Sin cambio en los políticos, no habrá cambio en función pública

Lo que se ha visto en el Parlamento, la Universidad Nacional de Asunción, la Contraloría General de la República y el Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) es el producto de un sistema intencionalmente revuelto para que en la Administración Pública los corruptos saquen provecho a costa del dinero de los contribuyentes. A lo largo de las últimas décadas, ha habido una silenciosa aunque eficaz conspiración de la clase política para establecer una anarquía que le permite repartir jugosos salarios a sus parientes, amigos y correligionarios sin estar capacitados y sin trabajar. Desmantelar esta cultura de profundo arraigo será difícil, pero es una tarea urgente que hay que emprender cuanto antes.

La Secretaría de la Función Pública (SFP), con un proyecto de ley que presentará al Parlamento en marzo venidero, quiere reformar el Estado obsoleto, sobredimensionado y, para colmo, ausente en lugares estratégicos del país. Su propósito es instaurar un proceso de transformación gradual en el que los asalariados del sector público se transformen en servidores de la ciudadanía y se traben los mecanismos que favorecen la corrupción.

Para ello, una de sus prioridades es modificar el instrumento legal que rige la vida del empleado público, la Ley 1626, sancionada en el 2000, superando algunas de sus graves limitaciones.

Los escándalos vinculados al despilfarro del dinero de los ciudadanos en salarios para parientes, amigos y correligionarios de los corruptos que ejercen el poder, sin mostrar aún la totalidad de los desbordes, dejaron la evidencia de que entre políticos y funcionarios al frente de algunas instituciones hay una larga complicidad que desangra las arcas estatales y perjudica al país.

Los que ganan elevados salarios sin acudir a sus puestos de trabajo, se pasean por los corredores sin que tengan tareas que realizar, que tan solo marcan sus horarios de supuestas entradas y salidas, cobran horas extras aun en vacaciones y carecen de preparación, así como el pago desde planillas oficiales a trabajadores que cumplen labores en la casa de los poderosos, muestran solo el rostro de algunas irregularidades diarias.

Estos vicios no son exclusividad del Congreso, la UNA, la Contraloría o el TSJE. En mayor o menor medida, en las demás instituciones públicas se dan casos parecidos, ya que el desorden no es aislado, sino de carácter estructural.

La Secretaría de la Función Pública (SFT), tal como está concebida hoy, carece de la fuerza legal para ser gravitante en el cambio del actual estado de cosas. Por eso, la modificación de la ley que establece los alcances de sus atribuciones no solo es imprescindible, sino impostergable.

Una de las debilidades a superar es que la STF constituye más bien una instancia simbólica, ya que solo sugiere a los entes públicos modos de actuar, sin potestad alguna para exigirlos. Algunas instituciones han apelado al recurso de la inconstitucionalidad para estar fuera de la jurisdicción de ese organismo que carece de real fuerza para intervenir con eficacia y evitar la vigencia de irregularidades.

La carrera del servicio civil, en el que los ingresos y ascensos se den por la capacidad y no por el padrinazgo, la equidad salarial, la capacitación permanente, la forma de erradicar el planillerismo y los privilegios y el tráfico de influencia son aspectos que deben contemplar las nuevas normas.

Aun cuando se logre una ley excelente en el papel, no hay que olvidar que su cumplimiento –en última instancia– depende de la voluntad política. No es posible cambiar la actual cultura del funcionariado si no ocurre lo mismo con los políticos. De casi nada valdrá alcanzar lo primero si lo segundo sigue siendo la gangrena del Estado paraguayo.

http://www.ultimahora.com/sin-cambio-los-politicos-no-habra-cambio-funcion-publica-n958921.html

7 comentarios en “Sin cambio en los políticos, no habrá cambio en función pública”

  1. No deberían gozar de tanta impunidad

    Por Marcos Cáceres Amarilla

    La situación económica y administrativa en que se encuentra la gran mayoría de los municipios cuyas autoridades iniciaron su mandato recientemente es una muestra de los males que acarrea el pésimo funcionamiento de las instituciones de la democracia.

    Si la Contraloría, la Fiscalía y el Poder Judicial actuaran correctamente, muchas autoridades salientes estarían temblando por la posibilidad concreta de ir a parar a la cárcel. Pero no están siquiera nerviosas, porque confían en la impunidad que tendrán.

