Asunción ganará si estimula el cuidado de edificios antiguos

Los edificios antiguos contribuyen a brindarle un toque de personalidad muy especial a cualquier ciudad. En el caso de Asunción, en el microcentro existe un patrimonio edilicio muy valioso erigido desde comienzos del siglo pasado, que mantiene la memoria de la ciudad y que habría que preservar. Esas casonas, palacetes, mansiones solariegas son parte de la identidad asuncena, y no solo en un marco romántico sino en el aspecto práctico. Hay un tipo de turismo que se disemina en el mundo y que está interesado en la cultura y en la historia, y que mueve mucho dinero. Por ello, la misma Municipalidad debe ayudar de manera decidida a que ese patrimonio se mantenga vivo.

En el centro de Asunción, especialmente en el cuadrilátero conformado por El Paraguayo Independiente, Colón, Haedo e Independencia Nacional, y también sobre la calle Eligio Ayala, existe un riquísimo patrimonio edilicio que nosotros mismos, los asuncenos, no valoramos en su verdadera dimensión.

Solo nos fijamos en esos edificios cuando algún extranjero nos hace notar su belleza, su estilo o su originalidad.

Lastimosamente, buena parte de ese patrimonio, de manera específica la que está en el microcentro, se halla muy deteriorada por el abandono y la desidia. Y quizá por la impotencia de sus dueños que no pueden acometer una restauración por los costos de la misma.

Esos costos habría que sumarlos a las muy elevadas tasas impositivas que todavía rigen en esa zona de nuestra capital.

En esta circunstancia, muchos propietarios que no consiguen alquilar o explotar ellos mismos su edificio, lo libran al olvido. De tal forma que si uno caminara, por ejemplo, a lo largo de la mismísima calle Palma, corazón del microcentro, se encontrará con varias construcciones antiguas sumamente hermosas y de calidad cayéndose en pedazos, algo que proyecta mucha tristeza.

La mayoría de las casas antiguas del centro fue erigida para vivienda y posteriormente, con el auge comercial, adaptada para negocios de distinta índole. Y así el corazón de la capital se fue despoblando de sus habitantes originales con la consecuente repercusión que eso tuvo en el cuidado y mantenimiento de tantos inmuebles.

Hoy existe un proyecto en la Junta Municipal para brindar fuertes incentivos fiscales que beneficien a los propietarios que restauren su propiedad en el centro asunceno. Igualmente, el intendente Arnaldo Samaniego anunció un descuento de hasta 7% en tributos durante el primer trimestre del 2013 para quienes pongan en buenas condiciones sus edificios.

Son iniciativas valiosas, pero en algunos casos puede que sean insuficientes para rescatar todo el esplendor de algunas edificaciones. Por lo tanto, la Municipalidad debiera analizar la posibilidad de hacerse cargo de ciertas restauraciones.

Más allá del aspecto estético, que es fundamental para la capital de un país, y del lado romántico de ver a una Asunción siempre esplendorosa, hay que poner la mira en un interés también práctico: el turismo.

Todo turista que visita un país pasa siempre a conocer la capital, y cuanto más atractiva y bella es esta, más tiempo se queda y más sumas de dinero deja.

Todos esos aspectos descriptos habrá que tener en cuenta a la hora de evaluar la necesidad de una decidida intervención municipal de ayuda a los propietarios de tantas construcciones, que merecen ser rescatadas en el centro capitalino.

http://www.ultimahora.com/notas/568919-Asuncion-ganara-si-estimula-el-cuidado-de-edificios-antiguos

Brasil pretende todo, a cambio de nada

Enrique Vargas Peña

Unasur y Mercosur no son grupos basados en el Derecho sino satélites de la voluntad política brasileña y nada más y, por tanto, grupos en los que nuestro Paraguay no debe estar mientras no se establezca en ellos el Derecho en vez de la voluntad política brasileña.

El canciller José Félix Fernández Estigarribia confirmó el viernes (http://bit.ly/SRVMrf) (http://bit.ly/WfLzWA) que están en curso negociaciones “secretas” entre nuestro país y Unasur y Mercosur para acelerar nuestro retorno a esas dos asociaciones regionales.

Antes de continuar con las consideraciones que deseo dar a conocer, cabe reafirmar, subrayar y hacer notar que la existencia misma de estas negociaciones “secretas” pone en evidencia que ambos bloques, Unasur y Mercosur, hegemonizados por Brasil, se mueven al margen de cualquier norma y se guían solamente por las razones que les dictan las necesidades políticas de Brasil.

Brasil necesita resolver el tema paraguayo, pues el mismo está dificultando su proyección internacional y, entonces, Brasil sepulta hoy lo que viene diciendo desde el 22 de junio, a saber, que en nuestro país hubo un golpe de Estado antidemocrático.

Si Brasil tuviera algún principio, si se sujetara a alguna norma, no debería revisar su posición sobre nuestro país, pues nuestro gobierno sigue siendo el que surgió del proceso constitucional y democrático que destituyó a Fernando Lugo y que Brasil califica de “golpe”; pero Brasil no tiene principios ni se sujeta a normas.

