Gestión de desastres a nivel Mercosur

Durante la última Cumbre de mandatarios del Mercosur, realizada en nuestra capital en diciembre, se acordó la creación de la Reunión de Ministros y Altas Autoridades de Gestión Integral de Riesgos de Desastres (RMAGIR), una instancia que tiene la finalidad de diseñar planes, protocolos de contingencia y políticas estratégicas para hacer frente a potenciales calamidades ambientales y sociales. La decisión de establecer este ámbito de articulación entre los países miembros del bloque se vincula con la Reunión Especializada de Reducción de Riesgos de Desastres Socionaturales, la Defensa Civil, la Protección Civil y la Asistencia Humanitaria, constituida ya en el 2009.

A la luz de la dramática situación que viven cientos de miles de personas en Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay debido a la crecida de los ríos y a las inundaciones, la instancia referida no solo es oportuna sino también urgente e indispensable. En las últimas semanas el desborde de los ríos en el sistema hídrico Paraguay-Paraná ha obligado a una evacuación masiva de las zonas ribereñas, con los consecuentes perjuicios económicos, sociales y afectivos que provocan el desarraigo y la sobrevivencia en condiciones de extrema precariedad.

Si bien la base constitutiva del Mercosur es comercial y económica, eso no quiere decir que el proceso de integración no se asiente también en la solidaridad, en el territorio y los recursos compartidos, en los lazos históricos y culturales. Valdría de muy poco un bloque cuyos integrantes solo buscaran el beneficio inmediato e hicieran la vista a un lado ante las necesidades de los demás socios o ante problemas que afectan a todos los componentes, sin respetar fronteras políticas o administrativas. Y es oportuno señalar que cuando se habla de gestión de riesgos de desastres no es solo en relación a las inundaciones. El espectro de posibilidades es bastante amplio, desde los dramas ambientales –como la deforestación o la contaminación de los cursos de agua compartidos– hasta otros fenómenos climáticos, como los períodos de sequía, los incendios forestales, etcétera. Eventualmente, los protocolos podrían ser aplicados también en casos de epidemias y desplazamientos masivos de personas.

La labor de esta instancia y de otros organismos del bloque debe apuntar, además de la asistencia puntual en casos de desastre, a la generación de conocimiento científico que ayude a prever con tiempo nuevos problemas, a definir su magnitud y a establecer las áreas prioritarias que deben ser atendidas. La cooperación en este campo –el estudio de los fenómenos y procesos de la naturaleza en la región– entre los países miembros del Mercosur debe ser constante y estrecha. Los países en cuestión se encuentran hoy en condiciones de encarar soluciones definitivas a problemas recurrentes y cíclicos, minimizando su impacto en la población. Para ello es crucial la acumulación e intercambio de conocimientos, datos y análisis, especialmente en momentos en que el planeta experimenta los primeros efectos del cambio climático.

Es de esperar que la reunión para la gestión de riesgos de desastres instituida por los presidentes del Mercosur vaya más allá de una buena idea o de un organismo meramente burocrático y se traduzca efectivamente en acciones y medidas que lleguen y favorezcan a las poblaciones afectadas, con frecuencia los sectores más vulnerables de la sociedad.

 

7 comentarios en “Gestión de desastres a nivel Mercosur”

  1. El Mercosur y los avances en el proceso de armonización tributaria

    Por Abg. Nora Lucía Ruoti Cosp (*)

    Como parte del proceso de integración, el Mercosur incluyó la coordinación de políticas macroeconómicas y la armonización de las legislaciones internas. Sin embargo, a juzgar por la actitud de los Estados Partes, esta expresión “armonización”, si bien es cierto que se encuentra inserta textualmente en el Tratado de Asunción, parecería ser muy ambiciosa por superar el espíritu integracionista de sus miembros que de manera alguna pretenden ceder su soberanía para legislar internamente disposiciones de carácter económico-fiscal.

    La realidad demuestra que a la fecha muy poco se ha avanzado en la armonización de las legislaciones tributarias de los Estados Partes y menos aún en materia de concesión de incentivos tributarios. Como logro relativo se podría mencionar el establecimiento de un marco legal teórico a los efectos de evitar la no discriminación en el comercio de bienes y servicios y la vigencia del Código Aduanero del Mercosur, y puntualizo, logro relativo y teórico, pues se siguen aplicando excepciones al AEC, negociando tratamientos preferenciales y prorrogando unilateralmente tratamientos discriminatorios, estableciéndose políticas de protección de la industria nacional. A 24 años de la vigencia del Mercosur, al menos se debería haber avanzado en la armonización de la tributación indirecta por ser la que más afecta la competencia entre los Estados Partes.