    En Asunción, ver el aspecto ruinoso que presentan muchas calles y la millonaria deuda que los nuevos administradores han encontrado lleva a preguntarse si el principal interés del frustrado aspirante a la reelección, Arnaldo Samaniego, no era en realidad mantener en secreto sus trapisondas y seguir alegremente en las mismas prácticas, como si fuera normal.

    Una situación similar se registra en varias municipalidades del país, donde los nuevos intendentes se encontraron con déficits millonarios, cuentas impagas, además de un generalizado desorden administrativo que deberán revertir, en caso de que pretendan tener una gestión medianamente eficiente.

    Hay municipios, como Ciudad del Este, donde los intendentes fueron reelectos. Es difícil evitar preguntarse de cuántos “fatos” y embrollos de todo tipo dejaremos de enterarnos porque quienes continúan en el poder evitarán expresamente que trasciendan.

    Hasta ahora, el número de autoridades municipales procesadas y presas en nuestro país por hechos de corrupción es muy poco si tenemos en cuenta la gran cantidad de denuncias poco investigadas o las consecuencias de las administraciones corruptas, que están a la vista y que los contribuyentes deben soportar.

    Quienes acceden a los cargos en sus comunidades con un auténtico afán de servicio a sus compueblanos son, aparentemente, los menos. Para la mayoría, ser intendente o concejal significa un trampolín para otros cargos de mayor relevancia o una oportunidad de hacer negocios para su beneficio personal o grupal.

    Suele insistirse a los ciudadanos para que utilicen correctamente la herramienta del voto, castigando a las personas y a los partidos que incumplieron sus promesas o que aprovecharon para enriquecerse, perseguir a sus adversarios, ganar poder o, sencillamente, que fueron inútiles y no hicieron nada positivo.

    Pero también los organismos de control y el Poder Judicial deben cumplir con su rol constitucional para que la democracia no sea simple fachada y evitar de paso que algunos sinvergüenzas se regodeen con su impunidad.

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  2. Falta mentalidad nueva en los partidos

    La Juventud Colorada no renueva sus autoridades desde 2006, cuando venció el mandato del Comité Central elegido cinco años antes. El hecho habla muy poco en favor de la institucionalidad de la organización juvenil y, por extensión, de la importancia que la Junta de Gobierno de la ANR otorga a los afiliados de entre 18 y 30 años, que conforman la gran mayoría del padrón partidario. Una de sus comisiones permanentes es la de la Juventud, que, entre otras cosas, administra el fondo de becas del partido para formar a los jóvenes en centros educativos nacionales o extranjeros. Es encomiable que un partido contribuya a la capacitación profesional, pero además debe dar importancia prioritaria a la formación política de sus afiliados.

    El estatuto de la ANR dispone que las listas de candidatos estén integradas, como mínimo, por un 20% de jóvenes. También esta norma es oportuna, aunque no creemos que la participación política deba estimularse necesariamente mediante el atractivo de un cargo electivo rentado. La mejor manera de despertar el interés de los jóvenes por la política –al menos el de aquellos que tienen un ideal de patria– es depurarla de las prácticas aberrantes que la convierten en una actividad cuasi delictiva.

    La conducta de los mayores debe estimular a las nuevas generaciones, en vez de provocar en ellas un enérgico rechazo a todo compromiso con los asuntos públicos. Los jóvenes no deben creer que la corrupción es inherente a la política, pese a que sean muchos los ejemplos repugnantes que hoy puedan darse para justificar esa impresión. Los colorados jóvenes, en especial, deben lanzarse a la arena política para no dejar a su partido en manos de quienes desde hace demasiados años vienen demostrando que están al servicio de inconfesables objetivos particulares antes que el servicio a la patria o al partido. Lo que a ellos menos les interesa es que se vuelquen a la actividad política quienes tienen el corazón y las manos limpias, algo que, sin embargo, no siempre tienen todos los jóvenes. En efecto, la juventud no garantiza que se esté libre de vicios, herencia del sectarismo ramplón de tantos viejos dirigentes que se formaron políticamente bajo el estronismo. Por ejemplo, el ministro de la Juventud, Marcelo Soto, hijo del diputado Mario Soto Estigarribia, dio recientemente una muestra acabada de esa mentalidad retrógrada al proferir que “el peor colorado es mejor que el mejor liberal”. Se retractó más tarde, pero evidentemente lo que dijo respondía a sus íntimas convicciones. Por supuesto, no hubo ninguna sanción para él, que continúa en el cargo gubernamental.