La mera existencia de estas negociaciones “secretas” prueba, de un modo incontrovertible, que Unasur y Mercosur no son grupos basados en el Derecho sino satélites de la voluntad política brasileña y nada más y, por tanto, grupos en los que nuestro Paraguay no debe estar mientras no se establezca en ellos el Derecho en vez de la voluntad política brasileña.

Yendo a la cuestión de las negociaciones, ahora Brasil requiere imperiosamente recomponer Unasur y Mercosur porque su brutal agresión contra nuestro país empieza a costarle dinero y prestigio: El mundo entero está viendo que Brasil viola tratados y, por tanto, no es un actor internacional responsable.

Ariel Palacios, blogger de “O Estado de São Paulo”, publicó un material (http://bit.ly/SVXu6H) cuya lectura recomiendo calurosamente al canciller Fernández Estigarribia y a cualquiera que pretenda comprender la maniobra que pretende realizar Brasil con Paraguay: Los brasileños quieren retornarnos a Unasur y Mercosur a cambio de que nosotros aceptemos los hechos consumados derivados de las violaciones de los acuerdos que le permitieron excluirnos de ambos grupos y meter a Venezuela en Mercosur.

Incluso no sería descabellado suponer que algunas medidas comerciales brasileñas, que perjudican a Paraguay (http://bit.ly/UV6uR1) estén siendo esgrimidas como amenaza si es que no aceptamos sus deseos.

Es decir, Brasil pretende devolvernos lo que nos sacó ilegalmente a cambio de que reconozcamos la ilegalidad, presentando la devolución de lo que nos “robó” (nuestra pertenencia a ambos grupos) como una gran concesión a Paraguay y obteniendo a cambio lo que quería obtener con el “robo”.

Todo a cambio de nada. Brasil pretende todo, a cambio de nada.

El canciller Fernández Estigarribia anunció que los satélites de Brasil nos regalarán como gran privilegio el hacer retornar a los embajadores de Chile y de Colombia al país.

Paraguay nada gana con eso. Pueden retornar todos, que nada cambia, porque el problema no es que retornen los embajadores, el problema no es que nos permitan sentarnos en la mesa de la Unasur o en la de Mercosur. El problema es que en ambos bloques, pero principalmente en Mercosur, ya no rige el Derecho sino la razón política.

Ese es el problema, y conviene que el presidente Federico Franco y el canciller Fernández Estigarribia no lo olviden. En Unasur y Mercosur rige la razón política sobre la norma jurídica, ese es el problema, ese es el único problema.

Voy a insistir. Que Paraguay esté o no esté en los bloques no es el problema, el problema es que en los bloques no rige el Derecho, sino la razón política.

Regresar a un Unasur y a un Mercosur en los que impera la razón política sobre el Derecho no es una cuestión retórica, es una cuestión práctica de la mayor importancia.

Paraguay no podrá defender eficientemente sus derechos aduaneros, su política arancelaria, su comercio exterior o sus relaciones políticas, en unos bloques donde no impera el Derecho por la sencilla y obvia razón de que Brasil es la quinta economía del mundo y nosotros la ciento y algo.

Donde no hay Derecho, se impone la fuerza, o el peso. Sin Derecho, Brasil es más fuerte que Paraguay y prevalece sobre Paraguay. Quien no entienda eso, no entiende de qué se trata el problema.

Es exactamente la misma cuestión por la que rechazamos unirnos a la Junta de Buenos Aires en 1811, pues dicha Junta no reconocía la igualdad jurídica paraguaya ante ella. De eso se trata la Nota del 20 de Julio de 1811, piedra angular de nuestra Independencia Nacional y de toda la política exterior paraguaya hasta el 15 de agosto de 2008.

En razón de su pequeño tamaño, de su mediterraneidad (lo que supone su dependencia estructural de los vecinos para poder comerciar), nuestro país no puede integrarse a ninguna entidad en la que sus derechos no estén absolutamente garantizados.

La exclusión arbitraria e ilegal de Paraguay de Unasur y Mercosur demostró que esos bloques no garantizan esos derechos, lo demostró en los hechos y, en consecuencia, no hay nada que hacer en esos bloques mientras no se asegure la vigencia del Derecho.

Queda claro pues que el eje articulador de la negociación para un eventual retorno de nuestro país a Unasur y Mercosur no puede ser otro que el restablecimiento del Derecho en ambos bloques y en el establecimiento de garantías sólidas sobre su vigencia ante el peso específico de Brasil.

Cualquier otra cosa es una rendición, una entrega, una traición.

Estas duras calificaciones, “rendición”, “entrega”, “traición” no son aquí expresiones retóricas. Son la descripción de lo que ocurre cuando se sacrifica la posibilidad de nuestro país de negociar en pie de igualdad con los vecinos las muchas materias que tenemos que negociar con ellos para que no nos absorban, para que no nos aplasten, para que no nos exploten.

