Educación para transformar

Editorial La Nación

Los resultados de un estudio comparativo entre escolares de 15 países de América Latina debe motivar un profundo análisis de parte de las autoridades educativas. De acuerdo con las conclusiones del informe, los niños paraguayos se encuentran penúltimos en esa lista en materias tan cruciales como matemáticas, castellano y ciencias.

Los estudiantes locales solo superan a los de República Dominicana y se hallan muy por debajo del rendimiento de los chicos chilenos, que obtuvieron los puntajes más elevados, especialmente en matemáticas.

Apenas el 4% de los alumnos de tercer grado lograron las máximas notas, mientras que el 67% se quedó en la parte más baja de la escala. En el caso de los del sexto grado, la cuestión empeora, ya que solo el 1% de ellos alcanzó los resultados óptimos, mientras que casi el 70% obtuvo notas insuficientes.

Este informe no dice nada nuevo, a decir verdad. Viene a confirmar lo que otros estudios similares sostienen desde hace años y que es evidente para cualquiera que observe de cerca nuestro sistema educativo. Son problemas que se arrastran desde hace décadas sin que las buenas intenciones y los esfuerzos de autoridades y funcionarios logren revertirlos.

Esto es así por muchas causas, pero una de ellas es que las distintas administraciones al frente del Ministerio de Educación y Cultura no siguen una política de Estado, sino que aplican recetas o impulsan medidas que, cinco años más tarde, cuando las autoridades cambian, son echadas al olvido y no tienen continuidad.

Para que las transformaciones en materia de educación sean efectivas, se consoliden en el tiempo y cambien realmente al Paraguay proyectándolo al futuro deben articularse en torno a un gran pacto que incluya a las fuerzas políticas de todo el espectro ideológico, a las organizaciones de la sociedad civil, a los docentes, a los estudiantes y a las universidades. Mientras no se consiga levantar la bandera de la educación como una causa nacional, en la que todos se sientan comprometidos, las acciones y medidas de las sucesivas administraciones caerán irremediablemente en saco roto.

Es preciso diseñar una estrategia que apunte a un aumento sostenido de la calidad de la educación, comenzando con las materias instrumentales como las matemáticas y el castellano –que sirven para la comprensión y asimilación de otros campos de conocimiento– y poniendo el acento en la formación docente. El papel del maestro es y seguirá siendo insustituible por largo tiempo, por mucho que avancen la tecnología y las comunicaciones.

El papel del docente en el ámbito pedagógico moderno está cambiando, pero de ninguna manera significa que pierda protagonismo. Es evidente que la antigua figura del profesor como el núcleo que irradia sabiduría frente a un pizarrón es una concepción que está siendo superada. Pero no ocurre lo mismo con la función directriz, orientadora, que el maestro ejerce en el proceso de enseñanza/aprendizaje. Es pues de vital trascendencia que las autoridades se aboquen a hacer del plantel docente nacional un actor preponderante en el nuevo modelo educativo que el Paraguay requiere y que se basa en la utilización de las nuevas tecnologías.

Hacer de nuestras escuelas y colegios la palanca que la nación necesita para dejar atrás la pobreza y la ignorancia es una tarea que no puede cumplirla tal o cual gobierno, por buenos que sean sus propósitos. Debe ser la meta de un gran acuerdo, con un profundo sentido patriótico y con una visión estratégica.

De lo contrario, cada año será un año perdido para la educación y, por lo tanto, para el futuro del país.

http://www.lanacion.com.py/2015/11/30/educacion-para-transformar/

 

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