    El historiador Blas Garay –un gran colorado– se refirió una vez a “la tierna podredumbre”, la que sin duda también existe hoy. Nuestro diario alienta la generosa participación política y ofrece sus páginas a aquellos que no tienen apetencias personales que satisfacer, sino el deseo de servir a sus compatriotas desde su partido y, eventualmente, desde la función pública.

    La sana explosión juvenil puede transformar a nuestro país, como bien lo demostraron los jóvenes estudiantes universitarios y secundarios que con sus manifestaciones pacíficas sacudieron los cimientos de la atrofiada educación secundaria y universitaria, con saludables efectos. Urge, ciertamente también, que la Juventud Colorada renueve sus autoridades, sin ser manipulada por los dirigentes caducos inescrupulosos que se dedican diariamente a desprestigiar la política. Pero más allá del funcionamiento regular de una organización juvenil, lo que importa es que llegue mentalidad nueva a los partidos, que imprima rebeldía contra la mediocridad, la corrupción, el clientelismo y otras lacras que tanto daño hacen a nuestro país. Que los jóvenes se vivifiquen mediante el idealismo de los paraguayos que no tienen ataduras con el pasado ni están corrompidos por las miserias del presente.

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/editorial/falta-mentalidad-nueva-en-los-partidos-1443663.html

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  3. Ya comienza el desfile de cachivaches para el 2018

    Poblados enteros están aislados. Por día suman personas afectadas por la crecida. Las familias pierden sus muebles, sus animales domésticos, sus ilusiones y en algunos casos hasta a sus seres queridos. Los jóvenes se sienten ahogados entre un presente con escepticismo y un futuro sin esperanza. Los prejuicios de los barrios altos proliferan como camalotes. En síntesis: El Paraguay se hunde. Pero los políticos ni ahí están con la realidad de la gente, de la misma gente que les vota para que usen y abusen de los cargos.

    A estas alturas, cuando el río Paraguay amenaza con sobrepasar todos los límites de las pasadas inundaciones y cuando todavía faltan dos años para las elecciones generales, ya comienza la danza de los nombres, las alianzas y la eterna amenaza de la reelección, una especie de película de terror que se repite cíclicamente, como las crecidas.

    Como todos los presidentes que le precedieron, el Cartel saca a relucir al dos por tres reelección y la consecuente reforma constitucional. Que sí, que no, que no caiga el chaparrón, porque el mundo se le viene abajo y el tipo piensa que puede seguir apoltronado en el sillón de López, sin hacer nada. Además de mucho dinero, todavía le quedan algunos amis que están dispuestos a apoyarle.

    Mientras, en medio de las aguas que bajan turbias, aparece Nicanor. Ahora como el salvador del partido, después de haber sido el Mariscal de la Derrota. Volvió con un discurso que es un chiste: “No podemos vivir con los ojos en la nuca, mirando al pasado”, como si él y todos los brontosaurios de su partido representaran al futuro. Bueno, ni siquiera al presente.

    Otro que quiere y ojalá no lo consiga es Marito, el dinosaurio. Un tipo de abolengo como pocos. Su padre fue un prócer del stronismo y los integrantes de su familia siguen honrando al dictador haciendo lo que mejor saben: beber de las fluyentes e inagotables canillas del Estado, que más que agua manan miel.

    Tras bambalinas les mira la Chuckie, con sus gigantes agujas para tejer y destejer los hilos de la marea colorada que nos está ahogando desde hace más de 50 años.

    En la otra vereda –aunque nunca es claro dónde están parados– un ciudadano Alegre, el señor Banana y un hombre Llano se trenzan en internas de nunca acabar.

    Como frutilla de la torta, anda dando vueltas Lugo, un tipo que ni siquiera pudo ser como Boabdil, a quien su madre acusó de “llorar como mujer lo que no supo defender como hombre”. Este directamente ni tuvo lágrimas para llorar. Los únicos que lloraron fueron los ciudadanos que una vez más vieron interrumpida la democracia.

    Y como tenemos tanta suerte, seguro resucita Lino, Argaña o el Pato Donald.