    Sin embargo, los países más poderosos del bloque establecen trabas paraarancelarias e incluso guerras fiscales abiertas y ante la falta de coordinación de normas de incentivos tributarios para la radicación de inversiones extranjeras, se presenta una lucha de competencia desleal, abusiva y perniciosa para atraer las mismas.

    Sobre la base del análisis realizado, concluimos que el marco legal e institucional del Mercosur con relación a la armonización tributaria y dentro de ella las reglas para la concesión de incentivos tributarios es insuficiente y cada Estado tiene autonomía para dictar sus propias reglas, sin que existan normas básicas o procedimientos establecidos en los acuerdos suscriptos hasta la fecha. El mecanismo de consulta previa, previsto en el Tratado de Asunción, no ha sido reglamentado ni institucionalizado.

    Entonces cabe preguntarse: ¿es posible ser socios pero competidores? Si bien es cierto que en todo proceso de integración resulta muy difícil llegar al consenso sobre estos temas trascendentales que implican la cesión de la soberanía en la legislación interna, en el Mercosur no solamente se ha avanzado muy poco, sino por el contrario, los conflictos son cada vez mayores, agravándose las distorsiones que afectan la competitividad y la localización del ahorro y la inversión. Ello contradice el modelo teórico que supone que en la medida que avanza el proceso de liberación comercial, se reducen las protecciones efectivas y se desregula el comercio intrarregional. Nada de esto ha pasado.

    Por ello, para responder a la pregunta: ¿existe la intención de armonizar, de coordinar o al menos de trabajar en estos temas? Debemos tener en cuenta que el problema no está identificado, difícil será encontrar la solución y menos aún cuando a ningún órgano o comisión se le ha encomendado dicha tarea, es decir cuando ni siquiera figura en la agenda futura del Mercosur.

    La respuesta a ambas preguntas es NO. No es posible ser socios y al mismo tiempo competidores. Tampoco existe la intención de armonizar o al menos trabajar en estos temas. La realidad demuestra que esto no forma parte ni siquiera de la agenda Mercosur. Nótese que ni siquiera se ha avanzado en la necesaria tarea de suscribir tratados para evitar la doble tributación entre los Estados Partes. La mayoría de los socios del bloque (salvo Brasil por disposición de política interna) suscriben acuerdos con terceros países pero no entre sí.

    *Abogada especialista en tributación y asesoría en inversiones

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  2. Las inversiones no cesarán si ofrecemos seguridad jurídica

    Bajo el título “Paraguay: el destino rentable de las inversiones uruguayas”, el diario El Observador, de Montevideo, publicaba, en el transcurso de la semana pasada, un interesante artículo en el que se informaba que 53 empresas uruguayas decidieron afincarse en nuestro mercado, debido a diversas ventajas comparativas que convierten a nuestro país en un destino más apetecible para la inversión extranjera. De hecho, el caso del Uruguay no es nuevo. Un buen tiempo atrás, también se daba a conocimiento público que agroganaderos del país hermano y socio del Mercosur ya habían adquirido hasta 2.000.000 de hectáreas de campo paraguayo para dedicarlas a la producción de granos y, sobre todo, la cría de ganado vacuno.
    Nuestro propio diario publicó el pasado viernes una nota en la que el embajador del Uruguay, Federico Perazza, daba cuenta de que el Grupo Eurnekian, que controla la empresa uruguaya Puerta del Sur (PdS), está interesado en invertir en la construcción de una nueva terminal aérea en nuestra capital.

    La alta carga impositiva que existe en nuestros países vecinos (en algunos de ellos la presión fiscal trepa al 33%), la recesión económica brasileña, cierto nivel de incertidumbre política y económica en la Argentina, y los constantes desvaríos institucionales que atraviesa Venezuela –nuestro otro socio comercial en el Mercosur– convierten al Paraguay en un destino confiable para los inversores extranjeros.

