Financiar el desarrollo con recursos genuinos, el desafío

Los impuestos constituyen la fuente legítima de financiamiento de las políticas públicas. Paraguay cuenta con enormes desafíos para lograr un desarrollo pleno en el corto, mediano y largo plazos. Las políticas necesarias para enfrentar esos desafíos requieren recursos que deben provenir de los impuestos. El año 2016 será duro económicamente, por lo que el Gobierno deberá fortalecer su capacidad recaudatoria para aumentar los recursos disponibles, sin que ello signifique aumentar aun más las desigualdades traducidas en una alta inequidad de la estructura tributaria. A la vez que deberá elevar la presión impositiva, es un imperativo ético impulsar un mayor compromiso con el país de quienes más se benefician con el crecimiento económico.

Paraguay creció en los últimos años a tasas promedio de más del 5%. Este nivel de crecimiento económico es altamente auspicioso sobre todo teniendo en cuenta que la tasa de crecimiento poblacional es mucho más bajo. Una situación como esta debió ser aprovechada para aumentar la presión tributaria y, de esa manera, recaudar más y contar con el financiamiento que requieren los años de estancamiento o recesión.Para que los países cuenten con buenas condiciones a largo plazo se requieren no solo políticas que funcionen bien en momentos de expansión económica sino también políticas que permitan sostener el crecimiento aun en contextos adversos o de ralentización.No obstante la oportunidad perdida durante los años de alto desempeño económico, el «milagro» paraguayo como muchos analistas destacan continuará en el 2016, ya que el Gobierno estima que el PIB aumentará, aunque menos que años anteriores.

El país debe aprovechar la situación ventajosa para ampliar su base tributaria. El IVA debe generalizarse ya que actualmente quedan sectores de niveles de ingresos altos que cuentan con ventajas fiscales. El Gobierno debe sustentar la vigencia de un IVA diferenciado con estudios rigurosos que comprueben que las menores tasas de IVA para ciertos sectores generan beneficios a toda la sociedad, no solo a los afectados de manera directa.

Además, deben revisarse todos los impuestos directos, a fin de dotarle de mayor capacidad recaudatoria al Estado y, sobre todo, transitar hacia un sistema más justo donde los impuestos indirectos pierdan peso relativo y lo adquieran los impuestos a la renta y al patrimonio.

Los impuestos directos deben ser los que sustenten la estructura tributaria. Quienes ganen más, deben pagar más.

La conjunción de ambas reformas debe tender a dotarle al Ministerio de Hacienda las herramientas que permitan aumentar la eficiencia recaudatoria, cerrando los espacios que hoy permiten altos niveles de evasión y elusión.

Este Gobierno ha implementado varias medidas, ninguna exitosa a juzgar por las estimaciones de recaudaciones potenciales que al cabo de un año resulta que no son las esperadas. Con medidas parciales, las reformas terminan siendo parches sin impacto positivo para el fisco.

Uno de los desafíos para el año 2016, no cabe duda, es el financiamiento público. La capacidad de endeudamiento no solo llegó a su límite, sino que parte de la deuda ya es destinada a pagar deudas anteriores, en un comportamiento que deja dudas sobre la sostenibilidad de la deuda y, sobre todo, sus efectos positivos en el bienestar presente y futuro de la población.

2 comentarios en “Financiar el desarrollo con recursos genuinos, el desafío”

  1. Crecimiento mundial y tasas de interés

    Por César Barreto Otazú (*)

    Durante todo el 2015, el mundo, y en especial los países emergentes, estuvo pendiente de la decisión de la Reserva Federal de los EEUU respecto al aumento de su tasa de interés de política monetaria.

    Esta decisión, en principio, marca el fin de un largo periodo de amplia disponibilidad de capitales a costos históricamente muy bajos del cual disfrutaron los países emergentes y en desarrollo de todo el mundo.

    El ajuste inicial finalmente ocurrió a mediados de diciembre. Si bien la presidenta del Banco Central norteamericano, Yanet Yellen, ha indicado que el proceso de ajuste será gradual, este dependerá de la fortaleza del crecimiento de la economía americana, la capacidad de generación de empleos de calidad y el comportamiento de los salarios y la inflación en los próximos meses.

    Estos factores sobre los cuales dependen los siguientes ajustes de tasas y en qué nivel se ubicarán finalmente las tasas de interés en los próximos años está en el debate actualmente entre economistas académicos y policy makers.

    El panorama, si bien no es muy claro aún, indica una economía mundial débil por un periodo prolongado de tiempo.

    Los factores que explican el periodo de gran expansión de la economía y el comercio mundial en las últimas tres décadas, como la globalización, la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio, el desarrollo de la informática y las telecomunicaciones, etc., están empezando a menguar.

    En consecuencia, las oportunidades de inversión son más escasas y menos rentables y esto limita la capacidad de crecimiento de las economías desarrolladas.

    En paralelo, las economías emergentes grandes como China e India ya no pueden seguir con altas tasas de crecimiento dependiendo solamente de las exportaciones de productos manufacturados y servicios de bajo costo. Están buscando cambiar de modelo hacia uno más basado en la demanda interna, fortaleciendo los ingresos y la capacidad de consumo de sus grandes masas de población.

    Esta transformación no es sencilla y requerirá de tiempo aún para que se materialice totalmente.

