencia no va a aplaudir, fueron vistos algunos especímenes hurreros en los alrededores del presidente de la República, quien por fortuna ha decidido salir de su torre de marfil para inauguraciones varias a lo largo y ancho del país.

    He sido testigo infantil de los famosos hurreros de los tiempos de Stroessner. Todavía en mi retina quedan aquellos últimos actos públicos del tirano transmitidos por la flamante televisión a colores. Él, que se jactaba de traer paz y progreso para su pueblo (mientras en las cárceles se mataba a los opositores), no perdía la oportunidad de aparecer en actos públicos inaugurando obras, y por supuesto allí se aparecían –obligados o no– esos poetas de la zalamería y la adulación entonando sus hurras. “Permiso para interrumpir su discurso mi general, viejo guerrero corazón de acero, presidente eterno del Paraguay, ¡tres hurras a mi general Stroessner!”. Jamás olvidaría una frase así, “presidente eterno del Paraguay”.

    Durante muchos años me persiguió la idea errada de que ser hurrero significaba una situación de honor en la sociedad de esos tiempos, ya que éstos siempre estaban en los actos oficiales, muy cerca de los hombres más poderosos del régimen, siempre bien vestidos con trajes cuyo único pecado estético eran los pañuelos colorados que se colgaban en sus rechonchos cuellos.

    Hoy sé que no habrá existido “oficio” más humillante que el de los hurreros, gente de pocas luces intelectuales que tenía que entonar loas de mal gusto y a puros gritos, para complacer la hambrienta egolatría de Alfredo Stroessner Matiauda, el tirano que devastó el Paraguay en sus más de treinta años de dictadura.

    Por eso es que ver a los chupamedias del presidente Cartes aprovechando los muchos actos públicos a los que ahora asiste, me da asco y repugnancia. Me recuerda a lo más feo que tuvo el país, a gente sin nobleza que se llenaba la boca de loas que ni siquiera sentían, sino que lo hacían de mala gana esperando como retribución la posibilidad de poder vivir del Estado, como retribución a aquel acto tan bajo de hacer hurras por conveniencia.

    Hace tan solo unas horas, un presidente de seccional (de una zona de gente pobre, por supuesto) propuso que su base partidaria lleve el nombre del actual presidente de la República, “como un gesto de agradecimiento a todas las obras sociales que el Gobierno lleva adelante”. La película, claro está, es vieja y repetida: en los tiempos de “tembelo” todo se llamaba Alfredo Stroessner, desde una canchita de barrio hasta una ciudad fronteriza.

    Espero, de corazón, que el Presidente no aliente los falsos “gestos de cariño” que recibe de parte de algunos que buscan lo mismo que aquellos hurreros estronistas, zoquetes para vivir de la teta del Estado.

    Los verdaderos gestos de agradecimiento y respeto –incluso una posible reelección suya– vendrán solos, cuando el pueblo perciba que las cosas se están haciendo bien, y cuando los antiguos y peligrosos vicios del pasado caigan vencidos por el poder de una nueva forma de administrar el país.

    Mientras tanto, espero que la alegría de la nostalgia de algunos estronistas (Marito, Filártiga, etcétera) les dure poco. A estas alturas deberían saber –en grado de certeza plena– que el Paraguay no volverá atrás, ¡ni para tomar impulso!

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  9. Qué “kachiãi” son las autoridades!
    27 agosto, 2016
    Por Jorge Paredes

    El lenguaje del paraguayo es muy rico en cuanto al contenido que le da cuando se trata de “graficar” la realidad, sobre todo cuando utiliza el jopara para expresar una idea o una situación. Los paraguayos tenemos esa forma peculiar de referirnos a los hechos diarios.

    Andando por ahí escucho diversas frases o palabras que pintan el estado de ánimo de la gente. Algunas veces son expresados en el dulce idioma guaraní o en ocasiones jergas comunes. Muchos de estos términos tienen connotaciones distintas. A veces expresan ideas simpáticas y otras veces denotan fastidio, crítica, protesta o quejas.

    ¡Kachiãi! Es la palabra expresiva que puede significar muchas cosas. Por ejemplo, un kachiãi puede ser un simpático personaje que agrada en cualquier lugar porque sabe llegar a los demás con sus ocurrencias. Está el otro kachiãi que no cae nada simpático y resulta más bien molestoso con su actuar.