    Hemos logrado construir una relativa estabilidad política y previsibilidad económica. Los datos macroeconómicos son alentadores, no solo por la controlada inflación, el endeudamiento medio, sino también por el crecimiento sostenido que se ha logrado en la última década. Es evidente que todo este cúmulo de factores convierte al Paraguay en un lugar hacia el cual los ojos del capital extranjero parecen estar dirigiéndose de manera preferencial.

    Si a todo eso le sumáramos una sólida seguridad jurídica, es altamente probable que las inversiones extranjeras lloverían en el Paraguay. Desafortunadamente, este es el factor en el que nos encontramos más débiles institucionalmente. No solamente por la existencia de un sistema judicial poco funcional y costoso, sino por su alta permeabilidad política y el alto índice de corrupción imperante en el mismo, incluso en sus más altas esferas.

    Estamos, pues, ante el reto de construir y solidificar institucionalidad en ese ámbito. Es de esperar que la clase dirigente del país logre ponerse de acuerdo para sanear, en primera instancia, la cabeza del Poder Judicial: la Corte Suprema de Justicia, sacando de allí los elementos nocivos que impiden avanzar en un indispensable saneamiento moral del resto de la magistratura.

    Si emprendiéramos esta tarea con responsabilidad, estamos convencidos de que convertiríamos al Paraguay en un permanente foco receptor del capital extranjero, que es uno de los elementos que tanto se requieren para generar el trabajo digno y genuino que nuestros compatriotas precisan para sepultar definitivamente en el ayer centurias de atraso, miseria y abandono estatal.

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  3. No todo es “cuestión de matemáticas”

    No existen dudas de que el gran tema político de este año 2016 será el intento de modificar nuestra Constitución para permitir la reelección presidencial. Cada cinco años el presidente de turno, con mayor o menor énfasis, ha coqueteado con la idea de modificar nuestra Carta Magna, no por la vía de la reforma como dicen claramente la letra y el espíritu de la misma, sino por el atajo de una simple enmienda constitucional.

    El problema es que año tras año se van “acumulando” ex presidentes que tienen mucho interés en volver a competir y el procedimiento de la reforma constitucional es muy engorroso y requiere mayorías de dos tercios en ambas Cámaras del Congreso para poder convocarla.

    Hoy existen varios candidatos potenciales muy importantes –Nicanor, Lugo, Cartes– que verían con buenos ojos una modificación constitucional por la vía de una simple enmienda, para la cual se necesita de la aprobación de solamente el cincuenta por ciento de los miembros de las Cámaras.

    Hace unos días, en un verdadero “sincericidio”, el senador de la ANR Víctor Bogado le dijo a un periodista que “todo es matemáticas”, es decir, que si se tienen los votos se puede interpretar la ley como uno desea.

    Esta desafortunada expresión me hizo recordar al filósofo argentino Santiago Kovadloff que dice que ser contemporáneo no significa haber nacido “por azares del destino” en un determinado tiempo, sino que ser contemporáneo significa “poder entender el tiempo que uno vive”.

    También dice Kovadloff que la mayoría de los líderes políticos de nuestra América Latina no han entendido que el cambio de la Edad Media a la Era Moderna ha sido justamente el paso del absolutismo del rey, donde el poder estaba por encima de la ley, a una democracia constitucional, donde la ley está por encima del poder.

    Y en una democracia, la ley suprema es la Constitución, porque en la misma se reflejan los grandes acuerdos nacionales producto de una magna Asamblea Constituyente. Ser custodios del cumplimiento de la ley por parte de “todos” los ciudadanos, es el rol fundamental de un Poder Judicial independiente.

    Usando la expresión de Kovadloff, muchos de nuestros políticos no son personas “contemporáneas”, es decir, no entienden que en una democracia la ley está por encima del poder y que no todo es cuestión de “matemáticas”.

    No puede ser que una simple mayoría circunstancial en el Congreso se permita derogar capítulos constitucionales que garantizan los derechos civiles, políticos, económicos y sociales de los ciudadanos.

    Como tampoco puede ser que una simple mayoría modifique un gran acuerdo nacional de “dictadura nunca más”, que está plasmado en esta prohibición constitucional de no permitir la reelección presidencial.

    Esta vez el riesgo de que se produzca un atropello constitucional es muy alto; primero, porque son varios los actores políticos interesados y que pueden tener los votos para modificar la Constitución por la vía de la enmienda; y segundo porque estamos lejos de tener un Poder Judicial independiente que pueda actuar como freno para las apetencias de los políticos de turno.