Son la descripción de lo que acontece cuando se ceden los recursos aduaneros a otros países, cuando se ceden a otros países las chances de discutir aranceles, normas, incluso la política impositiva interna.

Y el restablecimiento del Derecho no puede edificarse sobre el reconocimiento de nada que haya surgido de su violación, como la ilegal exclusión de nuestro país y el ilegal ingreso de Venezuela a Mercosur.

Luego, para empezar a hablar de retorno, primero Brasil debe reconocer expresa y formalmente que Venezuela no está en el Mercosur. Y que Paraguay está de pleno derecho en Unasur y en Mercosur.

Nosotros nada tenemos que revisar de lo actuado, porque todo lo actuado en nuestro país se ajustó rigurosamente a la Constitución Nacional. Admitir cualquier otra cosa sería aceptar que aquí la violamos, lo cual no es verdad fácticamente.

Venezuela no es una democracia

 

En Paraguay hay mucha gente que se está apresurando en calificar de ejemplar el proceso electoral venezolano, con el fin de alentar al Senado de la República a aceptar un eventual pedido de Brasil de revisar el rechazo del protocolo de adhesión de la República Bolivariana al Mercosur.
Es realmente paradójico y digno de mencionarse que casi el mismo grupo de personas que durante décadas sostuvo que durante el gobierno de Alfredo Stroessner en Paraguay no había democracia a pesar de las elecciones que periódica y regularmente se celebraban en el país, diga ahora que en Venezuela hay democracia solamente porque los venezolanos van a elecciones periódica y regularmente.Ciertamente, las elecciones son una condición absolutamente necesaria para que haya democracia pero, con mayor certeza todavía, no es suficiente que haya elecciones para que haya democracia.

Pero hay más: No toda elección es una elección democrática; para que una elección sea democrática no basta solamente con que se haga, sino que debe ser libre (todos los interesados deben poder competir), limpia (no se deben robar los votos) y justa (las condiciones en las que compiten los concurrentes deben ser igualitarias).

En Paraguay hay mucha gente que se está apresurando en calificar de ejemplar el proceso electoral venezolano, con el fin de alentar al Senado de la República a aceptar un eventual pedido de Brasil de revisar el rechazo del protocolo de adhesión de la República Bolivariana al Mercosur, olvidando todo eso que se ha mencionado.

El candidato perdedor de la elección venezolana, Henrique Capriles, ha reconocido el resultado de la misma, pero eso no modifica lo anterior ni, mucho menos, regulariza los vicios del proceso político venezolano. Los participantes en las elecciones paraguayas del anterior periodo político también reconocían los resultados.

Tampoco legitima lo ocurrido en Venezuela el reconocimiento internacional otorgado por la mayor parte de los países que se pronunciaron sobre el proceso, pues ese reconocimiento puede muy bien deberse a imperativos de los intereses nacionales de cada país.

La elección del pasado domingo 7 de octubre en Venezuela no fue libre, pues en ese país hay literalmente unos trescientos políticos opositores a los que se impide competir mediante procesos administrativos incoados en su contra por denuncias gubernamentales; no fue justa, pues todo el aparato del Estado venezolano se usó durante toda la campaña electoral a favor del candidato oficial; y no se sabe si fue limpia, pues ninguna organización internacional pudo observar el proceso de manera independiente debido a la prohibición que el régimen venezolano impuso mediante el artículo 484 del Reglamento General de Elecciones de Venezuela.

Pero aún cuando las elecciones venezolanas fueran perfectas, aún así Venezuela debe ser definida como una dictadura.

En Venezuela impera una asociación entre el partido de gobierno, el Partido Socialista Unificado de Venezuela, y la Fuerza Armada Bolivariana, cuyos miembros deben prestar un juramento faccioso para desempeñar sus funciones y cuyos comandantes deben comprometerse con ese proyecto político.

Esa asociación es clásica y definitoria de las dictaduras y los paraguayos que dicen que en Venezuela hay democracia lo olvidan, quieren ocultarlo, pasarlo por alto.

En Venezuela no hay división de poderes, pues el señor Hugo Chávez Frías concentra de hecho todos los poderes incluso formalmente, como cuando habitualmente recurre a las llamadas “leyes habilitantes” por las que la Asamblea venezolana le cede “temporalmente” funciones legislativas.

La división real de poderes es, con las elecciones periódicas, libres, limpias y justas, el elemento estructural más importante que define a cualquier democracia y los paraguayos que dicen que en Venezuela hay democracia olvidan que en ese país no hay división de poderes, quieren ocultarlo, pasarlo por alto.

Los paraguayos que pretenden que el Senado de la República revise el rechazo del protocolo de adhesión de Venezuela al Mercosur no deberían mentir sobre la naturaleza del régimen venezolano y deberían decir la verdad: Que quieren que se revise eso porque eso es lo que pide Brasil.