    Está también el kachiãi, que sus hechos denota que no le gusta hacer bien las cosas y que toma todo en joda o cae en la argelería. Este tipo de persona abunda mucho y sobre todo ocupan cargos en el Gobierno, ya sea nacional, departamental o distrital.

    Sin ir lejos, muchos de nuestros gobernantes son kachiãi y a toda costa quieren tomar el pelo a la gente. Imagínense, que nuestras principales autoridades pierden más el tiempo buscando la reelección y si se le pone freno, sencillamente, intentan buscar otro camino total, el pueblo soporta todo.

    Mientras nuestros representantes tratan de seguir en este estado de “kachiãireato” los motochorros hacen de las suyas en las calles, los asaltantes hacen vito con el botín con el que se alzan, muchos uniformados caen en la delincuencia. Asimismo, muchas escuelas se caen, no paran los secuestros; se espían a periodistas, se mueren asegurados del IPS por falta de medicamentos, etc, etc.

    ¿Hasta cuándo el pueblo debe soportar este despropósito de nuestros gobernantes? Y luego quieren hacernos creer que este o aquel gobierno es mejor o peor. ¡Qué país kachiãi nos venden!

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  10. Nepotismo e impunidad

    Por Gastón Ortiz

    En la práctica, el poder político que ansían los caudillos –rojos y azules– se resume en la facultad de actuar en contra de las leyes y quedar impunes.

    Esto se puede ejemplificar con el gobernador de Guairá, Rodolfo Friedmann Alfaro (ANR), a quien muchos lo ven como “un niño mimado” que sigue obteniendo –supuestamente– todo a platazo limpio, sin someterse a las normas que sí rigen para el resto de las personas.

    Llegó a la administración departamental –que en realidad no es gobierno porque las gobernaciones carecen de soberanía– gracias a una ciudadanía manipulada, arreada por operadores, cegada por un color que ya ni siquiera representa una ideología.

    Los votantes se dejaron llevar por el fanatismo, y como los barras bravas son capaces de matar en nombre de su absurda y abyecta creencia de superioridad por determinado club deportivo.

    Ante este escenario surge la duda de si es buena en realidad la democracia; que a pesar de sus falencias sigue siendo el sistema político de excelencia, y en el que no elegirá al mejor gobernante, pero al menos se respeta el voto de la mayoría.

    Todo esto nos lleva a reflexionar sobre qué hicieron los habitantes del Guairá para merecer este gobernante.

    Presuntas sobrefacturaciones en obras, direccionamiento de licitaciones, porcentajes para la “corona” en las adjudicaciones públicas, “tragadas” con obras fantasmas; bajo la pantalla de comisiones vecinales, injustificados viajes al extranjero con recursos públicos y… la lista sigue, sin mencionar cuestiones partidarias como la exclusión de los grupos que no responden a su línea política.

    Todos sabían de antemano los antecedentes del actual administrador departamental, pero aun así obtuvo la mayoría de los votos y democráticamente fue electo.

    Una de las últimas “perlitas” que se suma a su historial es que contrató en abierta violación de las disposiciones legales que prohiben el nepotismo en la función pública, a su tío Luis Rolando Alfaro de Paoli y a su primo, Juan José Alfaro Bertolo.

    Es hora de que los guaireños abran los ojos y saquen de carrera a quienes no contribuyen con el desarrollo de la región; porque ya hay lista para el 2018.

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  11. “La maldita primavera”
    7 septiembre, 2016
    Por Hugo Barrios

    La escena ya se ha convertido en un clásico de las noches de karaoke. Una chica, quizás llorando una traición o un amor no correspondido, ensaya con mucho desafino las letras de una canción de Yuri, la cantante mexicana que se hizo muy popular en los años ‘80, principalmente. “Pasa ligera, la maldita primavera. Pasa ligera, me hace daño solo a mí”, grita la dama, acompañada por el coro de sus amigas y la risa desenfrenada de sus compañeros de farra, ya bastante entonados.

    Con nuestros políticos ocurre algo así como una “maldita primavera”. Pasan y pasan los años, pero la clase política sigue compuesta por personajes mustios, gastados, sin frescura. No florecen nuevas figuras que valgan la pena. Insinúan, a través de apariciones mediáticas, que inyectarán ideas que ayudarán a rejuvenecer el estilo de hacer la cosa pública en el país, pero terminan contaminados por la podredumbre partidaria que rinde culto a la corrupción.