    Qué lejos estamos del Brasil, donde los políticos también por “matemáticas” quieren destituir a la presidenta Dilma Rousseff, pero un Supremo Tribunal Federal independiente, les ha puesto los límites y los procedimientos para hacerlo.

    Claramente, el tema del año 2016 va a ser el intento de ciertos grupos políticos de modificar la Constitución vía enmienda para permitir la reelección presidencial.

    Si viviéramos en una democracia constitucional plena no estaría preocupado, porque habría una ciudadanía atenta y un Poder Judicial independiente.

    Pero este no es el caso del Paraguay, donde todo es opinable y donde todo es cuestión de “matemáticas”. Donde el poder está por encima de la ley, como en la Edad Media.

    Por Alberto Acosta Garbarino

    http://www.ultimahora.com/no-todo-es-cuestion-matematicas-n959852.html

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  4. El Pacífico y el Mercosur

    No son pocos los analistas políticos y económicos internacionales que consideran la firma del Acuerdo Transpacífico de Cooperación (TPP, por sus siglas en inglés) uno de los hechos más significativos del año 2015.

    No es para menos porque el volumen del conjunto de los estados firmantes supone aproximadamente el cuarenta por ciento del total de la economía mundial. Doce países han firmado ya el tratado y diez más han mostrado interés en negociar su integración.

    Hay algunos elementos llamativos en el TPP: para empezar integra países de tres continentes (América, Asia y Oceanía) con pocos vínculos históricos y geográficos; también participan potencias como Estados Unidos y Japón, junto a países de mediano desarrollo y naciones de economías modestas.

    Cabe señalar la velocidad y decisión con que avanzan los procesos de integración en la zona del Pacífico, donde otras asociaciones regionales previas, como la de Chile, Colombia y Perú ya venían con buenos resultados.

    Entre tanto, el Mercosur, que se inició mucho antes, no solo está estancado, porque no se han ido produciendo avances y nuevos acuerdos, sino que también ha ido dando marcha atrás, porque simplemente los pocos logros conseguidos en el papel se incumplen sistemáticamente en la realidad.

    En gran medida este fenómeno, al que más que estancamiento habría que llamar parálisis, proviene de un malentendido nacionalismo, que se expresa en un proteccionismo anacrónico y contraproducente en esta nueva era de la globalización.

    Desde luego que fue difícil lograr un grado razonable de integración con países que, como Brasil y Argentina, han mantenido políticas diferentes a la del Paraguay.

    Se podría abrigar la esperanza de que Mercosur comience a funcionar a partir de un cambio de gobierno, como el que se ha producido en Argentina y como el que habrá en Brasil, más tarde si llegan a las elecciones o más temprano sí hay juicio político; pero la incapacidad de generar acuerdos de integración y la poca voluntad política de cumplirlos es muy anterior a los últimos gobiernos de nuestros vecinos.

    Hay que decir que Brasil y Argentina necesitan la integración tanto o más que Paraguay y Uruguay, pero simplemente parecen padecer una suerte de megalomanía que los hace incapaces de concertar políticas con otros países y de cumplir cabalmente los compromisos que firman.

    Parafraseando la vieja frase, se podría decir “¡Pobre Paraguay, tan lejos de Dios y tan cerca de Brasil y Argentina!”. Pero hoy por hoy el mundo se ha vuelto muy pequeño y los paraguayos no hemos caído en políticas de relaciones exteriores equivocadas ni en modelos económicos inadecuados para el mundo cada vez más globalizado e interdependiente.

    Por Rolando Niella

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/el-pacifico-y-el-mercosur-1446963.html

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  5. Un Mercosur que no sirva a los intereses del pueblo no tiene sentido

    El proceso de integración regional, en este caso el Mercosur, no es más que una herramienta; el instrumento mediante el cual un grupo de países deciden asociarse para procurar el desarrollo económico y social de sus pueblos. Si este fundamento no se cumple y la gente no siente de manera directa los beneficios que se esperan de todo esfuerzo de complementariedad, el mecanismo se torna inservible.