    Por Lupe Galiano

    http://www.ultimahora.com/ya-comienza-el-desfile-cachivaches-el-2018-n958617.html

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  4. Un 13 de enero…

    En esta misma fecha de 2010, envié al recientemente asumido intendente de Asunción, Arnaldo Samaniego, el texto transcrito más abajo. Lo hacía en mi carácter de asesor general de la intendencia y con la experiencia de funcionario municipal durante tres administraciones anteriores. Tal vez hoy, a cinco exactos años de distancia y habiendo estado en parte de este último y cuarto fracaso, el escrito todavía podría ser de utilidad en el presente:

    “…Impresión general: La misma sensación de euforia y omnipotencia que observé al inicio de casi todas las intendencias de los tiempos democráticos, pude ver en diciembre del año pasado. El mismo fenómeno que también caracterizó los primeros días de gobierno de Fernando Lugo como igualmente puede observarse en general, los mismos aires de suficiencia entre los que asumen un rol y protagonismo de gran visibilidad pública. Sin que éstos atisben siquiera, que la exposición nos pasa facturas, que los plazos son extremadamente cortos y los recursos cada vez menos suficientes. De manera que los límites entre el deleite del poder y la caída, es una línea delgada, quebradiza e invisible, que puede convertir la gloria de la victoria electoral, en la brevedad de un espejismo.

    El peor escenario: No haga demasiados esfuerzos en imaginarlo. No tiene sino que recordar el ‘prestigio’ que adorna hoy a un Carlos Filizzola, Martín Burt, Enrique Riera y Evanhy de Gallegos; al mismo presidente Wasmosy; y tratemos de evitar los motivos que llevaron al olvido a estas –entonces– promisorias figuras. Entre otros, los siguientes: no percibir sino las ‘ondas positivas’, admitir excusas ante el permanente incumplimiento de tareas asignadas, evitar hacer lo correcto o aceptar errores justificándolos con la figura de ‘males necesarios’; así como omitirse a toda costa de HACER LO QUE SE DEBE para solucionar lo que DEBE SER SOLUCIONADO.

    Para empezar: Nadie puede convencer a nadie de su eficacia si sus instrumentos de trabajo son malos o inútiles. Nadie va a creer en nuestros intentos de solucionar los males de la ciudad si vamos a apelar a los mismos procedimientos de siempre o enfrentándolos con la misma actitud de nuestros funcionarios. Nadie va a creer a una autoridad cuyo poder emana de una casa sucia, desordenada y descuidada como se presenta hoy el ‘Palacio Municipal’ ante los ojos de cualquier ciudadano o usuario. Para verificar esta simple verdad, habría que ‘pegarse una vueltita” hasta más allá del primer piso…

    La conducción: Los directores son el Equipo de Gobierno. No ocupan estos cargos por solamente una oportunidad laboral. Forman parte del proyecto. Tienen prerrogativas y privilegios, pero también grandes responsabilidades y obligaciones. Y deben hacerse cargo del recinto que alberga sus actividades. Por lo que TAMBIÉN forman parte de aquellas, las siguientes:

    * El estado general del o de los locales que ocupan. Esta responsabilidad empieza con la limpieza general hasta el mantenimiento de todas las instalaciones.

    * Estado y funcionamiento de muebles y equipamientos.

    * Buen estado de conservación de vehículos y maquinarias a su cargo.

    * Disposición de un instrumental de trabajo adecuado.

    * Plan de trabajos organizado en base a un protocolo preciso, con suficientes recursos materiales y humanos para su concreción. Y de la misma manera, abocarse a un minucioso control de la calidad y rapidez de su ejecución.

    * Finalmente, la imprescindible imposición de una disciplina de trabajo. Los Directores deben asumir que ellos mismos, como los funcionarios bajo su mando, son remunerados con dinero que aportan los usuarios, en el entendimiento que éstos recibirán una atención y servicios acordes.

    Será igualmente importante, el cumplimiento estricto de los horarios EMPEZANDO POR EL SEÑOR INTENDENTE. Esta es una señal clara e inequívoca de disciplina, seriedad, orden y eficacia de la Administración. Con estos hábitos, podría pretenderse a una buena gestión. A menos que su aspiración fuera ganar, simplemente, una elección…”.

    Por Jorge Rubiani

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/un-13-de-enero-1443947.html

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  5. El Partido Colorado y el Gobierno ante su partida más transcendental

    A tres años de haber recuperado el Poder el Partido Colorado, se encuentra en una etapa crucial donde juega sus cartas para constituirse en una opción válida de cara al 2018.

    La derrota durísima en las últimas elecciones municipales donde no solo ha perdido la capital del país, sino también bastiones emblemáticos del coloradismo como Encarnación constituyen la prueba más dolorosa pero que faltaba para demostrar que con la pañoleta, con los apellidos tradicionales, o con las hurras ya no se ganan elecciones.