    Entramos al mes de la juventud, pero por más que me rebusque en los rostros de recambio de la política nacional, no encuentro a ninguno que valga la pena. Eso no quiere decir que estos jóvenes no gocen de la simpatía de muchos.

    Es el caso del emergente Mario Abdo Benítez, hijo de uno de los hombres de confianza del dictador Alfredo Stroessner. “Marito” no tuvo la culpa de que su papá haya sido “brazo derecho” del líder de un régimen fascista, pero cae de maduro que aplaude lo que fue esa parte de la historia del país.

    Se habla de que el actual senador colorado será uno de los precandidatos presidenciales en los comicios internos de la ANR… y bueno. ¿Quién más está? A ver… está por ejemplo “Nenecho” Rodríguez, el hábil concejal capitalino que logró que un frívolo programa de TV sea declarado de interés municipal en la Junta Municipal.

    Después está su colega Hugo Ramírez, quien ya lleva años en el legislativo comunal y que, en su última aparición mediática, se dedicó a cazar pokémones por las calles de Asunción.

    Ese es, a cuentagotas, el panorama. Son solo tres ejemplos. La canción de Yuri es un poroto frente a esta primavera que nos ofrecen los representantes del pueblo. Ojalá esta “maldita primavera” partidaria pase ligera y que no duela tanto como un canto en el karaoke. Ya tú sabes.

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  12. Apunta alto, porque abajo está jodido
    Si crees que no te va muy bien en la vida, no deberías preocuparte. Puede que seas el próximo presidente de la república.
    De entre tantas cuestiones que escasean en nuestro país, el trabajo es una de las que no pasan desapercibidas. Conseguir un buen trabajo hoy, implica una serie de factores; formación académica, experiencia, buena presencia y conducta, y por sobre todo, mucha suerte.
    Para poder calificar a un puesto laboral, implica poder responder a una serie de condiciones; todas ellas implican un sacrificio considerable por parte de los postulantes, ejemplo: Para ser Auxiliar Administrativo habría que tener el bachillerato concluido, estar cursando los últimos años de una carrera acorde al cargo, manejar herramientas informáticas (Word, Excel, PowerPoint), algunos idiomas (Español, Guaraní, Portugués e Inglés), y contar con experiencia mínima de un año en un cargo similar; buenas referencias laborales y referencias personales, certificados de antecedentes policiales y judiciales limpios, disponibilidad de tiempo, movilidad (vehículo propio), y por sobre todas las cosas, la capacidad de sobrevivir por un sueldo miserable.
    También habría que tomar un recaudo importante en lo que uno muestra y demuestra en sus respectivas cuentas en las redes sociales; la apariencia y la conducta son fundamentales a la hora de seleccionar el personal.
    Existe sin embargo, un mundo lleno de posibilidades para quienes no sean capaces de cumplir con toda esa lista de requerimientos. Seguramente no en la medicina, por los seis años de entrenamiento mínimo que se requiere para poder ejercerla, o en las leyes, o en la ingeniería, por el mismo factor; pero sí, pudiendo estar a cargo de la salud, las normas y leyes, y la infraestructura de toda una nación, a pesar de no poseer la más mínima noción acerca de ninguna de esas áreas de conocimientos.
    Para atender un teléfono en cualquier empresa, uno debe mínimamente cumplir con los requisitos mencionados anteriormente; para ser presidente de la república, hay que ser paraguayo, mayor de treinta y cinco años.
    La política, la cual debiera ser practicada por los mejores exponentes de una sociedad determinada, lamentablemente se convirtió en el refugio de lo peor que tenemos.
    No se requiere experiencia previa en el cargo, y no hace falta ningún tipo de formación académica. Las referencias laborales y personales importan muy poco; de lo contrario no contaríamos con senadores, diputados, gobernadores, intendentes, y concejales vinculados al narcotráfico, o a groseros casos de lesión de confianza en gestiones anteriores en otras instituciones. Por ende, los certificados de antecedentes policiales y judiciales, tampoco resultan determinantes. Todo al final, se resume a una “persecución política”.
    La conducta es aún menos determinante; si tenes algún problema con algún vicio, no importa. El alcoholismo, la drogadicción, las mujeres, los hombres, la deshonestidad, la irresponsabilidad y la falta de disciplina son cuestiones aceptables; a veces hasta aplaudibles.
    Mentir, carecer de una postura firme, ser hipócrita, y ambicioso; son factores bien valorados dentro de éste ámbito. La remuneración es buena y la carga horaria liviana.
    Por eso, la próxima vez que te traten de haragán, o fracasado; no te desanimes, puede que tengas un gran futuro como administrador de la cosa pública.
    Pero que ni se te ocurra intentar trabajar en un Mc Donal´s. Eso sería imposible.
    Bruno José Saldaña.