    El 26 de marzo de 1991, los presidentes de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se reunieron en Asunción para sellar una alianza que definían, en primer lugar –y así consta en el Tratado constitutivo del bloque– como un “mercado común que implica la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos”. Esa premisa fundacional, sin embargo, no se ha cumplido a lo largo de este casi cuarto de siglo, sumiendo a los pueblos que componen el proceso en el desconcierto, primero, y el desencanto, después.
    El proceso integrador es un instrumento crucial de desarrollo, sobre todo para un país mediterráneo como el nuestro. Lamentablemente, el animus societatis que debería existir en todo esquema de complementariedad económica, comercial y social no siempre ha orientado las decisiones en el Mercosur.
    Y aquí nos encontramos, pues, a las puertas de la conmemoración de los 25 años de fundación del bloque sin demasiadas cosas que celebrar. Trabas arancelarias o para-arancelarias dificultan el libre tránsito de las mercaderías consagrado en el primer artículo del Tratado de Asunción. Excusas de orden migratorio o aduanero entorpecen, también, el tráfico expeditivo de las personas que habitamos la región.
    Los paraguayos, por ejemplo, ahora en plena temporada estival, somos víctimas de interminables filas y controles de toda especie en los puntos fronterizos, sobre todo en aquellos que nos separan –porque la verdad es que hasta ahora no nos unen– de Argentina. En ocasiones, los ciudadanos paraguayos que intentan ingresar al vecino país a través de Posadas deben aguardar cinco, seis y hasta diez horas. No existen condiciones para suponer que estamos acercándonos, siquiera lentamente, a integrar un mercado común al estilo de Europa.
    Está visto que si la integración no se hace con la gente y en beneficio de la gente, es la legitimidad misma del proceso la que será puesta en causa y entredicho. No existen motivos, entonces, para hablar de un “sentido de pertenencia”. Las marcas del “Mercosur” en los pasaportes o en las matrículas de los vehículos –que comenzará a regir– no son más que frías nomenclaturas vaciadas completamente de contenido.
    Los cancilleres y los presidentes del bloque no deberían dejar de reflexionar sobre esta cruda realidad. De lo contrario, será inevitable que la gente continúe considerando que la celebración de este casi medio centenar de cumbres de jefes de Estado no ha tenido otro objetivo más que el de promover un costosísimo turismo diplomático absolutamente divorciado de los verdaderos intereses que tendrían que animar la integración de los pueblos y de las economías a las que ellos dan vida y sustento.

    http://diariolajornada.com.py/v6/category/editorial/

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  6. Uruguay y las reglas “a la carta” del Mercosur

    Los cancilleres de Argentina, Paraguay y Uruguay han estado repitiendo que “no se puede ser socio del Mercosur, a la carta”, al argumentar la situación de Venezuela que dice haber incorporado a su legislación interna gran parte de las normas vigentes en el bloque, salvo unas 120 que contradicen a su Constitución.
    El apego a las normas del Mercosur no ha sido automático ni rígido. Cada tanto, Paraguay padece restricciones comerciales a las mercaderías que deben atravesar territorio argentino para tener salida por el Atlántico a mercados del mundo.
    También sufrió en carne propia la aplicación “a la carta” de las reglas del Mercosur, al quedar suspendido como Estado Parte, sin derecho a la defensa, por decisión de los otros fundadores, cuando en el 2012 se destituyó al presidente de la República Fernando Lugo, vía juicio político. En esa época también los demás miembros del Mercosur decidieron el ingreso pleno de Venezuela al bloque, cuando este aún no había culminado la adecuación de las normas del Mercosur, como se comprometió hacer al suscribir el Protocolo de Adhesión en 2005.
    Ignoraron un punto elemental de las normas del bloque que es el que las decisiones deben tomarse por consenso, y entonces, Paraguay ni siquiera podía participar de las actividades del bloque.
    Uruguay asumió la presidencia temporal del Mercosur en diciembre de 2015 y el 31 de julio último, pese a que se le pidió que extendiera su mandato o transfiera directamente la presidencia pro témpore a la Argentina, y no a Venezuela, cuestionada por la situación de los derechos humanos y por incumplir con las obligaciones del protocolo de adhesión, simplemente anunció que su presidencia había acabado y dejó picando la pelota en un mar de incertidumbre, mientras Venezuela anunciaba que asumía la posta de la conducción semestral. Otra vez el sí, pero… de Uruguay.
    Este, Argentina ni Brasil apoyaron el pedido de Paraguay de analizar la situación de Venezuela a la luz del protocolo de Ushuaia, de compromiso democrático en el Mercosur.
    Y ahora, otra vez Uruguay, anuncia que, contra viento y marea, firmará un tratado de libre comercio con China, ignorando la decisión N° 32 del Mercosur que estable que los Estados Partes solo pueden negociar en forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial con terceros países o agrupaciones de países extrazona en los cuales se otorguen preferencias arancelarias. Pero Uruguay insiste en que con o sin el Mercosur, suscribirá un acuerdo de libre comercio con la segunda economía más grande del mundo.
    Es decir, Uruguay quiere compartir con otros países en un bloque regional, pero a la vez, negocia por cuerda separada acuerdos que cree convenientes. Es como el futbolista que arrasa en la cancha, ignorando al equipo. En otras palabras, hay reglas en el Mercosur que cobran vigor para unos, y no para otros. Uruguay lo demuestra.