    El electorado ha madurado, y pese a que su corazón se inclina hacia un partido determinado, observa mas fríamente y mejor al candidato, sus antecedentes y su proyección.

    Este resultado dispara un nuevo escenario donde de una vez por todas los partidos tradicionales deben entender que deben poner a consideración de la ciudadanía lo mejor que tienen, sus mejores juradores, personas intachables, de vida personal y privada impecable, y sobre todo más que sus palabras deben hablar de él su gestión.

    Esa es la única vía que tienen los partidos tradicionales de recobrar la confianza del electorado y desplazar a esas castas eternas que con el mote de ser de tercera o cuarta generación han secuestrado a esas instituciones para enriquecerse y enriquecer a su séquito estando presentes en cuanto escándalo sale a la luz. La Toma de la Bastilla también debe llegar para ellos, este es momento de ahora o nunca. Creen que con dos o tres hurras desapareciendo durante todo su periodo pueden despertar algún interés con una campaña mediática burda y vulgar.

    Hay una luz de esperanza con la aparición de nuevos actores del partido, personas jóvenes, transparentes, sin pasado, o sin tradición de antaño podría decirse pero mostrando gestión y resultado, acorde con el dicho más acción y menos palabras. Vaticinábamos una lucha dialéctica entre la vieja guardia que cimentó su protagonismo en la estructura prebendaría, cuyos principales actores están relacionados con hechos de corrupción, rompiendo la regla de predicar con el ejemplo Vs el nuevo liderazgo joven sin pasado y transparente que muestra como carta de presentación su gestión y sus ganas.

    En ese marco, el partido más importante y protagonista de la política paraguaya se debate internamente en una jugada crucial. O se adapta a las nuevas corrientes de la historia, de la transparencia, de la gestión, de una vida ejemplar hasta en el aspecto privado de sus líderes o persiste en las claques históricas que con el cuento de la tradición se han enriquecido y protagonizado hechos de corrupción indefendibles.

    El Partido Colorado ha demostrado que siempre se ha adelantado a los tiempos, así de sostener al régimen de Stroessner ha sido al momento del golpe del ’89 el primero en respetar las reglas de la democracia. Reflejo de ello es que hasta ahora es el único partido que realiza elecciones internas reales y en serio. El resto predica la democracia pero luego entre cuatro paredes decide las candidaturas a dedo.

    En ese marco, el regreso del Dr. Nicanor Duarte Frutos ex presidente de la República genera también muchas expectativas en el partido y en sus estructuras a nivel nacional, especialmente de cara a las esperanzas de las clases rurales y obreras.

    De todas maneras, el sector oficialista del partido no debe olvidar que fuera de esos líderes eternos y perimidos se encuentra un ejército de luchadores incansables del partido, especialmente de mujeres que con su trabajo incansable asisten a sus comunidades, a sus vecinos o como se vio nuevamente en este periodo de inundaciones fueron las tan criticadas seccionales una de las pocas entidades civiles que se mostraron para asistir a las familias existiendo tantas ONG de ayuda a los carenciados que brillaron por su ausencia salvo esporádicas imágenes que parecen más para aparecer en redes sociales.

    Esa dirigencia de base, honesta y trabajadora incansable también ha sido abandonada por la llamada dirigencia tradicional y espera en forma estoica su reivindicación histórica.

    En ese marco este hecho nos recuerda al famoso atraco a la Junta de Gobierno en 1987 donde el sector militante muy criticado representó una opción de participación real de los segmentos campesinos y obreros frente a un tradicionalismo arcaico y eterno cuyos exponentes estaban más relacionados con las clases altas de Asunción y lejos de la mano dura y ajada del campesino trabajador.

    Por tanto, para seguir marcando las pautas y la dirección de la política paraguaya el Gobierno y el Partido Colorado deben tener el coraje, la mesura, pero la firmeza de asumir una dirección sin desvío de gestión de sus representantes, sin querer caer bien a todos, sino pensando en el país pero estrechando directamente una nueva alianza con el liderazgo tradicional del partido abandonado.

    El Partido Colorado debe volver a ser el foro de debate de los temas de Estado, de las direcciones de la República y de las políticas económicas y rurales de sectores abandonados y marginados. Esa es su esencia y hay que redescubrirla quitando las hojas secas.