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  13. Hablar de política

    Por Gustavo Laterza Rivarola

    Es preciso echar de ver cuánto mejoraron los debates políticos en nuestro país. Hasta no hace mucho, si recordamos bien, la mayoría de los programas periodísticos que se anunciaban como de temática política no eran más que de chismes; se divagaba en ellos sobre pronósticos, impresiones personales o comentarios triviales. La teoría política estaba olvidada. La historia del pensamiento, desconocida. Los comentarios sobre asuntos internacionales se reducían a los cacareos más o menos escandalosos que se escuchaban en los gallineros del vecindario regional.

    Quien evolucionó mejor, a mi criterio, es el político de ciudad, al que ciertos periodistas suelen buscar, casi siempre para ver de arrancarle declaraciones vendibles como mercadería de prensa. Algunos conductores de programas políticos de radio y TV disponen de invitados preferidos, a los que se pregunta complacientemente, se los hace lucir, sin ponerles en aprietos. Mas, también tienen sus víctimas marcadas.

    Unos y otros conforman relaciones muy parecidas a las que se dan en el mundo animal, porque, apartados esos casos de “chonguismo”, el político corriente encuentra su depredador natural en el periodista. Uno de estos, si es avezado y malintencionado, podría hacer trizas de aquel. Richard Nixon fue buen estudiante, buen aficionado a la interpretación teatral, buen orador, buen jugador de póker, le importaba poco lo que dijera la prensa de él, pero acabó siendo víctima de dos de estas fieras.

    Sea como fuere, los políticos, puestos a hablar de política, encaran la grave dificultad de tener que intentar describir y valuar objetivamente la apariencia del jarrón dentro del cual están metidos. La subjetividad les traiciona. Según Renán decía, “son gente de pasión y de partido. Completamente desprovistos, por consiguiente, de las condiciones esenciales para juzgar su época”.

    Se dirá que, entonces, no deberían hablar tanto ni tan frecuentemente de hechos y temas que no les son familiares. Ningún político, siendo tan vulnerable, debería arriesgarse, aunque su depredador insista. Pero, ¿cómo resistir la tentación ante un micrófono? Parecería que en estos casos mantenerse callados es una abstinencia más pesada que el voto de castidad perpetua.

    Algunos de estos casos hacen acordar de la anécdota de aquel celebrado tenor italiano al que invitaron a un espectáculo musical de Broadway y al que, al salir, le preguntaron qué le pareció. “¡Muy interesante! –respondió–. Nadie sabía cantar pero todos cantaban”. De presenciar algunos de nuestros foros y entrevistas, hubiera dicho lo mismo.

    La pregunta es, pues, cómo abstenerse de hablar cuando se nos presenta la oportunidad pero carecemos de solvencia en la materia. Ya que vamos en tren de anécdotas, intentemos responder con una: se cuenta del infortunado emperador de México que, estando ante el pelotón de fusilamiento, otro condenado, parado al lado suyo, le preguntó tembloroso: “¿Esa es la señal de la ejecución?”. “No sé –respondió Maximiliano–, es la primera vez que me ejecutan”. Es, pues, simple: en la ignorancia nada mejor que el silencio; para aprovechar también aquello del viejo aforismo: “el tonto, si es callado, por sesudo es reputado”.

    Pero este “no sé” es un sacrificio que no lo realiza casi nadie aquí. Al parecer, lastima mucho nuestro amor propio. Alguna vez hicimos notar que, en caso de insuperable ignorancia, los paraguayos no respondemos “no sé”, sino “no le quiero mentir”. En realidad, reconozcamos, no somos un pueblo de gente sincera y veraz; no podemos pues exigir que lo sean aquellos a los que votamos para representarnos.