    Frente a este escenario, economistas como Lawrence Summers (ex secretario del Tesoro de EEUU) o el propio Ben Bernanke (ex presidente del Banco Central de EEUU) ambos muy respetados y de mucha experiencia, están hablando de que el crecimiento potencial de la economía norteamericana y mundial es más reducido que las décadas anteriores por el exceso de ahorro versus inversión deseados a nivel global, que puede configurar incluso un periodo de estancamiento secular de la economías desarrolladas.

    De esta manera, con un crecimiento potencial más bajo de la economía americana y mundial, lo más probable es que las tasas de interés se ajusten muy lentamente y que el nivel final de ellas sea más bajo que el observado en las décadas anteriores.

    Por lo tanto, la tasa de interés real (tasa nominal menos la tasa de inflación esperada), que hoy es negativa en EEUU, no iría a niveles superiores al 0,5/1,0% en los próximos años como de hecho se refleja en los rendimientos de los bonos del Tesoro americano a 10 y a 30 años de plazo en los últimos meses.

    Lo mismo aplica para los otros dos centros financieros principales, Europa y Japón, donde la actividad económica aún sigue muy estancada y la política monetaria seguirá siendo expansiva.

    Esta perspectiva para las tasas en EEUU y el resto de los países desarrollados sigue representando un contexto financiero altamente positivo para las economías emergentes porque los capitales tendrán incentivos para seguir viniendo a nuestras economías, en la medida en que seamos ordenados, respetemos las reglas de juego y generemos confianza a los inversionistas.

    Finalmente, todo indica que la capacidad de crecimiento de la economía mundial será más reducida en los próximos años, pero si las tasas de interés permanecen bajas en los países desarrollados, los países en desarrollo ordenados podrán seguir creciendo, crear empleos y reducir la pobreza, aunque a un menor ritmo que en la década anterior.

    (*) Economista. Miembro del Consejo Directivo de Desarrollo en Democracia.

    Me gusta

  2. La nueva fuerza de trabajo

    Hace algunos años, cuando pensábamos en el futuro del trabajo, visualizábamos imágenes parecidas a Star Wars – La Guerra de las galaxias. Filas de robots idénticos entre sí, realizando tareas automatizadas con extrema eficiencia.

    En realidad, esas imágenes se asemejan mucho más a lo que pasaba en las líneas de producción de las industrias de 1.900, en la llamada revolución industrial. Miles de trabajadores realizando sistemáticamente una sola tarea cada uno.

    En Paraguay, la economía era precaria y basada casi únicamente en la producción de algodón. La mayor parte de la población vivía y trabajaba en el campo. La educación era un privilegio de una minoría. Las organizaciones eran completamente verticales, al igual que las sociedades. La comunicación y la colaboración no eran incentivadas.

    Si bien algunas organizaciones no se han alejado mucho de ese modelo, la evolución de la economía cambió la manera de trabajar y comenzó a demandar una fuerza de trabajo muy diferente. La agricultura y la ganadería siguen siendo predominantes (27,7% de participación en el PIB del 2004 al 2015 – fuente: BCP), pero crecen los sectores del comercio y los servicios, con una mano de obra más diversificada y valorando al trabajador como el principal recurso para el logro de objetivos.

    De hecho, en este nuevo modelo económico el capital humano es central en la optimización de la eficiencia manejando los demás recursos: capital, infraestructura, maquinaria, materia prima, e incluso robots.

    Lo que hace a una empresa excelente es justamente la manera como construye relaciones entre las personas, los recursos, el mercado y la productividad. En este escenario de relaciones la palabra clave es la confianza.

    Cuando preguntamos a los más de 5 millones de colaboradores que entrevistamos cada año en 47 países alrededor del mundo, lo que hace de su empresa un excelente lugar para trabajar, escuchamos frases relacionadas a la confianza en la visión, en las decisiones que se toman, en el futuro que se proyecta. Además, mencionan un propósito compartido y el orgullo de ser parte de ese propósito.

    Alinearse a un propósito es la búsqueda principal de las nuevas generaciones de empleados que ya están comenzando a ser mayoría en nuestras empresas. La fuerza de trabajo del futuro. Y ese propósito tiene que estar conectado con una misión que trascienda la organización y que impacte en la comunidad o, mejor aún, en la humanidad.

    En este propósito se sostienen los valores que van definiendo la Cultura Organizacional, la manera de hacer las cosas, que está compuesta además por hábitos, normas, creencias, y define formas de pensar, de sentir y de actuar. Es la cultura la que atrae, retiene y genera compromiso en los talentos que la empresa necesita para lograr el propósito.

    Estamos en una etapa donde se necesita ser competitivo para sobrevivir, y esta competitividad se basa en la demostración de eficiencia. No es producir o vender más, sino hacerlo mejor. Bajo esta premisa, las empresas comienzan a demandar una fuerza de trabajo formada y entrenada para sacarle el mayor partido a los factores que hacen al negocio. Empleados con especializaciones diversas que se animen a innovar y estimulen permanentemente la creatividad, no importa cuál sea su cargo. Para acceder a este escenario las empresas deben trabajar necesariamente en la cultura, y así atraer a las personas adecuadas y proporcionarles un ambiente seguro y confiable que les permita entregar su mayor talento y seguir desarrollándose.

    Lejos de la visión de robots alineados detrás de las tareas, estamos caminando hacia lugares de trabajo donde personas con alma se encuentran para compartir aspiraciones, valores, intereses y creencias.

    Las empresas que sean eficientes construyendo relaciones de confianza que estén alineadas a la productividad y que compartan un propósito mayor, serán las que consigan y sostengan incomparables ventajas competitivas en el futuro próximo.

    Carina Gómez

    Me gusta

Deja un comentario