    Por José Ocampos
    Abogado
    Catedrático Universitario UNA
    Analista político

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  6. Estamos todos locos
    Marilut Lluis O´Hara

    Algo pasó en el último tiempo y yo no me di cuenta, pero de pronto parece que hay una clara tendencia a declarar so’o el Estado de Derecho y hacer lo que le venga en gana a cada quien. Siempre se violó la ley en este país; cualquiera que tuviera alguna forma de poder conseguía adaptar las normas vigentes a su conveniencia.

    Pero antes se hacía medio a escondidas, comprando jueces que interpretaran las leyes a favor de quien pagaba más. Ahora no. Ahora un periodista le hace una entrevista a un personaje X que le dice que va a hacer tal cosa, aunque abiertamente eso sea ilegal, y se publica así, sin cortapisas. Y el periodista no es capaz de decirle al fulano de tal “epa, un momentito; eso es ilegal y no puede hacerlo”.

    Todo lo que tenga que ver con la Constitución y las leyes me fascina. Seguramente en mi otra vida fui abogada o algo así. Por lo tanto hace tiempo que vengo siguiendo todo el debate que hay sobre la reelección y se me paran los pelos cuando leo barbaridades de personajes políticos que algún tipo de criterio deberían tener para ocupar un cargo público.

    Primero fue Fernando Lugo, quien muy ligero de cascos empezó a decir que no tiene ninguna restricción para volver a postularse como candidato a la Presidencia de la República, porque cuando la Constitución prohíbe la reelección se refiere solo a la consecutiva y no a la alternada; o sea que no puede postularse un presidente para el periodo siguiente al de su mandato, pero sí pueden hacerlo quienes hayan tenido mandatos anteriores. Resulta que este señor ni siquiera es senador vitalicio porque fue echado por juicio político y no terminó su mandato, pero ñandeko puede volver a ser presidente de la República.

    Pero la cosa no termina allí. Otros sabiondos que ocupan bancas en el Congreso plantean que se meta la reelección en la Constitución a través de una enmienda, porque así será menos problemático. Y a casi nadie se le ocurre decirles que eso no se puede, que lo que corresponde es la reforma porque es lo que dice la ley. En varias publicaciones de ADN insistí con el tema, a tal punto que ya parezco una vieja plagueona que no se adapta a los nuevos tiempos en los que, por lo visto, para estar en onda hay que hacer pito catalán a la Constitución y las leyes.

    Y no me meto en el tema de la nueva ministra de Justicia y Trabajo que juró sin renunciar a su cargo de magistrada y de golpe y porrazo es funcionaria de 2 poderes del Estado, el Judicial y el Ejecutivo, para que no me acusen de ser excesivamente pesada.

    Se declaró so’o y a nadie le importa un pito lo que digan las leyes. En serio, estamos todos locos.

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  7. Lloran porque no les permiten tragar

    Uno de los típicos exponentes de nuestra averiada clase política, el senador Julio César Velázquez (ANR), declaró que su partido está en el poder, pero no en el Gobierno. Es probable que haya querido decir lo contrario, es decir, que los colorados están formalmente en el Gobierno, pero que de hecho no ejercen “el poder”, que es lo que suelen alegar los descontentos del partido oficialista. Sea como fuere, lo cierto es que sus palabras trasuntan la ambición insatisfecha de quienes creen que no están disfrutando como merecen del botín del Estado en la medida de lo que consideran son sus “méritos” políticos.

    Este legislador cree que se ganan unas elecciones no precisamente para ejecutar un programa de Gobierno en beneficio del país, sino para conquistar prebendas para uno mismo, para los parientes, para los correligionarios y hasta para las amantes. Los cargos públicos apetecidos por ellos no solo conllevan un buen sueldo, sino también brindan la posibilidad de grandes negociados. Este tipo de político pretende que el Presidente de la República los reparta sin atender los atributos morales e intelectuales de los agraciados, sino más bien la angurria de dinero de quienes están llorando porque ella no es satisfecha. El senador Velázquez no cuestiona la política gubernativa, no le preocupa; para él es más importante instalar en el aparato estatal a los dirigentes y operadores colorados de su grupo. Lo que desde el comienzo de este periodo gubernativo les ha sulfurado a algunos colorados es que Horacio Cartes marginó a muchos de ellos para gobernar con la gente de su confianza. Que estos ejerzan bien o mal sus funciones, les resulta indiferente: lo que reprueban es que “están ocupando” el lugar que les corresponde a quienes han frecuentado las bases partidarias. Para él, da igual que desde el Palacio de López se apliquen políticas socialistas, liberales o populistas, siempre y cuando los carcamanes colorados de viejo cuño cuates ingresen con sus respectivos séquitos en una entidad del Gobierno. Hay quienes olvidan su indignación republicana cuando le dan una embajada, como fue el caso de Cándido Aguilera, hoy en Panamá, que formuló gravísimas acusaciones contra Horacio Cartes en vísperas de las elecciones internas de 2012. En realidad, muchas de las críticas que el Presidente de la República recibe de sus correligionarios son con el objetivo de obtener algún puesto bien remunerado. En las Aduanas, o en Petropar; tal vez con más suerte, hasta de “consejero” en una binacional.