    Lo que rescato al final, no obstante estos comentarios y digresiones, es la observación elogiosa de que muchos de nuestros políticos progresaron notoriamente en el manejo de la técnica de la comunicación masiva. Como resultado, se elevó el nivel intelectual del diálogo y la calidad dialéctica de los debates; hay menos obstinación y vehemencia; más competencia por la información y menos por la opinión. No estamos ante un gran chisporroteo de la divina inspiración, pero tampoco lo necesitamos ahora, imperiosamente. Basta con que canten solamente los que sepan hacerlo y que los demás callen; como pediría aquel tenor italiano.

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  14. De la tranquilidad al terror en la escuela
    10 septiembre, 2016
    Por Jorge Paredes

    La apacible “ciudad de la cerámica”, como se conoce a Tobatí en el departamento de Cordillera, se agitó de pronto en la tarde del pasado martes y la noticia empezó a correr como reguera de pólvora. “Terror en la escuela María Auxiliadora” fue el titular que movió el avispero.

    Un hombre ingresó armado a la institución educativa preguntando por la profe “Ida” y el error casi le costó la vida a una educadora de nombre Idalina Limenza. “Me envían junto a vos” fueron las palabras mediadas por el desconocido, le apuntó con el arma de fuego y realizó un disparo que impactó en la pizarra.

    El alboroto de los niños del tercer grado, que vieron con estupor cómo se producía el hecho, y los gritos de la maestra generó la reacción de otro colega y cuando acudía al aula para saber qué pasó, fue encañonado por el desconocido. Del susto, el educador le entregó su celular. El extraño volvió a realizar un disparo al aire al abandonar el predio de la escuela.

    Pero la novela que vino después salpicó a un parlamentario de la zona. Otra docente de la institución aseguró que el objetivo del atentado era ella. La profesora Ilda Ayala aseguró que tiene dos hijas con el diputado colorado Nazario Rojas Salvioni, y que en varias ocasiones le había amenazado. Por eso su dedo índice apuntó directamente al legislador.

    Una demanda por prestación alimentaria, más una fotografía en la red social, habría motivado la reacción del parlamentario, según su expareja. Sin embargo, Rojas Salvioni negó toda vinculación en el hecho y hasta se declaró católico y defensor de las mujeres. Sostuvo que el atentado se trataba de una maniobra política para ensuciarlo.

    Ojalá el parlamentario no recurra a sus acostumbradas influencias para entorpecer la investigación fiscal. Si no tiene nada que ver con el atentado al menos sirvió el hecho para que la ciudadanía se entere que como legislador, debería ser el primero en cumplir las leyes, pues hasta ahora le niega la asistencia legal a sus hijas, que tuvo con la referida profesora.

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  15. Vox populi, ¿vox Dei?

    Tal como se preanunciaba, la Convención del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) se pronunció a favor de cerrar todas las puertas a la posibilidad de instituir la figura de la reelección, sea vía enmienda o por medio de la reforma de la Constitución. Aducen que la postura tiene como objeto la “defensa de la democracia” ante supuestos intentos de reinstalar el autoritarismo; un mal pretexto que no oculta el hecho cierto de que no quieren competidores fuertes, ni provenientes del coloradismo, como lo sería Horacio Cartes, ni tampoco en el campo de la oposición, ya que la sola habilitación de Fernando Lugo borraría de un plumazo los sueños (¿delirios?) presidencialistas de Efraín Alegre. Y de contenido, lo resuelto por los convencionales es tan antidemocrático como cuando una mayoría circunstancial de senadores rechazó la enmienda, pues, en términos prácticos, implica que nos niegan a 4 millones de electores el derecho a expedirnos a favor o en contra de tan importante cuestión.

    Los anti reeleccionistas quieren hacernos creer que si se autoriza a este o cualquier presidente a pugnar por un segundo mandato, después podría ser por un tercero, cuarto, hasta instalarse nuevamente el vitaliciado. La pregunta es ¿de qué premisa parten para llegar a semejante conclusión? Si la respuesta es del período 1954-1989, como dicen algunos, cuando Stroessner era reelecto cada cinco años, lo que están diciendo, aun sin quererlo, es que el dictador no fue dictador, valga la reiteración, sino un hombre muy “popular”, que era votado por la mayoría de los paraguayos en cada elección. Pero no es así.