    Por Susana Oviedo

    http://m.ultimahora.com/uruguay-y-las-reglas-a-la-carta-del-mercosur-n1051304.html

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  7. Falacias de la integración

    “Si los ingleses podemos producir por nuestra cuenta mantequilla a 50 peniques la libra, ¿por qué a otros el Estado tiene que pagarles para que lo hagan?”. Esta reflexión se escuchaba insistentemente en la hoy desaparecida “mesa de la leche” de Gran Bretaña (MMB) reemplazada por el actual comité que regula el sector. Esta visión reduccionista sobre la integración, expresada ya en los años ‘80 por productores br
    Esta visión reduccionista sobre la integración, expresada ya en los años ‘80 por productores británicos, reptaba por los subsuelos de la economía y sólo saldría a la superficie con el Brexit de 2016.

    ¿Qué significaba aquella queja casi lastimera? Que ya por entonces los ingleses rechazaban la idea de “subsidiar la ineficiencia de los productores franceses”, todo a cuenta de los impuestos que paga el ciudadano de la Unión. Este es uno de los problemas más serios que debe enfrentar todo proceso de integración económica: qué hacer con las economías “más caras”, o para decirlo bien claro, más ineficientes. ¿Cómo enfrentan los mercados integrados esta realidad? Pueden hacerlo de dos maneras. Una es otorgando subsidios a la producción primaria y sus derivados. La Unión Europea dedicó en 2015 el 50% de su presupuesto –unos US$ 100.000 millones- a sostener la economía de sus productores primarios e industrias transformadoras.

    De esta manera, se mantienen los precios artificialmente bajos para competir con productos similares de extrazona. La otra manera es transferir los costos al precio final. El encarecimiento abriría las puertas a una inundación de artículos de extrazona y los productores locales se quedarían sin mercado. Un solo ejemplo: los vitivinicultores del valle de Napa en California o del Cuyo argentino (principalmente Mendoza y San Juan) se enfrentan a un muro impenetrable que rodea la UE con fuertes dispositivos proteccionistas. Un documento del Centro de Economía Internacional de la Cancillería argentina señalaba en 2015 que la eliminación de los subsidios en la UE crearía “un escenario favorable para los países productores. Puntualmente para la Argentina, sus exportaciones crecerían 10,22%, equivalente a US$ 81,7 millones y su producción, 1,24%, enfrentándose a un precio internacionalque subiría 0,8%. Estados Unidos y la Argentina serían los países más favorecidos con la eliminación de los subsidios”. Pero por ahora, los europeos seguirán tomando sus excelentes vinos a precios muy por debajo de los costos, mientras los vinos chilenos, argentinos o norteamericanos –también excelentes- deben contentarse con el mercado local u otros destinos en el globo.

    La UE es un ejemplo de integración excluyente. Para “los de acá” todo y para “los de afuera” nada. Es lo que ocurre con la carne paraguaya. “Europa paga el mejor precio del mundo” festejaba un funcionario del Gobierno. Claro, pero compra apenas el 0,11% del total exportado por el Paraguay. “Lo que importa –asegura un experto- no es la cantidad sino lograr el ‘sello Europa’ para nuestra carne”. Es cierto, un sello con el que se puede vender en cualquier parte, menos en Europa. Tal vez con los años y mucha paciencia, las herméticas puertas del viejo mundo se abran de par en par.

    http://www.5dias.com.py/52803-falacias-de-la-integracion

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