    Conste que también esos críticos, como el senador Mario Abdo Benítez (ANR), sin ningún rubor tienen ubicados a sus parientes cercanos en algún lugar del aparato estatal. Lo que pasa es que eso no les basta a los colorados de dientes afilados; desean tener una mayor tajada en el botín. No les importan las políticas públicas, sino “las privadas”, para atender los requerimientos de personajes que se creen con derecho a “mandar”. Si los pedidos no son aceptados, buscan excusas para torpedear alguna iniciativa del Gobierno, tal como lo hicieron los 15 senadores colorados, encabezados por Juan Carlos Galaverna, quienes de pronto “hallaron” reparos al proyecto de ley sobre la alianza público-privada, que al principio habían apoyado: “Me equivoqué”, dijo el senador Enrique Bacchetta, con el mayor desparpajo.

    Esta repudiable concepción del Estado como una “isla del tesoro” no es privativa de la ANR, tal como se ha visto bajo los gobiernos de Fernando Lugo y de Federico Franco. Muchos de los opositores de antes, que se rasgaban las vestiduras ante la corrupción colorada, desembarcaron entusiasmados con la convicción de que “ahora nos toca a nosotros”. Así, entre otras gracias, engrosaron enormemente el personal público sin respetar la Ley de la Función Pública, y practicaron el nepotismo con el cínico argumento expuesto por el exobispo, de que también sus parientes tenían “derecho a trabajar”. Esta opinión sin duda es compartida por el clan liberal de los Franco: la actual vicedirectora del Registro Electoral, Mirtha Vergara, esposa del senador Julio César Franco, fue antes senadora y embajadora en el Uruguay. ¿Y qué decir de los hermanos Gómez Verlangieri, uno de los cuales arrasó la Industria Nacional del Cemento? Hay serios indicios, por cierto, de que bajo el gobierno de Federico Franco hubo mucho apuro por robar, dada la incertidumbre del resultado de las elecciones generales de 2013.

    No se crea que solo en los partidos tradicionales hay políticos de la vieja escuela: Camilo Soares, por ejemplo, está procesado porque, como ministro de la Secretaría de Emergencia Nacional, habría sobrefacturado alimentos –los famosos “coquitos de oro”– destinados a víctimas de las inundaciones. Ahora mismo nos enteramos de que la exdiputada izquierdista Karina Rodríguez –hoy alta funcionaria de la Municipalidad de Asunción– firmó las planillas de asistencia de un “funcionario” español de la Justicia Electoral, comisionado a instancias suyas a la Cámara Baja, cuando el mismo se encontraba de vacaciones en España. Soares y Rodríguez son dirigentes del P-MAS, un partido joven que se dice “revolucionario”; por lo visto, está con los vicios de la vieja política de las agrupaciones tradicionales.

    Es evidente, entonces, que el sueño del común de los políticos paraguayos es echar mano al Estado para rapiñarlo en compañía de sus claques. El presupuesto nacional ejerce sobre ellos un atractivo irresistible, y para llegar a exprimirlo están dispuestos hasta a cosas inconfesables.

    No hemos mejorado mucho desde que Eligio Ayala constató, hacia 1915, que en el Paraguay “la política se ha convertido en una profesión lucrativa (…) Se ingresa en la política, en los partidos políticos, para adquirir puestos públicos, para distinguirse, divertirse y ganar plata”.

    Las nuevas generaciones deben esforzarse por dignificar la política, y liberarla del afán de servirse de ella para tomar por asalto los recursos del Estado.

    http://www.abc.com.py/edicion-impresa/editorial/lloran-porque-no-les-permiten-tragar-1444609.html

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