    La dictadura stronista fue fruto de un golpe de Estado contra un gobierno democrático, el de Federico Chávez, de la ANR. Stroessner no “se hizo” dictador porque fue “reelecto” muchas veces. Lo fue desde el primer día de su asunción al poder y luego montó una estructura constitucional y legal

    que contemplaba desde leyes liberticidas, como la 294 y 323, hasta elecciones regulares, que eran burdas parodias. Era la “democracia sin comunismo”, que en realidad significaba sin oposición real, salvo la colaboracionista, que le hacía el juego al participar en comicios que no eran libres y mucho menos trasparentes e integrar después el Congreso, como muchos “ilustres” hombres del liberalismo, entre ellos, Alberto “Beto” González y el propio Domingo Laíno, por citar a algunos exponentes del radicalismo auténtico.

    Al contrario de lo que afirman los anti reeleccionistas, en el mundo abundan los ejemplos de democracias, incluyendo a las más avanzadas, en las cuales los ciudadanos tienen el derecho a reelegir por un periodo más a sus presidentes, si así lo quisieran, como sucede desde los Estados Unidos hasta el extremo Sur de nuestro Continente. Y por supuesto, así como tienen derecho a ser reelegidos, el elector también lo tiene para decirle nones.

    Como puede observarse, quienes se oponen “por principio” a la reelección, supuestamente para preservar la democracia, solo defienden sus mezquinos intereses. El objetivo que persiguen es “sacar de la cancha” a los candidatos con más chances, que es una manera indigna de acceder al poder político.

    Pero más grave que eso, no les interesa en lo más mínimo lo que piensa la mayoría de los paraguayos, pisoteando así uno de los preceptos básicos de todo demócrata, para quien “la voz del pueblo, es la voz de Dios”, que no es el caso de nuestros anti reeleccionistas, claro está.

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  16. EL ASESINATO DE UNA REPÚBLICA

    El asesinato de una República es el más despreciable de todos los crímenes conocidos en la historia de la humanidad. Es también el crimen que más daño ha causado a las comunidades y sociedades donde ha sido perpetrado.

    El asesinato de una República es tan repudiable, causa tanto sufrimiento y dolor como el genocidio. Mata y destroza las esperanzas de pueblos enteros por tiempo indefinido. Los rufianes políticos, actores que intervienen en el asesinato de una República nada tienen que ver con la ética política sino con la delincuencia política.

    Son grupos formados por gavillas de delincuentes políticos inescrupulosos que fingen confundir sus bienes privados con los bienes y el bienestar de la comunidad. Estos delincuentes políticos son sofistas especializados en disfrazar con un lenguaje confuso sus perversas intenciones de destruir las instituciones republicanas.

    La reelección en cargos electivos en forma periódica e ininterrumpida es el principal método de sometimiento para lograr la perversión de los conceptos de equidad y justicia que requiere un ordenamiento republicano.

    El primer paso en la destrucción de una República es el intento y logro de la modificación de los artículos o preceptos de la Constitución que rigen el ordenamiento de la República. En esta tarea los sofistas políticos manejan con astucia los argumentos y artimañas más engañosas y fingen una adhesión incondicional a la causa republicana pero sugieren pequeños cambios en la normativa de la Constitución para lograr presunta armonía y bienestar a la comunidad ciudadana.

    Estos presuntos pequeños cambios desvirtúan los preceptos de la Constitución y anulan fuerza al espíritu democrático.

    Durante la presidencia de Horacio Cartes, cuya labor gubernativa fue excelente en los primeros dos años, pasados los primeros años, olvidando las reiteradas promesas y juramentos hechos a la ciudadanía, derivó su tarea gubernativa a una satánica e intensa tarea de justificar los intentos de violar la Constitución por enmiendas constitucionales reclamadas por ‘’políticos fantasmas’’ cuyas identidades resultaron ser tan falsas como sus promesas en el inicio de su período de gobierno.

    Un verdadero ‘sophista’ de rancia estirpe. La ciudadanía reaccionó con firmeza mostrando al mandatario el camino correcto. Así fue abortado el asesinato de la República. Pero el pueblo, la ciudadanía debe permanecer expectante, vigilante, ya que el que intentó una vez asesinar a la República volverá a intentarlo.

    El que practica asesinato de la República, lo intentará una y otra vez, ya que padece un trastorno psiquiátrico que lo impulsa a ejercer dominio sobre funcionarios y políticas públicas para beneficio de empresas privadas.

    José Luis Serrati Machaín

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